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  El albergue rojo  (L'Auberge rouge)
  Dirigida por Gérard Krawczyk
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El albergue rojo es el remake de la película del mismo título de Claude Autant-Lara estrenada en 1951, que a su vez se inspiró en un suceso auténtico y horrible ocurrido en el departamento de Ardèche en 1833. Pierre y Marie Martin, dos granjeros convertidos a propietarios de la Posada de Peyrebeille, fueron acusados y condenados por haber asesinado y robado a los viajeros que tuvieron el infortunio de llamar a su puerta. Fueron guillotinados en el patio de la posada, frente a una muchedumbre de cerca de 30.000 personas. Antes de servir de inspiración para la película de Claude Autant-Lara, y ahora de Gérard Krawczyk, el asunto dio a Honoré de Balzac suficiente material para una novela publicada en 1831, que a su vez fue el origen de una película muda rodada por Jean Epstein en 1923. Nada se pierde, nada se crea, todo se transforma.


El origen del proyecto
Hacía tiempo que Christian Clavier, actor y coguionista de esta nueva versión, tenía en mente volver al clásico de Claude Autant-Lara: "Se me ocurrió cuando trabajé con Jean-Marie Poiré", reconoce el actor. "Vi la película de Autant-Lara siendo niño y me impresionó mucho. Era a la vez un cuento, con Carette y Françoise Rosay que daban mucho miedo, y una comedia gracias a Fernandel. La mezcla de las dos cosas la hacía muy interesante, una película diferente". Hace dos años, Christian Clavier decidió tirarse a la piscina de cabeza: "Estaba en la FNAC, echando una ojeada, y encontré el DVD de la película", dice. "Llamé a mi amigo Christian Fechner para ver qué pensaba de un remake. La idea le cautivó inmediatamente". En efecto, unos años antes, el productor y su socio Hervé Truffaut, habían pensado en hacer una nueva versión de la película de Autant-Lara, algo que Clavier ignoraba: "Fue un presagio afortunado", comenta Christian Fechner. A partir de ese momento, Christian Clavier y Michel Delgado, su cómplice de "El archivo corso", se dedicaron a escribir el guión de la nueva versión de EL ALBERGUE ROJO. "Lo escribimos enseguida", explica. "Cuando eso ocurre, creo en el proyecto".


Un remake infiel pero respetuoso
"El problema con los remakes", comenta Christian Clavier, "es que si se hace lo mismo que en el original no tiene gran interés. Hay que saber ser infiel a la vez que se respeta lo que confiere fuerza al original". De hecho, Clavier y Delgado han conservado la propuesta principal de Jean Aurenche y Pierre Bost, los guionistas de la primera, esa genial idea de que el asesino se lo cuenta todo a la víctima, pero es sacerdote y está ligado al secreto de confesión. Se enfrenta a un terrible dilema: no decir nada y dejar que asesinen a los clientes del albergue, o avisarles del peligro que corren aunque Dios se enfade con él.

A partir de este sabroso postulado, Clavier y Delgado han conseguido apropiarse totalmente de la película. "Han realizado una fuerte remodelación", dice Gérard Jugnot, que sustituye a Fernandel en el papel del abate. "Han sabido conservar el humor cáustico que Aurenche y Bost insuflaron a la historia, pero han dado más consistencia a los personajes de los viajeros. Sobre todo, el sacerdote tiene un papel más activo. En la película original, Fernandel se movía únicamente por miedo, mientras que en esta, el padre Carnus intentará fastidiar a los asesinos".


Monstruos simpáticos
La película de Autant-Lara se reveló como abiertamente anticlerical, pero esta se inclina más del lado de la comedia. Una comedia social, digamos: transcurre en 1830, durante el periodo de la Restauración francesa. "Una época en que las relaciones sociales entre burgueses, nobles y gente del pueblo eran desastrosas", observa el realizador Gérard Krawczyk. Los viajeros que se detienen en el albergue son aristócratas y muy engreídos, no esconden su desprecio por "la Francia de abajo". En definitiva, los mesoneros asesinos son mucho más simpáticos que las personas a las que han decidido matar. "Obviamente, no se trata de excusar sus actos", explica Christian Clavier. "Rose, Martin y sus hijos, Mathilde y Violet, son auténticos crápulas, pero crápulas atractivos. Se les quiere porque forman una familia unida, cariñosa. Salvando las distancias, es un poco como en Los miserables, de Victor Hugo: los personajes se comportan a veces de un modo horrendo, pero todos son tremendamente humanos".


