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  Los reyes del Ártico  (Arctic Tale)
  Dirigida por Adam Ravetch, Sarah Robertson
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Los reyes del Ártico, dirigida por Adam Ravetch y Sarah Robertson, es una producción de National Geographic Films en asociación con Visionbox Pictures. La narración ha sido escrita por Linda Woolverton, Mose Richards y Kristen Gore. La producción corre a cargo de Adam Leipzig y Keenan Smart. La música ha sido compuesta por Alex Wurman y montada por Beth Spiegel. Tim Kelly, John Bard Manulis y Michael Rosenfeld son los productores ejecutivos, junto con Kevin McCarey. Kattie Evans y Chris Miller son los coproductores.


Detrás de las cámaras
Los reyes del Ártico forma parte de un nuevo estilo de película de aventuras que está insuflando nuevos aires al género de "cine de naturaleza". Mediante imágenes espectaculares y primeros planos de dos de los animales más queridos y misteriosos (los osos polares y las morsas), Los reyes del Ártico despliega una historia tan llena de dramatismo, humor e inspiración como cualquier cuento clásico o actual. La historia está narrada no sólo con admiración hacia estos fascinantes animales, sino también con una apasionada urgencia, ya que el inspirador mundo reflejado en la película podría desvanecerse en tan sólo unas décadas.

Este excepcional viaje fílmico es fruto del amor puro de unos valientes aventureros del Ártico y del matrimonio de cineastas formado por Adam Ravetch y Sarah Robertson. Durante los últimos quince años, han trabajado con la Unidad de Historia Natural de National Geographic en una emocionante misión: seguir a las morsas, osos polares y otras criaturas famosas por ser especialmente escurridizas para las cámaras por todo el Círculo Polar Ártico, hacia los témpanos de hielo e incluso bajo las gélidas e imponentes aguas del océano Ártico. Durante muchos viajes al remoto Ártico Canadiense, el equipo grabó más de 800 horas de conmovedor metraje (acercándose a los animales todo lo humanamente posible, e incluso documentando comportamientos nunca vistos hasta ahora en el cine).

Durante el proceso, y conmovidos por los increíbles y sacrificados actos de inteligencia, afecto y nobleza que presenciaron entre los osos polares y las morsas (especialmente las madres, protegiendo continuamente a sus retoños de los peligros de este imponente y cambiante paisaje), Ravetch y Robertson empezaron a reunir su metraje y el de otros documentalistas de la vida animal para crear Los reyes del Ártico. Desde el principio, se propusieron diseñar y montar una película que se asemejara más a una aventura mítica, en cuanto impacto emocional, que las películas sobre vida animal tradicionales (y aún así creada a partir de hechos reales que habían rodado en plena naturaleza).

"Desde que empezamos a filmar en la naturaleza, siempre nos han atraído los misterios y entresijos de la vida de los animales, y hemos querido crear una película vista enteramente a través de sus ojos", explica Adam. "Queríamos ir más allá de los límites del género para crear algo más personal e íntimo, que revelara algo no sólo sobre los animales, sino también sobre nosotros mismos."

Las principales "estrellas" de Los reyes del Ártico surgieron de forma espontánea cuando Ravetch y Robertson observaron un hecho que, según les habían dicho, nunca se daba en la naturaleza: los osos polares y las morsas interactuando. "Los científicos nos habían dicho que era muy raro que un oso polar atacara a una morsa, pero nosotros siempre nos encontrábamos a estos dos titanes del Ártico enfrentándose", explica Adam. "Empezamos a darnos cuenta de que los osos polares y las morsas tienen muchas cosas en común, porque ambos se dedican en cuerpo y alma a cuidar de sus crías y enseñarles. Queríamos dar a conocer este aspecto de estos magníficos animales. También nos sentimos atraídos por el Océano Ártico, del que se sabe muy poco y que está lleno de misterios."

Los osos polares, claro está, no son ajenos al cine, pues han protagonizado en forma animada varias películas importantes, pero hasta ahora nunca se había retratado la vida y el amor de un osezno polar de una manera tan conmovedora. El oso polar, uno de los animales más reconocibles y queridos de la Tierra, ha formado parte de los mitos, el folclor y los cuentos durante siglos. Estos animales predadores, que cazan para comer, se han ganado la fama de ser feroces. Sin embargo, Ravetch y Robertson vieron algo más en estas enormes criaturas: sus empeño en sobrevivir y cuidar de sus familias en circunstancias durísimas, y los increíbles recursos que utilizan para conseguirlo.

