Un hermano de ocho años recién descubierto, un colega calvo y cabrón, un camión con cargamento clandestino en el que viajar por el desierto, y una novia que no acaba de aparecer por ningún lado. Todo eso y un pinball en el que centellea la falta que nos hacemos. Un leit-motiv une a los personajes que pululan por Nos hacemos falta -Tilt-: son huérfanos, y alguno de ellos en más de un sentido. Y eso ha acabado por impregnar la propia película. Eso sí, nunca ha perdido ese cierto punto entre irónico y socarrón, como quien se rie de su propia mala suerte.