Luke Wilson (Los Tenenbaums: una familia de genios, Aquellas juergas universitarias), la nominada al Oscar® Adriana Barraza (Babel) y Radha Mitchell (Buscando Nunca Jamás) protagonizan una fábula contemporánea acerca de las inesperadas maravillas del día a día, del realizador Mark Pellington (U2 3D, Mothman: la última profecía).
El milagro de Henry Poole narra la divertida, ácida y alentadora historia de un hombre desilusionado que intenta esconderse de la vida en una casa algo destartalada de las afueras, para acabar descubriendo que no puede escapar a las fuerzas de la Esperanza.
En El milagro de Henry Poole intervienen también George Lopez (George Lopez) y Cheryl Hines (Curb your enthusiasm). Está dirigida por Pellington (Arlington Road) y escrita por Albert Torres. El director de fotografía es Eric Schmidt (The Ex). Ha montado la película Lisa Zeno Churgin, A.C.E. (En sus zapatos). Richard Hoover (Entourage: juego de Hollywood) es el diseñador de la producción y la música es obra de John Frizzell (La cosecha). Los productores ejecutivos son Norman Reiss (Mothman: La última profecía), Eric Reid (El juego del amor), Michael Aguilar (Semi-Pro) y Mark Pellington. Los productores don Gary Gilbert (Algo en común) y Tom Lassally (First Snow, la primera nevada). La cinta está producida por Tom Rosenberg (Rastro oculto), Gary Lucchesi (Million Dollar Baby) y Richard S. Right (Crank). El milagro de Henry Poole es una presentación de Overture Films, Lakeshore Entertainment y Camelot Pictures.
Acerca de la producción
Cuando el director Mark Pellington leyó por primera vez el guión de El milagro de Henry Poole le intrigó inmediatamente el tema de la esperanza. "Es la historia de un hombre sin fe que encuentra la fe y de un desesperanzado que halla la esperanza", sintetiza Pellington. "Lo vi algo estrafalario, divertido y extremadamente humano".
El drama conmovedor e inspirador supuso un alto en el camino para Pellington, un hombre que se ha construido una sólida carrera dirigiendo tráileres como Arlington Road e innovadoras producciones musicales como la reciente U2 3D. El guión original de Albert Torres capturaba la imaginación de Pellington con su entrañable humor y su personal apuesta por la fe, de modo que le propuso seguir trabajando en un guión definitivo.
"El esquema inicial era muy bueno, muy original", recuerda el director. "Por eso contacté con Albert y le dije 'Esto es lo que me interesa hacer en este momento. Es el tema que más me atrae, así que si te apetece seguir colaborando, ¡vamos allá!' Desarrollar el guión juntos fue un proceso realmente entrañable".
Torres se inspiró en su infancia de formación católica, durante la cual, según explica, no eran infrecuentes las apariciones en las patatas fritas o en las tortillas. "Intenté imaginar quién sería la persona más apropiada a la que le podría suceder esto", añade. "Y parecía obvio que esa persona tendría que ser alguien con absoluta ausencia de fe y esperanza en su vida. Y ése era Henry Poole".
Pellington leyó por primera vez el guión a finales de otoño de 2003. Poco después, en verano de 2004, su esposa murió, una tragedia que le arrastró a lo que él describe como un "agujero negro".
"Un trauma de este tipo te cambia para siempre", prosigue. "Pero debes ir hacia lo más oscuro para poder salir. Cuando te toca tan de cerca una muerte repentina lo empiezas a cuestionar todo. Y cuando me puse a reexaminar el material que estaba desarrollando y me planteé qué tipo de artista quería ser, tuve una actitud totalmente distinta al respecto, porque estaba saliendo de un lugar en el que deseaba la esperanza, buscaba la curación".
Fue una curiosa coincidencia que Torres escribiera El milagro de Henry Poole como antídoto para su propia crisis de fe, una duda de su capacidad para desenvolverse como guionista frente al feroz sistema de la industria de Hollywood.
"Había dejado de escribir", admite. "Estaba desilusionado con el proceso y en consecuencia, desmoralizado porque no escribía nada. Entonces decidí que escribiría el guión de la película que a mí me apetecería ver, sin aspirar siquiera a que algún día llegara a rodarse. Era la primera vez que me ponía a escribir sin esbozar un perfil previo. Sabía cómo quería acabarla, pero no qué pasos me llevarían al final. Tenía que tener paciencia conmigo mismo, lo cual es una gran lección sobre la escritura en sí".
