En un paisaje enigmático evocando nuestros orígenes, los animales emergen del océano mientras una llama cegadora ilumina el horizonte. Una bengala desparece en la noche. Las estrellas aparecen como criaturas marinas de formas extravagantes jugando con la luz. El sol se alza sobre un mar de abundancia: barracudas, carángidos y atunes rojos se suceden con una insaciable fuerza de vida. Leones marinos y delfines irrumpen como destellos de vida fulgurantes. Hacen explotar un banco de peces y se dan un suculento banquete.
Después del festín, los depredadores vuelven a las orillas salvajes donde la vida transcurre al ritmo de juegos, retos y amoríos.
La noche envuelve el océano, despertando un universo extraño y bullicioso. Un barco hundido se convierte en un oasis de vida. Alberga a criaturas que rivalizan en estrategias para camuflarse, sorprenderse, seducir, cazar o simplemente colaborar. Con una gracia infinita, las ballenas con joroba emprenden una coreografía amorosa. Una de ellas sube a la superficie. El sonido de una detonación. Un arpón le impacta en plena cabeza.
En todos los océanos, redes, traínas y palangres amenazan a los habitantes marinos. Sin tregua, el hombre caza, persigue y extrae: el mar está agotado. Masas líquidas y viscosas, zonas costeras desnatu-ralizadas, desechos hundiéndose en las profundidades: el mar está envenenado. Como en una pesadilla, los animales marinos huyen de todas partes.
En la galería de un museo de historia natural, los ojos de cristal de las especies marinas desaparecidas parecen interrogar a un anciano y a un niño que los están mirando.
Para poder comprender, antes que sea demasiado tarde, los científicos se sumergen en busca de criaturas conocidas, desconocidas e ignoradas en todos los mares del mundo. Un chaparrón anuncia la tormenta. En la virulencia, los elementos moldean los paisajes marinos, trabajan las costas
El huracán pone a prueba a los barcos y a los hombres.
La cámara es llevada al interior de la tormenta, hasta la estratosfera desde donde los satélites observan el planeta; siguen con detalle los fabulosos viajes de los navegadores de océanos, pero el mar es patrullado también por las embarcaciones pesqueras. Ninguna parcela marina parece escapárseles.
Sin embargo, las criaturas marinas resisten y viajan hacia las regiones más recónditas de nuestro planeta. En estos últimos refugios de hielo, la vida parece inmutable. El pingüino emperador salta fuera del agua para aterrizar sobre los bancos de hielo. Las ballenas improvisan una ruidosa sinfonía salvaje.
Con un estruendo espantoso, una placa de hielo se hunde hacia el corazón de los polos. Inquieta, una morsa se gira y nos mira fijamente. Tras los cristales de un acuario, otros animales polares miran al anciano y al niño que avanzan hacia el holograma del planeta mar.
En el azul profundo del océano, un gran tiburón blanco y un hombre se acercan, se miran cara a cara y luego siguen nadando uno al lado del otro. Un reencuentro harmonioso y sereno. En un océano restablecido, los pueblos marinos retoman posesión de su territorio y nos arrastran a la más asombrosa de las cabalgatas.