Festival Internacional de Cine de Toronto. Festival Internacional de Cine de Gijón.
Dagur Kári (director y guionista)
Dagur Kári nació en Francia, se crió en Islandia y estudió dirección cinematográfica en la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca.
filmografía
1997 - The Violin Maker (cortometraje)
1998 - Old Spice (cortometraje)
1999 - Lost Weekend (cortometraje)
2001 - Dramarama
2002 - Nói albínói
2005 - Dark Horse
2008 - Back Soon
2009 - The Good Heart
Comentarios del director
Cuando me preguntan cuál es el papel y la posición del cine en Islandia, en relación con otros productos culturales que exportamos como la música, respondo que mi situación es un poco especial porque soy director y músico al mismo tiempo y para mí. Para escuchar música de verdad hay que seguir el mismo procedimiento que con el cine: ir a una sala, sentarse y ver la película desde el principio hasta el final. Por eso la música y el cine tienen tantas cosas en común, porque tienen el mismo objetivo: despertar sensaciones, escalofríos. Y ése es mi objetivo: hacer una película que sea tan potente emocionalmente como un fragmento musical.
El cine nacional islandés es muy reciente, con sólo dos generaciones de cineastas. La primera generación es la de los pioneros, que tuvieron que inventarse todo y hacer películas en un país en el que es imposible filmar cualquier cosa. Para conseguir sus fines, tenían que vender las casas de sus madres... Era un proceso doloroso, porque la pasión del cine implicaba hacer grandes sacrificios personales. Yo pertenezco a la segunda generación, que ya tiene tras de sí una verdadera industria, lo que me permite no tener que vender la casa de mis padres... Todos los directores de los comienzos facilitaron el surgimiento y pervivencia de la industria islandesa, y entre ellos figura Fridrik Thor Fridriksson, que en 1991 filmó Börn náttúrunnar (Children of Nature), candidata a los Oscar, y que constituye un hito para el cine islandés. Actualmente, Islandia cuenta con cuatro o cinco directores con una carrera internacional, pero todo esto es muy reciente. Antes, una película podía llegar a tener un 60% de los espectadores del país, pero más allá de las fronteras nadie la veía. En estos últimos años, está sucediendo lo contrario: por ejemplo, Nói albínói ha sido un éxito internacional, pero en Islandia se la ha clasificado como de arte y ensayo y no ha tenido ningún eco. Pero yo pertenezco a una generación que puede comunicarse con el mundo entero, así que puedo permitirme ser poco conocido en mi país.
Cuando se trabaja en la industria del cine hay tanta presión, inquietud y estrés que se corre el riesgo de trabajar con miedo más que con el placer de crear. El miedo y la creatividad son como el agua y el aceite: irreconciliables. Yo siempre intento acordarme del proceso de preparación de mi cortometraje Lost Weekend, un trabajo de fin de carrera que tuvo éxito de crítica y varios premios internacionales. En aquel momento, cuando lo estaba preparando, yo intentaba por encima de todo no pensar que ese corto iba a condicionar que pudiera tener o no un comienzo en este oficio. No se pueden controlar las reacciones de la industria: lo único que podemos tener en cuenta es nuestro propio placer. Ése fue el método que me inventé durante mis estudios de cine, y Lost Weekend es una de mis películas preferidas. Pero lo más curioso es que THE GOOD HEART es como un remake de mi película de fin de carrera: es una película internacional, transcurre en Nueva York, pero incluye los mismos elementos que en aquel cortometraje.
The Good Heart no supone un salto a la industria norteamericana. Aunque todos los diálogos están en inglés y la historia discurre en Nueva York, no hay en absoluto financiación estadounidense en la producción, porque cuando se utilizan tales fondos se ganan tantos medios como se pierde poder e independencia. Los productores norteamericanos quieren controlar las películas que producen, mientras que en Islandia y en Europa todavía se es relativamente libre de elegir.
A veces me comentan que he utilizado la luz de una forma muy personal en Nói albínói, para crear un ambiente poco anclado en el mundo real, pero la verdad es que no me gusta especialmente ni el realismo ni la fantasía, sino que intento crear un mundo especial entre los dos, una especie de universo paralelo o una burbuja.