Julia es acusada de la muerte de Nahuel e ingresada en la unidad penitenciaria donde se alojan las reclusas madres y embarazadas. Mientras espera a que nazca su hijo, ve pasar los días, abstraída y ajena. Dos mujeres se incorporan a su vida: Marta, una compañera de reclusión que ya ha criado dos hijos dentro de la cárcel y que se convierte en guía y consejera; la otra es Sofía, su propia madre, un personaje ambiguo con el que Julia se reencuentra después de muchos años. Sofía trata de reparar los errores del pasado, ayuda a su hija, le contrata un buen abogado, le lleva ropa para el bebé, y poco a poco restablece la relación con Julia.
La causa judicial por la muerte de Nahuel tiene dos posibles culpables: Julia y Ramiro, que el día de autos se encontraban junto al cuerpo sin vida de Nahuel (Ramiro, cubierto de sangre, todavía vivía). Los dos hombres, de un modo confuso y simultáneo, han sido amantes de Julia, que no sabe cuál es el padre del hijo que espera. Durante el desarrollo de la causa, los testimonios de Julia y Ramiro se oponen, el uno incriminando al otro.
El hijo nace, se llama Tomás. La crianza en la cárcel es difícil. Sin embargo, Julia comienza a sentirse madre casi sin quererlo. Comprende que lo único que le importa es la nueva criatura que ahora la acompaña, que no hay para ella más vida que la de ese niño.