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Entrevista con Catherine Corsini

P: Aunque el esquema de PARTIR sea bastante clásico, la mujer, el marido y el amante, en el comportamiento de la esposa, que lo deja todo de un día para otro para vivir plenamente su pasión, hay un aspecto radical que lo hace singular. ¿Por eso le entraron ganas de contar esta historia?

R: Creo, y eso mismo le dije a Fabienne Vonier, la productora, que llega un momento en la carrera de una realizadora en que tiene ganas de enfrentarse al rodaje de una auténtica historia de amor. Quería contar una historia muy clásica, muy simple, que me permitiera seguir la trayectoria de una mujer del calibre de las heroínas que siempre me han hecho soñar, de Ana Karenina a Madame Bovary. El retrato empezó ahí, en un contexto clásico, el retrato de una mujer que se atreve a lanzarse a la aventura, que decide no transigir, quizá porque ha llegado a un punto de su vida en que sabe que ya no puede limitarse a dejar pasar las ocasiones. Ni sus hijos pueden detenerla. He intentado mostrar lo que es el deseo, qué ocurre cuando irrumpe en una vida normal, ordenada, su potencia, su lado ineluctable… Por eso me he inclinado por una puesta en escena depurada, para dejar más sitio a la sensualidad, a la naturaleza… Lo digo en el sentido de que el amor limpia la película de cualquier psicología y le da un impulso puro, el impulso de los cuerpos que se buscan o huyen.


P: La película empieza casi por el fin de la historia. ¿Ha querido mostrar desde el principio que se trataba de una tragedia?

R: La verdadera pasión tiene mucho que ver con la tragedia porque es egoísta, incluso cruel, y ciega; rechaza al resto del mundo, que a veces se lo hace pagar caro. Al poco de empezar el guión, sentí la necesidad de abrir la película con un golpe de efecto que dejase presagiar el drama. Quería crear tensión, dejar claro que se llegaría al final de la pasión con todo lo que eso implica de fuerte, de maravilloso, de trágico. Se sabe desde el principio que ocurrirá un drama, pero no se sabe si es un asesinato o un suicidio. El suspense queda intacto. Pero sabemos que vamos a presenciar un drama y eso hace que las escenas de amor sean todavía más intensas, como si sobrevolara una amenaza. Se es consciente de que los personajes están condenados de antemano, pero lo fascinante es descubrir cómo llegan, cómo se abandonan, cómo se precipitan hacia ese drama.
Además, empezar por el fin, “dar” la solución desde el principio, es muy estimulante para un cineasta. Obliga a depender totalmente de la puesta en escena, del relato y de los personajes, ya que se conoce el desenlace.


P: Otro elemento importante es el contexto social. Ella, casada con un médico, dispuesta a volver a trabajar como kinesioterapeuta, que deja a marido e hijos, comodidades y casa, por un obrero catalán…

R: Esta dimensión social, política, que sirve para denunciar la situación de la mujer era muy importante. La película reivindica un punto de vista feminista. Suzanne está atrapada, no goza de independencia económica, depende totalmente de su marido, y este, cuando ella se va, intenta retenerla por cualquier medio, incluso el más bajo, dejándola sin dinero. Es la historia de una mujer capaz de abandonar su medio social, de emanciparse al precio que sea. La casa, bastante fría y austera a propósito, es una cárcel dorada. Es un poco como si hubiera vivido medio deprimida, escondida durante años, y de golpe, el deseo, el amor, la pasión consiguen que lo deje todo, que se entregue plenamente a esa nueva relación a sabiendas que nunca podrá volver atrás. Con su marido está más próxima al encarcelamiento, pero con su amante, aprende a ser ella misma. De pronto está frente a una persona que la mira, que la escucha, que la desea. Tenía todas las comodidades del mundo, y su amante le aporta cosas mucho más simples, pero esenciales, el deseo, el placer, la promesa de la felicidad… De ahí la importancia que se da a la naturaleza, a una cierta dulzura, como la escena en Cataluña al lado del mar con la hija de su amante, o en la ruina que les sirve de refugio. No deja atrás un infierno, pero descubre algo absoluto que le impide dar marcha atrás. Cuando su marido le prohíbe que le deje, ella se revela tal como es.


