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  Los mercenarios  (The expendables)
  Dirigida por Sylvester Stallone
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Cuando Sylvester Stallone se puso a escribir sobre el papel (lo hace a mano, nada de mecanografía u ordenador) vislumbró Los mercenarios como un rechinante film de acción que fuera a un tiempo relevante y conmovedor; una historia con un tema al que el público respondiera. "Quería volver a visitar cierta clase de sensación, cierto tipo de rodaje, cierta clase de mentalidad" —nos explica Stallone—. "Una historia acerca de hombres fuera de onda en relación con el resto del mundo pero que viven sus vidas con arreglo a cierto código. No tienen familias, y sus vidas personales han descarrilado… sólo se tienen los unos a los otros. Quería ofrecer aI público una mirada al interior del corazón de esos hombres". Para inspirarse, Stallone echó mano de filmes de acción de la vieja escuela como Doce del patíbulo (The Dirty Dozen, 1967) y Los perros de la guerra (Dogs of War, 1980) a modo de modelos a seguir: películas donde los hombres eran hombres, los combates cuerpo a cuerpo, y la historia creíble.

"La acción es algo secundario para Sly" —nos explica Kevin King, productor y hombre de confianza de Stallone desde hace tiempo—. "Para él, el guión debe tener corazón palpitante e historia que narrar. Esas son las dos principales cosas que me ha enseñado. Si no hay corazón, no hay historia, lo cual es lo mismo que decir que no tienes película. Para Sly no se trata simplemente de hacer que algo estalle por los aires" —añade. Aunque en una película de Stallone, la acción puede tener un papel muy destacado, en Los mercenarios la historia se impone a todo.

A lo largo de los meses siguientes, Sly siguió indagando en la historia que albergaba en mente, recurriendo de nuevo al tema de la redención y a la necesidad de revelar lo más profundo de cada personaje a nivel emocional. Quería explorar el pathos de vivir la vida al borde del precipicio mientras se exponen los miedos y las debilidades. Pero Stallone también era consciente, no sin entusiasmo, de que en su condición de guionista y director, con este guión se estaba adentrando en un territorio inexplorado. No disponía de una entidad familiar al público como Rambo o Rocky de las que echar mano, por lo que la mitología de Los mercenarios tenía que erigirse desde cero. Asimismo, escribía para todo un reparto de conjunto, y cosas así, lo que raramente el cine recoge. Por encima de todo, el papel que iba a encarnar, Barney Ross, se evidenciaba física y emocionalmente como todo un reto.

El productor Avi Lerner entendió la realización de Los mercenarios como todavía otro formidable desafío en una carrera, la de Stallone, definida por ellos: "Sly asume riesgos, y siempre lo ha hecho" —informa Lerner—. "El primer Rocky fue un riesgo para él. Y también el primer Rambo. Y ahora, crear un nuevo personaje, lograr la condición física en que se mantiene, dirigir el film, y manejar ese sorprendente reparto en localizaciones que presentan tantas dificultades, siguen siendo riesgos que asume. Toda su carrera está llena de desafíos y eso es lo que le ha convertido en todo un icono. No le embarga el miedo".

Para cuando Stallone tuvo un guión que le pareció apto para rodaje, había escrito más de 100 borradores, rehecho del todo la dirección de la cinta y suprimido o bien reelaborado drásticamente los principales personajes. A través del proceso de escritura, Stallone no se sacaba de la cabeza a Jet Li y Jason Statham para los papeles de Yang y Christmas. No había trabajado con ninguno de los dos, pero admiraba sus interpretaciones y sabía de qué eran capaces. Para Sly, disponer de todo un icono de las artes marciales como Jet Li en la película era del todo obvio. Sin ni tan siquiera haberse cruzado con Stallone cara a cara, Li se embarcó para encarnar al Yin Yang de Los mercenarios, un americano de origen vietnamita que trata de vivir una versión sesgada del sueño americano. Combatiente cuerpo a cuerpo, capaz de volar por los aires en plan de ataque antes de que sus oponentes se enteren de qué les ha golpeado, Li da vida a Yang con intensidad calma. "Mi personaje es muy directo, muy simple" —comenta Li—.

