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  El lector  (The reader)
  Dirigida por Stephen Daldry
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The reader está protagonizada por Ralph Fiennes, David Kross y Kate Winslet, y dirigida por Stephen Daldry (director propuesto al Oscar por LAS HORAS). El guión es una adaptación de David Hare de la galardonada novela homónima de Bernhard Schlink. El Lector de Schlink se ha traducido a 40 idiomas y ha sido la primera novela alemana en alcanzar el número uno en la lista de éxitos de ventas de The New York Times.

¿Cómo vive uno a la sombra del crimen más atroz de la historia contemporánea? ¿Puede una generación aceptar los pecados imperdonables de sus mayores? ¿O algunos legados son demasiado sobrecogedores para comprenderlos, demasiado malvados para aceptarlos, demasiado terribles para llegar nunca a reponerse de ellos?

The reader cuenta la historia de Michael Berg, un muchacho adolescente en la Alemania de la segunda postguerra cuyo despertar sexual se produce con el apasionado idilio que mantiene con una misteriosa mujer que le dobla la edad y que esconde un vergonzoso pasado además de un profundo secreto personal. A medida que la curiosidad cede al incómodo sentimiento de culpa experimentado por aquellos cuya mayoría de edad se produjo después del Holocausto, la esencia de la película se nos va revelando, en opinión de su director, y en última instancia, como una historia sobre "la verdad y la reconciliación".


De la novela a la película
La absorbente historia de The reader toca, en muchos sentidos, los temas de la profunda fuerza transformadora de las palabras y del analfabetismo. Tal es así que parece apropiado que el origen de la película sea un libro de un lirismo sencillo pero emocionalmente devastador, —"una novela formalmente hermosa y perturbadora y, finalmente, moralmente devastadora", según Los Angeles Times.

Este trabajo semi-autobiográfico del profesor de derecho y escritor de novelas de misterio, el berlinés Bernhard Schlink, se publicó en 1955 y posteriormente fue traducido a 40 idiomas. Fue la primera novela alemana en ocupar el primer puesto en la lista de éxitos de ventas de The New York Times y suscitó un interés generalizado en 1999 cuando Oprah Winfrey eligió el título para su popular club de lectura. "¿Quién habría imaginado que un libro de tan solo 218 páginas podría despertar tantas emociones?" comentó Winfrey, que además apuntó que había sido el libro más leído de todas sus selecciones entre el público masculino antes de que se discutiera en su programa.

"Es una historia sobre lo que nosotros llamamos 'segunda generación'", dice Schlink, refiriéndose a "aquellos afortunados que nacieron más tarde", a los niños de los años de la posguerra. "Tuvimos una infancia ingenua—hasta que, en un momento dado, nos dimos cuenta de lo que nuestros padres, pastores y maestros habían hecho. Cuando amas a alguien que ha participado en algo terrible, se produce un conflicto…" En Alemania, el movimiento que intentó comprender la Guerra llegó a necesitar incluso de su propio término sicológico—Vergangenheitsbewältigung –es decir "la lucha por aceptar el pasado". La importancia de la novela es tal a la hora de entender la historia de un país que ha sido utilizada como libro de texto en las escuelas alemanas.

Harvey Weinstein y Miramax Films adquirieron los derechos de El Lector en 1996. A instancias de Weinstein, Anthony Minghella y su socio de producción, Sydney Pollack, se embarcaron en el proyecto, y en un principio, Minghella escribiría el guión y dirigiría la película. Pero el dramaturgo Sir David Hare, que más adelante sería nominado a los Oscar por su adaptación al cine de LAS HORAS, también había leído el libro de Schlink y ansiaba ocuparse de la adaptación. Dado que Minghella acababa de arrasar en la ceremonia de los Oscar con EL PACIENTE INGLÉS y que el director estaba rumiando varios proyectos de gran importancia, Hare intentó convencerle para que le cediera la adaptación de The reader, pero Minghella se mantuvo firme en su propósito de realizar él mismo el guión.