El guionista y el director pasaron los dos siguientes años reformulando y puliendo el guión. "Pasamos por un proceso realmente bello de desarrollo del guión, hasta llevarlo a un punto en que ambos creímos que era la versión definitiva", dice Pellington. "Entonces llevamos a cabo una lectura y nos dimos cuenta de que faltaba algo: la transformación de Henry. Y en seguida nos pusimos a trabajar en ello".
En un inicio, el actor y cómico Jim Carrey estaba interesado en interpretar a Henry, explica Pellington. "A Jim le encantaba el papel por muchos motivos. Además, tuvo varias ideas que ayudaron a saltar a un tercer acto, acerca de la relación de Henry con las mujeres y con la pared. Su contribución ayudó realmente a subir el nivel".
Carrey no pudo protagonizar la película por problemas de agenda, aunque en aquel punto Lakeshore Entertainment se implicó en la producción de la película y el proyecto cobró un nuevo impulso. Los altos cargos de Lakeshore se comprometieron a plasmar en la pantalla la visión genuina de Torres y Pellington. "Era el primer guión que escribía Albert, y tiene una calidad realmente literaria", comenta Richard Wright, uno de los productores. "A menudo echas un vistazo al guión y es como una diapositiva de la película, y no como el elemento importante que es en sí mismo. Pero éste era un placer leerlo. Y con un guión así ¿cómo no íbamos a hacer la película?"
En el set de rodaje, Pellington puso toda la carne en el asador para conseguir el máximo resultado de su material único. "Este hombre no bebe", dijo Wright, "¡bebe combustible de cohete!".
Tras cuatro películas rodadas con el director, Wright confía en el método de realización poco convencional de Pellington. "Básicamente enciende la cámara al principio de la jornada y la apaga al terminar el día", explica el productor. "Para los actores es una experiencia muy distinta a la de 'Motor, cámara, ¡acción!'. Les da toda la libertad para simplemente ponerse en escena, mientras el equipo captura el momento de la forma menos intrusiva posible".
"En absoluto es un rodaje robótico", añade Wright. "Es algo orgánico. Es más caótico y difícil de controlar, pero la producción no es siempre intentar ahorrar hasta el último dólar. A veces es cuestión de esperar el momento agraciado para conseguir algo mágico".
Pellington reconoce que sus emociones juegan un gran papel en su método de trabajo. "Soy un hombre de nervio. Muy apasionado en lo que hago. No me considero un gritón, pero tampoco me importa tener que darle un empujón a alguien. Cuando diriges una película, a unos les tienes que mimar, a otros darles patadas en el culo y a otros hay que educarles. A veces debes reconocer tus propios errores y confiar en otros. Éste fue el gran cambio que experimenté tanto en mi vida personal como en relación con el resto de películas que he dirigido. Ahora soy capaz de decir 'no lo sé'".
El coproductor David Kern afirma que Pellington tenía una singular visión del filme, aunque siempre permaneció abierto a cualquier colaboración. "Esta historia tenía un gran significado personal para él", recuerda. "Quería hacerla durante un par de años, si no más. Mark siempre era respetuoso con los actores y con el equipo técnico. Mark es de los que me vienen y me preguntan '¿Cómo crees que quedará esto?', y se acerca al cámara de la grúa y le pregunta '¿Qué te parece aquello?' Escucha las ideas de todos. Cualquier aportación que fuera buena para la historia era buena para él".
El guionista Albert Torres añade: "Mark es una de las personas más creativas y generosas que he conocido. Abraza a todos los que le rodean, como si fueran de su familia. Desea escuchar las ideas de todos, desde los que traen el cátering hasta los chicos de iluminación, pasando por los cámaras. Le gusta escuchar, y muchas veces consigue materializar ideas extraordinarias."
