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  Las horas del verano  (L' Heure d'été)
  Dirigida por Olivier Assayas
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Festival Internacional de Edimburgo 2008. Sección Director's Showcase.


Entrevista con Olivier Assayas

P: El guión de la película está inspirado en una iniciativa del Museo de Orsay (París). ¿Fue esto una presión durante el proceso de escritura?
R: De ninguna manera. Al principio, el Museo de Orsay quería unir el cine a la celebración de su veinte aniversario ofreciendo carta blanca a cuatro directores de carreras muy distintas. Estos cuatro cortometrajes debían ser unidos en una sola película. Por razones técnicas, el proyecto debió ser abandonado. Lo que permaneció fue el primer destello que nos inspiró a mi colega Hou Hsiao Hsien y a mi: los personajes, un marco que era demasiado grande para un cortometraje desde el principio y que, una vez que el filme cambió su contexto inicial, se convirtió en algo totalmente autónomo.

Para mí, la relación entre la obra y el museo y entre el visitante del museo y los objetos expuestos, fue el estrato geológico más bajo, determinando mi exploración personal sobre un tema universal. Muchas otras capas fueron aplicadas más tarde, siguiendo el mismo proceso de creación de cada una de mis películas.

P: Su drama familiar deja cierta aire Chekhoviano. ¿Es usted un director "literario"?
R: Siempre he estado interesado en la estructura de una novela. Pero "literario" a menudo se refiere al siglo XIX, a la novela clásica, aun y cuando he estado influenciado por la literatura contemporánea. Mi relación con la escritura en las películas es más bien literaria que escénica. Y desde esta perspectiva, no tengo problemas con ser literario. Admiro mucho a Chekhov. Estoy tentado a decir: como todo el mundo. Cuando estábamos rodando, a veces les decía de broma a los actores que nuestra película era el eco distante de "El jardín de los cerezos" aunque hace mucho que no he visto la obra de teatro…

P: Ha vuelto a juntar tres generaciones delante de la cámara, después de su saga familiar "Les destinées". ¿Qué le interesa sobre estos temas de familia?
R: Cada uno tiene su propia relación con la familia y, de alguna manera, conoce sus dinámicas internas. Como resultado, puede ser fácilmente superpuesto a otro contexto y mantenerse real. Aunque mis relaciones con mi familia no son las mismas que las de la película, inevitablemente aparecen ecos autobiográficos. La reacción que causó en cada uno de los actores es otro punto a tener en cuenta. Existe la película que escribí y la película que rodé. Permití a los actores inventar sus personajes, en base a sus propias experiencias. Cuando tratamos con un tema simple, universal, todo el mundo tiene algo auténtico con lo que contribuir.

Además, siento que no había hecho nunca una película de verdad sobre la familia antes de "Las horas del verano". "Les destinées" era una película sobre un período concreto de tiempo adaptada de un libro de Jacques Chardonne. Es más su mundo que el mío, más su era que la nuestra. Con "Las horas del verano" pude hablar sobre la relación entre hermanos y hermanas, en el presente.

P: "Las horas del verano" está situada en una vena menos "globalista" que sus filmes recientes. ¿Por qué regresa a una historia más intimista en este momento de su carrera?
R: La película llega después de una trilogía que no había sido concebida como tal, estructurada alrededor de una sociedad internacionalizada. Con "Demonlover", "Clean" y "Boarding Gate" quería contar historias sobre el mundo de hoy, donde las culturas y las lenguas se mezclan, donde el movimiento de la gente está determinado –como siempre lo ha estado- por el movimiento de las mercancías y el dinero. No tenía ni idea de que esto me distanciaría tanto de la temática original y los valores establecidos del cine francés. Quería regresar a casa por un tiempo, aunque deba marcharme de nuevo más adelante. Ésta es la razón por la que acepté el proyecto del Museo de Orsay inmediatamente. Era una oportunidad para regresar al tema de mi pasado, mi historia y mis raíces. Lo escribí al darme cuenta que mi madre no viviría para siempre. Murió el año pasado. A causa de ello me vi obligado a repensar el filme, que había tomado un gran significado para mi.

P: Al mismo tiempo, la globalización está presente, en las profesiones de Jérémie y Adrienne, que los llevan al extranjero…
R: Cierto. Aun y así veo diferencias entre la carrera de una artista como Adrienne (Juliette Binoche), que ya no piensa en bordes geográficos, y la de su hermano Jérémie (Jérémie Renier) que es parte de un movimiento, parte de la historia de la economía moderna –la misma economía en la que Frédéric (Charles Berling) no cree.