Casi una década después, y todavía sin un guión, Daldry—que había estudiado alemán de niño y vivido en Berlín—le comentó a Minghella la posibilidad de dirigir The reader. Minghella se dio cuenta de que aún pasaría algún tiempo para que él se pudiera ocupar personalmente de la producción y accedió a la propuesta de Daldry con la condición de que fuera el próximo proyecto del director y de que él y Pollack permanecieran a bordo como productores. En cuanto al guión, Daldry pensó inmediatamente en Hare. "Hemos hecho juntos LAS HORAS, de manera que esta es la segunda película difícil y enormemente ambiciosa que hacemos juntos", dice Hare. "Tenemos un vínculo muy profundo, es un poco como la relación entre soldados que han combatido juntos en una guerra –conocemos las virtudes y los defectos de cada uno".

La película se aparta de la novela de Schlink, que se desarrolla cronológicamente en tres distintos segmentos, mientras que la versión cinematográfica de El Lector "salta en el tiempo", en palabras de Hare, mediante una estructura que transporta al espectador al interior de la vida del personaje principal en varios momentos diferentes de su vida, durante la década de 1950, durante la década de los noventa y una vez más, al pasado. Hare es un dramaturgo y director de grandísimo talento que huye de la obediencia a la tradición y lucha por rebelarse en sus trabajos originales, de manera que planeó un enfoque excitante y novedoso de su adaptación sin recurrir a "las consabidas y monótonas voces en off" que a menudo acompañan a las narrativas en primera persona.

"Cuando voy al cine, me aburro de muerte con películas cuya estructura y personajes puedo predecir en cuanto entro en el cine", afirma el escritor, añadiendo que estaba dispuesto a liberar a The reader de la tradición establecida por las anteriores películas de la posguerra mundial cuya trama giraba entorno a los campos de concentración, las angustias de la posguerra y la complicidad individual en los crímenes cometidos por el estado. "A mí solo me interesan las cosas que no pertenecen a ningún género" afirma y añade "esto, ciertamente, no es lo que podría llamarse una película sobre el Holocausto".

"Se han hecho 252 películas sobre el Holocausto", dice Daldry, "y espero que se hagan por lo menos el doble más". Pero The reader es otra cosa y la llama "una pieza atípica" que sobrepasa las expectativas. Yendo a contracorriente de las historias de supervivientes previas, un personaje que aparece al final de la película, una superviviente de los campos, es representada como ejemplo de moral y fuerza intelectual y no como una víctima debilitada.

Pese a que Hare, Daldry, Minghella y Pollack entendían el valor de la innovación y experimentación cinematográfica, siempre se mantuvieron fieles a un aspecto del proyecto—respetar y honrar a las víctimas de los crímenes de guerra del nazismo. Los artífices acordaron que el término "perdón" no se mencionaría jamás –la película, de hecho, evita cualquier alusión al tema de la redención o del perdón pero, en cambio, trata el verdadero problema de cómo puede una nueva generación aceptar su negro pasado.

Con este fin, el guionista y el director viajaron a Alemania con el escritor, Schlink, para discutir el tema de la culpa en las generaciones de la posguerra y la polémica que su novela suscitó. "El libro es de una enorme importancia histórica en Alemania", dice Daldry. "Es la única novela que lidia con el problema de cómo continuamos viviendo después de lo que hemos hecho".

"Produjo los elogios más extraordinarios y los ataques más violentos" añade Hare. "Intentar explorar y comprender los crímenes de los Nazis es un asunto peligroso y explosivo –uno puede sin querer cruzar una línea que no quería cruzar".

Decidido a explicar "cómo los hijos de una generación criminal vivieron las consecuencias" de los delitos de sus padres, Daldry se negó a hacer concesiones. "La película aborda los crímenes de Guerra frontalmente", comenta el director, que se cuidó mucho de no describir a los guardias de los campos de concentración como ogros horrendos o extravagantes villanos sino, más bien, como trabajadores normales y vecinos del lugar. "Expone a gente ordinaria que comete estos crímenes –la banalidad del mal".

Al contrario de lo que sucede con muchos guionistas, cuya aportación termina cuando entregan la versión final de su guión, Daldry invitó una vez más a Hare a participar en el proceso de filmación, como había hecho antes con LAS HORAS.

"Stephen me permite colaborar desde el principio del rodaje hasta el final del montaje" dice el dramaturgo. "No quiere trabajar con gente que no se comprometa a ese nivel. En ese sentido, se parece más a la manera de trabajar del teatro. Es el director más concienzudo con quien he trabajado nunca –nada pasa por la lente por casualidad".