"Está pensando en hacer dinero constantemente, con miras a lograr una vida auténtica con una familia de verdad. Tiene un sueño".

Una estrella del cine internacional por derecho propio como Stallone vio en Statham un potencial que aún no se había explotado. "Contratar a Jason tenía algo de apuesta de juego" —admite Stallone—, "pues uno nunca sabe si va a haber química. Proviene de una cultura absolutamente distinta de la mía, y ciertamente es mucho más joven. En privado, percibí en él un lado que el cine no había registrado, y quería usarlo para ampliar su personaje. Quería que tuviera cierto sentido deI optimismo". Aunque Christmas es una máquina de matar cuchillo en alto, lleva el corazón en la mano y lucha mientras su relación con su novia, Lacey, a quien da vida Charisma Carpenter, se viene abajo. "Me gustó mucho la idea de esos tipos corrientes embargados con sus propias inseguridades y problemas" —puntualiza Statham—, "y al mismo tiempo, cuando se ven en tales situaciones, deben concentrarse y golpear duro, como ellos dicen".

Desde ese momento en adelante, la confección del reparto devino algo bastante espontáneo en tanto Stallone iba buscando individuos interesantes y singulares con talentos únicos. Se contactó con los oscarizados actores Forest Whitaker y Sir Ben Kingsley para papeles principales, pero a medida que la historia y los personajes iban cobrando vida propia, se efectuaron cambios. En cierto momento, se consideró al rapero Curtis “50 Cent” Jackson, hasta que Stallone comenzó a interrogarse sobre si quizá estaba yendo demasiado lejos en una dirección equivocada, y una vez más cambió. Finalmente, Eric Roberts y Terry Crews se hicieron con los papeles.

Crews, célebre por sus papeles cómicos tanto en el cine como en la televisión, recuerda claramente el día en que recibió la llamada telefónica de Sylvester Stallone para encontrarse con él con miras a un papel en la película. "Estaba atónito y emocionado" —se precipita a decir Crews—. "Para mí, trabajar con Stallone era la consecución de una fantasía infantil. Me sentía honrado".

Para Dolph Lundgren, hacerse con el papel de Gunnar Jensen ha sido como un cierto tipo de regreso. 25 años después de haber hecho trizas la pantalla como el luchador ruso Ivan Drago, en Rocky IV (Rocky IV, 1985), Lundgren se ve una vez más teniéndoselas con Stallone. Pero pese a que ha disfrutado una carrera larga y variada, en la que incluso ha llegado a dirigir sus propios filmes, a Lundgren le pareció su papel como Gunnar un modo de reinventarse a si mismo. "Stallone dio nacimiento a mi carrera con el personaje de Ivan Drago" —reflexiona Lundgren—. "Y ahora, aquí estoy, algo más viejo, y una vez más Sly ha creado un personaje multifacético, espectacular y en cierta medida icónico. Un personaje más complejo que esperemos permita al público verme bajo una luz distinta".

Lundgren describe a Gunnar como "un maldito hijo de mala madre" que resulta ser el mejor amigo de Barney y uno de los integrantes del grupo de mercenarios, alguien a quien no le es fácil controlar sus impulsos. Un excesivo estrés de combate, un carácter de mil demonios y algo de drogas, todo contribuye a la espiral descendente en que se haya. Para Lundgren, recurrir al propio bagaje emocional no fue lo más duro... lo que causaba a Lundgren verdadera inquietud era tener que sintonizar con esos impulsos humorísticos que Stallone inyecta en cada guión. "No me importa matar a gente o gritar" — Lundgren ríe—, "pero a las cuatro de la madrugada, cuando estoy emocionalmente desconectado, no me pidas que sea divertido".

Para Stallone era esencial, en su búsqueda del actor para el papel de Toll Road, un atleta con capacidad como luchador y con presencia de estrella de cine. Road es la mente pensante del grupo que no obstante rezuma absoluta fuerza bruta. Encontró todo eso y más en el campeón de artes marciales combinadas, Randy Couture. "Randy aportó un rostro y un aspecto que es todo un mapa de ruta hacia el enfrentamiento, la batalla, la disciplina y el dolor" —comenta Stallone—. "Es masculino con un atisbo de sensibilidad en los ojos". Couture, quien exhibe una ‘oreja en coliflor’ causada por más de veinte años de lucha libre, tuvo que someter a prueba esa sensibilidad cuando Stallone escribió un monólogo acerca de esa oreja: "En cierta medida, el monólogo era fácil para mí" —comenta Couture—, "pues no decía sino la verdad. Todos los luchadores que conozco se reirán cuando vean la escena".

