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  Celda 211  Dirigida por Daniel Monzón
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Thriller de acción, protagonizado por Luis Tosar, Alberto Ammann, Antonio Resines, Marta Etura y Carlos Bardem entre otros.

A partir de la novela homónima de Francisco Pérez Gandul, Jorge Guerricaechevarría y el propio realizador, Daniel Monzón, han elaborado el guión de la historia.


Unas notas del director
Cuando "Celda 211" cayó en mis manos, me la leí de un tirón y supe que quería llevarla a la pantalla. La novela tenía un contundente punto de partida, un universo poderoso, reconocible y humano y estaba construida sobre una tensión asfixiante con algunos giros memorables. Como película, constituía un reto narrativo de primer orden, dejaba poco margen a otra cosa que no fuera despojar la puesta en escena de artificio y poner la cámara al servicio de los personajes. Había por tanto que conseguir un reparto a prueba de bombas. A película terminada, me es difícil imaginar actores más sólidos y adecuados. Empezando por el dúo protagonista, la banda de presos, el grupo de funcionarios y cada uno de los figurantes entregados en cuerpo y alma a esta aventura.

Por mucho que "Celda 211" fuera ficción, el primer paso para recrear una historia ambientada en la supuesta realidad de la cárcel era conocer lo que escondía ese mundo tan cercano a todos nosotros y a la vez tan remoto. A la hora de escribir el guión, Jorge Guerricaechevarría y yo teníamos que saber de lo que hablábamos, incluso para saber dónde mentíamos. Durante el año que nos llevó la escritura, conversamos, visitamos, vivimos y respiramos cuanto pudimos con presos, parientes de presos, funcionarios y educadores cuyo día a día era la cárcel. Todos nos abrieron su mundo con una hospitalidad tan sorprendente como comprensible. Cuando uno vive entre cuatro paredes alejadas del mundo, significa un alivio comunicarse con el exterior… Nos dimos cuenta de que el universo cerrado de la cárcel reflejaba en esencia la misma sociedad que lo genera, aunque de forma condensada. Como nos dijo un preso en la cárcel de Valdemoro, "el mundo de aquí dentro es exactamente igual que el de fuera, sólo que en mp3". Y casi sin pretenderlo, a partir de nuestras visitas carcelarias –hablar de "inmersión" sería insultante para cualquiera que haya pasado una sola noche ahí dentro- nuestra versión de la historia iba cobrando cierta calidad de parábola…

La primera intuición que tuve sobre el estilo de esta película es que debía ser cercano al de un documental. El proceso de desarrollo del guión me confirmó esa idea. Esta historia sólo cobraría su fuerza si se recreaba desde una ilusión de autenticidad. Debía ser rodada con el brío de un motín, cámara en mano y en un espacio real, teníamos que encontrar una cárcel cuya energía se nos metiera a todos en los huesos. Gracias a Instituciones Penitenciarias, tuvimos a nuestra disposición un penal cerrado desde hacía doce años que el equipo artístico estuvo devolviendo a la vida durante meses de desescombro y reconstrucción.

Paseando por las galerías, patios, celdas y recovecos de la prisión provincial de Zamora, el guión se iba adaptando como un camaleón a los espacios; la disposición de las rejas, las escaleras, los muros, la forma de las celdas nos iban dictando cada uno de los encuadres, y el poder que destilaba el lugar casi les hablaba a los actores de cuáles debían ser sus actitudes y movimientos. A veces parecía que era la propia cárcel la que exigía la puesta en escena, reescribía el ritmo de las secuencias, indicaba con voz muy clara cada emplazamiento de cámara… Evité echar mano de ideas preconcebidas, prescindí de story board y huí de una planificación rígida. Todos nos dejamos llevar por la energía del lugar, y por las presencias de unos extras que, tal y como la película requería, en más de un caso habían sido reclusos de esa misma cárcel y, en otros, aún lo eran de tercer grado. Toda esta experiencia no fue dura, claustrofóbica o irrespirable, más bien todo lo contrario, un tiempo creativo y estimulante.

Más que una película de género, "Celda 211" es una tragedia en toda regla. En el sentido más clásico. La tragedia que cualquiera de nosotros viviría en una situación tan extrema como la que sufre Juan Oliver. Una historia del fatum, "de lo que es inexorable", de cómo girar una esquina en lugar de otra puede cambiar tu vida para siempre. Aunque el corazón de esta "Celda 211" es la relación de amistad al borde del precipicio entre Juan y Malamadre, dos hombres que no podrían habitar puntos más alejados de la existencia, pero que el giro del destino hermana en apenas un puñado de horas. Y les golpea como un huracán. Juan descubre que estar en un lado o el opuesto no es tanto una elección moral como una mera conjunción de circunstancias. Y que todo es relativo, el hecho de haber matado no está reñido con la integridad, y actuar como un guardián de la ley no está reñido con ser un hijo de perra. El viaje de Juan lo hace el espectador. Y el motivo por el que conmueve es porque hurga en una llaga que duele como pocas, la que nos habla de la fragilidad, de que en la vida pendes de un hilo.