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  Corazones rebeldes  (Young@Heart)
  Dirigida por Stephen Walker
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Stephen Walker (director)
Stephen Walker ha dirigido veintitrés películas para las cadenas de televisión BBC y Channel 4, entre las que se cuentan: Hardcore (nominada al Premio Grierson 2001), Faking It: Punk to Conductor (que ganó la Rosa de Oro de Montreux en 2003, así como un BAFTA y fue nominada al Premio Grierson al Mejor Documental) e Hiroshima, A Day That Shook The World (nominada en 2004 para tres Emmy, incluyendo el destinado al Mejor Director y a la Mejor Fotografía; ganadora del Emmy a la Mejor Música y Sonido; ganadora del Premio Golden Eagle del National Geographic Cine; nominada para el Mejor Documental Educacional de la Royal Television Society y el BAFTA al Mejor Montaje).


Notas del director
Cuando mi mujer, la productora Sally George, me habló por primera vez del coro Young@Heart, un grupo de jubilados estadounidenses que cantaban rock, reaccioné con escepticismo. ¿Sería una especie de montaje? Unos días más tarde, a la vista de la magnífica acogida de la crítica, ella me convenció para que fuéramos al Lyric Theatre de Londres, donde el coro estaba presentando su espectáculo Road to Nowhere.

Desde el primer momento, me quedé sorprendido por la fuerza y la belleza de la música: las canciones que yo pensaba que conocía cobraban de repente una vida distinta al ser interpretadas por esa gente mayor.

En un momento dado del espectáculo, Eileen Hall, una nonagenaria de origen británico, se puso ante el micrófono y acometió el comienzo de la canción “Should I Stay Or Should I Go?” de los Clash.

El público ―mayoritariamente veinteañero o treintañero― se quedó pasmado cuando se puso a cantar a grito pelado. Y yo también: ella estaba cantando, pero no acerca de relaciones afectivas sino acerca de la vida y la muerte, dándole a la letra otro significado. Me quedé enganchado: ésa era la película que yo sabía que tenía que hacer.

Yo siempre había querido hacer una película acerca de la gente mayor y me pareció que allí había encontrado una forma muy novedosa e inusual de hacerla: crear una especie de ópera rock que trastocara todas las ideas convencionales acerca de la gente mayor. Decidimos que la película fuera una mezcla poco usual de documental y vídeos musicales, interpretando canciones como “I wanna Be Sedated”, de los Ramones, o “Stayin’ Alive”, de los Bee Gees.

En marzo de 2006 estábamos en Northampton, Massachusetts, rodando CORAZONES REBELDES (YOUNG@HEART) cuando el coro estaba empezando a ensayar nuevas canciones para un próximo espectáculo.

I Feel Good
Supe que aquello era algo especial cuando el director del coro, Bob Cilman, eligió a Stan Goldman y Dora Morrow para que empezaran a trabajar en la canción “I Feel Good”, de James Brown. Stan es un septuagenario que padece un doloroso trastorno espinal que apenas le permite caminar, y Dora es una tatarabuela octogenaria.

Desde el primer momento, me impresionó cómo Bob, un jovenzuelo de 53 años, trataba a todos los miembros del coro con dureza profesional. No se trataba de una sesión de karaoke, sino de un muy disciplinado y asombrosamente talentoso grupo de cantantes que estaban haciendo una aportación única a la música rock.

Veinticuatro nuevos abuelos
Durante las siguientes semanas, me fui sintiendo como si hubiera encontrado veinticuatro nuevos abuelos, excepto que no se parecían en nada a ninguno de los abuelos que yo había visto hasta entonces. Personas como Eillen Hall, la nonagenaria más ligona que he conocido (¡incluso lo intentó con mi sonidista!), o como Fred Knittle, un maravilloso octogenario que, a pesar de que para respirar necesitaba una bombona portátil de oxígeno, tenía la voz de bajo más hermosa que he oído en mi vida. Su interpretación de la canción de Coldplay “Fix You” fue uno de los momentos más conmovedores de la película y fue vista un millón de veces en Youtube.

Rompiendo estereotipos
Desde el principio me propuse que la película ofreciera un fuerte sentido de cercanía con los miembros del coro, y Steve Martin, de 78 años, me recompensó sobradamente cuando me ofreció que le entrevistara prácticamente desnudo en la ducha. Además, rompió algunos estereotipos acerca del sexo cuando se es mayor. “No, joder”, me dijo. “Es mejor. Se tarda más y te diviertes más”.

La realidad de filmar a gente mayor
Desde que el coro empezó su actividad en 1982, habían ido falleciendo casi setenta personas y no quedaba ninguno de los miembros del principio. Durante el rodaje de la película, fallecieron dos. Uno de ellos, Bob Salvini, era uno de los antiguos integrantes, que se había reincorporado tras un periodo en que tuvo que dejarlo por enfermedad. A las pocas horas de su fallecimiento, el coro actuó en una cárcel, ante los reclusos. En una extraordinaria escena, cantaron el “Forever Young” de Dylan, como homenaje a su antiguo compañero. Nuestras cámaras captaron los rostros de los reclusos, hombres endurecidos, profundamente conmovidos por la experiencia de estar ante toda esa gente mayor que cantaba para ellos. Fue un momento excepcional en el rodaje de un documental, y ninguno de nosotros podrá olvidarlo.

A los cuatro días, otro miembro del coro, Joe Benoit, murió de repente. Yo le había entrevistado precisamente una semana antes, y me dijo que se había sometido a seis tratamientos de quimioterapia, que habrían acabado con mucha gente. Joe era una auténtica estrella, un hombre con un delicioso sentido del humor, que no había hecho caso de las advertencias del médico para que no hiciera la gira en el extranjero con el coro Young@Heart. Su voz tenía un registro asombroso y una fuerza que todavía es más notable teniendo en cuenta lo enfermo que debía de estar.

La gran noche
A pesar de la terrible noticia, el coro decidió seguir adelante con su espectáculo y honrar la memoria de sus dos amigos. El resultado fue increíble. Esa noche, el público captó los sentimientos de todos y ovacionó en pie la canción final, una jubilosa interpretación del éxito de rythm and blues de Allen Toussaint “Yes We Can Can”, cuya letra resume como ninguna la filosofía de este extraordinario grupo de personas cuyos cuerpos pueden haber envejecido pero que se niegan a que su espíritu envejezca.