Entonces Stallone se dirigió hacia su viejo amigo Mickey Rourke, para pedirle que encarnara el breve pero esencial papel de Tool, un antiguo y hastiado mercenario que ahora dirige un negocio de intermediación para misiones clandestinas tras la fachada de una tienda de tatuajes. La tienda hace las funciones de cuartel general de facto para los chicos, un lugar donde se desnudan las almas, se dicen las verdades, donde prevalece el sentido de la camaradería y de refugio. También es donde el grupo comienza a dividirse después de que Barney decida aceptar una faena que el resto del equipo ve como un suicidio.

A primera vista, Tool parece tener su vida bajo control, pero lo cierto es que ésta ha sido un encadenado de decepciones. En un momento de sinceridad con Barney, es Tool quien genera en él una chispa de humanidad que Barney había olvidado tenía. "Me ahoga una angustia infernal" —confiesa Stallone. "He perdido mi humanidad".

Mickey Rourke, quien volvió al mundo en 2008 con todo un tour de force como El luchador (The Wrestler, 2008), y Stallone han recorrido un largo trecho. "Soy algo mayor que él, pero hemos crecido juntos en el negocio" —explica Stallone—. "Hemos tenido nuestros altibajos, conocido los pormenores de la vida privada del otro. Es un tipo muy sensible, único, y pensé que si podía aportar algo de su singularidad al personaje de Tool, no habría parangón".

Los mercenarios estaba finalmente tomando forma. Como actor, Stallone era consciente de que tenía que permitir al reparto que aportara sus individualidades a cada papel. Como director, también entendió la importancia de saber adaptar las ideas para sacar el máximo partido de las capacidades y el talento de cada actor individualmente. "Cada uno de ellos era una estrella por derecho propio" —explica Stallone—, "y precisaba ser atendido equitativamente. Pero" —continúa—, "he de admitir que todos vinieron y dejaron los egos a un lado. Todos subieron a bordo dispuestos a dar el cien por cien al papel. Hicieron que mi trabajo fuera fácil".

Lundgren aplaude a Stallone por su predisposición a admitir contribuciones: "Cuando recibí el guión, Gunnar era un tipo totalmente distinto" —recuerda—. "No participaba tanto en la historia. Tras entrevistarme con Sly un par de veces, se nos ocurrieron otras ideas. Por lo que respecta a mí, soy más bien una persona tímida, permanezco en último plano y dejo que todo el mundo vaya de un lado a otro; Sly escribió eso para mi personaje".

La última pieza del rompecabezas era la cobertura del personaje de Sandra, la mujer que Barney y Christmas dejan a su suerte en Vilena cuando se tuerce su misión de reconocimiento. Sandra, quien inconscientemente deviene el catalizador del cambio humanizado de Barney, tenía que ser fuerte, inteligente, apuesta y capaz de tomar las riendas de si misma en un film dominado por la testosterona. La actriz brasileña Giselle Itie, que había aprendido boxeo y jiu jitsu pero que jamás había hecho un film de acción, se hizo con el papel tras una llamada de cásting internacional.

Para los papeles secundarios, esenciales para la historia, Stallone acudió a la versatilidad del actor Eric Roberts para que encarnara al pérfido exagente de la CIA Monroe, un hombre atrapado en su propia trampa. Roberts aporta al desalmado Monroe una frialdad de acero. Para el papel de brazo derecho y secuaz de Monroe, Paine, Stallone recurrió al antaño profesional de lucha libre, Steve Austin. "Al ver cómo Sly dirigía a Eric Roberts" —recuerda Austin—, "constaté que sabe exactamente lo que quiere, tiene perfectamente claro qué es lo que desea que sus actores hagan, cómo quiere que lo hagan, y lo hace saber. Su enfoque del proyecto y dirección son del todo diáfanos".

