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  Las chicas de la 6ª planta  (Les femmes du 6ème étage)
  Dirigida por Philippe Le Guay
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Dirigida por Philipe Le Guay,está protagonizada por las actrices españolas Carmen Maura (ganadora de 4 premios Goya y 2 premios César; Volver, La Comunidad), Natalia Verbeke (El otro lado de la cama, El hijo de la novia) y Lola Dueñas (ganadora de 2 premios Goya; Volver, Yo también) y los franceses Fabrice Ludini (7 nominaciones a los premios César; Paris, Potiche mujeres al poder) y Sandrine Kiberlain (6 nominaciones a los premios César; Mademoiselle Chambon, Le petit Nicolas).


Entrevista a PHILIPPE LE GUAY (guionista y director)

P: ¿Cómo surgió el proyecto?

R: Todo empezó a partir de un recuerdo de infancia. Resulta que mis padres emplearon a una criada española llamada Lourdes, y pasé los primeros años de mi vida con ella. Terminé pasando más tiempo con ella que con mi propia madre, hasta el punto de que al empezar a hablar mezclaba el francés y el español. Cuando empecé en la guardería hablaba un revoltijo incomprensible. Decía mis oraciones en español. Aunque no tengo recuerdos concretos de sus primeros años, mi madre me ha hablado de ellos y siempre he llevado conmigo algo de esos tiempos. Más tarde, viajando por España, algo encajó de repente al conocer a una mujer que me contó cómo había vivido durante los años 60 en París. Se apoderó de mí la idea de hacer una película sobre la comunidad de criadas españolas. Escribí una versión inicial del guión con Jérôme Tonnerre: era la historia de un adolescente descuidado por sus padres que encuentra refugio y protección entre las criadas de su edificio. Pero no conseguimos hacer la película. Entonces cambié el punto de vista e imaginé al padre introduciéndose en el mundo de la sexta planta.

Salió una película distinta, menos nostálgica, y Jérôme Tonnerre se apuntó. Además, tenía una criada española que llevaba 40 años en Francia y le hicimos muchísimas preguntas... Finalmente la película sucede en 1962, al terminar la guerra de Argelia, en la Francia de Charles de Gaulle. No hace tantos años, pero es otra época, un mundo distinto...


P: En el cine hay una larga tradición de sirvientes y sus empleadores.

R: Sí, en el teatro también. Sólo hay que pensar en Molière o Marivaux... Más tarde Renoir, Guitry y Lubitsch bebieron de esa tradición. Lo emocionante de tener al servicio en una historia es que hay que tratar los códigos: la educación, lo que se puede decir y lo que no. Eso crea constantemente problemas de interpretación y, por lo tanto, de dirección.


P: Su película no es solamente una historia de amor; trata sobre todo y antes que nada de penetrar en otro mundo.

R: Teníamos que evitar a toda costa la trampa de que el jefe se enamorase de la criada. Por eso insistí en que tenía que haber no sólo una, sino varias mujeres. Jean-Louis Joubert descubre una comunidad, y otra cultura de repente empieza a formar parte de su vida. Eso le molesta y le desestabiliza, y finalmente le seduce... La película te introduce en un mundo que todavía está por descubrir a pesar de tenerlo tan cerca. Me gusta la idea de que algo tan ajeno pueda encontrarse en tu mismo edificio. El incidente más pequeño puede sacarte de tu mundo y revelar nuevos mundos, mundos que se rozan sin llegar nunca a mezclarse. Es el concepto de ciencia ficción de "cuarta dimensión", pero aquí se trata sin el aspecto fantástico. En la película Jean-Louis lo resume con esta frase: "esas mujeres están viviendo justo encima de nosotros, y no sabemos absolutamente nada de ellas."


P: ¿Cómo le dio forma al guión?