En Europa, hay mucha abdicación entre los ejecutivos de ventas/técnicos que se identifican con la cultura y valores del libre mercado anglosajón, aprendido bien en escuelas de negocios francesas o americanas. Estos modernos ejecutivos, la actual baja hasta media burguesía, son a menudo los jugadores más activos de la sociedad. Desprecian su propia historia, y muy en el fondo, su propia identidad. Soy muy escéptico acerca de este desarrollo, que me parece negativo. Quería contar una historia de una familia que tiene raíces en el pasado pero con ramificaciones en el presente. ¿Qué pasa cuando una generación toma el mando de la posterior? La globalización es tanto un fenómeno humano como económico, que implica transformaciones en la existencia social de los individuos. En la mayoría de divisiones de la industria contemporánea, un ejecutivo deberá tratar con el tema de ser trasladado, donde sea que su profesión haya sido desplazada de acuerdo con el nuevo flujo de conocimientos y saber. Esto tiene consecuencias en términos de transmisión, historia e identidad.

Las formas antiguas o tradicionales de la familia se están transformando. Ya no es la cuestión de luchar para poseer la herencia familiar, sino saber como deshacerte de ella. ¿Cómo puede este pasado, que ya no representa mucho, echársenos encima?¿Qué hacemos con él? Lo que me interesa sobretodo en la película no es tanto el valor material de las cosas sino su valor simbólico.

P: ¿Es la casa familiar, en su permanencia, uno de los personajes de la película?
R: Sé que no es muy original, pero estoy convencido que los lugares tienen alma. La casa materializa la unión entre los personajes y, de alguna manera, lo que se pierde entre ellos es este link. Generación tras generación, algo se ha ido dejando en esta casa, capa a capa, estrato a estrato. Cuando se ha ido, algo que unía a los personajes se deshace, desaparece, se convierte en un vacío. La casa está en el corazón de la película, tanto como un sitio físico como parte del flujo de identidad.

P: Ésta es su tercera película con Charles Berling. ¿Qué es lo que más aprecia de él?
R: La relación humana es lo más preciado para mí con los actores. Diría lo mismo con cualquiera de los que trabajaron en la película. Es importante para mi que los actores absorban lo que el personaje y la historia explican, sobretodo haciéndoselo propio, y provocando que se transmita con su propia sensibilidad. He querido trabajar con Charles Berling en diferentes momentos de mi carrera. Tiene una capacidad única de transformarse, explorando tanto en el cine como en el teatro las diferentes facetas de su personalidad: es también de esta manera, creo, que yo afronto la escritura de un filme.

P: Tenemos la impresión que él es su alter ego en la película…
R: ¡Estoy forzado a enfrentarme a esta pregunta después de tres películas juntos! Sin duda Charles Berling es en "Las Horas del Verano" el representante de mis propias dudas. Como pasa a menudo en mis películas, hay un poco de mi en todas ellas, en dosis aleatorias. En el filme hay un poco de mi en Frédéric pero también en Adrienne y otros.

P: Usted es un director de movimiento. Aun así su película es sobre la memoria, que frecuentemente se considera fija.
R: No tengo sensación de nostalgia y hasta me siento incómodo con esta pregunta. Quería hacer una película sobre la transmisión, del pasado y de la manera que las cosas ocurren en un flujo, que es la dinámica de la vida. Intento controlar aquello que me hace recular, como por ejemplo el apego sentimental y natural a un lugar o historia. Pero el flujo de la vida, que trae cambios, es mucho más fuerte, verdadero y profundo que la melancolía que sientes cuando miras al pasado.

P: Aun así, la seriedad invade al adolescente en la parte final de la película…
R: Los adolescentes están atrapados de manera irresistible a un estado de transformación y auto-conocimiento. Pero, a la vez, están unidos a la cáscara en la que crecen. Siempre se sienten perturbados cuando los puntos que tenían por referencia y que parecían inamovibles, cambian. En la película, se sienten tristes por la pérdida de la casa familiar. Su memoria será más viva porque se transmite de una manera orgánica, no formulada. No tienen tiempo de entenderlo, de sentir el peso.

P: Sus películas también parecen haber seguido un ciclo y "Las Horas del Verano" reúne todos sus temas.
R: Lo que es nuevo para mi, en este filme, es que estoy con los adultos y con los adolescentes de una manera que parece indistinguible para mi. No sé si "Las Horas del Verano" es una suma de todo lo que la precedió pero sí que recapitula muchas cosas en un momento en que necesitaba hacerlo. Como en mi primera película "Desordre", era una especie de matriz, un autorretrato íntimo de ese período de mi vida: representaba todo lo que sabía del mundo hasta ese momento. Y donde hay intimidad, hay universalidad.

