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  La banda nos visita  (The band's visit)
  Dirigida por Eran Kolirin
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Debut en el largometraje del joven cineasta israelí Eran Kolirin. La película que ha sido presentada en la prestigiosa sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2007, y conseguido el Premio Fipresci otorgado por la Crítica Internacional.

Ficha artística
RONIT ELKABEBETZ - Dina
SASSON GABAI - Tawfiq
SALEH BAKRI - Haled
KHALIFA NATOUR - Simon
IMAD JABARIN - Camal

En título original conocida como Bikur hatizmoret.


Declaraciones del director
Cuando era niño, los míos y yo solíamos ver películas egipcias. Se trataba de un hábito bastante frecuente en las familias israelíes allá por inicios de la década de los 80. Los viernes, la tarde acabándose, veíamos con aliento entrecortado aquellas tramas enredadas, los amores imposibles y la pena desgarradora de Omar Sharif, Pathen Hamama, I’del Imam, y el resto de aquella gente en el único canal de televisión que el país tenía. Realmente, eso era raro en una nación que llevaba la mitad de su existencia en estado de guerra con Egipto, y la otra mitad en una especie de paz fría, distante, con sus vecinos del sur.

A veces, tras el film árabe, emitían la actuación de la orquesta de la Autoridad para las emisiones israelíes (IBA). Era una típica orquesta árabe compuesta casi en su totalidad por judíos árabes procedentes de Irak y Egipto. Cuando uno piensa en la orquesta de la IBA, acaso la costumbre de ver películas egipcias parezca algo menos inaudito.

Hace mucho que la película árabe ha desaparecido de nuestras pantallas. La televisión se ha privatizado, y hay una maraña de quinientas cincuenta y siete, o quién sabe cuántos canales que se ciernen sobre nosotros. La orquesta de la IBA se desmanteló. Ahora tenemos la MTV, y la BBC, y la RTL, e "Israeli Idol", y canciones pop, y anuncios de 30 segundos. De tal modo que ¿a quién importan ya las canciones de cuarto de tono que duran media hora?

Luego, Israel levantó el nuevo aeropuerto, y se olvidaron de traducir al árabe los carteles de la carretera. Entre los miles de tiendas que construyeron allá, no hallaron sitio para esa escritura extraña, ensortijada que es la lengua madre de la mitad de nuestra población. Es fácil olvidar las cosas que H&M, y Pull and Bear, y Levi’s, etc... nos hacen olvidar. Con el tiempo, hemos llegado a olvidarnos de nosotros mismos.

Se han hecho muchas películas refiriéndose a la cuestión del porqué no hay paz pero, al parecer, son pocas las que se han hecho hablándonos del porqué necesitamos la paz por encima de todo. Ya no vemos lo obvio en medio de conversaciones que se centran en las ventajas económicas y en los intereses. Acabada la jornada, mi hijo, y el hijo de mi vecino se encontrarán —estoy seguro de ello— en cualquier gran área comercial de neones parpadeantes, bajo el cartel gigante de McDonald’s. Puede que haya cierto bienestar en ello, no lo sé. Pero de lo que no hay duda es que hemos perdido algo por el camino. Hemos trocado el amor auténtico por el sexo de noche única; el arte por el comercio; y el contacto humano, la magia de la conversación por la cuestión de cuan grande es el trozo de pastel que podemos agenciarnos.