R: Jérôme Tonnerre y yo nos entrevistamos con antiguas criadas que habían vivido en el barrio 16 de París, o en otras partes, y también con algunas de las señoras que las empleaban. Recuerdo a una que estaba aterrorizada por aquella dominante que le daba órdenes en su propia casa. También fuimos a la Iglesia española de la calle de la Pompe, donde rodamos algunas escenas, por cierto. Allí hay una figura clave, el Padre Chuecan: un cura que lleva allí desde 1957, es una enciclopedia viviente sobre aquella ola de inmigración. Es un hombre gigante de 80 años, calvo, que acogió a miles de emigrantes españoles cuando llegaron buscando trabajo a través de su iglesia. La Iglesia era un centro cultural y de cohesión social. En el primer lugar donde iban aquellas mujeres al llegar a París, y allí se hacían las entrevistas de trabajo. Hablando con esas personas conseguimos un montón de detalles auténticos. Todas las anécdotas de la película están basadas en sucesos reales, como la historia de Josefina, que creía que se había quedado embarazada porque se había bañado en la bañera de su jefe...


P: ¿De dónde salió el material para la familia Joubert?

R: Yo provengo de una familia de clase media. Mis padres vivían en el barrio 17 de París, mi padre era agente de bolsa, y a mí me mandaron a un internado como a los hermanos Joubert. Pero no tenemos nada más en común; la película no es en absoluto autobiográfica.

Casualmente, rodamos en escenarios de un edificio de Hacienda abandonado que está a menos de treinta metros del colegio al que iba de pequeño. Lo condicionamos como el piso de los Joubert, la entrada de servicio y las pequeñas habitaciones de la buhardilla. Tiramos abajo las paredes y las reemplazamos con decorados para que el rodaje fuese logísticamente posible, porque allí era muy difícil meter una cámara. Pero los dormitorios son totalmente auténticos.


P: ¿En qué momento pensó en Fabrice Luchini como el actor que debía interpretar al personaje principal?

R: A menudo digo que sustituí al adolescente del proyecto inicial por Fabrice Luchini. A Fabrice se le conoce por su energía, por cómo es capaz de electrizar en escena o en televisión. Tiene una potencia textual y verbal prodigiosa, pero también cuenta con una gran habilidad para contenerse. Le encantan los escritores motivados por el resentimiento, y cita textos deprimentes de autores como Cioran o Thomas Bernhard, pero en el fondo no está tan hastiado. Basta su expresión facial para convencerte de lo fuerte que es su unión con la infancia. Ahí está la inspiración de la película: en lo maravillado que observa a esas mujeres. A medida que avanzaba la película vi cada vez más claro que Jean-Louis es un hombre que nunca ha sido amado. Lo dice sin darle importancia al hablar de su madre: "mi madre nunca ha querido a nadie". Y de repente las mujeres de la sexta planta lo acogen en sus brazos, le besan y le cuidan. Es un niño que encuentra a unas mujeres protectoras: una especie de madres sustitutas. Para mí el objetivo de la película no es tanto criticar a la clase media como descubrir las emociones. En ese estrato y en esa época la gente estaba helada; decir lo que sientes tiene algo de obsceno. Existe una distancia increíble entre un hombre y su mujer y sus hijos. ¡No se besan nunca! Desde el primer momento Fabrice me llamó la atención sobre el hecho de que Jean-Louis Joubert era un personaje vacío, que tomaba, pero nunca daba. Es algo a lo que no está acostumbrado en sus papeles, estamos más acostumbrados a verle dando...


P: Es la tercera película que hace con Luchini...

R: No nos parecemos en absoluto, pero extrañamente se ha convertido en mi alter ego. A Fabrice le encantan los desilusionados, los escritores desesperados, mientras que a mí me gustan fervientes y tenaces. Pero es tan alegre cuando lee textos deprimentes que su propia energía los transfigura. Al contrario de lo que algunos creen de él, cuando trabaja carece de ego. Se concentra totalmente en su trabajo, es accesible y abierto. Es un gran compañero. Con Fabrice pasó algo raro. Le di el guión en mayo de 2009, y me llamó al cabo de unos días para decirme que teníamos que hablar. Nos vimos unas cuantas veces, comimos, tomamos taxis, y siempre hablábamos de cosas totalmente inconexas como Molière o Flaubert... y nunca del proyecto. Se convirtió en una especie de chiste, y hasta el final no estaba seguro de que hubiese leído el guión. La dirección de actores debe empezar en esas fases aparentemente poco productivas, supongo. Sabía que el momento decisivo sería cuando conociese a las mujeres españolas. Creo que básicamente no se lo esperaba. Entró en el despacho y se encontró a seis mujeres allí sentadas mirándole. Era de una hispanidad cruda y concentrada. Captó la película en un instante; vio lo excepcionales que eran esas mujeres, algunas de las cuales no hablaban ni una palabra de francés. Se quedó de una pieza y se metió de cabeza en el proyecto.