P: En "Finales de agosto, principios de septiembre", sus personajes parecían no querer cerrar el abanico de posibilidades que tenían. En "Las Horas del Verano" han crecido y deben afrontar lo inevitable…
R: Cierto. Mis personajes no tienen más remedio que convertirse en adultos. La generación anterior se ha ido. Ya no están protegidos de la madurez y del tiempo. De hecho, están justo en la línea de fuego. "Las Horas del Verano" trata de ello. Mis personajes ya no son felices viviendo sólo en el presente o repasando el pasado. Se hacen una nueva pregunta: ¿qué dejarán atrás? Esta vez tenía muy claro que quería volver a una cierta ligereza, una espontaneidad y facilidad que sentí cuando hice "Finales de agosto, principios de septiembre". Éste fue un período feliz para mí, seguramente porque pensé que era vulnerable y perecedero. Sabía que después haría "Les destinées", una producción complicada y dura. Era como si me estuviese preparando para escalar el Everest. Desde entonces me he arrepentido de todo lo que dejé atrás y he querido volver a ello. "Las Horas del Verano" me ha dado esta oportunidad.

P: "Las Horas del Verano" hace suyos los ritmos y tonalidades de las estaciones. ¿Cómo lo consiguió?
R: Cinematográficamente, cada capítulo de la película impuso su propio estilo. Cuando estamos con Hélène (Edith Scob), las cosas son más tranquilas. En la primera parte, intenté, tanto como me fue posible, capturar a la familia unida interactuando, bañada en luz, con todas las generaciones juntas. Después, cada uno se separa. No hay más partes de esa vida compartida en familia. Los niños y la naturaleza se han ido. Estamos con los adultos. Hemos dejado un mundo sensual para alguien que crece de una manera más difícil y oscura. Cuando los adolescentes toman el protagonismo, las estaciones han pasado. Vuelve a ser primavera. Me adapto a su ritmo, usando tomas largas con la cámara en mano, lo que no había sucedido en todo el filme. Seguimos sus movimientos, sus idas y venidas, su alegría. El grupo y la casa se fusionan en una coreografía pura que toma su tiempo.

P: Los objetos del legado familiar están cargados de emociones, tienen una presencia amigable dentro de la casa pero se convierten en estáticos, expuestos a todos aquellos que visitan el museo. Casi podríamos decir que están cautivos.
R: Quería hablar de cómo el arte nace de la vida y es embalsamado en los museos. Me gustan los museos pero las piezas que exhiben están como en un zoo. Cuando son creadas, viven, respiran y existen con el mundo. El museo les quita la luz. Usar las Artes Decorativas me ayudó a enfatizar esto. Una silla o un armario están hechos para participar en las vidas de seres humanos. En exposición, pierden su significado y su verdad. Experimenté de primera mano la anécdota que Frédéric explica sobre la visita a la colección privada de un pintor. Estaba con Francesco Clemente, uno de los grades artistas contemporáneos, a quien admiro muchísimo. Las obras estaban expuestas en una especie de apartamento-sótano sinistro en Suiza. Él mismo estaba horrorizado de encontrar una de sus obras allí. Hoy en día la pintura ha perdido parte de su alma en su frenética relación con el dinero.

P: ¿No es ésta una metáfora para Francia, que puede ser vista como un museo?
R: Hay algo rígido en Europa, algo estático, su aversión a participar en los movimientos del mundo. De todas maneras, los franceses están interesados en el mundo –toman parte de él, viajan. Pero hay una estructura –el país, la identidad- las semillas de la cual crujen cuando tiene que encajar en el flujo del mundo de hoy. ¿Estamos seguros de que estos flujos son deseables? ¿No sería mejor que nos sostuviéramos en aquello que hemos adquirido a lo largo del tiempo? Éste es el debate actual en Francia y está bien que lo mantengamos. ¿Qué roles debe jugar la historia, lo que se vive y la transformación del mundo? En Asia, en América Latina, y parcialmente todavía en Estados Unidos, podemos ver donde la historia se hace. En Francia la pregunta es ¿estamos haciendo historia? pero ¿qué hacemos con la historia de los otros?

P: Usted es un director que tiene mucho cuidado con la textura de sus imágenes. ¿Cómo fue trabajar con Eric Gautier, su director de fotografía?
R: Eric Gautier y yo dijimos ya muy al principio que acentuaríamos los movimientos de muerte y resurrección en el filme pero no quería usar la pintura o fotografía como punto de inicio. Él conoce mi pasión por Bonnard… Hemos hablado sobre él miles de veces. Así que, al contrario, lo dirigí hacia el corazón poético de la materia y le hice escuchar música: Folk inglés hippy de los años ’60 y ’70. Quería una nota que evocara espacio, naturaleza, melancolía, el paso del tiempo y de las estaciones. Al final, hay muy poca música en la película pero nunca ha sido tan sencillo para mi "colocarla" ya que es la música, como me pasa a menudo, la que me inspira. Sabía por adelantado que se fusionaría completamente con la película. Eché un vistazo a las composiciones de Robin Williamson and the Incredible String Band, un grupo hippy olvidado durante un tiempo pero que ha sido redescubierto. Su mezcla de tonalidades célticas y orientales evoca a un sentido infantil de sorpresa.