En cuanto al escritor de la obra original, Schlink, también participó de una manera impensable –incluso apareció de extra en la escena de una terraza de un bar en el que los infortunados amantes, Hanna y Michael, almuerzan durante una excursión en bicicleta. Ahí pudo comprobar la obsesión de Daldry por cuidar la exactitud y la veracidad hasta último y más mínimo detalle, ya fuera en relación a un accesorio de atrezzo o a una rápida mirada de uno de los actores. "Stephen tiene una gran sensibilidad para las cosas más pequeñas y sutiles y eso es algo que admiro enormemente".


La elección del reparto en The reader
Desde el comienzo, el novelista Schlink había imaginado a la actriz Kate Winslet en el papel principal de Hanna Schmitz, un conductora de tranvía de 36 años que mantiene un romance ilícito con un adolescente que se revela más tarde como antigua guardiana de un campo de concentración, que además, oculta otro terrible secreto. "Kate Winslet fue siempre mi primera elección", dice Schlink. "Es una mujer sensual, directa, exactamente como Hanna".

Winslet explica "Leo con relativa lentitud pero no pude dejarlo y me lo terminé en un día" recuerda. En ese momento, sin embargo, Winslet tenía solo 27años y se sentía demasiado joven para interpretar ese papel. Cuando el director Daldry volvió a hablar con ella a principios de 2007, la actriz había madurado lo suficiente para poder abordar un papel con grandes exigencias físicas, ya que el personaje debe envejecer y pasar de ser una mujer fuerte y sexual de treinta y tantos años a una matrona desaliñada de casi setenta.

Para Winslet, trabajar con Daldry fue muy emocionante y describe su "relación de colaboración" casi como si "fuéramos de la misma tribu". La actriz añade, "tiene una energía imparable y un amor profundísimo por la historia. Además, tiene una idea muy clara de cómo quiere que se cuente la historia, le encanta compartir las ideas de los demás y descubrir qué es lo mejor para la escena".

Para el papel de Michael Berg, el joven cuya vida se ve marcada para siempre por su relación con Hanna, Daldry seleccionó a dos actores para cubrir la dramática evolución de treinta años por la que pasa el personaje: David Kross, un actor relativamente desconocido y el veterano Ralph Fiennes.

The reader supone la tercera película del actor alemán Kross y su primer papel en inglés, un idioma que perfeccionó durante el rodaje. Daldry estaba empeñado en encontrar un joven alemán para el papel de Michael y Kross tuvo que hacer varias audiciones para convencer al director de que era la elección perfecta para el personaje. Inicialmente, la madre de Kross pensó que el trabajo interferiría con los estudios de su hijo, pero le dejó aceptar el papel con la promesa de que sacara buenas notas a final de curso. Kross estudió con ahínco, aprobó todo con muy buenas notas y finalmente consiguió el papel.

Kross trabajó hasta siete horas diarias con el profesor de dicción William Conacher no solo para aprender el diálogo de su personaje, sino también para poder leer a Horacio en latín, a Safo en griego, y otros libros que recita en la película. "El reto para mí, como profesor de dicción, era encontrar la manera de que un actor alemán hablara en inglés como si fuera su lengua materna y luego encontrar el modo de encajar a Kate Winslet y Ralph Fiennes", recuerda Conacher.

Dado que el guión describe la relación sexual entre Hanna y Michael, el calendario de rodaje tuvo que estructurarse de manera que las escenas de dormitorio se rodaran cuando Kross, que en el momento del casting tenía 15 años, hubiera cumplido ya los dieciocho años.

La diferencia de edad entre la madura Hanna y el joven Michael era uno de los aspectos más controvertidos de la novela, sin embargo, la historia no funcionaría de otra manera. "Hanna y Michael tienen 36 y 15 años respectivamente, de manera que pertenecen de verdad a dos generaciones", explica Daldry. "Una diferencia de edad menor cambiaría todo eso".

Efectivamente, durante el debate televisado de El Lector en su club del libro, Oprah Winfrey directamente abordó el tema de la diferencia de edad entre los personajes y su importancia para la historia. "En muchos libros que leo y que considero parte del panorama literario, pasan cosas horrendas, pero no reniego de ellos ni los aplaudo porque no esté de acuerdo con sus historias" Winfrey dijo. "Te puede encantar el libro sin que te guste la relación que hay entre ellos. No estoy aprobando su conducta… ¿Por qué no puede ser el niño mayor? Bueno, sería una historia completamente diferente".