A pesar de toda su experiencia es un actor instintivo que no lo tiene todo planeado antes de empezar. En el escenario permite que las emociones y la atmósfera le invadan.

P: Junto a Luchini está Suzanne, la esposa, interpretada por Sandrine Kiberlain.

R: Fabrice y Sandrine ya habían actuado juntos dos veces, la más importante en Rien sur Robert, de Pascal Bonitzer, y existe una gran complicidad entre ellos. Sandrine tiene el lado superficial y simpático típico de algunas mujeres de clase media, pero también le da una cierta fragilidad y ansiedad a la película. Suzanne es provinciana; no entiende los códigos, al contrario que sus dos amigas, que la tienen totalmente dominada. Por eso se siente algo perdida y a menudo las cosas la desestabilizan, lo que la hace adorable. Sandrine lo reúne todo con total precisión y con una humanidad considerable. Trabajar con Sandrine también implica dar forma constantemente al guión, e incluso enfocar las cosas de una forma totalmente distinta. Por ejemplo, la escena en que los niños llegan a casa desde el internado y en que Jean-Louis se ha ido a vivir a la sexta planta. En la primera versión, Suzanne sentía en cierta forma su orgullo herido. Surgió la idea de que diese la bienvenida a sus hijos con una botella de vino blanco y enseguida llegó su actitud de indiferencia al límite...


P: ¿Cómo reunió a su comunidad española?

R: No me interesaba un personaje coral; quería una galería de retratos muy individualizados. Al principio imaginé un personaje republicano que hubiese llegado a Francia huyendo del régimen franquista. En el otro extremo buscaba a una mujer religiosa y muy devota que fuese a la iglesia todos los días y que se pelease con la republicana. El personaje interpretado por Carmen Maura destaca entre los demás y es sin duda una mezcla de los otros dos, calma las cosas y tempera el conflicto. Está Teresa, que quiere encontrar un marido francés y María, por supuesto, la sobrina de Concepción, que llega a Francia buscando trabajo y que está en el centro de toda la acción.


P: ¿Cómo seleccionó las actrices?

R: En primer lugar a Carmen Maura, una de las grandes figuras del cine español; no podía imaginarme la película sin ella. Fue la primera actriz a la que vi. Aunque el papel no es importante comparado con los que podría conseguir, quiso interpretar a una mujer española en París, como tantas otras que había conocido en su juventud. Además tiene un piso en París compuesto por varias habitaciones de servicio. Se parecía a su personaje en cómo conectaba con las demás actrices; era una figura autoritaria y amiga, alguien a quien admirar.

Durante el rodaje todas tenían sus camerinos, pero no pasaban ningún tiempo en ellos, se reunían y hablaban a gran velocidad en español, como sus ancestros en las plazas de Passy... Rebosaba vida y Fabrice a menudo se apuntaba. A Carmen le gustó la idea de actuar en español y en francés a la vez, a veces en la misma escena. Quería captar la musicalidad de la lengua española. Ellas parloteando muy rápido delante de Fabrice que no se entera de nada, era muy divertido.


P: ¿Y el personaje de María, interpretado por Natalia Verbeke?

R: Hacía falta una joven que fuese guapa pero no demasiado; para que fuese atractiva, de una belleza contenida. Natalia Verbeke poseía esas cualidades y hablaba algo de francés. Era importante para la conexión con Fabrice. Se sabía tan bien el guión que avanzó mucho, por lo que podía comunicarse con todos los que trabajaban en el rodaje. Para elegir a las demás criadas tuve que ir a España varias veces para ver a Rosa Estévez, que se encargó de la parte española del casting. Elegí a más actrices provenientes del teatro para evitar el tópico de usar a “chicas Almodóvar”. Así me decidí por Lola Dueñas, Nuria Solé, Berta Ojea, y Concha Galán. Las dos últimas no hablaban una palabra de francés y tuvieron que aprenderse el papel fonéticamente. Tienen un carácter increíble, personifican toda la intensidad, la violencia y la volubilidad de las mujeres españolas...


P: ¿Qué recuerdos guarda de la película?