El rodaje de una película de la envergadura y alcance de Los mercenarios está abocado a afrontar problemas; esos problemas pueden multiplicarse cuando el rodaje tiene lugar en un país extranjero, particularmente uno que no posee la infraestructura in situ para afrontar las complicaciones asociadas a una película de esta dimensión. Con Los mercenarios, los productores tuvieron que vérselas con localizaciones logísticamente difíciles, con problemas de idiomas y comunicación, la adaptación para con los miembros del equipo técnico local así como a las culturas y costumbres locales. Plenamente consciente de las crecientes complicaciones en el rodaje en Brasil, el productor Les Weldon subraya la importancia del hecho que ese país ofrecía un gran telón de fondo y el look que los cineastas necesitaban para crear la ficticia isla de Vilena. "No cabe ninguna duda de que rodar en Brasil es una experiencia desafiante a muchos niveles" —opina Weldon—, "pero la arquitectura, el paisaje con sus pueblos pescadores, las junglas y la singularidad de su gentes nos aportaron una puesta en escena que no nos era posible conseguirla en ningún otro lugar". Y a menudo era la imprevisibilidad de la madre naturaleza la que planteaba a la producción los mayores retos. En Brasil, no era extraño que un aguacero arreciara sin previo aviso provocando retrasos en la producción. El calor y la humedad también fueron factores a considerar, con temperaturas que podían alcanzar los 45 grados y una humedad que casi podía ascender a la misma cifra. Esas condiciones resultaron muy duras tanto para el reparto como para el equipo técnico, e incluso para el material.

Pero todo eso valió la pena la noche en que Sly, Jet, Jason, Randy y Terry, vestidos a lo SWAT y armados hasta los dientes, se metieron en el plató para rodar su primera escena juntos. "Me sentí como si me hubieran invitado a la Liga de los superhéroes" —ríe Crews. Y Lundgren añade: "Creo que todos los del reparto nos sentimos un poco como admiradores de las celebridades, incluso yo. Cuando aparecemos juntos en pantalla, creo que el público verá algo de electricidad extra".

Brasil también proporcionó al diseñador de producción Franco Carbone una fachada que coincidiera con la imagen que se había hecho Stallone del palacio del general Garza. Carbone exploró centenares de localizaciones a la búsqueda de un complejo arquitectónico majestuoso antes de decidirse por la gran mansión de los años veinte que oficia como el edificio central del Parque Lage, en Río de Janeiro, un parque público situado a los pies del Corcovado, la montaña donde se halla la célebre estatua del Cristo. Este bello parque, con sus jardines de estilo inglés y pequeños lagos, se erigió como el perfecto telón de fondo para Garza, el malvado dictador encarnado por el actor de carácter, David Zayas.

Tras un mes de rodaje en Brasil, y después de un receso de dos semanas, la compañía se trasladó a Nueva Orleans, donde se inició el rodaje en los Estudios de cine Louisiana de Harahan. "Nueva Orleans es una localización interesante" —explica el productor Avi Lerner—. "Hay cultura, historia, y un talento excelente del que sacar provecho. Era un lugar idóneo para nosotros".

Como en Brasil, gran parte del rodaje previsto en Nueva Orleans requería localizaciones prácticas. Y también aquí la climatología era un factor a considerar. Mientras rodábamos en Fort McComb, una serie de catacumbas construidas durante la primera década del siglo XIX que el ejército confederado usó a inicios de la guerra civil, antes de que la Unión se hiciera con ellas, tres días de aguacero torrencial inundó el lugar resultando en la pérdida de días de rodaje. Pero finalmente, Nueva Orleans nos dio lo que prometía, carácter y color.

