Interpretada por Bertille Noël-Bruneau.
Entrevista con Luc Jacquet (director)
Un recuerdo de la infancia
P: Es 'Una amistad inolvidable' una forma de reencontrarse con su infancia en las montañas de Ain?
R: De pequeño me pasaba la vida recorriendo el bosque. Cogía mi mochila, un palo y me lanzaba a la aventura. Cualquier excusa servía para internarme en la Naturaleza... las setas, las nueces, las moras, ver el Mont Blanc desde la cumbre de una montaña. Empecé a crear un mundo para mí solo, donde levantaba la cabeza y podía disfrutar mirando y escuchando cantar a los pájaros. ¡Un día me encontré con un zorro y treinta años después he hecho una película sobre ese encuentro!
Todo empieza con una emoción muy sencilla: el encuentro con un animal salvaje, que va desarrollándose hasta tomar la forma de un cuento. Resulta difícil contarle a alguien que un acontecimiento tan banal como ese puede marcar a una persona para siempre.
Hace mucho tiempo que quería contar ese encuentro que sigue increíblemente vivo en mi memoria. Y por fin llegó el momento de compartirlo, y mostrar el lugar donde crecí, las montañas de Ain.
P: ¿Recuerda su primer encuentro con el zorro?
R: Nunca podré olvidarme de ese momento. Era primavera, la estación de mis setas favoritas, las setas de San Jorge. Entre en un gran claro rodeado de abetos. El zorro no me había visto ya que estaba concentrado en cazar. Nunca había observado a ninguno durante tanto tiempo. Y sentí la incontrolable necesidad de acercarme a él. Cada paso que me acercaba a él era un triunfo. Cuanto más cerca estaba más miedo me daba que saliera corriendo. Lo recuerdo perfectamente. Aún hoy siento la misma emoción de aquel día. Se volvió y me miró con una intensidad que me estremeció y después desapareció. Esa es la primera escena de la película.
P: Y tal y como se ve en la película, ¿se miraron a los ojos?
R: Fue un momento en el que el tiempo pareció pararse. Me encantó ese momento de enorme tensión. ¿Por qué se quedó un momento a pocos pasos de mí? Tendría que haber salido corriendo. La regla se había roto, pero en el espacio de un segundo, se produjo un intercambio, una comunicación entre dos mundos, entre dos seres diferentes pero también similares.
P: ¿Qué ocurrió después?
R: Volví al día siguiente, y al otro... convencido de que estaría allí. Deseaba con todas mis fuerzas volver a encontrarlo. Pero no volví a verlo nunca, aunque tengo la sensación de que cada vez que recorro esa zona lo veo de nuevo.
Le busqué sin descanso. Y esa búsqueda me llevó a lugares desconocidos, me obligó a separarme de los caminos trillados. Me permitió descubrir otros paisajes, adentrarme en lo desconocido. Siempre me ha gustado la idea de perderme cerca de casa, de dejarme llevar, de pensar que ese zorro se convertiría en el profesor de mis paseos por el bosque.
P: ¿Y cómo se pasa de un recuerdo a una película?
R: Después de 'El Viaje del Emperador' y del los campos helados del Antártico, quise contar algo que ocurrió al lado de mi casa, en los prados y en los bosques. Lo cierto es que no necesitamos ir muy lejos para maravillarnos, todo consiste en la forma de mirar.
Llega un momento en que sientes la necesitad de compartir tus emociones. Soy padre de dos niñas pequeñas con las que suelo ir a pasear por esos paisajes montañosos. Intento transmitirles las placeres que brinda la Naturaleza: emocionarte con lo inesperado, tener curiosidad para adentrarte en un camino que encierra el principio de una historia.
Tengo la sensación que hoy en día hemos olvidado la capacidad de maravillarnos. Hemos perdido esa conexión íntima con la Naturaleza. Es algo casi exótico para los urbanitas en los que nos hemos convertido. Tuve la suerte de crecer en un ambiente rural tradicional, de recorrer el mundo, de vivir en grandes ciudades y de explorar la Naturaleza desde un prisma científico. Hoy el cine me da la posibilidad de integrar todas esas experiencias y compartirlas con los demás.
