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  El luchador  (The wrestler)
  Dirigida por Darren Aronofsky
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Ganadora del codiciado León de Oro en la edición de 2008 del Festival de cine de Venecia.

El luchador (The Wrestler), dirigida por Darren Aronofsky a partir del guión original de Robert Siegel. Los productores son Aronofsky y Scott Franklin [Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000); Pi, fe en el caos (Pi, 1998)]. Los productores ejecutivos son Vincent Maraval, Agnes Mentre y Jennifer Roth, y el coproductor es Mark Heyman. El estilo visceral y de aire desmantelado lo ha creado la directora de fotografía Maryse Alberti [Taxi al lado oscuro (Taxi to the Dark Side, 2007); Enron: los tipos que estafaron a América (Enron: The Smartest Guys in the Room, 2005)]; el diseñador de producción Tim Grimes [Hell Ride (2008)]; el diseñador de vestuario Amy Westcott [Una historia de Brooklyn (The Squid and the Whale, 2005); El séquito (Entourage, 2005-2008)]; el montador Andrew Weisblum [Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited, 2007)]; y el compositor Clint Mansell [La fuente de la vida (The Fountain, 2006); Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000).


Subiendo al ring
Pese a integrar una buena parte de la cultura norteamericana desde hace décadas con su insólita mezcla de comedia, patetismo, y crudo realismo, nadie ha realizado nunca un film serio sobre la lucha profesional. Eso es algo que Darren Aronofsky ha querido cambiar desde que comenzó a hacer películas. Sus primeros tres largometrajes como director, cada uno de ellos objeto de gran reconocimiento, le llevó en direcciones enormemente divergentes. Su debut, Pi, fe en el caos (Pi, 1998), un thriller sobre un matemático que busca un número que podría cambiar el mundo, le significó el premio al mejor director en el Festival de cine de Sundance además de un premio Independent Spirit al inventivo guión también de Aronofsky, en que por otro lado se habla de la búsqueda de conocimiento, poder y de Dios. A continuación, dirigió el mordaz drama Requiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000), basado en la novela de Hubert Selby, que resultó nominado a los Oscars, acerca de cuatro personas cuyas vidas se van al traste por adicción a las drogas. Tras este título, realizó la muy estilizada fantasía de ciencia-ficción La fuente de la vida (The Fountain, 2006), una historia épica de amor y mortalidad que se expande a lo largo de más de 1000 años.

Ahora, con EL Luchador (The Wrestler), emprende un nuevo rumbo con este drama descarnado, áspero, directo, e intensamente emotivo. Aunque Aronofsky no ha sido nunca un fanático de la lucha libre, sí recuerda haber ido de niño a ver el enfrentamiento entre Hulk Hogan y Tony Atla en el Madison Square Garden. Desde entonces, siempre le ha intrigado la cuestión de cómo debía ser realmente vivir en ese mundo.

"La idea de realizar una película acerca de un luchador llevaba dando vueltas en mi cabeza desde hacía seis o siete años" —explica Aronofsky—. "Comencé a desarrollar algunas ideas con el productor Scott Franklin [quien también había producido Pi y Réquiem por un sueño], de quien descubrí que de pequeño era mucho más aficionado a la lucha libre de lo que yo era y sabía algo sobre el tema. Y cuanto más indagábamos en aquel mundo, más interesante se iba mostrando. Más tarde conocí al gran escritor Robert Siegel, que fue el editor de The Onion, y le hablé de la idea, que pilló al instante. Los tres empleamos los tres siguientes años desarrollando juntos la historia que se ha convertido en la película resultante".