R: Está la escena de la fiesta en la sexta planta; donde Jean-Louis se deja arrastrar al baile. Hay que decir que Fabrice es un bailarín excelente, pero quería que se le viera avergonzado e incómodo. Fue duro para Fabrice contenerse y no bailar bien, pero luego las criadas le animan poco a poco y se suelta sin darse cuenta de lo que hace. Sucedió algo que no puede expresarse con palabras: un temblor, una emoción en sus ojos. El milagro de un actor que se abre.


P: ¿Qué aprendió trabajando en el proyecto?

R: Siempre me han gustado los actores, pero descubrí el placer de trabajar con una mezcla de actores franceses y extranjeros. Tienes que cambiar los hábitos y el punto de vista; es muy refrescante. La historia tiene un aire europeo que me afecta. Mucho antes de que la Unión Europea se convirtiese en una realidad política Europa se construía a sí misma durante los años 60. Los españoles estaban allí con nosotros, por las calles y en los parques... Forma parte de la historia común de nuestros dos países. Como el personaje de Jean-Louis descubre a las demás personas en la película, creo que el cine se inventó para mostrar el proceso de aprendizaje. Rodamos a seres para capturar algo suyo, para enriquecernos mediante el contacto con los demás.

Philippe Le Guay empezó como guionista (15 août, de Nicole Garcia) antes de convertir sus propios guiones en éxitos como director (Le coût de la vie, Trois huit).


Entrevista a FABRICE LUCHINI

P: ¿Cómo definiría al personaje que interpreta?

R: Al principio le vemos ausente, absorbido por su trabajo. Empieza a existir realmente cuando aparece María en su vida diaria; entonces de repente todo encaja. No se enamora de ella, sino de todo un grupo de gente, un mundo del que no sabe nada. Las criadas españolas son los personajes principales de la historia. Lo que pasa cuando, durante los años 60, un corredor de bolsa burgués tiene una "revelación" que hace que vaya de la ausencia a una especie de conciencia de lo que Spinoza denomina inmanencia. Su mujer cree que todo gira alrededor del sexo, pero no es así. Jean-Louis Joubert está fascinado por la sexta planta: por su vida y su energía; y se va a vivir allí cuando su mujer le echa de casa. Entre esas mujeres españolas nace una historia de amor poco convencional. No soy muy bueno leyendo guiones y solamente puedo juzgar su valor cuando ya se están rodando. Este es rico, y consigue evitar tópicos y evolucionar en su propia entidad.


P: Aunque la película trata aspectos sociales importantes, sobre todo trata de la gente. ¿Cómo ve el trasfondo de este hombre?

R: No es que sea un marxista radical, pero tampoco es ñoño. El mensaje no es que la gente de clase media sean monstruos y los pobres sean fantásticos. Va más allá de eso. No es un pretencioso ni tampoco es estirado en muchas cosas, excepto en el huevo pasado por agua de la mañana, que debe estar hecho a la perfección. Ese detalle es lo que hace que se marche su criada bretona, y que vea todo lo que puede aportarle María. Todo esto puede parecer sin importancia, pero una relación y todo un mundo se exploran a menudo mediante detalles tan curiosos.


P: ¿Cómo equilibra los distintos aspectos del personaje?

R: El hombre cobra vida poco a poco mediante el contacto con esas mujeres. Eso significa que tengo que impedir que surja mi naturaleza exuberante. Al fin y al cabo Philippe Le Guay necesitaba que hiciese algo totalmente increíble para un actor: estar totalmente absorbido en la contemplación de la realidad. Es uno de los mejores papeles que podían darme, porque como actor se me pedía observar, observar la realidad y dejarme permear por ella. El individuo se abre, pero no puede hacerse mediante un cliché o un truco. Debe empaparse de la vida de todas esas mujeres españolas. Y es cierto que son muchas, que toda la planta tiene una parte muy viva y cómica.


P: ¿Qué relación tiene con España?

R: Yo estaba lejísimos de cualquier medio que pudiera permitirse una mujer de la limpieza. Crecí en Barbès-Rochechouart, así que vivía con otros tipos de emigrantes, que llevaban allí desde los años 30. No conozco muy bien España, aunque estuve en Formentera durante el auge de la época hippie. No hablo una palabra de español. Pero con gente como Carmen no hacen falta las palabras. Se te ocurren formas de interpretar, de ser divertido y afectuoso.