Hacia un nuevo periplo
P: ¿A qué nuevo destino va a llevarnos?
R: Esta película propone un viaje extraordinario. Se trata de mostrar la Naturaleza tal y como se ofrece ante nuestros ojos si nos quedamos quietos durante horas y logramos olvidarnos de nosotros mismos. Esta película también hubiera podido llamarse 'Sentados en la hierba'. Sigo recordando lo que significa la pura contemplación. Queda una sensación de placer por haber vivido una aventura extraordinaria. Cuando un ser humano se adentra en un bosque experimentamos una extraña maldición. Como si hubiera un tambor que hiciera saber a todos los habitantes la presencia de un enemigo. Y yo quería, al igual que la niña de la película, acabar con esa maldición.
El objetivo principal de la película es mostrar la Naturaleza tal y como es, cuando no estamos observándola. Tan sencillo como eso. Siguiendo los pasos del zorro y después de la niña, la película nos ofrece un espectáculo que nos está vedado salvo que pasemos días y días escondidos e inmóviles.
P: ¿Se puede soñar a pesar de que los paisajes sean familiares?
R: Ahí reside el verdadero reto de la película, hacer que el público sueñe con los paisajes que conoce. Es más fácil asombrar al público con icebergs que son extraordinarios, como con cualquier cosa que resulta inaccesible.
En este casto, yo quise contar esos pequeños momentos de felicidad, placeres sencillos que te hacen sentir bien y que están al alcance de todo el mundo.
La Naturaleza sólo se revela tal y como es cuando dedicamos suficiente tiempo para mirarla. Entonces todo cobra vida, y observar como un halcón adquiere todo su significado. Quería invitar a la gente a dejarse llevar por el placer de estar en plena Naturaleza.
P: ¿Es un paseo por un mundo ideal?
R: La película recrea un paisaje ideal, yuxtaponiendo pequeñas piezas de naturaleza que vienen de lugares que a menudo están muy alejados unos de otros. En calidad de director, tengo el privilegio de reconstruir una geografía ideal.
Jugué mucho con las relaciones de escala. La Naturaleza vista a través de la mirada de un niño o de un zorro no es la misma. En cada caso, los paisajes cambian de tamaño, impresionan más, son más fantásticos y una cascada puede convertirse en algo espectacular.
También intenté reproducir la mirada de asombro de un niño ante una naturaleza que ya no existe, poblada de osos, linces y lobos, tal como era hace cien o doscientos años.
P: ¿Y qué visión personal de la Naturaleza nos ofrece?
R: Me gusta mucho la idea de las gafas mágicas que nos transportan a mundos diferentes dependiendo de la fuerza las lentes. El instrumento que se usa para observar altera la percepción del mundo que nos rodea, cambia la perspectiva. Con un microscopio me sumerjo en un mundo de bacterias, con un telescopio viajo por el universo, con una cámara colocada al nivel del suelo, me interno en el mundo del zorro. En cierto sentido, cada película es como un par de gafas nuevas.
P: ¿'Una amistad inolvidable' tiene un tratamiento muy estilizado?
R: Es un cuento. Y un cuento es una historia sencilla con palabras sencillas. El cuento tiene que llegar a todo el mundo. No importa que sea evidente o que esté disfrazado, el tema de los cuentos suele encerrar una reflexión infantil. En Una amistad inolvidable se aborda el respeto a la Naturaleza, el respeto al otro, el no ir demasiado lejos ya que nos arriesgamos a destruir eso que queremos poseer por encima de todo.
Por esa razón, todo lo que no está relacionado con la conexión entre la niña y el zorro sólo está sugerido. Es una forma de centrarse en los temas que trata la película. Además, en mi opinión las cosas sencillas tienen más sentido y transmiten más sentimientos.