La presencia del guionista en un set de Hollywood es otra indicación del enfoque iconoclasta de Pellington sobre la realización de cine. Saltándose la norma tácita que dice que cuando un guionista entrega el guión no se le vuelve a llamar para nada más, el director le pidió a Torres que formara parte de la película. "Participé en el proceso desde los mismos ensayos, ayudando a encontrar el espíritu de cada escena", dice Torres. "Sé de guionistas a los que no les gusta que les toquen una coma de su trabajo, como si fuera un texto sagrado, pero me parece una actitud estúpida. Con tantas mentes reunidas poniendo en común su visión se consigue una mejor película".
"Tampoco habríamos podido echarle del plató aunque hubiésemos querido", bromea Wright. "Y a Mark le gustaba la idea de tenerle cerca. Muchos directores quieren fingir que la película es de ellos y que la han creado solos. Y eso es injusto para los guionistas, así que Mark no piensas de ese modo. Mark y Albert trabajaron al menos dos años para tener el guión a punto. Para Albert habría sido un crimen no haber formado parte del proceso".
Pellington coincide. "Lo dijo él, y yo confío siempre en lo que él dice. Le aprecio como persona, como guionista y como colaborador. Habíamos desarrollado todo esto juntos, así que ¿por qué excluirle ahora? No hubo ninguna situación de poder que se entrometiera. Incluso tuvimos varias reuniones previas con Luke Wilson, el guionista, el ejecutor de la visión y del personaje principal. Con esto quiero decir que desde el principio hubo quórum en el enfoque de la película".
Pellington describe la producción como "un duro rodaje de 30 días", aunque el ágil ritmo de trabajo le facilitó las cosas. "Me gusta moverme rápido. Me gusta divertirme y todo tiene que ser lo más fluido posible, todo muy intuitivo. Mi director de fotografía Eric y yo habíamos trabajado juntos previamente y ya conocíamos nuestros métodos. Podía ser algo así como '¡Bum! Esto va aquí', y uno ya sabía el lenguaje y la emoción que el otro estaba buscando. Eso lo hacía todo mucho más fácil".
Una película, según Pellington, es un rompecabezas con numerosas piezas que deben ponerse en su sitio. Y es su trabajo encontrar las piezas clave que hagan que el resto se pongan solas. "Cuando le hago fotos a mi hija, quizá disparo 30 veces para obtener tres imágenes brillantes. Un director tiene que ser diligente y responsable para con su visión. No necesito ponerme a hacer una película sólo por hacerla y basta. Tiene que ser un producto bueno, y nadie luchará más por defenderlo y protegerlo que yo. Y si eso significa 'Oh, eso necesita una toma más', o 'Oh, Dios, has rodado 60 fotogramas en esa cámara lenta', pues que así sea, así está previsto en mi cabeza. Mi primera responsabilidad es la intención artística. Y no digo que todas las películas sean obras de arte, pero sí que el director debe cuidar las palabras, las imágenes y la narración".
Acerca del casting
Cuando llegó la hora de seleccionar el reparto de El milagro de Henry Poole, los ejecutivos de Lakeshore Entertainment sugirieron a Luke Wilson para el papel protagonista. Aunque el actor es quizá más conocido por su trabajo en comedias como Una rubia muy legal o Aquellas juergas universitarias, Pellington quedó impresionado con el trabajo de Wilson en La joya de la familia, y especialmente con la conmovedora escena entre el actor y Craig T. Nelson, quien interpretaba a su padre. El cineasta afirma que Wilson desprendía las tres cualidades importantes que buscaba para el personaje de Henry: "Estaba el aspecto romántico de su relación con Dawn, estaban los puntos cómicos sin ser exagerados, al estilo de James Stewart, que podía hacer comedia y drama, y estaba su vida interior. A los cinco segundos de conocer a un actor puedo decir si cumple los requisitos. Y con Luke fue así, 'Ya lo tenemos'".
El productor Richard Wright observa que la selección de Wilson permitió a los realizadores aprovechar al máximo el humor negro que contenía el guión. "Luke lo hizo. Tiene la capacidad de realizar una comedia silenciosa, sin palabras, a la vez que respeta el drama inherente. Y siempre que se mezcla la comedia y el drama de forma eficaz, el resultado es poderoso".
Wilson confiesa que se sintió atraído por el mensaje simple del guión. "El final no se echaba atrás ni quedaba ambiguo. Es todo muy claro y no pasa nada por alto".