P: ¿Qué fue lo más difícil a la hora de escribir el guión?

R: Probablemente conseguir que encajara todo, el deseo, la pasión, el suspense y el contexto social; inclinarme hacia el radicalismo sin caer en la caricatura; esforzarme en avanzar con elegancia dentro de la ruptura de la mujer con un marido acomodado para irse con un obrero catalán, y no sobrepasarme en cuanto a las emociones y los sentimientos.


P: ¿Escribió el guión pensando que Kristin Scott Thomas interpretaría a Suzanne?

R: Sí. Le dije a Fabienne (la productora) que, por una vez, quería escribir con alguien definido en mente. Enseguida pensé en Kristin. Primero redacté ocho o diez páginas y se las enseñé. Me dijo que el personaje y el tema le interesaban y me puse a trabajar pensando en ella. Hace veinte años quise trabajar con ella en un telefilm, pero desafortunadamente no fue posible.


P: ¿Por qué le apetecía trabajar con ella?

R: Me fascina. Tiene algo misterioso, una especie de belleza helada, de aparente dureza, tocada por cierta melancolía que la hace frágil y vulnerable. Era ideal para encarnar a una burguesa distante con su lado desesperado. Además, es capaz de perturbar, despertar emociones. Consigue transformarse lentamente, partiendo de un rostro pasivo hasta llegar a la increíble determinación que deja entrever hacia el final.

En cuanto a Sergi, solo podía ser él para el papel del amante. Ya había trabajado con él y tenía ganas de repetir. Es un actor agradable, fácil, siempre atento a todo. Me gusta su presencia tranquilizadora, su lado carnal, físico… Tiene un papel difícil, el de un hombre que no se queja a pesar de saber que está en el plato malo de la balanza, en el lado de los perdedores.

En cuanto al papel del marido, dudé. De pronto me acordé de que veinte años atrás quise reunir a Yvan Attal y a Kristin Scott Thomas. Es un placer trabajar con él. Ha sabido dar la complejidad necesaria a este burgués de provincias con un buen coche, una buena casa, una mujer guapa, hijos guapos, que de pronto enseña su verdadera naturaleza. Ella le pertenece, no puede dejarle. Tiene un no sé qué arcaico. Está prohibido que su mujer deje de quererle. Es frágil y monstruoso a la vez. Se siente humillado por el hecho de que le abandone a él, un burgués de cierta importancia, por un obrero que ha estado encarcelado.


P: Cuenta la historia a través de los ojos de la protagonista. Siempre estamos con ella. Al igual que en muchas de sus películas, el motor es el personaje de una mujer decidida, radical.

R: Lo sé. Cada vez que empiezo un guión, pienso que me gustaría hacer lo mismo con el personaje masculino, pero siempre acaba ganando el femenino. Quizá porque las heroínas son las que me dieron ganas de hacer cine. Heroínas un poco locas que se lanzan hacia su destino. Me gusta el valor de Suzanne, no hay un doble juego en ella, no miente. Primero intenta convencerse de que será capaz de renunciar a su amor. Al no conseguirlo, se va, dejándolo todo. No le importa trabajar de cajera para sobrevivir. Está dispuesta a todo para estar con su amante. Es una mujer íntegra. Quizá mis personajes femeninos se parezcan porque sin íntegros, directos, van donde les guía el deseo.


P: Es la cuarta vez que trabaja con Agnès Godard como directora de fotografía. ¿En qué se complementan?

R: Filma muy bien a las mujeres. Ha sido muy delicada en las escenas de amor, que debían ser crudas y bellas a la vez. Sabía que aportaría una luz llena de sensualidad a la película. Era necesario sublimar, dar gracia y belleza a la historia de amor. Las dos nos conocemos bien, existe una gran complicidad entre nosotras aunque seamos diferentes y no estemos siempre de acuerdo. Solemos reírnos de lo mismo. En el rodaje no nos hace falta hablar mucho, pero sí hablamos mucho antes, pensamos en los decorados, los encuadres, cómo vamos a rodar…


P: ¿Cómo definiría su puesta en escena?