Una vez que se inició el rodaje, se evidenció claramente que nada inferior a una entrega y compromiso total sería suficiente. Todo el mundo era perfectamente consciente de que tenía que seguir las directrices del director, mantener el ritmo y lograr que el trabajo llegara a su consecución. Y tenían que ser flexibles. "Sly es un visionario" —opina el productor John Thompson—, "no echa mano de ninguna lista de tomas. Decide lo que quiere hacer cada día, lo que hace que el proceso sea muy fluido. Nunca he visto a nadie con este nivel de detalle". Si bien Sly se sabe hasta el más mínimo detalle cada una de las tomas, es célebre por tener mucho de ello en su cabeza hasta que está listo para salir del cascarón. Así, el reparto y el equipo técnico tenían que estar alerta para cualquier cosa. "En cierto modo" —sigue Thompson—, "aquello se convirtió en una especie de circo, en el que estábamos constantemente haciendo malabarismos para garantizar que todos estaban preparados. Era un auténtico reto". Para Randy Couture, uno de los aspectos más interesantes de encarnar a Toll Road era cómo estaba Sly en el momento que dirigía. "No se trataba de 'hazlo como digo'" —asegura Couture—, "sino de 'aquí es donde estás, así es como te sientes, y esto es todo cuanto te importa'. La recompensa" —añade—, "estaba en que te hace mejor actor".

Stallone, quien con frecuencia usa hasta cinco cámaras y un steady-cam para captar plenamente la dimensión de las secuencias de acción, ha depositado su confianza en el director de fotografía Jeffrey Kimball a la hora de determinar el estilo general y la estructura del encuadre.

Para coreografiar y poner en práctica las complicadas y a menudo peligrosas acrobacias, Sly recurrió al coordinador de especialistas, Chad Stahelski. Ya habían trabajado juntos en Rambo IV, y Stahelski comprendió el estilo de trabajo de Sly, y la importancia de permitir que la acción haga brotar la estética de una escena antes que simplemente la violencia de la misma. Con unas secuencias de acción que eran variadas y específicas, Stahelsi necesitaba reclutar a especialistas de todo Estados Unidos. Una vez que se estableció el estilo de la acción, su trabajo consistía en ofrecerle al director diversas opciones. "Sly es muy creativo sobre la marcha, y está muy dispuesto a colaborar" —explica Stahelski—, "de tal modo que tratamos de mostrarle qué era posible sin perder de vista aún el concepto de seguridad. Y entonces él elegía la dirección en la que quería ir". Sin embargo, el trabajo más duro de Stahelski consistía en decir no a algunos de los tipos más atrevidos del oficio. A propósito de esto, hubo un caso, mientras rodábamos la espectacular batalla por el patio del palacio en la que los mercenarios asaltan el edificio, en que Terry Crews debía atravesar por entre una explosión y una bola de fuego enormes. Pese a que Crews estaba dispuesto a meterse en la bola de fuego, Stahelski entendió que aquello era poner a un actor en peligro sin razón alguna. "El plano resultó espectacular sin necesidad de afrontar una posibilidad de lesiones" —comenta Stahelski—, "y una vez que le explicamos eso a Sly, lo entendió perfectamente. No llevamos el plano a una situación comprometida, y no arriesgamos la vida del actor" —añade—. "Todos salimos ganando".

Cuando Sly se reunió con su departamento de especialistas con miras a elaborar los detalles de la escena con Barney y Christmas en que huyen para salvar la vida en un hidroavión Albatross de los años 50, quería explorar la idea de crear un momento cinemático con un héroe de acción. "En lugar de la típica pérdida de combustible, sugerí colocar a Jason en el morro del avión" —informa Stallone—, "y la habitación se quedó en silencio". Stallone creía que podían hacerlo si Jason estaba dispuesto. Cuando Stallone se acercó a Jason con la idea, a éste le encantó al instante. "Sly afronta todas las acrobacias que a su personaje le corresponden, se golpea duro sin reparar en ello, y golpea a todo el mundo de un modo realista y creíble" —afirma Statham—, "y a menos que no salga de ese modo, no quiere incluirlo en el film... eso es música para mis oídos". Tras consultar al célebre coordinador aéreo Fred North, quien evaluaba las capacidades logísticas y mecánicas del avión, y después de atender todos los extremos relativos a seguridad, Stallone iba a lograr su momento cinemático.

Con varias cámaras captando la escena, Jason estaba allá, atado con seguridad en el morro del hidroavión, que se elevó del suelo unos cincuenta metros a través de oleadas de humo y llamas. "Jason estuvo estupendo" —dispara Stallone—, "se que quitará importancia a lo que hizo, pero lo cierto es que era peligroso y que se mostró del todo dispuesto".