"Luke conectó con Henry de forma muy profunda", afirma Pellington. "Le proporcionó su calidez y sensibilidad, y una vez seleccionas a alguien como él, tienes que dejarle trabajar a sus anchas. Confías en él y le diriges. Nunca había participado en una película como ésta y no había tenido que equilibrar esa mezcla de comedia y drama, pero parecía que lo hubiera estado haciendo toda la vida. Su interpretación conmoverá a los espectadores".
Adriana Barraza, una solvente estrella del cine y de la televisión en su México natal, fue la elección de Torres para el papel de Esperanza, mucho antes de que el guionista tuviera confirmada la oportunidad de llevar la historia a la gran pantalla. "Adriana estuvo espléndida en Babel", recuerda. "Vi en ella una honestidad que pocos actores tienen. Cuando la vi, salí del cine, llamé a Mark y le dije 'Si la película sale adelante, ésta es la mujer de la que te hablé'. No había lugar a duda".
Trabajar con Barraza, nominada al Oscar® a la mejor actriz secundaria en 2007 por su espléndido papel en Babel, fue uno de los puntos que Wilson más apreció del rodaje. "Adriana es una especialista en hacerte sentir el sentimiento adecuado en el momento oportuno del rodaje", afirma. "Tiene las mismas cualidades que Ben Kingsley o Gene Hackman. Puedes estar más relajado delante de la cámara porque ella te lleva siempre por el buen camino. Fue una de las mejores experiencias profesionales que he tenido".
"Su personaje no hace más que chinchar a Henry Poole", prosigue el actor. "Cada vez que se giraba, ahí la tenía, 'Señor Poole, Señor Poole', volviéndole loco, al pobre. Ella es como esa lucecita que no cesa de empujarle, de llevarle comida y de abrazarle".
Barraza estaba entusiasmada con su segunda experiencia en Hollywood. "Estoy muy orgullosa por el hecho de que me hayan ofrecido la película", admite. "Hace 37 años que soy actriz y acumulo una larga trayectoria artística en mi país. Cuando leí el guión de El milagro de Henry Poole vi un pequeño hilo del que tirar, una pequeña oportunidad de aportar algo único a los productores, a los actores y, por supuesto, al público".
Ella estaba familiarizada con el trabajo de Wilson, principalmente por las comedias que había interpretado. "Mi inglés no es en absoluto fluido, pero nos comunicábamos sin problemas", dice la actriz. "Luke te habla mirándote a los ojos. Habla de una forma muy profunda, pero a la vez es de lo más sencillo. Por corta que fuera la escena que rodáramos, siempre era capaz de sacar de su interior la emoción más adecuada para el momento".
Radha Mitchell da vida a Dawn, una madre soltera que vive su propia tragedia, añade que Barraza "está llena de energía positiva. Le aporta una inocencia a Esperanza que te obliga a perdonarla por todo lo que hace. Y creo que ésa es Adriana".
Pellington se fijó en Mitchell en el año 2000, en la película Un grito en la noche, y la fue siguiendo en su filmografía. "La gente suele ver a Radha como una actriz de papeles fríos o algo alejados, pero en ella hay una calidez y una alegría que hasta ahora no había tenido al oportunidad de mostrar".
Richard Wright apunta que Mitchell tiene la auténtica capacidad de desaparecer en sus papeles. "No es una actriz que interprete siempre el mismo papel. Es muy atractiva, pero no se limita al rol de chica glamurosa. Lo que ella ofrece es una gran interpretación, no una fachada de estrella del cine, y eso es fantástico".
La actriz describe la interpretación de Wilson como un elemento seco e inteligente que mantiene la película alejada de cualquier edulcorante innecesario. "Henry no cree en nada hasta el último instante del filme. Está cuestionando constantemente si aquello es real o no, y creo que ése es el humor que subyace a lo largo de toda la película".
El cómico George Lopez ejerce el importante papel de Padre Salazar, el sacerdote católico que aporta la voz calmada de la razón. "En realidad interpreta al personaje más serio del largometraje", dice Pellington. "Él es el barómetro moral".
"George fue una elección inesperada del casting, lo cual fue una gran noticia para mí", comenta Wright. "El tenía varios planes por concretar y no sabía si podría estar en el rodaje o no. Pero finalmente, ahí estuvo, en una demostración de que siempre pueden pasar cosas mágicas".
