Cinemanía > Películas > Mil años de oración > Comentario
Destacado: Pedro Martín-Calero dirige 'El llanto' con Ester Expósito
  Mil años de oración  (A thousand years of good prayers)
  Dirigida por Wayne Wang
¿Qué te parece la película?
Gracias
Ver resultados

Del director de Smoke (1993), La caja china (1995) y The Princess of Nebraska (2007). Concha de Oro (entre otras distinciones) en el Festival de San Sebastián 2007.

Intérpretes: Faye Yu, Henry O, Passa Lychnikoff, Vida Ghahremani


Notas de producción
Cuando leí el relato de Yiyun Li Mil Años de Buenos Deseos me quedé fascinado con la idea de que el lenguaje pueda actuar como agente liberador y represor de la expresión de un individuo. En cierta medida puedo sentirme identificado con Yilan, una divorciada de la zona central de Estados Unidos cuyo marido chino regresa a Pekín mientras que ella se queda y continúa su aventura amorosa con un rumano casado (que en la película se ha cambiado por un ruso). Hablando con su padre que ha ido a visitarla desde Pekín, Yilan dice que el hecho de hablar inglés la ha liberado: "Baba, si te educan en una lengua que jamás se utiliza para expresar sentimientos, te será fácil adoptar otra y hablar más en ella. Te convertirá en una persona distinta".

Pero su padre nota que Yilan habla muy poco, especialmente con él. Aunque se sienta libre dentro de la cultura angloparlante, no le transmite libertad. Se ha cerrado las puertas a toda opción de realización personal con la excesiva libertad alcanzada en Estados Unidos. Ahora es libre para amar a otro hombre, libre para divorciarse, libre para mantenerse ella misma, libre para estar terriblemente sola. Yo quise explorar esta paradoja.

La soledad de Yilan es obvia y queda patente desde el momento en que su padre se reúne con ella. Su vivienda es oscura, árida y carece de detalles que pongan de relieve una vida plena. Cuando el señor Shi fisgonea en el dormitorio de su hija mientras ella está trabajando y ve todos los objetos que hay en la cama, se da cuenta que sus noches están pobladas de cosas y no de relaciones íntimas. Mientras están cenando suena el teléfono y Yilan corre a contestar pero queda desilusionada al comprobar que se trata de una teleoperadora. Que su vida amorosa no le pertenezca sino que esté dirigida por otros es un misterio que el señor Shi se siente obligado a resolver.

Ésa es la estructura básica que he construido para esta película: quería que fuera un misterio que Shi trata de aclarar. Al llegar a un país extraño para ver a una hija extraña (porque no se han visto desde hace muchos años), Shi empieza a levantar una a una las distintas capas de la vida de su hija como si se tratase de las muñecas rusas de su tocador. Puede que los padres chinos se sientan con más derecho que los padres occidentales a investigar la vida privada de sus hijos adultos para ayudarles a "recuperarse" de una mala situación. Tras conocer el fin del matrimonio de su hija y haber asumido de inmediato que es una mujer abandonada que necesita ayuda, se dedica a husmear en los recovecos de su vida para desentrañar la verdad. Una verdad que al ser revelada también resolverá misterios de su propio pasado. Ambos se verán abocados a enfrentarse con un ayer que preferirían haber mantenido enterrado. Sus historias están íntima e irrevocablemente entretejidas puesto que son padre e hija y ninguno de ellos puede escapar al legado de la China de la Revolución Cultural.