Así se creó el personaje de Randy “el Carnero” Robinson, un hombre atrapado en una cultura donde la disponibilidad de héroes populares es algo que todo el mundo acepta como verdad absoluta. Uno obtiene sus quince minutos de fama y entonces, antes de que te des cuenta, la gente se gira para vitorear a alguien más joven, más fuerte, más llamativo, e incluso más loco que tu. Sin embargo, el deseo de ser amado, de ser adorado, de ser el vencedor mítico, aunque sea por esos pocos excitantes minutos que has estado en el escenario, jamás se va ya. En el caso de Randy, lo que le empuja adelante con la mayor de las intensidades es recuperar esa sensación heroica, con el único combustible de una absoluta fuerza de voluntad, puesto que su cuerpo hace tiempo que dejó su mejor momento.

El guión resultante de Siegel era, superficialmente, la fábula arquetípica de un héroe del deporte pisoteado en busca de un último triunfo, pero por debajo, en lo más esencial de la historia, está una dura y escabrosa parábola a lo Hemingway acerca de la lucha por el honor, la dignidad y el amor entre hombres y mujeres en el lado de la vida más despiadado.

EL Luchador (The Wrestler) tiene elementos de film deportivo, pero siempre la he entendido como un drama humano, mucho más en la línea del retrato íntimo de una vida" —comenta Aronofsky—. "No hace falta ser un seguidor de la lucha libre para disfrutar el film. Habla de una persona cualquiera que un buen día se despierta y se da cuenta de que ya no puede hacer lo que llevaba haciendo habitualmente, las cosas que le importaban. Se trata de ese momento en la vida que mucha gente afronta".

Desde el principio, Aronofsky también entendió la historia con algo de humor. Desde la extravagancia de unos personajes excesivos y unas técnicas creativamente chocantes, en el ámbito de la lucha libre, hasta la actitud irreverente del mismísimo Randy, particularmente cuando asume un puesto de trabajo tras el mostrador de una tienda de delicatessen para poder llegar a fin de mes, todo ello era una ocasión que aprovechar por parte del director para apuntar a otra dirección distinta, donde explorar no sólo los placeres cómicos de la lucha libre sino las extrañas y oscuras absurdidades de la vida corriente.

A medida que la historia evolucionaba y el equipo penetraba en el mundo secreto de la lucha libre profesional, al mismo tiempo también se iba hacienda claro que la lucha libre en sí misma, con su centro de atención en la vulnerabilidad y resistencia de los cuerpos, en el sufrimiento in extremis, en la representación del bien contra el mal, era un agitado escenario metafórico para la historia de un hombre tremendamente desesperado a nivel personal.

Aronofsky, Siegel y Franklin no estaban interesados en abordar una aproximación académica sino humanística, centrándose en un luchador y reduciéndolo al sentimiento universal de anhelo y supervivencia que reside dentro de todos nosotros. Pero para realizar eso, eran conscientes de que primero debían sumergirse ellos mismos en el mundo actual de la lucha libre para observar cómo un hombre absorbido plenamente por el mismo lo experimentaría, particularmente un profesional en las postrimerías de una carrera moderadamente ilustre que ya no le es posible mantener. Así las cosas, se inició para el equipo un intenso periodo de investigación.

"Nos encontramos con muchos antiguos profesionales de la lucha libre y asistimos a muchos eventos de lucha libre independiente" —recuerda Franklin—. "Y observamos que todos esos tipos mantienen una auténtica camaradería, una hermandad y un código por los que regirse. Incluso antiguas estrellas de grandes federaciones nos explicarían historias de cómo, en la carretera, recogían a cuatro gigantes en un coche, compartían el dinero de la gasolina y las habitaciones de hotel, donde esos gigantes pernoctaban en el suelo. Es un mundo distinto a aquel glamosoro que vemos en la televisión, y muy unido".

El trío experimentó verdadera curiosidad por el lenguaje secreto y el código de honor de los luchadores. "Usan un lenguaje parecido al de los feriantes; por ejemplo, hablan del público como ‘marks’ (admiradores incondicionales que granjearse)", destaca Aronofsky. "Muchos términos de lucha libre, como ‘técnico’ [face o clean] o ‘rudo,’ [heel] que respectivamente se refieren al tipo bueno y al villano en un combate, se introdujeron en la confección del guión".

