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  La velocidad funda el olvido  Dirigida por Marcelo Schapces
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Una visión muy personal de las consecuencias en un joven de hoy de los fracasos políticos y personales de la "generación de la subversión" en Argentina.

Nicolás Mateo, Premio de Interpretación Masculina en el Festival del Cairo

"Un relato político en clave fantástica" (Diego Jemio - Clarín.com)

"Un intenso viaje a través de la memoria y los recuerdos, los personajes se mueven en el plano de la realidad así como en el plano mental. El Olmo del presente interactúa con el del pasado, espacio-tiempo se confunden, la retrospectiva del pasado se hace desde adentro y Schapces logra plasmar en imágenes algo muy difícil de filmar. Excelente". (todastucosas.com - La Cartelera porteña)

Protagonizada por los argentinos Luis Luque y Nicolás Mateo (Premio de Interpretación en el Festival Internacional del Cairo por este trabajo) y las españolas Uxía Blanco y Marta Larralde, el equipo técnico cuenta con la presencia por parte española de Angel Luis Fernández en la dirección de fotografía y de Carles Cases en la composición de la banda sonora.

Rodada en localizaciones de Buenos Aires y San Luis en Argentina y de Tui y Santa María de Oia en Galicia.

Coproducida por Barakacine (Argentina) y Never Land (España), con la participación de la Xunta de Galicia, la Provincia de San Luis (Argentina), el Fondo Raíces, Ibermedia, y las productoras Faro-Lérez (Galicia) y Factotum (Barcelona).


Memoria
La motivación principal que nos lleva a escribir la historia de OLMO parte de la sensación de que la vida contemporánea está asociada a una relación de tensión entre conceptos que tienen que ver con el olvido y la memoria, con la necesidad del ser humano de recordar pero a la vez con la incapacidad de hacerlo sin arbitrariedad. Con una amnesia permanente o selectiva que hombres y mujeres se imponen, intentando moldear la arcilla de sus propias vidas. Sin embargo, percibimos también que esto que se llama "destino", individual o colectivo, está finalmente plagado de pequeñas circunstancias, aparentemente casuales o triviales que nos van mostrando un camino. Creemos entonces que en esa tensión va transcurriendo la vida de las personas y la de las naciones.

Desde nuestra mirada latinoamericana y específicamente argentina, vemos que esta tensión cobra aún más fuerza. Herederos de una tradición mestiza y polimorfa, llegada "de los barcos" de la inmigración, las nociones de memoria y olvido impregnan nuestra infancia y adolescencia: los abuelos mitigaban la memoria vaga, que añoraba el terruño natal abandonado, con el deseo sistemático de olvidar las penurias del hambre o de la guerra.

Por otra parte, generacionalmente, la disputa entre estos conceptos se ha convertido prácticamente en una categoría política, ligada siempre a las pequeñas historias de la gente y a sus sentimientos. En contraposición, crecidos en la era digital, los más jóvenes aborrecen de esa tensión "conceptual" más propia de la casi lejana era analógica.

Por eso el título "La velocidad funda el olvido", que proviene de un ensayo del francés Paul Virilio, alude a un mecanismo de la posmodernidad. Superada la era analógica, la dialéctica digital solo reconoce el instante; no hay acumulación sino apenas el rastro desdibujado de lo que se deja atrás y desaparece. No hay ayer ni mañana. La realidad es puro presente.

La relación dramática que hay en la historia entre OLMO y el PADRE nace de esa tensión. El PADRE está vinculado a la derrota de la era analógica, desarrollada sobre grandes conceptos e ideales de cambio a nivel planetario. Una era que hoy resuena con ecos de positivismo nostálgico. A esto suma una ruptura personal, el quiebre con su pareja, LA TITIRITERA, la MADRE de Olmo, que quiebra su organizada "cuadrícula del mundo". Para poder recomponer ese universo, el PADRE decide utilizar un sistema delirante, dándose a la tarea de crear un archivo descomunal de progresión geométrica para reconstruir ese instante en el que rompió con su mujer. Para eso lo utiliza a OLMO como fiel amanuense y depositario de toda esa fe.