P: La película va más allá de los estereotipos sociales...

R: Puede decirse que se trata a las criadas de forma condescendiente, pero Monsieur Joubert también tiene que enfrentarse a los prejuicios cuando se traslada vivir a la sexta planta porque las españolas le tienen estereotipado por su clase. Poco a poco revela la humanidad que supera los estereotipos que ambas partes son capaces de formar, y por lo tanto descubre sus límites y sus contradicciones. Es algo transversal. También hay filiaciones. Jean-Louis se parece un poco a Philippe Le Guay. Igual que Antoine Doinel es François Truffaut. He sido el Jean-Pierre Léaud de Eric Rohmer en las seis películas que hemos hecho juntos. Cuando haces una película te conviertes en portavoz de la neurosis o la empatía. Eso es así. El actor se pierde un poco en ese intercambio porque yo soy un Philippe Le Guay que no pone en juego mi exuberancia, mi espontaneidad o mi capacidad de disfrutar de desmadrarse. Pero ese es mi trabajo. Usa lo que siente que emano. Él hablaría sin duda de la idea de humanidad.


P: Es el único hombre entre tantas mujeres...

R: La barrera lingüística no facilitó la comunicación con las actrices españolas. Hacer esta película me encaró con sensaciones de soledad y con mi pequeña depresión autoindulgente, lo que me pareció muy bien. Había oído hablar mucho sobre Carmen Maura y me gustaba su trabajo, con su seriedad hispana. La única de la que me sentía realmente cerca era Sandrine Kiberlain. Ya habíamos interpretado a una pareja en Beaumarchais el insolente, de Molinaro. Me alegró volver a trabajar con ella.


P: Es la tercera película que hace con Philippe Le Guay. ¿Cómo progresa?

R: Me da la impresión de que está totalmente a cargo del rodaje, controla la narrativa. Ha mejorado mucho desde su primera película; se han suavizado las aristas. Creo que está más a gusto consigo mismo. Su presencia en el rodaje es totalmente distinta de cuando hizo L’année Juliette, la primera película que hicimos juntos. Es más maduro, tiene más dominio. Creo que esta película tiene más cuerpo, como si hubiera hecho un Beaujolais Nouveau con L’année Juliette, un Côtes-du-Rhône muy agradable con Le Coût de la Vie, y ahora tuviese un gran Saint-Joseph y un Cheval-Blanc. Esta película es rica en aromas porque lo que hemos rodado parece vivo.


Entrevista a SANDRINE KIBERLAIN

P: ¿Qué la llevó a querer formar parte del proyecto?

R: Lo que te ayuda a implicarte siempre es un conjunto de varias cosas. En este caso fue el texto, el guión, por supuesto, pero también el hecho de haber actuado con Fabrice en varias ocasiones anteriores, porque les da una luz distinta a los personajes y al ambiente general de la película. Conocer a Philippe Le Guay también fue un elemento decisivo. Me gustó su personalidad rica, el humor y la profundidad del tema, que es contemporáneo.


P: ¿Nos puede contar algo del personaje al que interpreta?

R: La historia sucede en los años 60. La pareja Joubert está encerrada en una vida que no les va necesariamente bien. A Suzanne la mueve el hecho de pertenecer a la clase media y de sentirse muy cómoda con sus rituales. Está casada con un hombre al que ama de verdad. También tiene dos hijos que están en un internado. Nace en las provincias y se siente algo apartada cuando sale con sus amigas, que siempre considera más parisinas y más elegantes que ella. Todavía no termina de creerse que forme parte de esa burguesía. Como muchas mujeres de varias épocas está convencida de que lleva la vida que mejor le cae. En general me atrajeron todas las contradicciones y las debilidades que construyen al personaje y a las personas. Quería interpretar su deseo de ser entusiasta y de tener éxito en la vida en la que se ha encerrado. Perseguir constantemente un ideal comporta que perdió de vista lo más importante: lo que es y lo que quiere de verdad. Al final comprende que la vida le ha pasado por delante y que quizá esté perdida.


P: ¿Qué visión tiene del mundo de la criada?