Fiennes interpreta al Michael Berg adulto que, después de muchos años aún sigue intentando aceptar el idilio de su niñez. El actor se sintió desde el principio atraido por The reader ya que el guión baraja problemas emocionales complejos. "Las cuestiones que trata sobre la culpa, los juicios de valor, la responsabilidad, el amor y la sexualidad son bastante complicadas, pero al final es una historia muy humana", dice el actor. "A menudo, un buen guión de cine se distingue por su aparente sencillez, pero las escenas simples incluyen cosas enormes. La belleza de este guión es que, en frases que parecen conversaciones ordinarias, el trasfondo está lleno de significados y lecturas".

Los tres actores rara vez coincidieron, ya que Kross y Fiennes interpretaban al mismo personaje en tiempos diferentes y Fiennes y Winslet compartían solo una escena.

Winslet opina que Kross era "perfecto" para el papel del joven que madura ante nuestros ojos. "David es extraordinariamente parecido a Michael Berg –es una persona muy seria, increíblemente profesional y sensible. Está dispuesto a probar cosas y quiere aprender y mejorar". Fiennes también alabó al actor que interpreta una versión más joven de su personaje. "No nos parecemos mucho físicamente, pero tengo entendido que tenemos cualidades similares como actores, así que, puedo ver por qué Stephen nos ha emparejado" explica Fiennes. "Es muy natural, es inteligente y despierto, tiene un sentido del humor discreto que parece flotar bajo la superficie".

Ambos actores disfrutaron muchísimo trabajando con Winslet también. "La verdad es que no sabía nada de ella", admite Kross, que solo había visto a la actriz en TITANIC antes de The reader. Pero "trabajar con ella no es que estuviera bien, es que estuvo genial", y añade que, al igual que él, Winslet empezó con la interpretación cuando era bastante joven. "Es muy campechana y muy experimentada". Fiennes coincide en que "Kate es una actriz fantástica. Todo su trabajo es redondo y rico. Aporta su inteligencia y plantea cuestiones y preguntas.- Es magnifica".

Los papeles secundarios y las intervenciones menores, aunque vitales para la producción, estuvieron a cargo de los mayores talentos que ha producido el cine alemán. "Uno de los elencos más grandes de actores alemanes de los últimos tiempos", dice Daldry orgulloso. Los amantes del cine norteamericano probablemente reconocerán a Bruno Ganz (EL CIELO SOBRE BERLÍN) en el papel del profesor de derecho de Michael, Rohl, y a Mattias Habich (MEMORIAS DE ÁFRICA, EL HUNDIMIENTO) como el padre de Michael. Otros actores alemanes de primera incluyen a Susanne Lothar, en el papel de la madre de Michael, Karoline Herfurth, como la novia de universidad de Michael, Alexandra Maria Lara, como Iliana, la joven superviviente del Holocausto, Volker Bruch, un compañero de universidad, y Burghart Klaussner, uno de los jueces de los crímenes de guerra. También aparecen en la película Martin Brambach, Marie Gruber, Margarita Broich, Carmen-Maja Antoni y Hannah Herzsprung.


En preparación de The reader
Aunque algunos exteriores fueron rodados en Nueva York, The reader se filmó principalmente en varias ciudades alemanas incluidas Berlín, Gorlitz y Colonia, con algunas secuencias campestres rodadas en la zona limítrofe entre Alemania y la República Checa. Daldry explica que "la única manera de hacer esta película era rodarla en Alemania y con un equipo de rodaje alemán".

Completan el resto del equipo creativo de The reader, una serie de profesionales premiados por la Academia, desde el director de fotografía, Chris Menges (LA MISIÓN y LOS GRITOS DEL SILENCIO), la editora Claire Simpson (PLATOON), la diseñadora de vestuario Ann Roth (EL PACIENTE INGLÉS) hasta la diseñadora de producción Brigitte Broch (MOULIN ROUGE).

Para Brigitte Broch, la diseñadora de producción, trabajar en la película supuso el despertar de algunos recuerdos dormidos. Broch, una alemana de nacimiento que se trasladó a Méjico hace cuatro décadas, se considera parte de esa "segunda generación" que llegó a odiar a sus padres y su silencio por lo que había ocurrido durante la guerra. The reader le obligó a enfrentarse a su propia sociedad de un modo que nunca había hecho antes. "Era, de hecho, la primera vez que me atrevía personalmente a enfrentarme a ello y decir, "de acuerdo, basta de miedos, basta de sentimientos de culpa, tengo que asumirlo"". "Fue duro emocionalmente; como sumergirse en las profundidades y conseguir salir al otro lado".