Franklin añade: "Su modo de comunicarse sólo es una parte de su camaradería y del modo que tienen de protegerse mutuamente. En el ring, de modo distinto a cualquier otro deporte, procuran siempre cuidar a sus oponentes y de inflingirse la mayor parte del daño en ellos mismos, lo que quisimos mostrar en la pantalla".

Acaso el mayor desafío consistía sencillamente en ganarse la confianza de un mundo tan celosamente guardado. "El mundo de la lucha libre se protege mucho ante los que pretendan entrar" —subraya Franklin—. "En un primer momento, muchos luchadores se mostraban muy fríos y distantes, con la mirada clavada en nosotros, atentos a cuanto estábamos tratando de hacer. Tuvimos que convencerles de que en modo alguno queríamos aprovecharnos de ellos, sino que todo cuanto queríamos era crear un honesto trozo de vida enmarcado en el escenario del mundo de la lucha libre".

Finalmente, eso es exactamente lo que el equipo de filmación fue capaz de hacer. Sin embargo, cuando comenzaron a formar el reparto, las cosas giraron hacia una emocionante dirección de mayor envergadura que cambió de arriba abajo todo cuanto el equipo había pensado acerca de Randy “el Carnero” Robinson.

"Cuando Mickey Rourke subió a bordo del proyecto, cambió el personaje completamente para llevarlo a su propio terreno" —explica Aronofsky—. "Abordó al personaje y le insufló en el interior su propia vida".


El regreso
En lo más esencial de EL Luchador (The Wrestler) está una interpretación estimulante, muy física, capaz de diseccionar las aceradas capas que integran a un Randy “el Carnero” Robinson —quien resulta pura roca en la lucha, levanta pesas en todo momento y no duda a inyectarse esteroides— para evidenciar el corazón igualmente emotivo y divertido que reside debajo del hombre.

Cuando Mickey Rourke decidió encarnar a Randy, los realizadores se mostraron entusiasmados de que hubiera sido él quien finalmente asumiera el papel. "Al minuto de que Mickey Rourke se hubiera incorporado al proyecto, ya comenzamos a perfilar detalles del papel específicamente pensados para él, y estábamos encantadísimos de hacerlo". —comenta Scott Franklin.

Aronofsky añade: "Soy un auténtico admirador de Mickey desde El corazón del ángel (Angel Heart, 1987), y a menudo me preguntaba qué le había pasado, ¿por qué ese gran talento no se mostraba al mundo? Al mismo tiempo, también era consciente de cuán desafiante podía ser este papel, tanto a nivel físico como emocional, y sabía que necesitaba a un actor deseoso de hacer todos los sacrificios necesarios con que construir este personaje, y tenía fe en que Mickey pudiera hacer eso".

Sin embargo, nadie hubiera podido predecir hasta qué punto Rourke encarnaría a Randy, quitándose la piel, y en ocasiones arrancándosela a tiras, con una interpretación tan desafiante y sin red, tan centrada por igual tanto en la belleza, el ingenio y el dolor como impregnada de hambre de afecto humano, que ha llevado la historia a regiones que los realizadores ni siquiera habían intuido.

Rourke apareció en el ruedo en la década de los ochenta como una de los más prometedores actores jóvenes de su generación, con aplaudidos papeles en películas como Diner (Diner, 1982), El corazón del ángel (Angel Heart, 1987), y El borracho (Barfly, 1987). Sin embargo, tras hundirse en su propio infierno, Rourke desapareció del mapa prácticamente. Recientemente, había hecho un regreso a la pantalla en la adaptación gráfica del cómic de Frank Miller, Sin City-Ciudad del pecado (Sin City, 2005), de Robert Rodríguez, pero hacía muchos años que a Rourke no se le veía en un papel de la complejidad y sensibilidad de Randy “el Carnero” Robinson.