El PADRE representa la pertenencia a un mundo que se supone "mejor" pero que se nota lastrado por una compulsión a referirse perpetuamente al pasado. Esa es parte de la carga que el PADRE pone en OLMO, suponiendo que entrega el legado de una tradición que debe resguardarse.

Frente a su PADRE, OLMO es como un ser virgen. Expectante pero no pasivo. OLMO espera el momento de actuar, sumido con aparente resignación al mandato del PADRE, que paradójicamente le ha escamoteado el verdadero sentido de ese archivo, mintiéndole sobre la historia con su MADRE. OLMO cree que su MADRE está muerta y en realidad se ha ido a España. Es decir que finalmente el PADRE busca sanar una herida del universo sobre la base de recuerdos que esconden a su vez la semilla de una amnesia deliberada, construyendo una mentira.

La historia se cuenta con un mecanismo poético, no realista o costumbrista. Y así podremos ver a OLMO yendo al encuentro de su propio mundo, de su propia memoria, caprichosa y contradictoria, perpleja y cambiante. Si como escribió Hermann Hesse: "para nacer hay que romper un mundo", OLMO, acompañado por CARMEN, empieza a delinear esas grietas por donde se filtran sus nuevos sentimientos y su mirada singular. En definitiva, intenta crecer nuevo.

En países como Argentina y España, con experiencias traumáticas más o menos cercanas en el tiempo donde el simple conjuro de vocablos como "guerra civil" o "desaparecidos" remueve las tripas de la Historia (perdón por la mayúscula), la sensación desde donde hemos escrito "La velocidad funda el olvido", por pertenencia generacional y geográfica, está vinculada casi a una cuestión autocrítica de reconocer la necesidad de romper con ese pasado que pesa tanto y que condiciona. Al mismo tiempo, incluye una mirada sobre el futuro no exenta de cierto nihilismo sobre esta "nueva panacea" de la velocidad donde todo nace y muere en el mismo instante casi sin tiempo a desarrollarse.


Propuesta estética
Se podría decir de "La velocidad funda el olvido" que es una historia que transcurre entera dentro de la cabeza del protagonista, Olmo, al estilo de "Spider" de David Cronenberg, aunque no se trate esta vez de la cabeza de un esquizofrénico sino de la de un joven cuya memoria está parasitada por los recuerdos de su padre.

Para el protagonista se trata de reconstruir una "escena primitiva", que tiene que ver con la ruptura de la pareja de sus padres, consecuencia a su vez de un momento político dramático, encerrada en el fondo de su mente. Los personajes a su alrededor deben asumir lo "fantástico" que lleva en sí mismo el relato, es decir el fruto de esa invasión irresistible de lo imaginario en lo real.

La fotografía, la dirección artística, la música, además de la interpretación de los actores, están ideadas para contribuir a producir una emoción estética que debe permitir al público acercarse a un mundo alejado del costumbrismo realista.

El "archivo" que OLMO cataloga para su PADRE es otro personaje fundamental. Su minuciosidad está consignada en la construcción de un microcosmos meticuloso que, en su conjunto, define la extraña tarea del PADRE de reconstruir "el" punto de inflexión de su vida en función de centenares de objetos que de un modo u otro se vinculan con ese instante. Por eso los objetos que lo componen no son azarosos sino que remiten a "contar" la vida de un personaje y a la vez la de una época. Inspirado estéticamente en la obra del artista francés Christian Boltanski, el archivo remite también dramáticamente a la catalogación de los "desaparecidos" de la dictadura argentina. La obra de Boltanski inspira asímismo el universo fantasmagórico que crean las sombras chinescas en la fiesta del fuego en Tui.

En cuanto a la fotografía, Buenos Aires aparece gris y lluviosa, como envuelta en un permanente otoño que la lleva a la desolación y la fractura. En contraposición, si bien Galicia aparece como un escenario más luminoso, con estallidos de verdes y un cielo diáfano sobre el Cantábrico, se va cerrando de a poco a medida que crece la fiesta de San Juan y se acerca el encuentro con la MADRE. Estas secuencias están teñidas del dorado y ocre resplandor del fuego que le otorgan al escenario un aire medieval y más oscuro.