Los actores también encontraron ciertos elementos de la historia sumamente difíciles de soportar. "Normalmente me gusta preparar el personaje", dice Winslet. "Es muy importante haberte preparado antes para que luego todo fluya. Pero para Hanna tuve que leer tanto material y ver tantos documentales sobre los campos de concentración que, en un momento dado, no pude aguantarlo más. Hay muchísimas imágenes que sé que nunca olvidaré por mucho que lo intente".

El hecho de que el personaje de Winslet tenga que envejecer más de treinta años durante la historia introdujo a la actriz en otro aspecto de la cinematografía, facilitado en parte por las pelucas y el maquillaje de la diseñadora Ivana Primorac ( nominada a un BAFTA por su trabajo en SWEENEY TODDT y EXPIACIÓN: MÁS ALLÁ DE LA PASIÓN). "Para retratar a la versión anciana de Hanna tenía que someterme a horas de maquillaje y colocación de prótesis corporales", recuerda Winslet, que tuvo que calzarse un cuerpo de látex para caracterizar a la anciana de cuerpo flácido en lugar de usar rellenos debajo de la ropa, más sencillo pero menos eficaz. "Mi lenguaje corporal cambió por completo", dice y apunta que todo el mundo parecía impactado por su apariencia cuando se paseaba por el plató. "No me importó mirarme en el espejo y verme como una vieja bruja", dice entre carcajadas. "Le confirió una dimensión extra al personaje".

Fiennes explica el proceso de preparación del personaje con el director Daldry. "Siempre estaba haciendo preguntas, lo cual es genial", recuerda el actor. "¿Qué piensa Michael en realidad de Hanna? ¿Cómo condenas a alguien con quien has tenido una relación íntima? ¿Sigues recordando con cariño esa intimidad? Eran preguntas que circulaban constantemente y fue crucial, porque en realidad no hay una sola respuesta. Pero incluso a pesar de todas estas preguntas, el trabajo de Stephen fue muy enriquecedor. Deja que te tomes tu tiempo descubriendo una escena, y tiene la confianza suficiente como para permitir cambios durante el día o incluso durante el rodaje de una escena. Es una forma ideal para trabajar porque da libertad a los actores".

El proceso de preparación de su personaje fue una nueva experiencia para el joven actor David Kross. "Es la primera vez que he aprendido a documentarme para un personaje", dice. "Stephen me llevó al Museo Judío de Berlín. Y me compró cinco bolsas de libros para que estudiara. Fue entonces cuando me di cuenta de lo poco que sabía sobre el Tercer Reich".

En su búsqueda del realismo, Daldry y su equipo encontraron una enorme ayuda en el Instituto Fritz Bauer de Frankfurt, un importante archivo de material relacionado con los crímenes de guerra nazis. Los investigadores del Instituto, encabezados por Werner Renz, proporcionaron al departamento artístico de la película fotos, transcripciones y otros materiales que resultaron ser invaluables para los detalles que dan autenticidad al tribunal de crímenes de guerra que aparece en la película.

La mayoría de las escenas de juicio de The reader estuvieron basadas en los procesos Frankfurt-Auschwitz que se celebraron entre 1963 y 1965, en los cuales se enjuició a 22 funcionarios de media y baja categoría que trabajaron en el complejo de campos de concentración Auschwitz-Birkenau. En un marcado contraste con los juicios de Núremberg, anteriores y tristemente más célebres, en los que se procesaron a altos oficiales de las SS, jefes de la Gestapo y otros funcionarios, en los juicios de Frankfurt se juzgó a personas con distinto grado de participación y responsabilidad en el Holocausto.

De hecho, muchos abogados reales y magistrados jubilados de esa época aparecen en la película interpretando a abogados y jueces, incluidos Thomas Borchardt, Thomas Paritschke, Burglinde Kinz, Stefan Weichbrodt y Kark Heinz Oplustiel. Otros eruditos en leyes, como el fiscal de Auschwitz, Gerhard Wiese y el juez Gregor Herb, sirvieron de asesores.