Fue Aronofsky quien personalmente se acercó a Rourke en un encuentro del que ambos hombres salieron convencidos de que mutuamente iban a lograr llegar a regiones interesantes. Rourke comenta que fue el propio Aronofsky, en lugar de la historia, lo que cerró el acuerdo. "Realiza un tipo de películas que no hace concesiones, son innovadoras" —comenta Rourke—, "y toda la cuestión de la lucha libre me parecía que le significaba un nuevo rumbo a tomar, de tal modo que la idea de ese intelectual neoyorquino teniéndoselas con este mundo de sangre y sudor realmente me interesó. Sabía que aportaría una perspectiva completamente distinta a esta historia".

Rourke recuerda que Aronofsky optó desde el principio por un enfoque duro, sin concesiones para con él, haciéndole dudar del director pero finalmente consiguiendo Aronofsky su respeto, lo que no se logra fácilmente. "Darren es muy directo, muy implacable, y dejó muy claro que quería que me adentrara en lugares realmente oscuros, para que vertiera en este papel toda mi cuerpo, mente y espíritu" —recuerda.

Aronofsky era consciente de que habría cierta reticencia en contratar a Rourke, quien se había convertido en un factor incierto de Hollywood. Recuerda: "La mayoría de la gente decía algo así como ‘¿cómo te las vas a arreglar para hacer de Mickey Rourke alguien que caiga bien?’ Y yo les decía: ‘Deberíais verle; cuando te mira a los ojos, te parte el corazón.’ Y ésa fue la vertiente de Mickey que quería que aflorara como Randy. Y me da la impresión de que lo que hace que la mayoría de la gente reaccione en el film es lo absolutamente natural y del todo auténtico que Mickey resulta, con todos sus tics y amaneramientos. Creo que la gente va al cine a ver interpretaciones honestas, y ésta es una interpretación extraordinariamente honesta".

Sólo las exigencias físicas del papel ya eran del todo extremas, pues Rourke entrenaba con auténticos luchadores, hacía todas las escenas de lucha en que debía aparecer, y aumentó en casi 14 kgs su masa muscular para su personaje. Aunque ha mantenido combates de boxeo en el ring tanto en calidad de aficionado como de profesional, y pese a mantenerse en buena forma, durante varios meses Rourke trabajó estrechamente con un entrenador físico para lograr crear el singular cuerpo de Randy, que debía ser a un tiempo fuerte y atlético, aunque también debía parecer cansado y desgastado. Asimismo, sobrellevó un intenso entrenamiento con un integrante del Salón de la Fama de la lucha libre profesional conocido como Afa the Wild Samoan en su célebre Wild Samoan Training Center, con miras a aprender los movimientos y trucos de este negocio.

Afa trabajó con la contribución de los entrenadores auxiliaries Smooth Tommy Suede (quien también aparece en la cinta) y Supreme Lee Great con objeto de preparar a Rourke para los rigores de la lucha libre profesional, que son enormes. Pese a que hasta cierto punto los combates profesionales de lucha libre se coreografían, resultan tan peligrosos que un cierto número de reputados luchadores han muerto o sufrido parálisis. No cabía la menor duda de que Rourke tenía que afrontar un considerable riesgo personal para que su papel resultara verídico.

"El entrenamiento no fue precisamente un paseo por el parque" —comenta Rourke—. "No sabía nada acerca de la lucha libre; mi currículum deportivo presentaba todo otro tipo de actividad deportiva". Efectivamente, las similitudes entre el boxeo y la lucha libre se acaban con el parecido de la forma del ring. Rourke comenta que es como comparar "el ping pong con el rugby". Desde una perspectiva técnica, se trata de prácticas completamente opuestas, porque en el boxeo prima el sigilo y la rapidez en tanto que la lucha libre profesional consiste en mostrar tanto como sea posible y de hacer lo máximo con cada contacto. Por ese motivo, Rourke tuvo que deshacerse completamente de su bien afinada mente de boxeador para pensar como un luchador.