Lopez, guionista, productor, director y protagonista de su propia y rompedora serie cómica en la ABC (2002-2007), reconoce que el papel se aleja un poco de su línea habitual. Y eso es precisamente lo que le interesaba. "Es un papel tan distinto a los que hago habitualmente que era la tarea perfecta para mí, una vez terminada la serie de televisión", comenta. "Puedo hacer algo que la gente no espere de mí. Creo que hay muchos actores con una gran formación. Yo vengo de una especie de tren de humanidad, y tengo 46 años, así que difícilmente podría ir a estudiar arte dramático al instituto Julliard. Por eso me fío de mis instintos, en mis recuerdos y en mi dolor. Y creo que esto es lo que da solidez al importante personaje que interpreto en la película".
Lopez afirma que los temas centrales de El milagro de Henry Poole le serán familiares a cualquier latino que vea la cinta. "Yo crecí en una casa llena de figuras y agua bendita, y encendíamos velas cuando alguien se iba. El Papa voló sobre mi casa en el año 87 y mi abuelo dijo que aquello le arregló hizo que las tuberías de la casa funcionaran mejor".
Wilson confesó que le gustaría volver a trabajar con Lopez, independientemente de si el proyecto es de comedia o de drama. "Me refiero a que haría una comedia con él en un minuto, porque es un tipo realmente gracioso, aunque también es un gran actor. Los cómicos suelen ser gente muy sensible y muy atenta. Les ves sentados cerca observando y absorbiéndolo todo, y al cabo de un rato te vienen con comentarios que ni te esperas".
Algunos de los actores encontraron las técnicas de Pellington algo inusuales. Por ejemplo, la mayoría de directores miran la acción a través del monitor, lejos de donde físicamente tiene lugar. A Pellington le gustaba estar cerca de los actores y casi participar en la escenas, a veces incluso observándolas mediante un monitor portátil.
Radha Mitchell fue una de las que encontró aquella proximidad inspiradora. "Como actriz es formidable sentir que el director te está mirando a ti directamente y no a través de un monitor a varios metros", comenta. "Estaba presente durante todo el proceso y gracias a ello fue capaz de captar todos los matices de lo que pasaba en la escena. Y captó detalles que sólo él vio, de modo que podía haber una aspecto de la escena que nadie hubiera visto pero que él pudo capturar gracias a su espontaneidad".
"Mark era la fuerza propulsora del filme", añade la actriz. "Podría haber interpretado cualquier papel de la película. Se sabía los textos de todos. Motivaba a todo el equipo técnico y a todos los actores con su increíble energía".
Acerca de las localizaciones
La situación de El milagro de Henry Poole en un entorno de barrio residencial se basa en Downey, California, donde creció el guionista Albert Torres. Los realizadores estudiaron localizaciones desde San Fernando Valley hasta la región del Inland Empire, también en California, en busca de una ciudad que pudiera pasar por aquella en la que Torres vivió su infancia.
Al final, El milagro de Henry Poole se rodó en La Mirada, un barrio periférico de Los Angeles fundado a finales del siglo XIX por Andrew McNally, de la saga de Rand McNally. "La Mirada es una sólida comunidad de clase media que se mantiene casi intacta", afirma David Kern. "Podría ser perfectamente un barrio de los 70, lo cual es muy importante, porque Henry Regresa a su infancia más sencilla y feliz".
La producción necesitaba contar con tres casas seguidas en la misma calle, así como un patio trasero lo suficientemente grande como para dar cabida al equipo técnico y también a todos los fieles que se congregaban para ver la visión.
"Tenía que haber la profundidad y el ángulo necesarios para darle una cierta dimensión", explica el director Mark Pellington. "Y además, el patio trasero tenía que tener la correcta orientación lumínica. Fue una búsqueda compleja, pero al final encontramos el lugar. Supe que era allí en cuanto bajé de la furgoneta".
Durante cinco semanas, el equipo del filme se apoderó de tres casas de una calle tranquila y las transformó en las casas de Henry, Dawn y Esperanza. Mientras se preparaban para el rodaje, Pellington se propuso explorar el área personalmente. "Se fue a dar un paseo por el vecindario", recuerda Kern. "Se llevó a su hija al parque de La Mirada en lugar de llevarla al más cercano a su casa. También fueron a la iglesia del barrio. Durante los rodajes no dejaba de entretenerse a charlar con la gente de allí, y creo que eso ayudó".