"Sus capacidades no han dejado de asombrarnos", dice Robertson. "Hemos visto cómo aprenden de las experiencias y cómo las madres enseñan ahora a sus crías nuevas estrategias, por ejemplo a cazar morsas."

Las morsas, por su parte, nunca habían sido retratadas tan de cerca en una película, y tanto Ravetch como Robertson creen que los espectadores se enamorarán perdidamente cuando conozcan a estos rollizos gigantes del mar que parecen creados con efectos especiales.

Los reyes del Ártico, una película particularmente difícil de rodar, sitúa la compleja personalidad de la morsa en el lugar que se merece.

"Las morsas tienen unas cualidades increíbles, muy humanas, como abrazarse y besarse, y arrimarse a sus crías", dice Robertson. "El nivel de devoción que se profesan es extraordinario. Realmente se ayudan las unas a las otras y actúan como una sola manada. Presenciarlo es algo increíble. Durante el rodaje, comprobamos que el amor de las morsas madres hacía saltar las lágrimas incluso a los cazadores más duros."

Adam quedó igual de fascinado: "La forma en que las morsas pueden llegar a enfadarse con sus familias y al mismo tiempo necesitarlas es de lo más tierno. Ése es un rasgo que comparten con los humanos y con el que creo que el público, sobre todos los niños, se sentirán identificados. ¡Al fin y al cabo, quién no tiene un tío gruñón!"

Siguiendo a las morsas, reunieron suficiente metraje para crear uno de los personajes de Los reyes del Ártico, Auntie, que sale en defensa de Seela salvándola de un catastrófico encuentro con el gran oso macho: "Hace gala de un comportamiento desinteresado que podríamos calificar de valentía", apunta Robertson, "y se convierte en uno de los personajes más heroicos y memorables de nuestra historia".

El desarrollo de la narrativa del filme se vio influido por los profundos cambios en los hielos del Ártico que Ravetch y Robertson vieron con sus propios ojos durante el viaje. Ante las predicciones de que el hielo no estacional del Ártico (imprescindible para el ancestral modo de vida de los osos polares y las morsas) podría desaparecer prácticamente para el año 2040, quisieron dejar claro que a estos magníficos animales no les queda otra opción que plantar cara a una crisis de proporciones catastróficas de frente. En ese sentido, se apresuran a añadir Ravetch y Robertson, no son muy distintos de los humanos, que también se encuentran ante una época de estimulantes cambios e innovaciones.

"Sentimos una gran responsabilidad por contar esta parte de la historia", explica Adam. "Los osos polares y las morsas se enfrentan a los mismos interrogantes que nosotros: ¿qué le va a pasar a nuestro mundo?, ¿qué podemos hacer al respecto? A su manera, tendrán que ser fuertes, valientes y decididos para que las generaciones futuras puedan sobrevivir."

Robertson lo resume así: "Tras Los reyes del Ártico subyace siempre la idea de que la generación siguiente, seas un oso polar, una morsa o un ser humano, deberá tomar la iniciativa y aprender a vivir de formas diferentes. Nuestra suerte pende realmente de un hilo".


El rodaje
Viendo Los reyes del Ártico, el público tendrá la oportunidad de sumergirse completamente en el mundo de un osezno polar y de un cachorro de morsa, mediante la historia de sus vidas, sin ninguna traza de presencia humana. Casi sorprende recordar que Adam Ravetch y Sarah Robertson estaban allí, detrás de las cámaras, captando esas conmovedoras imágenes de osos polares y morsas con sus familias mientras trabajaban, descansaban, se amaban y jugaban.

Filmar a cualquier animal de una forma tan discreta requiere una gran capacidad técnica y artística, pero ¿cómo se graba a dos de los mamíferos más grandes, fuertes e incluso mortíferos del planeta sin que se irriten? "Con mucho cuidado", explican Ravetch y Robertson. De hecho, gran parte de los quince años que pasaron en la naturaleza con osos polares y morsas lo dedicaron sencillamente a conocer a los animales y sus costumbres, y, también muy importante, a permitir que los animales se familiarizaran con ellos y sus equipos de cámaras.

"En el Ártico, no dispones de plataformas ni de hoteles para alojarte, así que no te queda más remedio que vivir con los animales en plena naturaleza", explica Robertson. "Dejas de ser un observador y pasas a formar parte de la dinámica, y los animales saben perfectamente que estás ahí."

Ravetch y Robertson no sólo se integraron en la dinámica, sino que también pasaron a formar parte de la cadena alimenticia, por lo que era vital que los osos polares y las morsas no los vieran como comida ni como depredadores.

