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  Vals con Bashir  (Waltz with Bashir)
  Dirigida por Ari Folman
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Waltz with Bashir es una película de animación israelí que retrata mediante impactantes dibujos la fragilidad de la memoria, el olvido y el papel que como militar le tocó jugar a su director y guionista Ari Folman en la guerra de Líbano a principios de los años ochenta.

Sección Oficial a competición en el Festival de Cannes 2008.


Entrevista con Ari Folman

P: ¿La película se basa en su experiencia?

R: Es mi historia personal. La película empieza el día que descubrí que algunas partes de mi vida se habían borrado de mi memoria. Los cuatro años que trabajé en VALS CON BASHIR me provocaron un violento trastorno psicológico. Descubrí cosas muy duras de mi pasado y, sin embargo, durante esos cuatro años, nacieron mis tres hijos. Puede que lo haya hecho para mis hijos. Para que, cuando crezcan y vean la película, les ayude a saber escoger, a no participar en ninguna guerra.


P: ¿Realizar VALS CON BASHIR fue como una terapia?

R: La búsqueda de recuerdos traumáticos enterrados en la memoria es una forma de terapia. La terapia duró lo que la producción de la película, cuatro años. Durante este tiempo, pasaba de la depresión más absoluta, fruto de los recuerdos que me volvían a la memoria, a la euforia más desbordante por hacer una película de animación innovadora, que iba mucho más rápido de lo que había esperado. Si fuera un loco de la psicoterapia, diría que realizar la película me ha transformado profundamente.


P: ¿Todos los personajes entrevistados en la película son reales?

R: Siete de nueve. Por razones personales, Boaz (el amigo que soñaba con los perros) y Carmi (el amigo que vive en Holanda) no han querido que aparezcan sus nombres verdaderos. Pero sus testimonios son reales.


P: ¿Conoce a más gente que haya pasado por la misma experiencia?

R: Claro, no soy el único. Creo que miles de ex soldados israelíes han enterrado sus recuerdos en lo más profundo de su memoria. Algunos podrán vivir así siempre. Pero existe el peligro de que explote en cualquier momento, y en ese caso los daños son imprevisibles. Lo llaman estrés postraumático.


P: ¿Cuál fue su primera intención, realizar un documental o una película de animación?

R: Siempre lo imaginé como un documental de animación. Ya había realizado varios documentales, y me entusiasmó lanzarme a este proyecto. Mi primera experiencia con la animación fue con una serie documental, “The Material Love is Made of”. Cada episodio empezaba con tres minutos de animación durante los que unos científicos evocaban la “Ciencia del amor”. Era animación Flash básica, pero funcionó tan bien que siempre pensé en llevar el mismo proceso a un largometraje.


P: ¿Puede decirse que el proyecto se concibió como un documental de animación?

R: Sí, VALS CON BASHIR siempre fue un documental de animación. Hacía varios años que había tenido la idea, pero rodarlo en imágenes “reales” no me convencía. ¿Qué habría sacado? Un hombre de cuarenta años entrevistado sobre fondo negro, contando historias de hace 25 años, sin una sola imagen de archivo para ilustrar sus palabras. Habría sido un aburrimiento. Por eso la animación me pareció la única solución, porque concede una gran libertad imaginativa. La guerra es muy irreal, la memoria es muy ladina, más valía hacer semejante viaje con la ayuda de buenos grafi stas.


P: ¿Cómo crearon la animación de la película?

R: Primero rodé VALS CON BASHIR en vídeo en un estudio y se montó como un largo de 90 minutos. A partir de ahí, realizamos un storyboard que desarrollamos con 2.300 dibujos y que animamos posteriormente.

El director de animación, Yoni Goodman, creó el estilo de animación en nuestro estudio, el Bridgit Folman Film Gang. Es una mezcla de animación Flash, de animación clásica y animación 3D. Es importante dejar claro que no se usa el rotoscopio, en el que se vuelve a pintar la imagen de vídeo. Cada dibujo se creó desde cero gracias al magnífico talento del director artístico David Polonsky y de sus tres asistentes.


P: ¿Qué siente hoy acerca de la matanza de Sabra y Chatila?

R: Lo mismo que antes. Es lo peor que puede pasarle a un ser humano. Estoy seguro de que los falangistas cristianos fueron los responsables de la masacre. Los militares israelíes no dieron ninguna orden. Pero el gobierno israelí sabe hasta dónde alcanza su responsabilidad; estaba al corriente de esta masacre premeditada.


P: ¿Y la guerra?

R: He rodado VALS CON BASHIR desde el punto de vista de un soldado cualquiera, y solo puede concluirse que la guerra es terriblemente inútil. No tiene nada que ver con las películas estadounidenses. No tiene nada de glamouroso ni de glorioso. No son más que hombres muy jóvenes, que no van a ninguna parte y que disparan contra desconocidos, les disparan desconocidos, y que vuelven a su casa intentando olvidarlo todo. Algunas veces lo consiguen. Pero no ocurre en la mayoría de los casos.


P: ¿Cómo cree que reaccionará el público israelí?

R: Siempre me ha parecido muy difícil anticipar la reacción del público ante cualquier película. Eso sí, no es ninguna noticia para los israelíes decirles que la invasión de Beirut oeste en 1982 era inútil y no servía de nada. Es una enorme mancha negra en nuestra historia. Incluso estoy dispuesto a apostar que Ariel Sharon, actualmente en coma, habría dado lo que fuera para reescribir la historia e impedir esta expedición sin sentido que tanto defendió. Por ese lado, no creo que nadie diga: “¿Cómo se atreve a decir que no debimos estar?” Puede que el modo en que se presenta el ejército moleste más al público israelí. La película carece de momentos gloriosos. Todas las personas entrevistadas son más bien antihéroes, excepto uno, el periodista Ron Ben-Yishai, pero no es un soldado.