Los vecinos iban a la suya, lo cual propiciaba que el equipo se sintiera cómodo durante el rodaje. "Aquel vecindario fue una bendición", comenta Wright. "Tres cuartas partes de la película se rodaron allí. La Mirada es un barrio de gente muy próxima, todos se conocen y saben lo que hace cada uno, para bien o para mal".
"Nuestros actores son una gente muy agradable que lleva muy bien la relación con sus fans", prosigue el productor. "Los primeros días que estuvimos allí, George Lopez y Luke Wilson no se negaron a firmar ningún autógrafo, y fueron muchas las personas que fueron a darles la bienvenida al vecindario".
Lopez recuerda lo que era crecer en San Fernando Valley de niño y que fuera un equipo de rodaje de una película. "Esta gente sabe todo lo que he hecho, y no les puedo dejar tirados. Les atiendo siempre que vienen y me hago fotos con los niños. Esto es lo que me hubiera gustado que pasara cuando vinieron a rodar a mi barrio. Estoy agradecido por todo lo que me ha pasado y creo que ser bueno con los fans es algo que nos tendría que venir a todos de serie".
Wilson añade: "Tenía la sensación de estar viviendo realmente en La Mirada. Cada mañana pasaba aquel chico paseando al perro y yo le decía 'Hey, ¿qué tal le va hoy a Spike?' y me respondía 'Pues muy bien, gracias'. No tiene nada que ver con rodar en Manhattan o en L.A., donde no es ninguna novedad que vayan a tu barrio a rodar una película. Aquí la gente se entusiasmaba y nos invitaban a sus casas a tomar una taza de té o nos dejaban sus plazas de parking. Supongo que los vecinos se habrían acabado acostumbrando a nosotros, pero lo cierto es que a todas horas había un montón de gente arropándonos. Nos sentíamos parte del vecindario".
Para Torres era como volver a casa. "Aquel barrio era muy parecido al de mi infancia y la gente era como la de Downey", comenta el guionista. "Fue una bonita sensación, con todos esos niños y familias que salían a la calle a vernos. Solamente pasear por aquellas calles ya me emocionaba".
Una cuestión de fe
Mark Pellington quiere dejar claro que no se propuso hacer de El milagro de Henry Poole una película sobre religión o sobre Dios. "La historia tiene que ver con el hogar, con el volver a casa", explica. "Todos hemos ido alguna vez a algún viaje donde nos hemos sentido perdidos. Henry aterriza en un lugar donde cree que hará una cosa y acaba siendo lo contrario, después de aprender algo sobre sí mismo y de recibir tan importante regalo".
"Cualquiera debería poder verla y disfrutarla, y entender sobre qué trata sin necesidad de creer en Dios, Jesucristo o Alá. No importa. Para mí la película no va de eso, sino de seguridad, de amor, de fe y de esperanza. Ésos son los cuatro pilares del filme, y los que lograron convencer a mucha gente para que trabajaran por unos honorarios muy inferiores a los habituales, simplemente porque les encantaba el guión, porque les encantaba la pasión y el espíritu de la película".
Para Richard Wright, la mejor manera de juzgar si la película ha cumplido con su misión es ver si la gente sale del cine discrepando de lo que ha visto. "Espero que cada espectador salga con una opinión positiva, aunque no sea necesariamente la misma que la del de la butaca de al lado. Al menos, creo que esto es lo que provocará la película. Creo que el público con inclinaciones religiosas que entre a verla podrá reconocer muchos elementos de la película, y los que no pertenezcan a ningún credo, también se reconocerán en algún momento".
Adriana Barraza destaca el significado del nombre de su personaje, Esperanza. "Es una mujer llena de esperanza, una mujer inagotable en la búsqueda de lo que quiere", comenta la actriz. "Yo también soy creyente, no practicante, pero creyente. Creo plenamente en Dios, en la Virgen y en los ángeles, hoy y cada día. Y esta película llegará a todos los corazones, hará reír a la mayoría y cuanto menos incitará a reflexionar sobre el significado de la fe".