R: Filmar con simpleza y con planos amplios para comunicar una sensación de libertad, para que se vean las cosas, se pueda observar, para que las situaciones tengan tiempo de instalarse, vivir, evolucionar. En general no he recortado mucho las escenas. Quería que los amantes pudieran vivir plenamente dentro del encuadre, en oposición a las escenas con el marido, construidas a base de planos más cortos. En las escenas entre Kristin y Sergi me limitaba a rodar, sin cortar, pero no fue fácil. Kristin no está acostumbrada a trabajar así. Quiere saber lo que debe hacer, pero me gusta mezclar las pistas, desestabilizar, despistar a los actores.


P: Ha usado música que Georges Delerue y Antoine Duhamel compusieron para las películas de Truffaut. ¿Es un guiño?

R: Más que eso. Me vuelve loca. Antes de que existieran los compactos, grababa esa música en las salas de cine con un magnetófono. Simon Jacques, el montador, probó algunas composiciones de Delerue en una escena, luego en otra… Funcionaba tan bien que no podíamos poner otras. Daba una dimensión romántica adicional a la película.


P: El fin es un auténtico fin de cine…

R: El fin da sentido a la película. Pertenece al director. Me gustan los finales donde, a pesar de todas las trabas, triunfa el amor, aunque deba morir enseguida. Es aún más desgarrador. Es un esquema clásico. Todos soñamos con la pasión, y el cine nos permite vivir lo que no siempre nos permitimos hacer en la vida. Todos estamos ávidos de momentos de vértigo.


Biografía de la directora
Catherine Corsini estudió con Antoine Vitez y Michel Bouquet en el Conservatorio de Arte Dramático de París durante tres años. Después de trabajar como actriz y ayudante de dirección teatral, optó por la escritura de guiones y la realización. Rodó varios cortometrajes galardonados. En 1991, el telefilm “Interdit d’amour”, con Nathalie Richard y Maxime Leroux, fue muy aplaudido por los espectadores. En 1998, con La nueva Eva, una comedia generacional, rompió con el tono más dramático de sus primeras obras. Dos años después rodó La répétition, con Emmanuelle Béart y Pascale Bussières, invitada a la Sección Oficial del Festival de Cannes. En 2006 rodó Les ambitieux, con Karin Viard y Eric Caravaca.

Filmografía
2008 - PARTIR
2006 - LES AMBITIEUX – Sección Oficial, Festival de Roma
2003 - MARIÉES MAIS PAS TROP
2000 - LA RÉPÉTITION – Sección Oficial, Festival de Cannes
1999 - MOHAMMED (Cortometraje)
1998 - LA NUEVA EVA – Festival de Berlín
1997 - DENIS (Televisión, ARTE)
1995 - JEUNESSE SANS DIEU – Festival de Cannes 1996, “Cinéma en France”
1993 - LES AMOUREUX - Festival de Cannes 1994, “Cinéma en France”
1991 - INTERDIT D’AMOUR (Televisión)
1989 - FATALE OBSESSION (Televisión)
1987 - POKER
1985 - NUIT DE CHINE (Cortometraje) – Premio a la Realización, Festival de Grenoble
1984 - BALLADE (Cortometraje) – Gran Premio de “Cinéma en France”, Cannes 1985
1983 - LA MÉSANGE (Cortometraje)


Entrevista con Kristin Scott Thomas

P: ¿Qué le atrajo cuando Catherine Corsini le habló del proyecto?

