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  Buscando a Eric  (Looking for Eric)
  Dirigida por Ken Loach
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Festival de Cannes, Sección Oficial a Concurso.


Ficha artística
Eric Bishop - Steve Evets
Eric Cantona - Él Mismo
Lily - Stephanie Bishop
Sam - Lucy-Jo Hudson
Ryan - Gerard Kearns
Jess - Stefan Gumbs
Los carteros
Meatballs - John Henshaw
Spleen - Justin Moorhouse
Jack - Des Sharples
Monk - Greg Cook
Judge - Mick Ferry
Smug - Smug Roberts
Travis - Johnny Travis


Ken Loach (director)

Filmografía (selección)
CINE
1968 - Poor Cow
1970 - Kes
1972 - Family Life
1979 - Black Jack
1981 - Looks and Smiles
1986 - Fatherland
1990 - Hidden Agenda (Agenda oculta)
1991 - Riff-Raff
1993 - Raining Stones (Lloviendo piedras)
1994 - Ladybird, Ladybird
1995 - Land and Freedom (Tierra y Libertad)
1996 - Carla's Song (La canción de Carla)
1997 - The Flickering Flame
1998 - My Name Is Joe (Mi nombre es Joe)
2000 - Bread and Roses (Pan y rosas)
2001 - The Navigators (La cuadrilla)
2002 - 11'09"01 Once de Septiembre (codirector)
- Sweet Sixteen (Felices dieciséis)
2004 - Ae Fond Kiss (Sólo un beso)
2005 - Tickets (codirector)
2006 - The Wind That Shakes The Barley (El viento que agita la cebada)
2007 - It's A Free World (En un mundo libre)
2009 - LOOKING FOR ERIC (BUSCANDO A ERIC)


Comentarios de Ken Loach
Hace dos o tres años, recibí un mensaje en el que me decían que Eric Cantona quería entrar en contacto conmigo. Sin él, esta película no hubiera existido. Un productor francés, Pascal Caucheteux, se había entrevistado con Rebecca O'Brien, la productora, y le sugirió que nos reuniéramos él, Eric y nosotros. Evidentemente, nosotros conocíamos a Eric Cantona, como personaje público y futbolista excepcional. Y todo el mundo sabía que a Paul Laverty, el guionista, y a mí nos interesa el fútbol. Eric tenía algunas ideas, todas muy interesantes, especialmente una historia acerca de su relación con un hincha. Al principio, ni Paul ni yo veíamos cómo podíamos hacer que funcionara en términos de narración, de personajes y de desarrollo, pero nos pareció que habíamos encontrado un territorio interesante para explorar ―no sólo la alegría y el placer del fútbol y el papel que desempeña en la vida de la gente, sino también la noción de celebridad y la forma en que se construye la popularidad de alguien a través de la prensa y la televisión―. En la imaginación de la gente, las celebridades tienen algo sobrehumano. Paul se puso a trabajar y escribió una historia que intentaba relacionar todos los elementos. Sabíamos que a Eric le gustaría nuestro trabajo porque tenemos una idea clara de la clase de hombre que es, una persona que no se toma demasiado en serio, un personaje célebre pero que se toma esa celebridad con humor y que tenía algo de malicia en su mirada cuando hablaba de este proyecto, una historia entretenida, ni demasiado pesada ni demasiado dura.

Eric Cantona es un hombre original, brillante, con una inteligencia viva, perspicaz y sensible. Sus reflexiones acerca del deporte, de su figura dentro del mismo, de lo que intentó hacer y de su visión del fútbol constituyen una parte integral de esta película. Cuando Eric entra en una habitación, desprende un carisma, un magnetismo considerable. Los actores denominan "proyección natural" a esta capacidad de comunicarse desde el escenario hasta el fondo de la sala sin hacer, aparentemente, nada especial. Eric sabía hacerlo en un campo de fútbol: se comunicaba con 70.000 personas. Tiene una capacidad natural absolutamente extraordinaria. En Manchester, se le trata con respeto, admiración y afecto. Tuvimos que disimular su presencia (es la primera vez que he tenido paparazzi rondando por el set...). Y si íbamos con él por la calle, la circulación se detenía y la gente le daba la mano. Fui con Eric a Old Trafford para ver un partido e, incluso sin saber que él estaba allí, la gente cantaba las canciones de Cantona. ¡Coreaban su nombre aunque no estaba allí desde hacía diez años! Cuando descubrieron que estaba allí de verdad, fue una locura. ¡Había hombres mayores llorando! Cuando nos íbamos, personas de todas las edades venían a estrecharle la mano. Pocos jugadores han inspirado semejante afecto.