La escena hubiera podido rodarse recurriendo a la ‘magia del cine’ pero Sly insistió en remontarse a un tiempo más rudimentario y apeló a que sus actores afrontaran la mayoría de sus propias acrobacias para que la película no tuviera que depender de la tecnología. "La quería rodar con cerebro y músculo, no con tecnología moderna" —explica Stallone, de quien se sabe su atención para con los detalles y su aversión a sobrecargar una escena de imágenes generadas por ordenador. Buscaba que Los mercenarios mantuviera las cosas tan reales como fuera posible a la hora de las acrobacias. "Odia las imágenes generadas por ordenador y recurre a ellas en muy contadas ocasiones" —comenta King dando énfasis—. "La mayoría de lo que vemos en pantalla es auténtico, y se usan las imágenes generadas por ordenador, como debiera ser, para realzar".

Adicto a la adrenalina, como él mismo se confiesa, Stallone se las arregló para reservarse un poco de acción para sí mismo. Mientras Christmas logra que el hidroavión emprenda el vuelo, Barney, perseguido por el ejército de Garza, no tiene otro remedio que lanzarse desde un muelle flotante sobre el avión que se eleva. Lanzando el aparato ráfagas de viento de 50 a 65 kilómetros por hora, Stallone se vio literalmente proyectado en posición horizontal. "No creía que aquello resultara tan intenso" —admite el actor—. "Se convirtió en una acrobacia peligrosa".

Al no ser de esas mujeres que dejan a los chicos que hagan todo el trabajo, Giselle Itie insistió en participar ella misma en la perturbadoramente realista escena de tortura por el procedimiento del ‘submarino’. "Es una perfeccionista" —comenta Stallone—. "Definitivamente ha nacido para la acción". El día en que esa escena se rodó, Itie estuvo horas tendida cara hacia abajo en una tabla con una esponja y una toalla sobre la boca, mientras el agua se le iba colando garganta abajo. "Creamos una auténtica cámara de torturas" —informa Kevin King—. "Se trataba de un plató verdaderamente claustrofóbico". Con el fin de prepararse emocionalmente para la escena, Itie hizo los deberes. "Investigué cómo se siente la persona que está siendo torturada, porque quería entender la sensación de ahogo y asfixia. Quería comprender las emociones en esa situación. Fue un reto del todo emocionante, y apenas podía esperarme a rodar la escena" —añade con una sonrisa.

Los mercenarios del film son todos expertos en varios tipos de armas de combate, de tal modo que para el director era de la máxima importancia disponer de la más grande y de la más letal. Con el rifle AA-12, considerado el arma más poderosa del mundo por los entusiastas en la materia, Stallone halló lo que estaba buscando.

Diseñada en 1972 por Maxwell Atchisson especialmente para los militares, el AA-12 es un rifle de asalto automático de calibre 12 capaz de disparar 300 balas por minuto. Por lo que se refiere a la munición que usa, el arma tiene gran versatilidad: cualquier cosa desde las balas FRAG-12 altamente explosivas a munición pesada con aleación de titanio. Se convertiría en el arma preferida de Hale Caesar, a quien encarna Terry Crews, de quien Stallone dice "es un desaprovechado torrente de talento, músculo y sensibilidad".

Pese a que había manejado armas con anterioridad, Crews admite haberse intimidado un tanto a la hora de manejar el AA-12. "Lo más difícil para mí" —nos dice Crews—, "fue aprender a respetar el arma. Hay que ser muy, pero que muy cuidadoso a la hora de cargar las balas. Ese bastardo ¡es una exageración!"

Stallone hizo que la célebre ‘Arkansas toothpick’, una pesada, equilibrada y proporcionada daga con gran predicamento entre los confederados durante la Guera civil americana, fuera el arma preferida de Lee Christmas. Diseñada para ser lanzada hacia cualquier parte, con una hoja que va de los 30 a los 50 centímetros de largo, ha de llevarse cruzada a la espalda en una funda.

Stallone viene a resumir todo cuando expresa: "He propuesto hacer una de esas películas que sale bien muy de tanto en tanto recurriendo a una fórmula antigua para convertirla en contemporánea. Creo que lo hemos logrado; me siento muy, pero que muy satisfecho con esta película".