R: Catherine. Ella me sedujo enseguida; es un personaje muy especial, un poco extremo. Me gustan mucho sus películas. Aunque no siempre estén conseguidas, siempre hay algo muy potente, muy lírico. Se atreve a tocar otros temas. Vino a verme y me habló de un proyecto que quería hacer conmigo. La historia de una mujer de mi edad a la que le pasa lo que a muchas hoy en día… Es increíble la cantidad de parejas que se rompen. Se llega a los cuarenta y todo empieza a hacer aguas. Me interesaba el tema, y no solo porque a mí también me ha pasado. Además, me atraía trabajar con un equipo así: Catherine en la dirección; Fabienne Vonier, una productora que me gusta mucho y que hace un cine muy hermoso; Agnès Godard como directora de fotografía… Me apetecía estar con esas mujeres, contar con ellas la historia de una mujer que lleva años viviendo medio ahogada y que cree poder reinventar la segunda parte de su vida. Conozco a mujeres cuyos maridos no consideran que deban tener una tarjeta de crédito ni trabajar. Están atrapadas y algunas se enfrentan a la violencia de género.


P: ¿Cómo definiría el personaje de Suzanne?

R: Es una mujer que, en un momento de su vida, hace un balance y no le gusta lo que ve. Dejó de trabajar para criar a sus hijos. Ahora son adolescentes a punto de ser adultos y Suzanne quiere volver a su profesión de kinesioterapeuta. Con cierta condescendencia, su marido Samuel decide ayudarla a instalar una consulta… al fondo del jardín, para que no se aleje demasiado. Está claro que él lo considera como un capricho. Suzanne quiere a su marido, que le da todo lo que quiere: ropa cara, una casa cara, un coche caro, espléndidas vacaciones, pero que siempre la menosprecia. Es SU mujer, le pertenece, es parte de su estatuto social. Y de pronto, conoce a un hombre opuesto a su marido. Amable, atento, simple. Es albañil, catalán, con cierta tendencia al timo. Viene de un ambiente totalmente diferente y vive en un sitio horrible. Suzanne es presa de una especie de revelación a la que se añaden un deseo y un placer sexual que creía haber olvidado.


P: ¿Qué le conmueve más de su personaje?

R: Su esperanza y su ingenuidad. Cree que puede cambiar de vida, que puede volver a encontrar el amor, empezar de cero. No le importa ser cajera. El orgullo no es nada comparado al deseo y al amor. Pero la relación está abocada al fracaso. También me interesó que, cuando decide irse, nada puede detenerla, ni sus hijos. Apenas se siente culpable. Enseguida pasa a otra cosa, recorre su camino. Me gusta esa libertad…


P: ¿Entiende la reacción del marido, su chantaje económico?

R: Sí, porque es la única arma de la que dispone. Hay una escena conmovedora, cuando la acusa. Él está emocionado, desestabilizado; ella le reconforta y le promete no volver a ver a su amante. Pero no puede cumplir su promesa. Está dispuesto a cualquier cosa para que se quede. Entiendo lo que hace, aunque me parece intolerable. Pero Yvan Attal lo interpreta tan bien que casi nos ponemos de su lado.


P: ¿Entiende la reacción final de Suzanne?

R: Desde luego, yo habría hecho lo mismo. (Ríe) Solo podía acabar con un drama. Sobre todo porque a Suzanne le ciega el deseo de volver a empezar. En un momento, pierde pie completamente, está a punto de volverse loca. Nadie puede aguantar la violencia por la que ha pasado. Al final se siente totalmente oprimida, está atrapada. La escena de amor entre el marido y la mujer cuando consigue hacerla volver es espantosa. Entiendo que ella quiera escaparse como sea, no importa el precio que deba pagar.


P: ¿Hay escenas que le dan más miedo que otras?

R: Como siempre las escenas físicas. Pueden ser escenas violentas o escenas de amor, siempre es complicado. En esta película, al haber muchas mujeres en el plató, cada una opinaba en las escenas de amor: “Deberías hacer esto, mejor hazlo as텔 Eran solidarias, trabajamos en grupo. Aunque no me guste rodar ese tipo de escenas ni tampoco verlas después, reconozco que en esta ocasión me gustan. Es una historia clásica, pero la forma en que Catherine la ha rodado no tiene nada de clásico. Cada vez que Suzanne ve a su amante, y una vez consumada la relación, solo se ven brazos que se cruzan, se atrapan… Me parece muy hermoso. Es una película muy sensual. Basta con ver cómo filma la naturaleza, el campo, la orilla del mar. También me gusta el trabajo que se ha hecho con el sonido. Por un lado están los grillos, las cigarras y, por otro, en el barrio de Sergi, las motos, los gritos de los niños…


P: ¿Cómo describiría a Catherine Corsini como directora?

