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  Romanzo Criminale  Dirigida por Michele Placido
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La película y yo
Romanzo Criminale abarca quince años de historia de Italia, llevando a la pantalla varios de los incidentes que hicieron famosos a una banda de criminales romanos entre 1977 y 1992. Se ha dicho que Romanzo Criminale parece escrita para ser llevada al cine. Otros van más y afirman que la novela parece un guión novelado. Me tomo estas críticas como un cumplido. Las clases de redacción de guión han sido fundamentales en mi forma de escribir. Ciertos medios de expresión, los rasgos que di a mis personajes, los diálogos, la abundancia de escenas de acción… todo eso viene del cine. Ahora que el libro se vuelve a trasladar al mundo del cine, donde siempre estuvieron sus raíces, para mí es una gran alegría. En cuanto a la película, bueno, todo guión, hasta los adaptados de una novela que es explícitamente “cinematográfica”, se convierten en una traición fatal de la palabra escrita. Lo fundamental del libro está destinado a perderse en la traducción de lenguaje escrito a lenguaje visual. Algo que en el libro sólo se sugiere, o queda escondido, o ni siquiera está presente, emerge de forma dominante en pantalla. El libro se modifica, cambia de enfoques, se convierte en “otra cosa”. Se convierte, de hecho, en Romanzo Criminale, la película. Genial. Es como debe ser. Es eso, y nada más, lo que inspira la idea de “traición”. Y lo único que cuenta en una traición: la satisfacción recíproca de ambas partes al final. Yo lo he vivido.




Mi novela
Entrevista con Michele Placido (realizada por Studio Nobile Scarafoni)

P: Durante varios meses, incluso antes de empezar a rodar, ya se decía en la industria cinematográfica italiana que el tema y el género de Romanzo Criminale estaban en la mirada de Michele Placido. ¿Hasta qué punto confiabas en esa mirada?

R: Encuentro mi mirada gracias a los guionistas, Rulli y Petraglia, con quienes he colaborado en varias obras importantes en mi carrera tanto como actor como director, desde Mery forever hasta un capítulo de La Piovra, desde Lamerica de Amelio hasta Pummarò, e incluso antes con Un eroe borghese, dirigida por mí, inspirada en reportajes de actualidad italianos y que podrías calificar de película social. Entonces investigué el asesinato de Ambrosoli, donde también había un aspecto relevante de los hechos italianos del momento –al final de los setenta y toda la década de los ochenta – con la incómoda relación entre la Mafia, algunos atentados terroristas y los muchos secretos del Servicio Secreto. De forma que yo ya conocía el tema y encontré fascinante la propuesta de Cattleya de retroceder y ver una parte de la historia italiana desde la perspectiva de una banda delictiva.


P: Romanzo Criminale es una “película de gánsteres” que describe un periodo de agitación política y civil. Una película de acción que utiliza mucho el primer plano, que es la técnica más potente y emotiva que hay en cine, para contar la historia del ascenso y caída de un grupo de criminales romanos. Hay géneros y directores que te hayan influido para filmar su Uno de los nuestros?

R: Para contar este tipo de historia, Luca Bigazzi (el director de fotografía) y yo nos centramos en las pasiones, las emociones, preguntándonos qué tipo de estilo, lenguaje y técnicas debíamos usar para describirlas. En la época que retratamos, Roma cambió de arriba abajo: autobuses, coches, rótulos de tiendas, señales públicas. Bigazzi nos sugirió que estrecháramos el campo de visión para contener el espacio de los planos, y que usáramos primeros planos para extraer las emociones de los personajes. Es así como emerge la psicología de los protagonistas, que naturalmente necesitó de grandes actores para funcionar. Y me parece que realmente todos los actores estuvieron a la altura de esta tarea esencial para el éxito de la película, todos ellos “entraron en el personaje”. Habría sido un desastre si les hubieran entendido mal. Como ejemplos, vi –o mejor dicho absorbí– esa parte de nuestra historia cinematográfica que va de Leone a Pasolini; no como modelos a imitar, sino como inspiración para encontrar soluciones personales de rodaje. La dirección y el estándar no son los del cine norteamericano. Hasta Scorsese y Tarantino han admitido más de una vez que veían nuestras películas italianas de los setenta. Hablo de ciertas películas de acción de serie B, protagonizadas por Tomas Milian y Maurizio Merli, películas violentas y de acción, que hablaban de una realidad que era probablemente igual de violenta, un poco paranoica y dominada por la sospecha. Lo que nosotros hemos hecho es llevar a la pantalla los crimenes realmente violentos y crueles cometidos por la “escuela romana” de delincuencia.


P: Se puede hablar mucho de la obra de directores que antes que proceden de la actuación. Puede parecer una situación ideal, casi idílica. En esta película, tus actores incluyen a casi todo el equipo italiano de La mejor juventud. ¿Cómo les guiaste, a cada uno de ellos? ¿Había espíritu de grupo, una cohesión que, esencialmente, refleja la esencia de la película, la esencia de la banda?

R: Creo que sí, hubo cohesión y espíritu de equipo, pero también un reto de superación por parte todos. No hay un papel que sea el protagonista absoluto. Antes de empezar el rodaje, algunos habrían preferido caras menos conocidas, rostros delincuentes en vez de rostros famosos. De hecho, todos los actores de la banda (Santamaria, Favino, Rossi Stuart) son romanos, así como muchos de los que interpretan papeles secundarios. Todos se prepararon mucho, estudiaron imágenes y leyeron artículos de prensa de la época, además de devorar la novela de De Cataldo. Su “romanidad” era esencial, aunque la historia está sólo basada y no es una narración iel de esa banda extremadamente peligrosa de la capital. Creo que Stefano Accorsi merece una mención especial por el difícil papel del agente Scialoja, en su papel ambiguo de personaje hostil y desagradable. Me parece que fue una prueba de su madurez como actor. Incluso las dos mujeres son emblemas de la feminidad romana: Anna Mougalis, que encarna a la prostituta, y Jasmine Trinca, la buena chica capaz de redimir a un criminal. Con el personaje de Anna quería mostrar a una prostituta muy refinada, como las chicas de La notte brava, de Mauro Bolognini; elegantes, gráciles, esbeltas. Me gusta recordar a la gente que Anna Mougalis no es sólo la cara de Chanel; es también una actriz formada en el Conservatorio de París. El papel opuesto es el de Jasmine, que encarna la ternura, la pureza de alma, una conciencia limpia y coraje intelectual.