En un deseo por perseguir la autenticidad, Kross y un pequeño equipo de rodaje pasaron un día y una noche entera rodando una secuencia en el campo de concentración de Stutthof, en Polonia, por el que Michael deambula imaginando los horrores de las pasadas décadas. "Fue uno de los días más extraordinarios de mi vida" dice Daldry en relación a la toma, la cual no estuvo exenta de dificultades logísticas ya que el director se vio obligado a filmar alrededor de un grupo de judíos israelitas que habían venido a visitar la zona y que se quedaron sorprendidos al ver un equipo de rodaje alemán.

Más problemáticos fueron los momentos íntimos y emotivos entre Hanna y el personaje de Kross, que se filmaron después de unas vacaciones para que coincidieran con el décimo octavo cumpleaños del actor. "En esta película he hecho mis primeras escenas de sexo" admite Kross con timidez. "Stephen da instrucciones muy sencillas, lo cual es muy bueno para un actor. La parte más difícil fue la preparación, estudiar la historia, ensayar con los otros actores y hablar de sentimientos. Cuando al final nos pusimos a rodar, fue divertido".


Una nota sobre los productores
Durante el rodaje de The reader, a principios de 2008, se produjo el fallecimiento de Anthony Minghella y Sydney Pollack. Minghella falleció en marzo, a la edad de 54, y Pollack, apenas dos meses después, a los 73. "ERan dos enormes pilares de fuerza", dice Daldry, y añade "para todos los que conocíamos a estos dos extraordinarios hombres fue terrible que no fueran a vivir para ver la película acabada". Sin embargo, en muchos sentidos, su recuerdo individual siguió ayudando a guiar la producción. "Todo el tiempo, Stephen y yo nos preguntábamos, '¿Le gustaría a Sydney que hiciéramos esto?' o 'Le gustaría a Anthony así?'", recuerda Hare, hablando de la presencia póstuma de los dos hombres en el rodaje y en la sala de montaje. "Ambicionábamos hacer una película de la que ambos hombres hubieran estado orgullosos".


The reader Una nación y una generación marcadas por la culpa
Se da por sentado que durante la Segunda Guerra Mundial había un conocimiento generalizado del Holocausto entre la población alemana. Las SS tenían aproximadamente 900.000 miembros en 1943. La red nacional alemana de ferrocarril empleaba a más de un millón de ciudadanos, y muchos estarían al cargo de las líneas que transportaban los vagones de ganado abarrotados de judíos a través del país. Otras organizaciones del servicio civil alemán directamente participaron en el mantenimiento de los campos y miles de burócratas de media y baja categoría debieron de estar al corriente de lo que estaba sucediendo.

Como dice un estudiante de derecho en la película "Había miles de campos…todo el mundo lo sabía".

Cuando acabó la guerra en 1945, un consenso aliado concluyó que todos los alemanes compartían una parte de la culpa no solo por la guerra en sí sino también por las atrocidades de los nazis. Declaraciones realizadas por el gobierno británico y estadounidense, antes e inmediatamente después de la rendición de Alemania, disponían que se debía responsabilizar a toda la nación alemana por las acciones del régimen nazi, a menudo utilizando términos como "la culpa colectiva" y "la responsabilidad colectiva".

Hasta el presidente Harry S. Truman reconoció la dificultad de distinguir entre los que estaban al mando de aquellos menos culpables y de aquellos que simplemente hicieron la vista gorda. En una carta a un senador de Estados Unidos, explicó que aunque no se pudiera culpar a todos los alemanes de la guerra, sería difícil separar, de cara a una ayuda humanitaria, a aquellos que no habían tenido nada que ver con los crímenes del régimen nazi. "No puedo sentir mucha simpatía por aquellos que causaron la muerte de tantos seres humanos por hambre, enfermedad y asesinato descarado, además de la destrucción normal y muerte de una guerra", escribió.

Casi inmediatamente después del fin de la guerra, dio comienzo un rápido proceso de "desnazificación", supervisado por ministros especiales alemanes con el apoyo de las fuerzas de ocupación de Estados Unidos. Al mismo tiempo, los aliados, por medio del Cuartel General de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas, comenzaron una campaña de propaganda masiva para inculcar un sentimiento de culpa colectiva a los alemanes.