R: No estoy muy familiarizada con él. Mi familia es de origen polaco, lo que me da un punto de vista distinto sobre la historia. Siempre me emociona la valentía de la gente que viene a Francia y su deseo de integrarse y de conseguir una vida mejor de la que tenían en su propio país. Cuando no tienes la suerte de nacer en el lugar adecuado hace falta mucho coraje para abandonar tus puntos de referencia y empezar de nuevo en un lugar distinto. Son mujeres fuertes. Creo que Suzanne termina muy unida a María, y si no fuese por las normas sociales tan opresivas que las definen, podrían haber sido amigas.


P: ¿Cómo trabajó con Philippe le Guay?

R: Había visto películas suyas pero no le conocía. Con esta película Philippe parecía querer cumplir el deseo de ser profundo e imaginativo a la vez. Le apasiona de verdad el cine. Tiene la película en la cabeza, y el resultado es como él: divertido, sorprendente, sutil y elegante.


P: No es la primera vez que está casada con Fabrice Luchini. ¿Qué ha aprendido de él?

R: Me encanta trabajar con Fabrice. Es extraordinario; un actor único en su estilo. Creo que con la edad mejora por varios motivos. Físicamente, es más sexy. Es más maduro, incluso más generoso. Tiene un lugar único en el cine francés. Es divertido, le ofrecen lugares en el cine y en el teatro porque ha conseguido establecer su propio personaje. Cuando actúas con él, el placer proviene de lo que se intercambia. Para que funcionen las cosas con él tienes que entender su excentricidad y ver lo emocionante que puede ser, incluso en su deseo de llamar la atención de todo el mundo. En esta película, aunque a menudo reacciona a lo que hace Suzanne, no es su típico papel cómico. Los dos trabajamos en el mismo registro. Dos payasos que no viven como viven los payasos. Ambos crean situaciones cómicas a su manera. En distintas escenas primero uno y luego el otro reaccionan a lo que hace su contrario. Hay un verdadero intercambio entre nosotros. Quizá por eso nos entendemos cuando trabajamos y actuamos.


P: ¿Cómo enfocó su personaje?

R: Aunque el período no es muy antiguo, seguía siendo una película de época. Actuar todos los días con ropa que no es como la tuya te da una información que te ayuda a construir el personaje. Cambia tu comportamiento el hecho de llevar tacones altos, vestidos formales, un corte de pelo distinto. Influencia tu manera de moverte, de andar y presentarte. Todo este trabajo de reconstrucción te sitúa en un ambiente distinto, igual que el decorado. Personalmente trabajo mucho el ritmo de mis personajes, y creo que lo adquiero de forma instintiva. Tiene que ver con el vestuario y también con las actitudes que te provocan.


P: ¿Cómo definirías el ritmo de Suzanne?

R: Va por el mundo intentando llenar el hueco y los silencios para que nadie la detenga y le haga la pregunta que la devolvería a la realidad de sí misma. Si se detuviese sin duda tendría tiempo de pensar y darse cuenta de lo que está pasando.


Entrevista a NATALIA VERBEKE

P: ¿Cuál fue su reacción al leer el guión?

R: Me emocionó la historia porque trata sobre mis compatriotas de una forma nueva y muy humana. En seguida me gustó María. Es una mujer de carácter pero su juventud y lo que ha vivido todavía no le han dado la oportunidad de expresarlo. La comprendí inmediatamente. Y era un tipo de personaje que no había interpretado nunca. Estoy más acostumbrada a interpretar a jóvenes decididas, y María en cambio es frágil y a veces naif. También es un personaje al que se le ve evolucionar a lo largo de la historia. Al principio, cuando llega a París, es tímida y no sabe mucho, pero lentamente va descubriendo cosas, se atreve a actuar, se arriesga, aprende e, internamente, llega a aceptar su propia historia. Cuando se ve ante Monsieur Joubert, rodeada de sus compañeras y cerca de su tía, que le ha hecho subir, María va volviéndose ella misma.


P: ¿Qué visión tiene de esa época, que usted no vivió en primera persona?

R: La película sucede en Francia pero durante una época muy difícil en España: el régimen franquista. Muchas personas llegaron a Francia como refugiadas buscando trabajo. No es el tema de la película de Philippe Le Guay, pero ha conseguido comunicar las motivaciones y la mentalidad de esas personas a través de los personajes. Todas las mujeres tuvieron que dejarlo todo. Empezaron de cero, no conocían la lengua y a menudo se encontraban en una soledad abrumadora. Tenían que ser valientes. La situación de María y de las demás mujeres me emociona.