En esta historia, la época no importa, lo que cuenta es la conexión que se establece entre un ser humano y un animal, lo que ocurre y lo que no puede ocurrir.
Una historia única
P: ¿Es este película la continuación lógica del éxito de El Viaje del Emperador?
R: Hace mucho tiempo que deseo hacer este proyecto. Escribí la sinopsis de Una amistad inolvidable mucho antes que El Viaje del Emperador. Después de toda la locura de la promoción y los premios, me gustó mucho desarrollar un proyecto personal que estaba suficientemente maduro. No necesitaba preguntarme si iba a ser mejor o peor que la Marcha de los pingüinos. El éxito me dio la oportunidad de contar una historia de pequeños momentos de felicidad, pero que paradójicamente exigía unos recursos considerables.
P: ¿Cómo fue escribir el guión?
R: Me gusta la ligereza que ofrece una hoja de papel y un lápiz comparado a los recursos que se necesitan para rodar una película. Para que surgiera la historia íntima tenía que empezar escribiendo solo. Después Eric Rognard se incorporó como coguionista. Fue una colaboración muy fructífera. Tuvimos que inventarnos una
historia desde el punto de vista del animal y al mismo tiempo encontrar los impulsos dramáticos que tuvieran en cuenta los desafíos que plantea domar un animal salvaje.
En lo que se refiere a la narración, me decanté porque la historia contase con un narrador. Es la niña, convertida en adulto, la que, con unas cuantas frases, comparte con nosotros su viaje.
P: ¿Hasta qué punto Una amistad inolvidable es un guión poco habitual?
R: Es un guión clásico con secuencias y personajes. Lo que lo hace original es que los personajes -una niña, un animal y la Naturaleza- no se comunican a través de un diálogo. Tuvimos que inventar una partitura para cada uno de ellos que resultase creíble, a través de las estaciones, y que transmitiese el deseo que tiene la niña de descubrir y de compartir la vida de este zorro.
Del guión al rodaje, una aventura poco habitual
P: ¿Esta película no se parece nada a El Viaje del Emperador?
R: Es diametralmente opuesta. Con los pingüinos, conté una historia que la Naturaleza ya había escrito. Con el zorro, escribí una historia para contar la Naturaleza de mi niñez y encontramos los recursos para convertirla en imágenes. En El Viaje del Emperador, estábamos captando la realidad. Sabía que el rodaje de Una amistad inolvidable sería una mezcla de dirección y de captura de la realidad: una parte de vida salvaje para reflejar el comportamiento del zorro y una parte de realización para filmar lo que ocurría alrededor de la niña.
P: ¿Le sirvieron sus primeras reflexiones para realizar con éxito esta película?
R: Lo primero fue encontrar los paisajes de esta historia. Quería rodar la película en montañas de altitud media, que fueran convirtiéndose en paisajes más suaves, sin ser demasiado salvajes. Jérôme Bouvier hizo las primeras búsquedas de localizaciones. Viajó por Europa con el objeto de descubrir sitios asombrosos, donde hubiese muchos zorros y grandes bosques. En Francia empezamos por la zona de Haut-Doubs hasta llegar a Chartreuse. Después fuimos a Noruega, Eslovenia, Rumanía y Hungría antes de acabar en Italia.
Al final decidimos rodar en dos regiones: en Ain, alrededor de la meseta de Retord y en los Abruzzios, en el centro de Italia.
La meseta de Retord era el paisaje que recorrí de niños; conocía cada metro cuadrado en un radio de 20 kilómetros. El equipo me convenció para rodar allí. Yo no era capaz de ver lo que tenía delante de las narices.
La segunda localización de la película es el parque nacional de los Abruzzios. Es un lugar increíble, una de las zonas protegidas más antiguas de Europa, en la que todavía viven zorros, osos y especies salvajes europeas. Estos animales viven en bosques de hayas y de árboles trasmochos con formas fantásticas, que han alcanzado tamaños increíbles con el paso de los siglos.