Se crearon editoriales de prensa y emisoras de radio para garantizar que todos los alemanes aceptaban la culpa por los crímenes nazis. En la campaña se usaron carteles con imágenes de las víctimas de los campos de concentración y textos acompañantes que rezaban así: "¡Eres culpable de esto!" o "Estas atrocidades: ¡Culpa Tuya!" Desde 1945 a 1952, también se produjeron una serie de películas sobre los campos de concentración destinadas al público alemán incluidas "Die Todesmuhlen" y "Welt im Film No. 5", cuyo objetivo era conducir a la "nación proscrita" al redil de la sociedad civilizada y la democracia.


La postura del gobierno alemán de la postguerra
Oficialmente, los aliados elogiaron la respuesta alemana ante sus crímenes de guerra. El gobierno de la República Federal Alemana (Alemania Occidental hasta 1990) pidió perdón públicamente por el papel que desempeñó Alemania en el Holocausto. Los dirigentes alemanes a menudo expresaron arrepentimiento, más notablemente en 1970, con el gesto conocido como "Warschauer Kniefall" del antiguo canciller Willy Brandt, que cayó de hinojos frente al monumento al Holocausto en el gueto de Varsovia.

Alemania ha pagado indemnizaciones, incluidos casi 70 mil millones de dólares al estado de Israel y una suma adicional de 15 mil millones de dólares a los supervivientes del Holocausto, quienes seguirán percibiendo las indemnizaciones hasta 2015. El gobierno alemán llegó a un acuerdo con compañías que habían utilizado mano de obra esclava durante la guerra por el cual dichas compañías accedían a pagar mil setecientos millones de dólares a las víctimas. Alemania también fundó el Museo Nacional del Holocausto de Berlín en el que se exhiben las propiedades expoliadas por los nazis. La legislación prohíbe la publicación de obras de ideología nazi como Mein Kampf y contempla como delito negar el Holocausto, mientras que los símbolos como la esvástica y el saludo hitleriano están prohibidos. Además, el gobierno permite que Israel participe en la elaboración del plan nacional de estudios con la inclusión de la historia del Holocausto.

El tratamiento que Alemania deparó a los criminales de guerra y a los crímenes de guerra también cuenta con la aprobación generalizada. El país ayudó a localizar a criminales de guerra para los juicios de Núremberg y abrió muchos archivos a los documentalistas e investigadores. Además, Alemania verificó más de 60.000 nombre de criminales de guerra al ministerio de Justicia de Estados Unidos para impedir que estos entraran en el país y facilito información similar a Canadá y al Reino Unido. (Por supuesto, no todos los criminales de guerra fueron llevados ante la justicia y muchos acabaron tranquilamente viviendo en otros países.)

A pesar de estas medidas, no obstante, Alemania ha sido criticada por no hacer lo suficiente para indemnizar a sus víctimas. El gobierno alemán nunca se disculpó por las invasiones ni asumió la responsabilidad por la guerra. El énfasis de la culpa a menudo recae en personas individuales como Adolf Hitler y en el Partido Nazi, en lugar de en el gobierno en sí, de modo que no ha habido devoluciones a ningún otro gobierno nacional por parte de Alemania. Incluso después de la reunificación alemana en 1990, Alemania siguió rechazando las demandas de indemnización de Gran Bretaña y Francia, e insistió en que el asunto estaba resuelto. Además, Alemania también ha sido criticada por esperar demasiado tiempo para buscar y devolver toda la propiedad robada a los judíos, una parte de la cual sigue todavía desaparecida y posiblemente se halle escondida en algún lugar del país. Alemania también ha tenido dificultades a la hora de devolver propiedades robadas por el hecho de que tendría que indemnizar a sus actuales propietarios.

Finalmente, Alemania negó el acceso durante décadas a los archivos del Holocausto del Servicio de Búsqueda Internacional en la ciudad de Bad Arolsen, alegando, entre otros, el derecho a la privacidad. En Mayo de 2006, tras 20 años de insistencia por parte del Museo del Holocausto de Estados Unidos, se anunció que se pondría finalmente a disposición de los historiadores y de los supervivientes millones de documentos.


Pero ¿qué sucede con la siguiente generación?
El autor de El Lector, Bernhard Schlink, y sus contemporáneos alemanes se encontraban en una posición muy singular –estaban totalmente libres de culpa por los crímenes de sus padres pero habían nacido y crecido a la sombra de estas grandes atrocidades. El problema de cómo esta generación, y desde luego, todas las generaciones después del Tercer Reich, lidia con los crímenes de los nazis, es lo que Schlink llama "el pasado que nos marca y con el cual debemos vivir". Y como dice un profesor de derecho en la película "lo que sentimos no es importante, lo único que importa es lo que hacemos"

El guionista David Hare explica que El Lector es la novela alemana más conocida que relata los años de la posguerra y el impacto que los nazis dejaron en los mismos alemanes. Muy poco de lo que se escribió sobre el impacto en la siguiente generación abordaba el tema de la culpa de haber nacido en ese momento y de haber heredado, aunque injustamente, un crimen atroz".