P: En su opinión, ¿qué significó para ellas convertirse en criadas en Francia?

R: Todos tenemos amigos y familiares que se fueron a Francia a servir. Era un trabajo duro, pero también tuvieron suerte. Era una oportunidad para ganarte la vida y ayudar a tu familia en casa. He hablado mucho con otras mujeres. He preguntado y la gente de hoy en día no se da cuenta de cuántas personas se encontraron en esa situación. Cuando descubrí las auténticas habitaciones de servicio donde rodamos me abrumó la emoción. Me puse en el lugar de esas mujeres que llegaban sin nada, y que estaban aisladas y lejos de su hogar. Entendí su sufrimiento y su aislamiento, y admiro su coraje.


P: ¿Cómo fue trabajar con Fabrice Luchini?

R: Trabajar con Fabrice es agradable. Es muy profesional en el rodaje y he aprendido mucho trabajando con él. Además, es un hombre encantador con un gran sentido del humor. Mi deseo de entenderle aún más fue una motivación para mejorar mi francés. Me encanta recitar a los clásicos, Molière en concreto. Te anima a investigar la cultura francesa, igual que la película crea interés en la nuestra.


P: ¿Habló con sus compañeras españolas sobre el tema de la película?

R: El grupo estaba muy unido y nos llevamos muy bien. Todas estábamos interesadas en la historia que cuenta la película de Philippe. Nos habla en términos históricos y humanos. Lo que dice tiene algo profundamente auténtico. Consigue recrear todo un periodo mediante el uso de pequeños detalles realistas que tienen sentido. Las mujeres que llegan aquí sin familia y consiguen crear una en la sexta planta. Es una película que nos gustaba rodar.


P: ¿Qué representa la película para usted?

R: Para mí es una película universal porque trata sobre el descubrimiento del otro, ya sea en términos amorosos o de amistad. También trata sobre la soledad, el valor y el sufrimiento que se siente al estar lejos de los que amas. Son temas que emocionan a cualquiera. Además es una historia bonita. Monsieur Joubert decide acercarse a las mujeres que tiene cerca pero que no conoce en absoluto. María es se puerta de entrada, pero se enamora de todo el contexto de esas mujeres. La película trata sobre las paradojas de la vida, y una gran parte es muy divertida. Las mujeres que están más abajo en la escalera social en realidad viven encima de la gente a la que sirven. Cuando los dos mundos colisionan se generan preguntas y surgen temas que hay que plantearse. Mediante la comedia con sentimientos y preocupaciones sociales reales, la película nos lleva a considerar quiénes somos y cuáles son los límites de nuestro entorno social.


P: ¿Qué recuerdos tiene de su primera película en Francia?

R: Para mí la película de Philippe es una declaración de amor hacia España y hacia las mujeres que han venido a vivir aquí. Las describe de forma humana y evita tópicos simplistas. Las vemos sufrir y esperar. Se nota que siente ternura y respeto por cada personaje. He tenido mucha suerte con mi primera experiencia aquí. Y rodar en París me ha permitido conocer la ciudad y darme ganas de volver.


Entrevista a CARMEN MAURA

P: ¿Qué la atrajo del proyecto?

R: Quería trabajar con actrices españolas en París por primera vez. Me gustaba mucho la idea de interpretar a una mujer de la limpieza española que vivía en la sexta planta. Me encanta hablar en francés en la vida real y en las películas. El proyecto también me dio la oportunidad de mezclar el francés y el español como lo haría una persona que viviese aquí. Philippe Le Guay me lo permitió, e incluso me animó a hacerlo. También fue emocionante porque tenía que obligarme a ser la misma actriz cuando, en realidad, cuando actúas en una lengua que no es la tuya puedes tender a alterar la voz de forma artificial. Me encanta la mezcla de lenguas, aunque no creo que tenga la oportunidad de volver a usarla.


P: ¿Qué le pareció el guión?

R: Es un cuento de hadas real, una comedia sensible y muy tierna con una historia de amor que termina bien. Me gustan las películas que acaban bien. Evidentemente esta historia tan bonita está contada desde el punto de vista de un francés, lo que siempre es interesante. Es una perspectiva distinta, un enfoque distinto, que entiendo perfectamente. Siempre respeto el punto de vista del director porque es su película. Philippe y yo hablamos de ello.