Hablo desde el punto de vista de un espectador, pero ir a un partido es un acto muy social, y en el partido en sí mismo estallan todas las emociones y todas nos afectan: la esperanza, la alegría, la pena, el dolor, la decepción, el suspense, el suplicio, una sensación maravillosa cuando el balón entra en la portería. Nos afectan todas esas emociones, pero contenidas en un marco concreto y seguro, y a fin de cuentas sólo es un juego y la vida real continúa. En definitiva, cuando se viven todas esas emociones pero dentro de un entorno seguro, se trata de un intenso ejercicio terapéutico.

Eric Bishop, el personaje principal, es un hombre inteligente, que sufre unas crisis de pánico que le impiden establecer relaciones duraderas con nadie y que ante ello reacciona escondiendo la cabeza, saliendo con sus amigos, yendo a los partidos, tomando un trago y no pensando en nada...

Esta película es una historia sobre la amistad y sobre el hecho de aceptarse uno mismo. Es una película contra el individualismo: se es más fuerte en grupo que solos.




Paul Laverty (guionista)

Filmografía (selección)
CINE
1996 - Carla's Song (La canción de Carla), de Ken Loach
1998 - My Name Is Joe (Mi nombre es Joe), de Ken Loach
2000 - Bread and Roses (Pan y rosas), de Ken Loach
2002 - 11'09"01 Once de Septiembre, de Ken Loach (codirector)
- Sweet Sixteen (Felices dieciséis), de Ken Loach
2004 - Ae Fond Kiss (Sólo un beso), de Ken Loach
2005 - Tickets, de Abbas Kiarostami, Ken Loach y Ermanno Olmi -
2006 - Cargo, de Clive Gordon
- The Wind That Shakes The Barley (El viento que agita la cebada), de Ken Loach
2007 - It's A Free World (En un mundo libre), de Ken Loach
2009 - LOOKING FOR ERIC (BUSCANDO A ERIC), de Ken Loach


Comentarios de Paul Laverty
Nos reunimos con Eric Cantona para hablar de un tratamiento que Eric Cantona y sus hermanos habían preparado para la productora francesa Why Not acerca de un hincha que, en la realidad, había seguido a Eric cuando éste pasó del Leeds United al Manchester United y que había perdido su trabajo, a sus amigos y a su familia. Me pareció que la idea tenía cierta fuerza, pero sobre todo me atraía las posibilidades que podía encerrar como ficción.

Puede ser que influyera el gripazo que yo sufría cuando nos vimos, pero a medida que hablábamos mi mente empezó a evocar los magníficos goles que Eric había marcado, sus momentos de inspiración, su temperamento, su famosa patada de kárate, los cantos de la grada, y sobre todo ese momento que se me había quedado grabado del extraordinario gol que le marcó al Sunderland. Tanto Ken como yo nos dimos cuenta enseguida de que la personalidad de Eric, tanto dentro como fuera del terreno de juego, abría un abanico de posibilidades absolutamente fascinantes.

Ken, Rebecca O'Brien y yo acabábamos de salir de dos películas muy duras (El viento que agita la cebada y En un mundo libre...) y teníamos claro que nuestro siguiente proyecto tenía que llevar consigo una fuerte dosis de humor y travesura, para que pudiéramos recuperarnos anímicamente. Hacía tiempo que le había hablado a Ken de una historia en la que pudieran intervenir unos abuelos. Sabía que éstos no son personajes que atraigan inversiones, pero desde que han nacido mis hijos me he vuelto cada vez más curioso acerca de las complejas interacciones y de los múltiples papeles que desempeñan los abuelos en nuestra vida, porque contribuyen de muchas maneras a que el mundo siga girando pero, excepto en muy raras ocasiones, nunca se les ve en la pantalla, o en personajes muy estereotipados. Unos protagonistas de más edad pueden abrir una historia hacia algo diferente, porque son una fuente increíble de existencias y experiencias pasadas y siempre me ha atraído la posibilidad de una historia que se asomara sobre el pasado tanto como sobre el presente. Nuestro pasado no ha desaparecido, sino que tiene un peso enorme. Empecé a plantearme muchas cuestiones y nociones contradictorias estrechamente imbricadas. Me pregunté cómo se definen los momentos claves de nuestra vida, cómo la gente que hemos conocido a lo largo de nuestra existencia dejan una impresión indeleble en nuestra alma y que probablemente recordaremos en nuestro lecho de muerte... Me pregunté por las diferencias de coordinación, por los momentos en que las parejas se forman y por la persona que se era en ese momento. Errores pasados pueden enconarse con el tiempo, heridas y reproches pueden sucederse en un ciclo interminable que puede seguir ensombreciendo nuestro presente. He reflexionado acerca del don fantástico de la memoria, capaz de revivir intensamente, con la misma fuerza con que se produjo, un acontecimiento de hace treinta años. Y, cuando nos hacemos mayores, ¿qué pasa con la confianza en nosotros mismos, la frágil noción de nuestra propia identidad? Aquello en lo que nos convertimos rara vez se corresponde con lo que habíamos imaginado cuando teníamos veinte años. Una vida larga puede ser un auténtico caos. A veces, en los momentos de crisis, podemos sentirnos más tentados de lo que querríamos admitir a dejarnos deslizar en la depresión.