Aunque parezca increíble, consiguieron sacar casi todo su sorprendente metraje sin necesidad de usar refugios ni escondites. "Descubrimos que eso pone a los animales más nerviosos e inquietos", explica Adam. "Quieren tenernos vigilados, igual que nosotros hacemos con ellos."

Tras instalarse ellos y sus familias en las afueras de los poblados inuit de la zona más septentrional de Canadá, Ravetch y Robertson recorrieron cientos de kilómetros sobre el hielo hacia zonas remotas, donde montaban rudimentarios campamentos y daban comienzo a lo que Adam se refiere en tono jocoso como "sesiones de presentación" con los animales entre los que vivirían durante largos periodos de tiempo. En algunos casos, los animales no estaban muy entusiasmados de conocerlos, y los directores estaban preparados para salir al paso de un posible ataque; pero Adam afirma con orgullo: "Siempre encontrábamos la forma de mantener las distancias con un animal. Fue algo que llegó simplemente tras pasar mucho tiempo sobre el terreno y conocerlos bien. Pero puede llegar a ser un proceso agotador, porque tienes que estar continuamente en guardia".

Los directores también agradecen a sus guías inuit su inestimable ayuda adiestrándoles sobre el paisaje ártico, y las costumbres y singularidades de sus animales. "Conocen a estos animales mejor que nadie, y su guía nos resultó muy útil para poder acceder a ellos", comenta Adam.

Además de los plantígrados de casi 700 kilos y las criaturas marinas de 900 kilos, Ravetch y Robertson se enfrentaron a peligros en algunos casos extremos, como las gélidas temperaturas, el duro clima y las peligrosas inmersiones bajo el agua. A veces hasta sus campamentos eran precarios. "A menudo acampábamos sobre témpanos en movimiento", explica Robertson, "y otras veces el hielo se rompía en mitad de la noche y nos despertábamos rodeados de agua y con todas nuestras cosas flotando dentro de la tienda."

Algunas de las escenas más fascinantes de la película se producen en el agua, y los espectadores podrán retozar con la familia de morsas en el helado océano. Pero lo que el público no ve es lo que Ravetch, que es un cámara experimentado, sufrió para conseguir esas tomas, enfrentándose al peligro a cada segundo. En condiciones como éstas, con una temperatura del agua que borda la congelación y una temperatura ambiental de varias decenas de grados bajo cero, un ser humano se congelaría hasta la muerte en cuestión de minutos si se sumergiera en el agua sin protección. Aunque Ravetch llevaba un "traje seco" protector grueso, que describe como "una especie de bolsa para congelar alimentos enorme", sólo podía sumergirse durante unos 30 a 40 minutos cada vez para no correr el riesgo de morir por hipotermia. "Tenía que lograr que cada segundo de rodaje valiera", explica.

Incluso sin los animales, las inmersiones estaban llenas de posibles peligros. "Bajo el hielo siempre hay peligro, sobre todo de quedarse atrapado", explica Ravetch. "Por eso tienes que andar con mucho cuidado."

También estaba, por supuesto, el elemento más imprevisible de todos: aquellas gigantescas criaturas del tamaño de un automóvil. Tras haber oído historias sobre que las morsas atacan bajo el agua a quienes consideran extraños y que pueden arrancar la cabeza de una persona en segundos con sus afilados colmillos, Ravetch se fabricó en un principio una jaula especial de inmersión, parecida a las que se utilizan con los tiburones, para protegerse. Pero eso sólo hizo que las morsas atacaran la jaula. Aquel fue un momento de terror para Ravetch, que se dio cuenta de que aquellos animales eran muchísimo más gigantescos de cerca de lo que había imaginado. No obstante, su terror pronto se tornó en asombro al ver con qué gracilidad se movían bajo el agua, y empezó a centrarse en la filmación.

Conforme se fue sintiendo más a gusto entre las morsas, y ellas con él, Ravetch abandonó la jaula, para poder tener un buen acceso a su conmovedor estilo de vida. "Son unos animales muy gregarios, y se te acercan para darte un cabezazo. Pero una vez que me conocieron, las madres dejaron de mostrarse tan preocupadas por sus crías", cuenta Ravetch.

En una espectacular secuencia, Ravetch consiguió acercarse a sólo unos centímetros de una morsa madre y de su cría lactante. "Tardé años en ganarme su confianza hasta poder rodar este increíble momento", señala.

Estas experiencias han conseguido crear una nueva imagen de las morsas como unos animales inteligentes, muy sociales y con un extraordinario encanto. "Hubo una época en que se veía a las morsas como una especie de monstruos, y tenían fama de ser muy agresivas", comenta Ravetch. "Pero nadie se había fijado en cómo son realmente con sus familias hasta que nosotros empezamos a filmarlas."