R: Es muy instintiva, directa y también bastante… brutal. (Ríe) Es frontal, apasionada. Pero volvería a trabajar con ella mañana mismo. No tiene miedo; es exigente y rigurosa. Si no consigue lo que quiere, lo describe con exactitud y quiere que los actores la obedezcan. Funcionó bien conmigo. Me gusta que me pongan contra la espada y la pared. Prefiero eso a alguien que se conforma con la primera toma.


P: ¿En qué se complementan Catherine Corsini y Agnès Godard?

R: Agnès es una auténtica intelectual, piensa mucho. Es capaz de describir con precisión el plano que va a hacer. Me gustó mucho trabajar con ella. Es fascinante; es una mina de referencias y de información. Es entusiasta y tierna a la vez. Es pequeña y fuerte; debe serlo para rodar cámara al hombro. Desde luego, se complementan. Agnès es tranquila, muy metódica, reflexiva, mientras que Catherine busca, duda, bulle… Fue muy divertido verlas trabajar juntas.


P: ¿Cómo fue rodar con Sergi López?

R: Me gusta mucho trabajar con él porque es un actor que realmente hace un trabajo físico. Todo lo que hace, todo lo que expresa, pasa por el cuerpo, y no es algo habitual… Puede que venga de su formación en París con Jacques Lecoq. Habita el personaje a través del cuerpo. Me gusta trabajar con alguien que actúa en vez de pasarse el tiempo analizando el personaje.


P: Después de Hace mucho que te quiero, de Philippe Claudel, vuelve a interpretar a una mujer que quiere tener una nueva vida. ¿Cree que el cine francés la ve así?

R: No, más bien me parece que son personajes que encajan con mi edad. Personajes que evocan, cada uno a su manera, la crisis de los cuarenta y lo diferente que puede ser.


Entrevista con Sergio López

P: ¿Cuál fue su reacción cuando Catherine Corsini le dio el guión de PARTIR?

R: En cuanto lo leí tuve ganas de hacer la película. No sigo una estrategia precisa, no pienso en qué papeles debo hacer, con qué películas debo seguir, pero necesito que la historia me capte, tener ganas de contarla, y en este caso fue inmediato. Hay algo esencial, muy simple, que gira en torno a preguntas fundamentales: ¿Qué es el amor? ¿Qué es la pasión? ¿Qué hace que nos enamoremos? ¿Cómo vivimos la eterna dicotomía entre el dolor y el amor? Porque siempre se sueña con estar enamorado a pesar de saber que podemos sufrir. ¿Hasta dónde se puede llegar por amor? ¿Qué nos hace perder la cabeza? ¿Qué es esa tremenda energía que empuja a un hombre y a una mujer a amarse? Todo eso está en la loca carrera que emprende el personaje de Kristin.


P: ¿Cómo definiría a su personaje?

R: Como alguien que ha tenido bastantes experiencias, pero que sigue dispuesto a perder la cabeza y a enamorarse. Creo que en el fondo, es alguien a quien le gusta amar. Es generoso. Y aunque se da cuenta de que van demasiado lejos, no lo duda, se entrega a fondo. En su relación con Suzanne, es el más lúcido. Incluso cuando ve que todo está perdido, no se echa atrás. Está dispuesto a morir por ella. Es la mayor prueba de amor que puede darle. Lo arriesgará todo para seguir con la mujer que está loca por él, casi en sentido literal.


P: ¿Había escenas que le daban más miedo que otras?

