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  Forasteros  (Forasters)
  Dirigida por Ventura Pons
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Forasters está basada en la obra del mismo título de Sergi Belbel.

Con Forasters, Ventura Pons adapta por tercera vez un texto de Belbel tras Carícies (Caricias) que en 1997 supuso la internacionalización del cine del director catalán y Morir (o No) rodada en 1999.

Forasters (Forasteros) cuenta con un reparto encabezado por Anna Lizarán (la gran dama del teatro catalán que repite con Ventura Pons después de El perquè de tot plegat, Actrius y Morir (o No)) y muy especialmente con el debut en la gran pantalla del popular actor Joan Pera, en un rol dramatico. Un extenso elenco de jóvenes actores: Dafnis Balduz, Aida Oset, Nao Albet, Georgina Latre … complementan el reparto entre los que destacan Pepa López, Joan Borràs, Manel Barceló y Roger Príncep (nominado a los Goya por su interpretación en El Orfanato).

Producida con la colaboración de TV3 (Televisió de Catalunya), Joan Minguell firma la fotografía en HD, compone la música Carles Cases, Maite Fontanet es la directora de producción y David Martí y Montse Ribé (DDT) ganadores de un Oscar son los responsables de la caracterización.


Ficha artística

Siglo XX:
Emma: Anna Lizaran
Francesc: Joan Pera
Joan: Joan Borràs
Josep: Dafnis Balduz
Anna: Aida Oset
Vecina: Pepa López
Manuel: Roger Príncep
Salva: Toni Muñoz

Siglo XXI:
Anna: Anna Lizaran
Francesc: Joan Pera
Josep: Manel Barceló
Manuel: Santi Pons
Marc: Nao Albet
Rosa: Georgina Latre
Patrícia: Marieta Sanchez
Alí: Daniel Dantas
Ahmed: Xevi Camps


Mi tercer Belbel
Después de haber adaptado para el cine dos obras de Sergi Belbel, Carícias en 1997 y Morir (O No) en 1999, vuelvo casi una década después a proponerme una película, Forasteros, basada en un texto suyo. Las dos primeras experiencias fueron, a mi parecer, muy exitosas, y las recuerdo con mucha emoción. Sus textos me permitieron desarrollar un tipo de narración cinematográfica nada convencional, que me atrae mucho, con unos resultados que me ayudaron a posicionar mi cine internacionalmente. Creo que para muchos espectadores del mundo hay un antes y un después de mis primeras versiones de Belbel.

¿Que me aporta Belbel que encuentro tan interesante? Normalmente, cuando hablo de mis películas, siempre cito en primer lugar el interés por las historias que escojo, pero en Belbel, además de ser esto cierto, también lo es el hecho que me fascinan particularmente sus planteamientos narrativos. Carícias me permitió establecer una ronda discontinua que a los setenta minutos de la película volvía al principio donde, implícitamente, ya estaba planteado el final. En mi versión de Morir (O No) pude radicalizar su propuesta al establecer dos narraciones opuestas, muerte en la primera parte, vida en la segunda. Blanco y negro, desazón, cámara angustiosa, secuencias sin un nexo aparente versus color, fabulación, escritura clásica, narración lineal. Ahora, Forasteros me permite el juego del hombre, su historia, la ciudad… confrontado con el paso del tiempo, este juego de ir hacia delante y hacia atrás, siempre apasionante ya que ofrece a la vez densidad, volumen y agilidad narrativa. Un juego muy cinematográfico, por otro lado.

Y ahora vayamos por la/s historias. Una familia vista a través de dos épocas, entre las que han transcurrido cerca de cuarenta años. Una familia disfuncional marcada por el mal feo, como se decía en los años de mi infancia, el cáncer y la muerte. Una familia en descomposición donde los personajes se pelean, se maldicen, se odian y niegan a sus predecesores todo lo que, inevitablemente, antes o después, acabarán repitiendo. Una familia marcada por la relación de rechazo, de amor y de odio con los demás, los vecinos del piso de arriba, esos extraños venidos de tierras lejanas, Andalucía en los años sesenta, Marruecos en la actualidad, que también formarán parte de este juego de repeticiones de la vida, en que se convierte Forasteros. Y sobretodo una familia marcada por la desaparición y la pérdida, por el cáncer y la muerte. Todo esto envuelto, más que nunca, con las obsesiones presentes en casi todos los textos de Belbel, esas madres posesivas hasta la extenuación, esos hijos acomplejados con su propia existencia, que rechazan la idea de la homosexualidad escondida, esa desoladora falta de entendimiento entre generaciones… En fin, una temática densa, dura, un vistazo, ( Feldman, dixit ) al presente y al futuro en una relación con el pasado, una reflexión sobre donde hemos estado y hacia donde vamos que se puede servir, tal como he pretendido, con cuchara y tenedor bajo la forma de un melodrama, género que no se si he conseguido, pero que de todas formas me ha gustado mucho probar.

¿Hasta que punto todo es una metáfora o un símbolo de nuestra sociedad? ¿A fin de cuentas no somos nosotros forasteros de nosotros mismos? Mi amigo Benet y Jornet cree que en Forasteros la consciencia del tiempo es sentida desesperada y trágicamente, en el momento exacto de la deslumbrante lucidez, del reconocimiento y de la desquebrajada aceptación de la tragedia, de la aceptación de ese monstruo que puede considerarse el tiempo; cuando la muerte, punto final, ya abre la boca para devorarnos. No me considero un narrador pretencioso, pero si que me gusta que mis películas tengan mucha sustancia donde el espectador pueda encontrar mi placer por adentrarme en temáticas no demasiado habituales en el cine, pero que puedan emocionarlo especialmente como me pasa a mi mismo.

Acabo con el agradecimiento a toda la gente que me ha acompañado en esta aventura, a todo el equipo técnico, pero muy especialmente a sus interpretes, destacando a la gran Anna Lizaran que nos enseña brutalmente el dolor, y a Joan Pera, que se arriesga a volver a unos registros que le conocía bien, pero que los llevaba escondidos debajo de su gran humanidad de artista.




Ventura Pons (guionista, director y productor)
Después de una década como director teatral, en la que dirigió una veintena de espectáculos, rodó su primera película en 1977, Ocaña, retrat intermitent (Ocaña, retrato intermitente), por la que fue seleccionado oficialmente por el Festival de Cannes de 1978. Tras veinte largometrajes, dieciocho de ellos producidos con su compañía Els Films de la Rambla, S.A. fundada en 1985, se ha convertido en uno de los directores más conocidos de Cataluña. Su obra se programa continuamente en los mejores Festivales Internacionales, destacando la Berlinale, donde ha conseguido su presencia consecutiva durante cinco años, y a la vez ha sido estrenada en numerosos países.

Ha sido homenajeado en los Festivales de Bogotá, Tesalónica, Belgrado, Dijon y Luxemburgo y han presentado retrospectivas de su filmografía, entre otros, el ICA (Institute of Contemporary Arts) de Londres, el Lincoln Center de Nueva York, los Festivales de Cine de Buenos Aires, Varsovia, Valdivia y Estambul, la American Cinematheque de Los Ángeles, las tres Cinematecas de Israel; Jerusalén, Haifa y Tel-Aviv y los Institutos Cervantes de Estocolmo, Damasco, Amman y Beirut. Ha sido Vice-Presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España y actualmente es consejero de la SGAE y patrono de la Fundación Autor. Ha recibido el Premio Nacional de Cine de la Generalitat de Catalunya, un Premio Ondas, el Premio Ciudad de Huesca, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y la Cruz de Sant Jordi.