Los reyes del Ártico también retrata la gracia y la fuerza que demuestran los osos en el nado. Una vez más, el rodaje de este inédito metraje requirió de un gran cuidado. "Observamos que los osos que grabamos tenían personalidades muy diferentes", explica Ravetch. "Unos eran tranquilos y algo adormilados, mientras que otros eran más agresivos. ¡Algunos incluso intentaron subir a nuestra embarcación!"

Cuando los osos no colaboraban, Ravetch y Robertson de distanciaban un poco de los más hostiles, utilizando técnicas tan antiguas como el uso de cámaras atadas en el extremo de largos palos.

Aunque a veces corría la adrenalina, en general los quince años de rodaje requirieron inagotables dosis de paciencia, pues a veces los directores tenían que esperar durante días, semanas o meses seguidos a que los animales aparecieran y llevaran a cabo sus misteriosos comportamientos. La corta escena en la que un osezno polar trepa por la espalda de su madre "nos costó cuatro largas semanas y media de espera, sólo para rodar unos pocos pero fascinantes segundos", señala Ravetch.

Según Ravetch, "el juego de la espera puede prolongarse durante años. A veces aprendes algo un año, vigilas durante otro año, y luego quizá te lo pierdes, y tienes que volver un tercer año. Es un juego que nunca termina". Pero cuando esos momentos especiales se producen espontáneamente, hace que la espera valga la pena. "Cuando por fin consigues algo único, la sensación es indescriptible", prosigue.

Uno de los golpes maestros de la película consistió en captar a un oso polar cazando morsas en un islote. "Fue como una vigilancia policial; esperamos durante mucho tiempo a que el oso apareciera por fin. Y cuando llegó, se acercó a echarnos un vistazo antes de echárselo a las morsas", relata Ravetch.

Robertson añade: "Fue algo que nos sorprendió mucho al principio, pero seguimos viendo osos polares cazando morsas. Que las madres estén enseñando a sus crías esta nueva capacidad demuestra lo tremendamente adaptables que son estos osos".

En Los reyes del Ártico, el ataque del oso polar al grupo de morsas conduce al heroico acto por el que Auntie salva a la cría de morsa, una suerte de sacrificio del que Ravetch y Robertson fueron testigos en plena naturaleza. De hecho, durante sus quince años de viaje, presenciaron bastantes escenas de una enorme fuerza metafórica. Una de las que más les sorprendió fue ver a un enorme oso polar macho compartir su comida con otro oso que se moría de hambre (y que no se resignaba a quedarse sin comida), demostrando así el valor de la paciencia, la fortaleza y la tenacidad.

Durante todos aquellos años de observación, la necesidad de las crías de valerse por sí mismas fue un tema recurrente. "Una de las escenas que me parecen más conmovedoras es la del osezno polar abandonado a su suerte por su madre", apunta Robertson. "Es un momento de gran vulnerabilidad para un oso, y algo que rara vez se puede presenciar."

"Esta imagen se convirtió en una de las partes clave de la historia principal, que trata sobre el tema de crecer y aprender a enfrentarse a los problemas del mundo que nos rodea con valentía y coraje", explica Ravetch.

¿Pero serán capaces estos animales del Gran Norte, con los que Ravetch y Robertson se han encariñado tanto, de sobrevivir en un mundo en calentamiento? Con todas las increíbles escenas que han presenciado, los directores creen que tienen una posibilidad de luchar. "En lo que respecta a los animales en sí, son muy capaces de adaptarse a nuevas circunstancias", observa Ravetch. "Tanto los osos polares como las morsas tienen una gran capacidad de aprendizaje, por lo que, a corto plazo, encontrarán nuevas formas de cazar y vivir. Pero no pueden hacer lo imposible, y a largo plazo no sabemos lo que puede pasarles, algo que también puede aplicarse a nosotros mismos. Va a ser un gran viaje para todas las criaturas del planeta."

Sin duda, la urgencia de esta situación convenció aún más a Ravetch y Robertson de la necesidad de incluir las conmovedoras escenas que reflejan el drama y la magia de la vida de estos animales.

"A veces, cuando estábamos sentados, muertos de frío, en mitad de una tormenta de nieve, nos daban ganas de dejarlo todo", reconoce Ravetch. "Pero si soportas todo eso y eres valiente, entonces es cuando el Ártico te revela sus secretos. Ves a los animales hacer todas esas cosas, y ése es el espíritu de nuestro trabajo".