Puede parecer que una película de animación moleste menos a las personas que no aprueben cómo se presenta al ejército.


Biografía de Ari Folman
A mediados de los años ochenta, después de hacer la mili en el ejército israelí, hizo realidad un sueño, el de dar la vuelta al mundo. A las dos semanas de marcharse y en el segundo país, se dio cuenta de que no era lo suyo. Se instaló en una pensión del sudeste de Asia y empezó a escribir cartas a sus amigos en las que se inventó una vuelta al mundo. La experiencia le convenció para estudiar cinematografía.

Su película de fin de curso, COMFORTABLY NUMB (1991), en la que cuenta de forma cómica y absurda la experiencia de sus amigos y parientes durante los ataques de los misiles iraquíes en la Guerra del Golfo, ganó el Premio al Mejor Documental del Año.

Entre 1991 y 1996 realizó varios documentales para la televisión israelí, sobre todo en los territorios ocupados. En 1996 escribió y dirigió CLARA HAKEDOSHA (SANTA CLARA), un largo basado en una novela del escritor checo Pavel Kohout. La película fue galardonada con varios premios en Israel, Mejor Película y Mejor Director, entre otros. También ganó el Premio del Público en el Festival de Berlín.

A continuación realizó varias exitosas series documentales y un segundo largo de ficción, MADE IN ISRAEL (2000), un cuento futurista acerca de la búsqueda del último nazi.

Su primera incursión en el mundo de la animación surge con la serie documental “The Material That Love is Made of” (2004). En los tres primeros minutos animados de cada capítulo, unos científi cos exponen sus teorías acerca de la evolución del amor.


La guerra del Líbano
En junio de 1982, el ejército israelí invadió el sur del Líbano como represalia por los continuos bombardeos infligidos a las poblaciones del norte de Israel desde aquel país. El gobierno israelí pensaba ocupar una franja de seguridad de 40 kilómetros, impidiendo así que los misiles palestinos alcanzasen Israel. Pero Ariel Sharon, el entonces ministro de Defensa israelí, desarrolló un plan tan imaginativo como fantástico: se trataba de ocupar Líbano hasta el mismo Beirut. Eso permitiría a su aliado cristiano Bashir Gemayel convertirse en presidente del Líbano, así como erradicar la amenaza al norte de Israel y consolidar sus posiciones contra Siria, país fronterizo con Líbano y que Israel siempre ha considerado como su peor enemigo. El gobierno aprobó una penetración de 40 km de profundidad, pero el ejército israelí

A la semana habían tomado Líbano y estaban a las afueras de Beirut. Pero entonces surgieron varias preguntas: ¿Qué hace el ejército en una capital extranjera, lejos de su casa? ¿Por qué mueren soldados israelíes a diario en acciones bélicas que poco tienen que ver con la protección de la frontera norte de Israel? El paralelismo con la guerra de Vietnam era inevitable.

En agosto, a los dos meses de estallar la guerra y con el ejército israelí todavía a las puertas de Beirut esperando la orden de entrar en la ciudad, se firmó un tratado con los palestinos por el que todos los combatientes palestinos serían evacuados por barco a Túnez. A cambio, Israel retiraría sus tropas. Esa misma semana, Bashir Gemayel, comandante en jefe de la milicia cristiana falangista, fue elegido presidente del Líbano. Además de ser un hombre joven, elegante, apuesto, con mucho carisma, era muy admirado por las milicias cristianas y sus familias. También era apreciado por los líderes israelíes. El nombramiento de Gemayel debía asegurar una relativa tranquilidad en la tensa frontera entre los dos países.

Pero Bashir Gemayel fue asesinado mientras daba un discurso en la sede falangista de Beirut Este. Nadie reivindicó el atentado, pero se cree que fue obra de facciones sirias y palestinas.

Esa misma tarde, las tropas israelíes penetraron en una zona de Beirut Oeste, poblada mayormente por refugiados palestinos, y rodearon los campos de Sabra y Chatila. Al atardecer, un gran número de tropas falangistas, empujadas por el deseo de vengar la muerte de su amado líder, empezaron a llegar a la zona. Cuando cayó la noche, las tropas falangistas entraron en los campos de Sabra y Chatila, ayudadas por los soldados del ejército israelí. Supuestamente iban a limpiar los campos de combatientes. Sin embargo, apenas quedaban combatientes, ya que habían sido evacuados a Túnez dos semanas antes. Durante dos días seguidos se oyeron los tiros desde los puestos israelíes. Al tercer día, el 16 de septiembre, las mujeres palestinas consiguieron salir y se precipitaron hacia los soldados israelíes que les cerraban el paso. Hacía tres días que los falangistas masacraban a los habitantes de los campos. Mataron sin piedad a hombres, mujeres y niños. Se ha hablado de 3.000 víctimas aunque, hasta la fecha, se desconoce el número exacto.

Las protestas espontáneas de cientos de miles de israelíes obligaron al gobierno a crear un comité de investigación y a estudiar la responsabilidad de las autoridades políticas y militares. El comité culpó al ministro de Defensa, Ariel Sharon, por no haber parado el horror cuando se le puso al corriente de la masacre. Fue obligado a dimitir y se le prohibió volver a ocupar el cargo de ministro de Defensa. Sin embargo, fue elegido primer ministro veinte años después.