Admite que como admirador de toda la vida de una "dulce ciencia" más elegante y directa, comenzó teniendo muy poco aprecio por lo que los luchadores hacen, aunque eso cambió pronto. "Al principio, no tenía mucho respeto por eso y me limitaba a cumplir sin sentirlo" —admite—. "Pero de repente hubo conexión: aquello no tenía que ser boxeo, era espectáculo, coreografía, como en un ballet. Y cuanto más iba desarrollando mi relación con los luchadores, más grande era mi respeto hacia ello como auténtico deporte".

Uno de los desafíos más difíciles del entrenamiento consistía sencillamente en aprender a hacer una caída, también conocido como un "bump" en el mundo de la lucha libre. "Hay que golpear el entarimado del ring de modo que suene a rayos y truenos, y hacer eso bien, duele. Al principio, caía como un ladrillo, lo que hacía que me doliera cada hueso de mi cuerpo" —subraya Rourke—. "Y luego me fui a hacerme otra imagen por resonancia magnética. Tenía que aprender a caer del modo adecuado y en ocasiones se hacía muy frustrante tratar de asumir en pocos meses lo que los profesionales tardan años en dominar. Pero entonces, súbitamente, todo comenzó a cobrar sentido".

Increíbles como fueron los desafíos físicos que Rourke tuvo que afrontar, todavía empalidecen en comparación con el coste emocional de un personaje que Rourke admite incómodamente pergeñado a su imagen y semejanza. El actor comenta: "Hay algunas similitudes y paralelismos con el personaje: está esa parte de mí que se ha perdido y una compresión acerca de ese estado avergonzado cuando no puedes conseguir un trabajo y ya no te quiere nadie. Este tipo vive unos sueños que no tiene certeza alguna vayan a devenir una realidad, y se está preguntando si no será ya demasiado tarde. Esas son razones por las que no estaba del todo seguro que quisiera hacer la película, pues me tocaba todo un poco demasiado de cerca".

Pese a todo, Rourke se sumergió implacablemente. "Mickey alcanzó algunas regiones profundas y oscuras con el fin de extraer esa interpretación" —comenta Franklin—. "En verdad, abrió su corazón a la cámara".

No obstante, Rourke concluye: "El día en que el rodaje tocaba a su fin me sentí enormemente feliz porque ésta había sido la película más dura que jamás había afrontado. Todo el mundo se dejó el alma en la realización de esta película, y me siento en verdad orgulloso de ella, pero también inmensamente agradecido por el hecho de que esté ya terminada".


Lucha libre en directo
Con el fin de captar la historia de Randy con un realismo desnudo y vigoroso, Darren Aronofsky efectuó una decisión singular: rodar las escenas de lucha libre como combates reales, sin especialista alguno, ante un público auténtico. "Quería proporcionarle a Mickey un ambiente tan natural y auténtico como me fuera posible para crear ese personaje" —comenta Aronofsky—. "Ello añadía gran autenticidad y aroma".

Aunque al tiempo también añadía un considerable factor de imprevisibilidad a la producción. Los realizadores prepararon una serie de combates para Rourke completado con promociones auténticas y una serie de peleas previas para mantener al público caldeado. Cuando llegaba el público, se le hacía un resumen de cómo iría el rodaje, aunque se les animaba a reaccionar del modo más natural ante la acción del ring a medida que ésta iba desplegándose.

"El modo en que la cosa funcionó fue la siguiente: Disponíamos de tres combates, entonces salíamos y rodábamos parte de una de esas peleas de Mickey, y entonces había tres combates más y volvíamos a salir y rodábamos de nuevo" —explica Franklin.

El coordinador de especialistas Douglas Crosby, que también ejerce como árbitro en los combates del Ultimate Fighting Championship, trabajó estrechamente con Rourke y los otros luchadores para garantizar que podrían crear escenas espectaculares en medio del caos de las actuaciones de lucha que se producían en el momento. Esos combates ofrecían buen número de numeritos y payasadas muy familiares en la lucha libre, desde correr una hoja de afeitar por el brazo para sangrar en un determinado punto crítico del combate a usar una grapadora para enviar metal al oponente.