Sin ninguna razón particular, quizá por efectos de la fiebre, durante mis conversaciones con Ken en aquellos momentos, me imaginé a un hombre llamado Eric Bishop, en la grada, viendo el gol que Eric Cantona le marcó al Sunderland, entre los rugidos emocionados del público. Ese gol iba a sostener a Eric Bishop durante los meses en que lucha día a día con su caótica vida. Cuando conocemos a Eric Bishop/Little Eric ―padre, padrastro, abuelo, separado dos veces― la época en que iba a ver los partidos de Cantona con sus amigos está muy lejos. Al revés de Cantona/Big Eric, tiene la impresión de que es transparente: no sólo está perdiendo el control de su vida sino, lo que es todavía más aterrador, no tiene ninguna confianza en sí mismo. Cuando Little Eric se mira en el espejo, ve a un hombre perdido. Me imaginé la posibilidad de situar a los dos Eric cara a cara para ver qué podría pasar.

Cuando fui a París para reunirme con Eric, no tenía ni idea de cómo iba a salir todo, pero enseguida vi que estaba abierto a cualquier sugerencia y pude hacerme una idea de él como persona. Fueron unos días estupendos y, a lo largo de nuestras reuniones, me fue regalando algunas joyas de sus ideas y experiencias. Cuando le pregunté qué había sentido rodeado por 50.000 personas coreando su nombre y cantando canciones sobre él me contestó que miedo, pero que también le daba miedo que aquello se detuviera. Eso me recordó lo que dijo Maradona: "Necesito que me necesiten". Cantona me confió que se esforzaba por sorprender a la gente en cada partido y que para lograrlo necesitaba sorprenderse antes a sí mismo. También le pregunté cuál era su mejor recuerdo futbolístico y, cuando me esperaba que me hablara de un gol que supusiera una final de copa o un partido crucial de la liga, me sorprendió de nuevo cuando me dijo que un pase que le dio a Ryan Giggs ―no pudimos encontrar ninguna imagen de este pase ni del gol que le siguió, pero todavía recuerdo su pase a Irwin, que hemos incluido en la película―. "¿Y si Giggs hubiera fallado?", le pregunté. Eric me respondió: "Siempre hay que confiar en los compañeros de equipo". Esto se inscribía perfectamente en lo que yo vislumbraba como una idea clave de la película, la de que Eric reunía el valor necesario para asumir un riesgo, para volver a confiar en sus amigos y en Lily, a pesar de su propia fragilidad.

Le pregunté a Eric acerca de la suspensión de nueve meses [el 25 de enero de 1995, mientras se dirigía al túnel de vestuarios tras ser expulsado en un partido frente a Crystal Palace en Selhurst Park, Eric Cantona le propinó una patada de kárate a un aficionado que lo había insultado desde la tribuna. El futbolista del Manchester United fue sancionado por su club con una elevada multa y dos semanas de cárcel que pagó realizando 140 horas de servicios comunitarios. La Federación inglesa le impuso una suspensión de nueve meses y su vuelta se produjo el 1 de octubre del mismo año ante el Liverpool], un periodo considerable para la corta carrera de un futbolista profesional. Después de llevar una vida tan ordenada, tan disciplinada, con la rutina de los encuentros semanales, por no decir nada de las descargas de adrenalina cuando se juega en un estadio repleto, me interesaba saber cómo había afrontado la soledad. Me dijo que había tenido que encontrar una forma de llenar su vida, de llenarlo a él. "¿Cuál?", le pregunté. Él me respondió: "Intenté aprender a tocar la trompeta". Así que este genio, este icono del fútbol, rodeado de una multitud que lo adoraba, en el curso de una semana pasó a encontrarse en la soledad de su habitación, concentrándose en sus dedos y sus pulgares luchando con un instrumento musical... De golpe, el culto a la celebridad volaba en pedazos. Poco importa quiénes seamos, ya sea Big Eric o Little Eric, todos nos encontramos luchando cada día para dar sentido a nuestra vida. Me encanta una escena surrealista de la película en que Big Eric, armado con su trompeta, y Little Eric, armado con su memoria, están en una terraza de una vivienda municipal de alquiler y miran Manchester a sus pies y el mundo que hay más allá. Me parece mágica cada nota mal tocada, como una especie de himno a todas las vidas imperfectas y embarulladas, una celebración de nuestra fragilidad y un vibrante llamamiento para que hagamos ese acto de fe que consiste en confiar en aquellos que nos quieren. Siempre.




