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  Los falsificadores  (Die fälscher)
  Dirigida por Stefan Ruzowitzky
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La verdadera historia de Salomon Sorowitsch, falsificador extraordinario y bohemio. Tras ser enviado a un campo de concentración alemán en 1944, acepta ayudar a los Nazis en una organizada operación de falsificación diseñada para ayudar a financiar el esfuerzo bélico.

Se trató de la mayor estafa de la historia. Se imprimieron más de 130 millones de libras esterlinas, en unas condiciones que no podían ser más trágicas o espectaculares. Durante los últimos años de la guerra, como el Reich alemán veía que el final estaba cerca, las autoridades decidieron producir sus propios billetes en las divisas de sus principales enemigos de guerra. Su objetivo era utilizar el dinero falso para inundar la economía enemiga y rellenar las vacías arcas de la guerra. En el campo de concentración de Sachsenhausen, se aislaron dos barracones del resto del campo y del mundo exterior para transformarlos en un taller de falsificación perfectamente equipado. Había nacido la "Operación Bernhard". Se trasladó a prisioneros desde otros campos hasta Sachsenhausen para poner en práctica el plan: tipógrafos profesionales, meticulosos banqueros y sencillos artesanos, que pasarían a formar parte de un comando de falsificadores de alto secreto. Podían elegir: si colaboraban con el enemigo, tendrían una posibilidad de sobrevivir, ya que sería prisioneros de primera clase en una "jaula de oro " con suficiente comida y una cama donde dormir. Si saboteaban la operación, les esperaba una muerte segura. Para Los falsificadores, no era sólo una cuestión de salvar sus propias vidas, sino también de salvar sus conciencias...


Argumento
Ha pasado poco tiempo desde el final de la guerra. Un hombre aparece sentado en la playa del glamoroso Montecarlo, el paraíso del juego. Es Salomon SOROWITSCH, de 45 años, que lleva un traje gastado y raído, pero tiene una maleta llena de dinero. Podemos ver un número de un campo de concentración tatuado en su brazo.

Flashback: Berlin, 1936. Sorowitsch, el rey de los falsificadores, se mueve en un mundo de estafadores, gigolós y mujeres fáciles. Para él, la vida es un juego para el que se necesita dinero – y el dinero que necesita, se lo imprime él mismo. Con gran pragmatismo y mayor creatividad, se apaña para mantenerse en el lado optimista – y seguro – de la vida. Aunque a lo mejor sólo lo parece... ya que la sonrisa de la adorable AGLAIA le retiene en Berlín una noche más de la cuenta. La mañana siguiente es arrestado por el Inspector HERZOG. Al igual que muchos otros "delincuentes profesionales," Sorowitsch es enviado a un campo de concentración. Pronto se da cuenta de que Mauthausen no es una cárcel al uso. Aquí, los prisioneros son sistemáticamente aniquilados. Siguiendo su instinto de supervivencia y aprovechando sus habilidades artísticas, Sorowitsch se convierte en artista personal de las SS. Posteriormente, es trasladado a Sachsenhausen, donde será recibido por un "viejo conocido ": Herzog, que ha sido ascendido y ahora dirige un comando secreto especial. En dos barracones rigurosamente aislados del resto del campo, se va a producir dinero falso a gran escala. ¡Los Nazis necesitan dinero en efectivo! Habida cuenta de la situación en el campo, las condiciones en la "Jaula de Oro " son casi idílicas: talleres limpios y bien organizados con música ambiental, camas mullidas, buena comida... Herzog quiere motivar a sus hombres tratándolos bien para conseguir el máximo rendimiento de los expertos que tan cuidadosamente ha seleccionado. Hay una cosa clara, sin embargo: si el trabajo no culmina en éxito, los trabajadores serán enviados a la cámara de gas. "¡Sería una pena!", dice Herzog guiñando un ojo. Sorowitsch y sus compañeros presos sólo viven los horrores del campo de concentración de forma indirecta, como cuando encuentran las tarjetas con los nombres de los judíos que han sido gaseados en los bonitos trajes que les permiten usar. Y tras las planchas de madera, escuchan los gritos de los torturados. Sorowitsch hace lo que siempre ha hecho: mirar hacia otro lado cuando no es posible cambiar nada. Gracias a su destreza, consigue producir billetes perfectos de libras esterlinas. Herzog está muy satisfecho y ofrece a sus falsificadores una recompensa: ¡una mesa de ping-pong! "Estamos financiando la guerra de los Nazis con nuestro dinero falso", dice entre dientes Burger, amigo de Sorowitsch, y empieza a sabotear el trabajo. Pronto, el idealismo empieza a chocar con el pragmatismo. Por un lado está Sorowitsch con su política de pequeños y oportunos pasos para ir sobreviviendo día a día, y también para conseguir una medicina que salve la vida a Kolya, que sufre de tuberculosis. Por el otro lado está BURGER, con sus constantes sabotajes y sus planes secretos de revuelta. Cuando Kolya es asesinado por un vigilante de un tiro en la cabeza, Sorowitsch se da cuenta de que su intento de llegar a un acuerdo con el demonio ha fracasado. El fin de la guerra salva las vidas de los prisioneros falsificadores. De la noche a la mañana, los Nazis desaparecen del campo de concentración. Las puertas hacia la libertad están abiertas – pero llevan a los privilegiados prisioneros del taller de reprografía hacia la pesadilla del resto del campo. Los otros supervivientes apenas pueden comprender que estas personas bien vestidas y nutridas son prisioneros como ellos. Finalmente, Sorowitsch se ve forzado a mirar, aunque – o quizá precisamente por ello – todo haya acabado. Lo que ve son víctimas famélicas y torturadas apenas reconocibles como seres humanos, que caminan sin rumbo entre montañas de cadáveres.

Montecarlo. Sorowitsch toma su asiento en la mesa de juego una última vez. Pierde intencionadamente todo su dinero falso y va a sentarse en la playa, como en el principio. "¿Has tenido mala suerte?", pregunta su prostituta francesa de lujo. Y Sorowitsch sonríe.