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  Camino  Dirigida por Javier Fesser
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Sección Oficial a concurso de la 56ª edición del Festival de San Sebastián.


Javier Fesser (director)
Javier Fesser nació en Madrid en 1964 y es licenciado en Ciencias de la Imagen por la Universidad Complutense de Madrid.

Descubre el cine realizando películas en Súper 8 y en 1986 funda LÍNEA FILMS, productora especializada en cine publicitario, adentrándose de lleno en el mundo de la realización. Con intención de llevar a cabo proyectos cinematográficos, su verdadera inquietud, crea con Luis Manso PELÍCULAS PENDELTON en abril de 1992.

Los dos primeros trabajos que escribe y dirige, Aquel ritmillo (1995) y El secleto de la tlompeta (1996), se convierten en los dos cortometrajes más premiados del cine español, incluyendo el Goya en la edición de 1995. En la Navidad del 98 estrena su primer largometraje: El milagro de P. Tinto, que fue visto por 1.300.000 espectadores y que obtuvo el Goya a los mejores efectos visuales y la nominación al mismo como Mejor Director Novel. En febrero de 2003 estrena su segundo largometraje: La gran aventura de Mortadelo y Filemón, una película que obtuvo cinco premios Goya en la edición de 2004 y que fue vista por más de 5.500.000 espectadores.

Es el creador de infinidad de piezas para Internet, entre ellas la serie de 14 capítulos Javi y Lucy, que estrenada en diciembre del 2000 superó los dos millones de descargas en la red.

En 2005 escribe y dirige Binta y la gran idea, un mediometraje rodado en Senegal en colaboración con UNICEF que ha obtenido 88 premios en festivales internacionales y que fue nominado al Oscar en la edición de 2007. Aborda el tema de la educación de las niñas y forma parte del largometraje En el mundo a cada rato.

Es también uno de los creadores del Notodofilmfest, un festival que se ha convertido en punto de referencia del cortometraje en Internet y que prepara ya su séptima edición.

En 2006 publica la novela corta Tres días en el Valle y actúa de productor con Cándida, la película debut de su hermano Guillermo Fesser, con quien también escribe el guión. CAMINO, de la que es guionista, director, productor y montador, es su tercer largometraje.


Notas del director
CAMINO es una historia de amor, del primer amor, el que jamás se olvida, el que no exige nada y hace que las montañas se desplacen. Una aventura del corazón humano en la que convergen de forma perturbadora la salud del cuerpo y la salud del alma, el dolor y la felicidad, la fe y la razón, la paz y el miedo, la luz y la oscuridad. Todo eso, sin abandonar nunca la realidad porque hasta el mundo de los sueños y pesadillas de la protagonista pertenece a lo real. Lo que ocurre en nuestra cabeza mientras dormimos también existe y está estrechamente relacionado con lo que nos ocurre mientras no lo estamos.

Es una película de personajes de carne y hueso, de ideologías, de posiciones diferentes ante la vida, de puntos de vista a veces tan enfrentados que al convivir destapan inevitablemente sus contradicciones. Los unos y los otros. Todos, excepto el de Camino, un ser extraordinario y luminoso que desde su insospechada madurez toma la más hermosa e inteligente de las determinaciones: la búsqueda sin descanso del amor verdadero.

A partir del conocimiento de un hecho real, lo que comenzó siendo una exhaustiva labor de documentación sobre muchos otros casos de “olor de santidad” y sobre el verdadero modo de operar del Opus Dei, terminó siendo un apasionante trabajo de investigación en torno a los sentimientos íntimos de las personas. Conocer en profundidad los testimonios y las experiencias de quienes piensan tan diferente a uno mismo es muy enriquecedor cuando, lejos de derribarles, tratas de meterte en su piel. De esta manera he llegado al convencimiento de que yo podía haber acabado siendo cualquiera de los personajes de esta película. Cualquiera.

Ojalá haya conseguido transmitir todo lo que estas historias me han sugerido alejado de estereotipos y prejuicios, dejando espacio al espectador, porque mi posición es justo la contraria a la que el título sugiere: nada más lejos de la intención de la película que marcar un camino, señalar a nadie, o decidir quién está en lo cierto y quién no. Lo único que esta historia denuncia es la actitud de aquellos y aquellas que se empeñan en evangelizar y vender a los demás su punto de vista, sea para alabar a san Benito, sea para hablar catalán o sea para pertenecer al Real Madrid.

CAMINO es para mí una historia llena de vida y, como consecuencia, una demoledora lucha contra la tristeza.

Sobre el proyecto
Conocí la historia de Alexia González Barros hace 20 años, por casualidad, a través de un libro que relataba el proceso de su penosa enfermedad pero que trataba, sobre todo, de la entereza de la niña y su familia ante el dolor y la muerte. Eso fue el inicio de todo, ya que aquella historia desencadenó en mí la curiosidad y la necesidad de encontrar las respuestas a cosas que yo soy incapaz de comprender: ¿qué significa “ofrecer” el dolor?, ¿cómo se puede aceptar que la desgracia es fruto y señal del amor de Dios?, ¿cómo se puede morir feliz a los catorce años?, ¿cómo actuaría yo ante una tragedia similar?

En mi búsqueda me encontré con la historia de Montse Grases, otra adolescente que en su lecho de muerte pidió la admisión en el Opus Dei, la historia de Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes que jamás deseó su destino, la de los pastorcillos Lucía, Francisco y Jacinta, a quienes la Virgen confesó sus secretos, la historia de Mari Carmen García Valerio, la niña que “se entregó a Dios”, la vida de Santa Teresa de Lisieux y muchos otros que se sintieron privilegiados con el sufrimiento porque vieron algo hermoso en él. Pero estos personajes también me han conducido hasta otras historias mucho más cotidianas que me han permitido reconstruir con rigor y precisión el paisaje dónde todo esto presume de tener especial sentido: el Opus Dei.

Se trata del testimonio y las experiencias de muchísimas personas que pertenecen o han pertenecido a este entorno y que me han permitido indagar en el oscuro y hermético mundo de esta institución que legalmente se denomina “prelatura personal”. De todo ello no me han interesado los datos, ni los comportamientos, ni siquiera las creencias. Sólo he indagado en torno a los sentimientos de esas personas porque todas ellas, cada una a su manera, buscan exactamente lo mismo: la felicidad. ¿Y quién no?

CAMINO pretende ser una historia objetiva, sin prejuicios ni estereotipos. Una película espaciosa que muestre la realidad sin juzgarla. Casi una radiografía. Por eso precisamente se permite el lujo de ser nítida, directa y contundente.