Comentarios de Eric Cantona
Cuando me reuní con los coproductores franceses, Pascal Caucheteux y Vincent Maraval, coincidimos en que para contar una historia acerca de mis relaciones con los hinchas necesitábamos a un director inglés. En Inglaterra, la relación con los aficionados es muy especial y para comprenderla, el director tenía que ser además un apasionado del fútbol, tenía que haber experimentado personalmente esos sentimientos. El primer nombre que se nos ocurrió fue el de Ken Loach. Era una locura pensar en él, pero nos dijimos que había que intentarlo: lo peor que podía pasar es que nos dijera que no....

Ha sido fantástico volver a Manchester. Me encanta su gente. Es un sentimiento que no se ha debilitado, sino que se ha fortalecido. Claro que se me hizo muy raro dejar de jugar al fútbol, pero he tenido la suerte de tener otras pasiones, como la de ser actor... y la trompeta, como se ve en la película... ¡aunque hace falta que siga practicando!.

En esta película yo soy el Eric Cantona que existe en la imaginación de Eric Bishop, así es como me ve. Eso me lleva a tomar distancia en relación conmigo mismo y verme con humor, y eso me gusta. Antes había trabajado en otras películas, en las que me podía esconder detrás de un personaje, pero en este caso tenía que ser yo mismo. Era una sensación rara. Antes de empezar el rodaje, tuve que preguntarle a Ken cosas que nunca había preguntado antes, porque no me sentía a gusto, y yo necesito sentirme a gusto con el personaje. Fue una buena experiencia, muy especial. Había que tratar de ser espontáneo, ser uno mismo, pero en una ficción. Era un ejercicio extraño pero apasionante.

Interpretar en serio la relación entre un hincha y yo habría sido sin duda bastante pretencioso, arrogante y, seguramente, mucho menos interesante. Ken ha hecho un abordaje muy ligero, pero en el sentido positivo del término, porque tiene el don de hacer las cosas divertidas pero también muy reales. En esta película hay mucho humor, mucha sensibilidad, emoción... y ¡autoparodia! Me siento muy orgulloso de la forma en que la película muestra lo que yo he sentido hacia los aficionados, la forma en que yo los veía y cómo recibía la energía que ellos me transmitían. Todo eso está ahí, en la película.




Steve Evets (Eric Bishop)
Steve Evets, de 49 años, se autodefine como un actor aficionado, pero pocos actores tienen su experiencia vital. "Nací en una familia obrera de Salford, salí del colegio sin la menor idea de lo que iba a hacer, pero el último día vino un tipo que nos puso una película sobre la marina mercante y pensé que por qué no nos la habría puesto antes. Nada de saludos a oficiales, nada de uniformes... y me enrolé en la marina mercante". A los tres años fue expulsado. "Yo había hecho de todo: había saltado dos veces de un barco en Japón, había festejado mis dieciocho años en un burdel de Bombay... ¡una experiencia muy liberadora!... En esa época, era un bala perdida. Luego, encontré un trabajo de entrega de tubos industriales para una firma, porque no tenía otra opción. Me casé, no funcionó, y la empresa me echó. Así que decidí hacer lo que tenía en mente: ser actor, o algún trabajo creativo".

Hizo un curso de arte dramático en una escuela local. "Era aburrido, todos muy académicos, así que formé mi propia compañía de teatro callejero con dos amigos".

Hizo papeles como figurante, teatro de vanguardia y teatro popular. Para obtener su carnet de Equity, el sindicato británico de actores, Steve cambió su apellido, Murphy, por el palíndromo Evets.

Ha hecho doblajes, comedias (bajo el nombre de Adolph Chip-pan) y música (ha tocado el bajo con The Fall, pero, como suele pasar, se ha peleado con el cantante, Mark E. Smith).

En los últimos tiempos ha trabajado mucho para la televisión, en series de todo tipo, desde Shameless hasta Heartbeat. "Siempre ha sido duro. Pero yo no estoy haciendo este oficio por dinero, si no, lo habría dejado hace años. Sigo haciéndolo porque en la vida hay que tener alguna cosa que uno quiera hacer, y en mi caso es actuar".