P: Como española y actriz internacional, ¿qué le parece ese punto de vista francés?

R: Conozco Francia y adoro este país. Estoy a menudo en París, donde vivo en cinco habitaciones de servicio con las paredes tiradas para hacer un único piso. Cuando descubrí las verdaderas habitaciones donde rodamos, por supuesto para mí fue duro. Me encantan París y Francia, pero los franceses son un poco raros. Todavía nos veis de forma algo estereotipada. París es una ciudad que puede parecer agresiva, pero es una de mis preferidas. Tengo la impresión de que en casa todo es más relajado. Tenemos un sentido del humor más suave, mientras que el vuestro es más profundo. La forma en que los franceses ven los españoles ha avanzado mucho en los últimos 20 años. Se nos trata mucho mejor. Hay más curiosidad hacia nosotros. Sin embargo, en el fondo, todavía se nos ve como agente del sur algo subdesarrollada. He aprendido aceptarlo y a intentar cambiarlo a la vez. Me siento muy cómoda porque soy una persona solitaria que no necesita demasiados mimos.


P: Cuéntanos algo del personaje que interpretas.

R: Concepción lleva muchos años en Francia. Está obsesionada con mandar dinero a España donde su marido se ha quedado para construirles una casa. Concepción sueña con tener una casa como la mujer francesa para la que trabaja. Cuando empieza la historia Concepción es una especie de madre sustituta para todas las jóvenes que viven en la sexta planta del edificio de los Joubert. Entonces llega su sobrina María y empieza la aventura...


P: Durante el rodaje fue un poco como concepción para el grupo de actrices...

R: Aunque soy tímida me gusta que todo el mundo se sienta cómodo en el rodaje. Para mí es como una iglesia, es sagrado. Allí pasa algo mágico. Así que todo el mundo tiene que sentirse bien y eso, con toda la modestia, es lo que intento contribuir a crear.


P: ¿Cómo ha trabajado con Philippe de Guay?

R: Philippe tenía muy pensada la película y tiene todos los detalles bajo control. Sabe exactamente lo que quiere y aprobado la película con los actores que quería. Creo que su película es como él. A nivel personal es muy bueno, cuida de sus actores. Por ejemplo Philippe se preocupó de que el asistente del operador, el continuista y el mezclador de sonido fuesen españoles, y para nosotros fue muy importante. A un nivel más íntimo, siempre le agradeceré el haberme permitido tanta libertad, sobre todo en relación con el uso del español. Me sorprendió y me hizo un favor enorme. A Philippe le encanta el español y España, y todo el rato nos hacía cantar. De hecho cantamos mucho, empezando ya en el picnic, y una vez le dije a Philippe que no quería cantar más en la película. Parece que los españoles cantan menos de lo que él cree.


P: ¿Cómo fueron las cosas con Fabrice Luchini?

R: Fabrice es un personaje único, me divierte mucho. Admiro la relación tan fuerte que mantiene con el público. Una vez fui a verlo al teatro a la una de la tarde y estaba lleno de gente muy distinta; jóvenes, viejos, pobres y ricos. Unir a públicos tan distintos es lo que admiro de la mayoría de actores. Habla mucho. Nos contamos muchas historias, ya sean ciertas o no. Escucharle hablar es un placer. El francés suena muy musical cuando lo habla él. No es alguien que pase por tu vida y luego le olvides. Siempre le recordaré. No es difícil trabajar con él porque respeta mucho a los demás. Incluso nos apoyó en algunas escenas. Eso me encantó. Es genial.


P: En Francia la criada española es casi un icono. Usted que tiene una visión internacional, ¿conoce algún otro país que haya tenido tantas criadas españolas?

R: No creo que la criada española sea una figura icónica en ningún otro país que no sea Francia. Aunque hay muchas criadas españolas en Bélgica. Hace años los españoles vivían muy mal en su propio país. A veces huían familias enteras por sus opiniones políticas durante la Guerra civil española. También creo que las criadas españolas estaban muy bien consideradas porque tenían una idea de limpieza muy elevada. La importancia que normalmente se da al baño en Francia no tiene nada que ver con lo que pasa en los baños españoles. Me di cuenta cuando buscaba piso. Aquí a veces incluso se encuentran apartamentos con baños exteriores. Es muy raro.