Y víctimas insoportables
Reducidos a meras siluetas en la película de Autant-Lara, los clientes de EL ALBERGUE ROJO han ganado importancia. En el centro del grupo se encuentra la odiosa condesa de Marcillac (Sylvie Joly), que trata a su hijo Philippe (Urbain Cancelier) sin miramientos y siente un profundo desprecio por su nuera, la inocente Marie-Odile (Anne Girouard), y por el mundo en general. De hecho, no se rebaja nunca a hablar con la gente y usa al pobre Philippe de mensajero. Después del sabroso trío, encontramos al esnobísimo Simon Barbeuf. Comerciante de encajes, es aún más altivo que las personas a las que vende. Es el tipo de hombre del que los maridos, muy equivocados, no se preocupan, pues debajo de un aspecto afeminado, "Encajes" esconde una naturaleza depredadora… Entre los clientes del albergue también está el notario con migraña, interpretado por Jean-Christophe Bouvet; el buen cochero, al que da vida Olivier Saladin; el incansable leñador, encarnado por Laurent Gamelon, y el joven Octave (Jean-Baptiste Maunier), exaltado discípulo del abate Carnus que se apartará del camino (religioso) por culpa de la exquisita Mathilde (Juliette Lamboley), la hija de los posaderos: unos gramos de ternura en un mundo poblado por brutos.


El reparto
En el centro de la película, el trío formado por Christian Clavier, Josiane Balasko y Gérard Jugnot. Es la undécima vez que trabajan juntos: "Pensé enseguida en Josiane para el papel de Rose", dice Clavier. "Nunca habíamos interpretado a una pareja, y me pareció que podría ser gracioso. Josiane tuvo la idea de dar el papel del sacerdote a Gérard (Jugnot)". Alrededor de los tres acólitos del Splendid se mueven payasos de diversas edades y cometidos: François-Xavier Demaison, cuyo espectáculo en solitario fue nominado a los Premios Molière 2007; Anne Girouard, la genial Ginebra de la serie "Kaamelott"; Olivier Saladin, de la compañía Deschiens; Laurent Gamelon, al que vimos en "Salir del armario" y "El juego de los idiotas", y la formidable Sylvie Joly. "Formamos una tropa", explica Christian Clavier. "Todos defendían sus réplicas para que dieran en el blanco".


El albergue: otro personaje
Unidad en el tiempo, unidad en el lugar: aunque "oreado" regularmente por escenas en exteriores rodadas en los agrestes paisajes pirenaicos, la mayoría de la acción transcurre en el interior o en los alrededores del albergue, y durante una sola noche. Consciente de la crucial importancia de los decorados, Gérard Krawczyk confió su construcción al famoso jefe decorador Jacques Bufnoir. La posada se edificó en el gran plató de los Estudios Eclair, en Epinay: "No se trata meramente de una fachada", explica el realizador, "sino de un albergue de verdad donde pueden rodarse interiores con absoluta comodidad". Bufnoir añade: "He rodado más de 70 largometrajes, pero solo en contadas ocasiones he debido construir un decorado tan importante, tan funcional". ¿El albergue rojo debía ser de color rojo? "No tenía por qué", explica el decorador. "Al principio debía ser de un blanco sucio, pero se me ocurrió pintarlo de rojo. Se lo comenté a Gérard, pero dudamos, el rojo siempre es un riesgo. Por otro lado, me parecía interesante poner una mancha roja en medio de los pinos verdes; reforzaba el aspecto dramático de la posada". Bufnoir y su equipo de artesanos realizaron un importante trabajo de pátina tanto en el exterior como en el interior del albergue: se quemó la madera superficialmente, se cepilló con púas metálicas, se pintó y se decapó para que no pareciera nueva. Por otro lado, las paredes de la posada se construyeron ligeramente al bies para aumentar la sensación de opresión que desprende el lugar.


Un vestuario muy colorista
Para vestir a los intérpretes, Gérard Krawczyk recurrió al diseñador de vestuario Olivier Bériot, con quien ya había trabajado en "FanFan la Tulipe". "Al igual que pasó con Fanfan, esta es una película de trajes divertidos, desplazados", dice Bériot. "La historia transcurre en 1830, en plena Restauración. Nunca había tocado esa época en el cine. Empecé por estudiar las caricaturas de Daumier, su trabajo ha sido una inspiración". Después de alquilar trajes para hacer pruebas con los actores, se lanzó a diseñar y realizar trajes originales. "Queríamos que el vestuario contribuyese a definir aún más a los personajes", explica el diseñador. "Me pidieron que fuera a por todas. No hizo falta repetírmelo". Como lo demuestra el extravagante traje de Simon Barbeuf "Encajes", "al que me describieron como una especie de dandy vestido por el Christian Lacroix de la época", dice Bériot. "François-Xavier Demaison no dudó ni un instante en ponerse la ropa de ‘Encajes’". Josiane Balasko, a la que Bériot había vestido en "El libertino", también le siguió la corriente. Al final de la película, cuando "su" Mathilde se casa con Octave, aparece con un traje de boda de color rosa. "Se nota que está hecho con todas las cosas bonitas que ha robado", dice el diseñador de vestuario. "Parece Mae West".