R: Como siempre, las escenas de amor, sobre todo en una historia como esta, en la que el deseo y el placer tienen un papel importante, en la que es esencial estar cerca de los cuerpos, de la carne, de la piel… El miedo aumenta según la importancia. Siempre hay cierta aprensión porque las escenas deben ser creíbles y todos tenemos un cierto pudor, una cierta timidez. En mi caso, como soy simpático y parezco extrovertido, nadie cree que soy tímido y púdico. Pero le aseguro que no me gusta enseñar el cuerpo, no me siento nada cómodo.


P: Pero ya debería estar acostumbrado. No es la primera vez que se le filma como objeto de deseo.

R: Claro, me parece genial que me filmen como un objeto de deseo. (Ríe) Pero me cuesta mucho entenderlo, sobre todo cuando me miro al espejo. Aunque sobre gustos no hay nada escrito. Mejor dicho, y eso mismo demuestra la película, el deseo sexual es imprevisible, no tiene reglas. No depende de la reflexión ni de la estética, sino de algo más profundo, casi animal. A menudo he debido enfrentarme a aprensiones de este tipo, no solo por tener que desnudarme o interpretar escenas de amor, sino cuando debo llorar o mentir. Soy incapaz de hacerlo en la vida diaria, pero he aprendido a hacerlo en el cine. Yo no importo, importa la historia, la película.


P: ¿Qué es lo mejor de Catherine Corsini como realizadora?

R: Es apasionada y pasional. Me gusta que la directora esté totalmente metida en la historia que quiere contar, que no sea una película más para ella, no podía encontrar a nadie mejor que ella. Nos llevamos muy bien. Me gusta como mujer, como realizadora. Es una persona sensual, y se basa más en el instinto que en la reflexión. Escucha mucho. Cuando interpretamos, todos esperamos encontrar algo que nos hable desde lo más profundo, ella la primera. Espera que la sorprendamos, que ocurra algo, y si no ocurre nada, se da cuenta inmediatamente y se esfuerza en conseguirlo. Me parece una persona muy romántica con una vertiente punkie.


P: ¿Y lo mejor de Kristin Scott Thomas?

R: Es una actriz profunda. Vibra. Literalmente. Incluso se nota que tiembla, es conmovedor. El papel la posee, pero es capaz de administrar a su personaje desde dentro. No tiene barreras, siempre se entrega a fondo. Con ella, se interpreta de verdad. Se intercambia, se comparte… También pasa con Yvan. No le conocía, pero fue un placer trabajar con él aunque solo tenemos una escena juntos. Tanto en el plató como fuera, nos reímos mucho los dos. Es muy francés y me gusta mucho la forma en que se apodera de su personaje a través del cuerpo.


P: Es una película francesa, pero interpreta a un catalán que, en un momento dado, vuelve a su país de origen.

R: Creo que ayuda a la verosimilitud de la historia, añade profundidad a la película… Me gustó mucho. Volví a disfrutar del idioma, de los paisajes, del mar…


La prensa ha dicho
Télé 7 Jours
Una bella y dolorosa historia de amor.

Elle
La historia de un amor loco.

TéléCinéObs
Kristin Scott Thomas su mejor papel en mucho tiempo.

Le Parisien
Con unos actores estupendos, bañada por la belleza y la luz del sur, PARTIR es un drama sensual y conmovedor que mantiene la tensión de principio a fin.

Le Journal du Dimanche
Una magnífica y trágica historia de amor.

Dvdrama
Un drama familiar absolutamente conmovedor.

Le Nouvel Observateur
La reina Kristin, una actriz explosiva.

Ouest France
Sobre el papel, parecen lugares comunes. Pero con los sentimientos a flor de piel, las pasiones que explotan y las maniobras que se combinan, Catherine Corsini consigue componer una variación muy personal y de gran originalidad.

Première
Una vez más, Kristin Scott Thomas demuestra ser una actriz admirable. Esta historia de adulterio sería de lo más clásica si no fuera por una dimensión perversa casi inédita.

Télérama
Una película sublime de mucha fuerza.

Madame Figaro
Una película feminista y violenta acerca de la increíble fuerza del deseo.