P: Usted combina los opuestos en esta película de nuevo. Su aproximación realista, anclada en el aquí y ahora, lleva a la estilización. En este aspecto usted es parecido a los directores asiáticos a los que admira. ¿Reconoce estas influencias como suyas propias?
R: La respuesta es muy sencilla: "Las Horas del Verano" es mi película más taiwanesa! Es como una esquizofrenia personal pero siempre me he sentido como un director taiwanés trabajando en Francia. Cuando empecé a rodar películas, las preocupaciones de Hou Hsiao-Hsien y de Edward Yang me afectaban, resonaban con las mías. Más tarde me interesé por el trabajo de Wong Kar Wai y Tsai Ming-Liang. Son más mi familia que el cine francés del momento en que empecé. Sentía que tenía muy poco que ver –en un sentido generacional- con los directores que empezaron al mismo tiempo que yo. Sus preocupaciones no eran las mías y hemos seguido caminos diferentes. Por extraño que suene, con mis amigos chinos sentía que podía tener, simbólicamente, un diálogo del que se me privaba aquí. Con "Las Horas del Verano" vuelvo a material muy local donde hay una relación con la naturaleza, tiempo y modernidad, los temas que comparto con Hou Hsiao-Hsien.




Juliette Binoche sobre su personaje
Adrienne es una rebelde. Quería quitarse de encima su pasado y el peso de su familia para así poder reinventarse. Es por esta razón que ella se marchó lejos, al otro lado del Atlántico. La distancia le permitió remodelarse. Está llena de contradicciones… Aun y sus turbulencias interiores, Adrienne tiene una relación cercana a su madre y continúa conectada a sus hermanos pero, por culpa de esta cercanía, necesita reafirmar su diferencia. El hecho de que se realice más en su trabajo que en su vida personal es lo que provoca que se mantenga distante. Revela su necesidad de romper con todo.

Cuando leí el guión, me gustó la idea de explorar las relaciones familiares y el tema de la herencia. ¿Qué es lo que heredamos? ¿A qué nos atamos en esta separación final? ¿Qué nos preocupa: el carácter que heredamos, lo material, los sitios donde crecimos, las relaciones familiares? Al final tuve la impresión que Adrienne toma la herencia creativa familiar (es una diseñadora reconocida). Al mismo tiempo, la muerte de su madre la deja en un abismo que la separa de sus hermanos.


Charles Berling sobre su personaje
Estaba trabajando en "Calígula" para el teatro cuando leí por primera vez el guión, que me impactó inmediatamente: la relación a la herencia, la cultura, el barbarismo, esas personas que borran por completo una historia artística y cultural. Es una película sobre la memoria, el lugar de la memoria que pasa de una generación a otra, lo que dejamos a los otros y el estado de Francia hoy en día.

Me atraen las pinturas y los objetos, el arte. A menudo hablo con mi hijo sobre este tema ya que, por su generación, es lógico que dejen atrás algunos valores, que los rechacen o se rebelen contra ellos. Entonces Olivier quiso que Emile, mi hijo, hiciera el papel de mi hijo en la película. Hubo un efecto espejo interesante.


Jeremie Renier sobre su personaje
Mi personaje es el más joven de la familia y, en cierta manera, quiere demostrar que es adulto. Dirige una compañía y tiene una familia. Tiene responsabilidades.

Como actor, me siento atraído a interpretar distintos personajes y a transformarme. Intento ver como se podría desarrollar el personaje. Así es como veo la profesión del actor: como una búsqueda que requiere que te pongas tú mismo en riesgo.

El filme de Olivier Assayas me tocó. Estudié el tema de la transmisión en un documental que hice sobre mi abuelo. Él ha muerto des de entonces. Quise también explorar inter-generacionalidad.

"Las Horas del Verano" es la historia de una ida con implicaciones universales. Hubo una verdadera alquimia en el grupo mientras filmábamos. Olivier Assayas es un director que presta especial atención a los actores. El lugar que ocupan los actores es el más importante para él. Nos deja la libertad para expresarnos y hacer sugerencias. Siempre está en un plano oculto permitiendo a sus actores preguntarse entre ellos.