P: ¿Cuál fue el paso siguiente después de encontrar las localizaciones?
R: Enviamos un equipo de cuatro personas a los Abruzzios con la misión de observar y filmar zorros salvajes en su hábitat natural durante seis meses enteros. La idea era establecer una relación con esos zorros, que al no haber sido cazados durante más de un siglo, son los menos salvajes de Europa. Este equipo observó el comportamiento para que pudieran servir de elementos dramáticos fundamentales del guión que estábamos escribiendo. Por ejemplo, el equipo descubrió que en primavera a los zorros les gusta el azafrán; me gustó la idea y la incorporé a la película. El trabajo de este equipo aportó una enorme riqueza de imágenes filmadas día a día (las estaciones, las tormentas, el viento en los árboles, los lobos, los osos).
Al mismo tiempo, nos preparamos para roda utilizando las técnicas clásicas de la dirección. Nos establecimos en las montañas de Ain, en la finca de Lavache, en una casa tradicional rodeada de un maravilloso paisaje que nos sirvió de plató y empezamos a trabajar. El rodaje discurrió a través de las cuatro estaciones. Eso quería decir que todas las mañanas el equipo estaba en plena naturaleza, en un claro o en un prado, lloviera, nevase o hiciera viento. El tiempo no siempre es una ciencia exacta y tuvimos que adaptarnos a sus caprichos. Pasar tres semanas en plena naturaleza nos obligó a estar atentos a sus señales más sutiles.
P: Cuéntenos algo del equipo que le acompañó en esta aventura.
R: Para contar el recuerdo infantil de un niño que se sienta en la hierba, necesitamos casi 40 personas de forma permanente.
La originalidad residía en la composición del equipo: algunos venían del documental, otros de la ficción tradicional, como Gérard Simon, el director de fotografía, u otros del campo del cine de naturaleza francés como mi ayudante Vincent Steiger que viaja por el mundo organizando rodajes como Nómadas del viento o El último trampero. La dificultad residía en combinar la flexibilidad del documental con las restricciones que impone la ficción.
P: ¿Cómo trabajó?
R: Tuve la suerte de estar rodeado de 'buenas' personas. Es el regalo más maravilloso que me dio El Viaje del Emperador, tener la posibilidad de trabajar con artistas y especialistas que componían un equipo fantástico. Nos llevó cierto tiempo entendernos. Explicarle a un equipo que es imposible rodar la escena, después de que lleva dos días en la misma posición porque el zorro está de mal humor no es tan fácil como parece.
Pero cuando ese mismo equipo despliega todas sus energías para que tu sueño se haga realidad y comparte su entusiasmo y su inventiva, la alegría es inmensa. Todas las mañanas, cada uno de ellos aportaba su capacidad para adaptarse, su paciencia y su inventiva.
La música
Los personajes de la película hablan muy poco, así que la música tiene una importancia narrativa clave para comprender la historia. Nos tiene que transmitir los sentimientos de los personajes, sus emociones más íntimas, el sentido de una situación. Además para mí era muy importante para transmitir al espectador el placer de un encuentro, de un paisaje.
Como en La marcha de los pingüinos, donde le mundo de Emile Simon transmitía tan maravillosamente bien los paisajes extremos del Antártico, quería trabajar con músicos emergentes. Junto con Yves Darondeau, un productor apasionado de la música y que me ayuda mucho en este área, buscamos talentos que crearan un universo musical multicolor.
Evgueni Galperine, Alice Lewis y David Reyes, los tres compositores tuvieron que interpretar un papel extremadamente delicado y complejo. La película describe cosas que son muy tenues; pequeños momentos de felicidad, las alegrías y las penas de la infancia. Tuvieron que encontrar una música que evocara el proceso de descubrimiento que se produce en la infancia y el encanto y el asombro que producen las cosas sencillas.
A través de su música, cada compositor tuvo la oportunidad de escenificar el mundo que deseaba expresar en la película.