Sin embargo, incluso con toda la preparación, todo el mundo retenía la respiración para ver cómo funcionaría realmente la cosa cuando Mickey estuviera actuando en vivo ante la cámara.

"La primera vez que Mickey salió ante el público asistente fue realmente un estallido estresante" —firma Franklin—, "pero posteriormente, cuando Mickey regresó entre bastidores, los luchadores comenzaron a aplaudirle. No estaba en el guión. Se trataba de auténticos luchadores profesionales dispensando a Mickey un aplauso genuino por su actuación en el ring. Y creo que desde aquel momento, la confianza de Mickey cobró muchos enteros".

Para Rourke, ser capaz de conseguir algunos de los movimientos de lucha libre más abiertamente peligrosos y que más placen al público, mano a mano con auténticos profesionales, ante un público en directo, le ha significado una experiencia transformadora. "Subirse al ring con tres o cuatro mil espectadores allí, en directo ante ti…, pensaba: ‘oh, tío, si lo fastidio todo…’ ‘Era consciente de que había de lograrlo’" —recuerda el actor—. "Y pude con ello, y me siento incluso más orgulloso de eso que de todo lo referido a la interpretación. Era como si algo mágico estuviera sucediendo".

Más tarde, Aronofsky hizo que el realismo extremo de las escenas de lucha libre resonara en las escenas de la tienda de delicatessen, donde Rourke, en uno de los muchos momentos que ponen a prueba a Randy fuera del ring, se ve irónicamente mucho más abrumado al enfrentarse a los clientes del establecimiento, lo que se expone de un modo similarmente espontáneo y con estilo documental.

"No teníamos el presupuesto suficiente para cerrar el supermercado" —nos explica el director—, "de tal modo que nos limitamos a rodar a los clientes que entraban. Así que cuando una mujer se acerca al mostrador y pide pollo, eso está ocurriendo realmente. Todo era improvisado y, pese a que Mickey no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, la gente realmente regresaba a sus hogares con la comida que él les había servido en medio del rodaje de la película".


Al descubierto
Randy Robinson aplaca la soledad que embarga a su vida fuera del ring principalmente en el club de striptease local, donde hace tiempo que se permite flirtear amistosamente con una bailarina exótica que se llama Cassidy (o Pam), quien también va acercándose al límite de edad que su carrera permite. Cuando las cosas comienzan a irse a pique, es Randy quien expone sus emociones a Cassidy en un esfuerzo por hallar una conexión emocional con la única persona con quien puede relacionarse fuera del ring.

Aronofsky informa que estuvo dándole muchas vueltas a la idea de incluir una bailarina exótica en la historia porque la profesión puede abundar en tópicos, pero era consciente de que se trataba de la relación adecuada para Randy, la que iluminaría su miedo al olvido y a la necesidad de contacto humano.

"Traté de resistirme a ello, pero cuanto más pensaba más me parecía que las similitudes entre un luchador y una stripper eran sencillamente demasiado fascinantes" —destaca el director—. "Ambos usan nombres para el escenario, ambos hacen empleo de su cuerpo para poder comer y, para ambos, el tiempo y la edad son los grandes enemigos. Además, lo cierto es que muchos luchadores van a gastarse su parte de los ingresos en taquilla en un club de striptease una vez que han acabado con las actuaciones. Así que tenía todo el sentido que Randy y Cassidy desarrollaran una amistad".

Tan pronto como el personaje emergió, Aronofsky pensó para el papel en Marisa Tomei, con quien había ido al instituto. Ganadora de un Oscar por el enfoque cómico de una chica explosiva del Bronx en Mi primo Vinny (My Cousin Vinny, 1992), la actriz ha alcanzado a interpretar un destacada variedad de personajes, logrando otra nominación a los Oscars por su trabajo como amante con sentimiento de culpabilidad en En la habitación (In the Bedroom, 2001).