Schlink añade, "Todos condenamos a nuestros padres a la vergüenza, aunque de lo único que se les pudiera acusar fuera de haber tolerado la presencia de los criminales entre ellos después de 1945… El pasado nazi era un problema incluso para aquellos niños que no podían acusar a sus padres de nada, o que no querían".

Schlink decidió exorcizar a sus demonios en un libro. Presenta a Hanna al lector. Subraya su crimen de manera que esté claramente definido y pueda condenarse considerablemente, caminando entre ambas posiciones como sobre una cuerda floja. Admite, a través de Michael, "Quería simultáneamente entender el crimen de Hanna y condenarlo. Pero era demasiado terrible. Cuando intentaba entenderlo, tenía la sensación de que no lo estaba condenando como era debido. Cuando lo condenaba como debía condenarlo, no había cabida para la comprensión…Quería plantearme ambas tareas — comprender y condenar. Pero era prácticamente imposible hacer ambas".

El libro en sí no estuvo libre de polémica. Según Hare, "No se puede escribir sobre la culpa en Alemania después de la guerra sin levantar ampollas". Lo primero de todo, Schlink hace que un delincuente y no una víctima sea el centro de su historia, lo cual se alejaba enormemente de la literatura del Holocausto. Igualmente, su enfoque de la culpabilidad de Hanna a menudo se convirtió en origen de conflictos, y el autor fue frecuentemente acusado de revisionismo o de falsear la historia para que sus personajes fueran más aceptables. En el "Süddeutsche Zeitung", Jeremy Adler acusó a Schlink de "pornografía cultural" y declaró que la novela simplifica la historia al permitir que los lectores se identificaran con los autores de los crímenes.

Schlink ha comentado que se ha dado cuenta de que la mayoría de las críticas a la incapacidad de Michael de condenar plenamente a Hanna provienen de gente de su edad. Las generaciones anteriores, aquellas que vivieron en aquellos tiempos, son menos críticas, afirma, independientemente de cómo vivieran la guerra.


Hanna y Michael – La vieja y la nueva Alemania
La relación de Hanna y Michael representa, en un microcosmos, el delicado equilibrio entre los viejos y los jóvenes alemanes de los años de la posguerra. "…cuánto dolor padecí porque mi amor por Hanna era, en cierto sentido, el destino de mi generación, un destino alemán", concluye Michael en la novela.

A lo largo de toda la película, tienen lugar escenas de reconstrucción en un segundo plano –durante el tórrido romance de Hanna y Michael, e incluso después, cuando Ralph es un abogado de éxito y Hanna ha desaparecido, por lo menos físicamente, de su vida hace mucho tiempo. El país luchaba por ponerse en pie, por reconstruir no solo sus casas, sus negocios y sus estructuras, sino también su carácter nacional.

Michael representa a la Nueva Alemania y Hanna, a la Antigua. Por eso la diferencia de edad entre ellos es tan grande –y por eso necesitan estar distanciados por una generación entera. Hanna se muestra indiferente por el pasado; Michael está furioso y exige respuestas. "Qué más da lo que sienta, qué más da lo que crea" dice Hanna en una de las escenas cumbre de la película, todavía negándose a sentir remordimientos por su pasado. "Los muertos siguen estando muertos".

En la novela, Michael pregunta, "¿Qué debería haber hecho nuestra segunda generación? ¿Qué debería hacer con el conocimiento de los horrores de la exterminación de los judíos? No deberíamos creer que podemos comprender lo incomprensible, quizás prefiramos no comparar lo incomparable, quizás prefiramos no indagar, porque convertir el horror en el objeto de una pesquisa es convertir el horror en objeto de discusión, incluso aunque el horror en sí no se cuestione, en lugar de aceptarlo como algo ante lo cual uno solamente puede guardar silencio por asco, vergüenza o culpa. ¿Deberíamos solamente quedarnos callados por asco, vergüenza y culpa? ¿Con qué objeto?".