Exiliados que vuelven al hogar. Una familia con el corazón partido en dos. Un empresario sin empresa. Un periodista sin voz. Una hija en busca de su identidad. Unas heridas que no cicatrizan. Vida robadas demasiado pronto. Sueños frustrados demasiado pronto. Silencios demasiado ruidosos. Borrokas sin canciones de amor. La casa de mi padre.
Notas del director
En la historia vasca tiene una gran tradición la imagen de la casa, primero para referirse a alguno de los territorios históricos, mas tarde al conjunto de las provincias vascas, hasta que el nacionalismo se apropio del termino para aplicarlo a la idea de nación vasca. La nueva situación permite entender la frase "La casa de mi padre" de una forma renovada y esperanzadora, la mejor forma de defender la casa del padre es permitiendo que sea la casa de todos, sin que nadie tenga derechos por encima de los demás, todos somos habitantes de esa casa, por eso es preciso empezar a dejar de lado esa imagen de la casa cerrada y pasar a pensar Euskadi en términos de ciudad, una ciudad en la que conviven ciudadanos distintos, diferentes pero iguales en derechos, defendamos la casa del padre haciendo que se convierta en la ciudad de todos, recobremos la esperanza, volvamos e empezar , sabiendo que tendremos que cambiar algunas cosas, todo menos la voluntad de convivir, menos la convicción de que nos tenemos que identificar en la pluralidad y maravillosa complejidad de nuestras identidades
Las historias de Txomin, Sara, Gaizka y todos los personajes de "la casa de mi padre" son retazos de realidad, al igual que la Txalaparta choca con la madera, los personajes, chocan unos con otros, sufren, se apoyan, aman, lloran, se dan cuenta que el único camino es el amor y comprensión hacia los demás a pesar de todo lo que nos separa, Todos antes que nada somos seres que necesitamos amar y que nos amen, debemos dejar atrás prejuicios, odios y violencia, sabiendo que el único camino es la unión sin excepciones.