"Siempre he querido trabajar con Marisa. Creo que se trata de alguien que ha hecho un abundante buen trabajo, sin embargo, todavía no ha mostrado todas sus posibilidades" —comenta el director—. "Este papel le estimuló muchísimo, y para el mismo ha efectuado una profunda investigación. Ha creado todo su vestuario, ha dirigido personalmente su peluquería y maquillaje, y realmente ha logrado dar aliento de vida a Cassidy. Ha habido muchas pequeñas decisiones en extremo agradables que ella ha decidido para su interpretación".

Para Tomei, el papel era distinto a cualquier otro que haya encarnado y, como Rourke, tuvo que prepararse para el mismo tanto física como emocionalmente. Nos explica que lo que la empujó a hacer eso era la intensa identificación que sentía con los temas de EL Luchador (The Wrestler). "Es una historia cuyos temas tienen una gran resonancia para un artista debido a esos dos personajes que ya se están enfrentando al momento en que sus cuerpos están comenzando a fallarles para sus actuaciones" —comenta—. "Me pareció que era algo que no se atiende habitualmente".

También quería afrontar algunos riesgos para retratar a Cassidy con un realismo respetuoso. "En un primer momento, no me sentía particularmente emocionada con la idea de desnudarme completamente y ponerme a brincar por ahí, de tal modo que tuve que ponerme a pensar en ello seriamente" —confiesa Tomei—. "Pero siempre me ha gustado afrontar lo que me da miedo, y entonces me di cuenta de que existe un arte auténtico y una gran fuerza en lo que el personaje hace. Para mí, existe algo interesante en el poder que Cassidy experimenta en el escenario, donde disfruta de una momentánea sensación de control sobre los otros. También me pareció muy digno de interés el hecho de que esté en este negocio donde está habituada a manipular a los hombres para poder comer, pero que en cambio con Randy no sabe cómo mostrarse o cómo librarse de ese control. Eso es lo que realmente me interesaba".

Tomei nos dice que sintió una conexión instantánea con Rourke, lo que contribuyó grandemente a construir una relación orgánica entre los personajes. "Rourke puede ser al mismo tiempo muy dulce y muy duro; tremendamente encantador y, sin embargo, del todo directo" —comenta la actriz—. "Me ha ayudado muchísimo, lo que me vino muy bien porque mi primer día de rodaje me vi desnuda y ¡bailando en las rodillas de los clientes!"”

En cuanto a lo que Cassidy ve en Randy, Tomei dice que ambos están en profesiones que son muy populares pero que sin embargo no gozan de respeto, y ambos están abocados al precipicio de los inevitables cambios de la vida.

"Igual que el personaje de Mickey, Cassidy se ve implicada en una forma de arte que algunos pueden pensar que es estúpido, pero a ella le gusta realmente bailar, en verdad que le agrada dar placer a la gente" —comenta—. "Y debido a que tiene ese talento, como Randy, es por lo que vive con miedo a que su cuerpo le traicione. Sin embargo, la diferencia entre ella y Randy, creo, está en que ella tiene un verdadero plan para reinventarse, para hallar otro modo de vida, y Randy no parece ser capaz de hacer eso. Da la impresión de hallarse perdido sin la lucha libre, no le es posible dejarlo atrás, ni siquiera por ella".

Cuando de verdad llegó la actuación alrededor de la barra vertical del club de striptease, Tomei nos informa que, tras semanas de estudiar las rutinas y los ensayos de baile de las strippers, Aronofsky le dio libertad de acción, lo cual era a un tiempo sobrecogedor y liberador. "Al principio le decía: ‘bueno, ¿qué es lo que quieres?’ pero él confió en que lo resolviera por si misma. Era todo un reto, pero él siempre lo dejaba en mis manos y eso me encanta cuando un director llega a ser tan meticuloso en lo referente a la creación de intimidad. Logró crear un entorno verdaderamente estimulante e inspirador. Definitivamente, ha sido una experiencia que me intimidaba, muy difícil, pero he aprendido muchísimo".