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  Amador  Dirigida por Fernando León de Aranoa
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Producida por Reposado y Mediapro, está protagonizada por Magaly Solier, Celso Bugallo, Sonia Almarcha, Pietro Sibille y Fanny de Castro.

El amor es el motor de esta historia, que mezcla los géneros como los mezcla la vida, y se aproxima al drama con sentido del humor y despiadada ternura.

En palabras de su guionista y director, habla "del complicado dilema que plantea a diario la supervivencia, entre actuar como nos exige la conciencia o como impone la necesidad. De la vida y de la muerte, que en esta historia comparten habitación: un pequeño dormitorio en la periferia de cualquier ciudad. Y también de lo que sucede entre una y otra, y quizá da sentido a las dos: el amor".


Fernando León de Aranoa (director)
Fernando Leon de Aranoa (Madrid, 1968), guionista y director de cine, es licenciado en Ciencias de la Imagen por la Universidad Complutense de Madrid.

Ha escrito y dirigido Buenas noches, Ouma (2007), segmento de la película colectiva Invisibles, presentada en el Festival Internacional de Cine de Berlín y ganadora del Goya de la Academia en la categoría de Mejor Película Documental.

Ha escrito, dirigido y producido Princesas (2005), película ganadora de tres premios Goya de la Academia de Cine, del Ondas al acontecimiento cinematográfico del año y del Premio Protagonistas, entre otros.

Ha escrito y dirigido Los lunes al sol (2002), ganadora de cinco premios Goya, a la Mejor Película y a la Mejor Dirección entre otros; de la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián a la Mejor Película, así como de los premios Fipresci, Fotogramas, Ondas, Jose María Forqué, Luis Buñuel, y del Premio Ariel de la Academia mexicana de cine a la Mejor Película Iberoamericana, entre otros.

Ha escrito y dirigido Caminantes (2001), premiado como Mejor Documental en el Festival de Cine de La Habana, así como en los de Cine Latino de Los Ángeles y Nueva York.

Ha escrito y dirigido Barrio (1998), que obtiene tres premios Goya, a la mejor Dirección y al Mejor Guión entre otros, así como la Concha de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Cine de San Sebastián, y los premios Fipresci, Fotogramas, Jose María Forqué, Sant Jordi y Turia, entre otros.

Ha escrito y dirigido Familia (1996), su ópera prima, por la que recibe el Premio Goya a la Mejor Dirección Novel, así como el Premio a la Mejor Dirección, el Premio Fipresci y el Premio del Público en el Festival de Cine de Valladolid. Obtiene también el Premio a la Mejor Película en los festivales de Houston, Miami y Angers.

Con anterioridad escribe y dirige Sirenas (1994), su único cortometraje.

Colabora como guionista en La espalda del mundo (1997) y en la realización de Izbieglizje (1994), rodado en los últimos meses de la guerra de Bosnia Herzegovina.

Como guionista de ficción firma largometrajes como Fausto 5.0, Insomnio o Corazón loco, entre otros. También programas como el Un, dos, tres de Ibáñez Serrador, los shows televisivos de Martes y 13 y series como Turno de oficio.

Como autor de narraciones breves, ha recibido el Premio Camilo José Cela 2006 por el relato Los trenes negros. Obtuvo con anterioridad el segundo Premio Antonio Machado por la narración Mensajes, y fue finalista del mismo certamen, dos años más tarde, con Lapiceros.

Como docente en talleres de guión y dirección, colabora con periodicidad con el Screenwriters & Directors Lab del Sundance Institute, en Utah, así como con la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba.

En 2004 funda su propia productora, Reposado.

Filmografía (como director)
2007 - Buenas noches, Ouma (segmento de la película colectiva Invisibles)
2005 - Princesas
2002 - Los lunes al sol
2001 - Caminantes
1998 - Barrio
1996 - Familia
1994 - Sirenas (cortometraje)


Notas del director
Piensa Marcela que la vida es una cuestión de oportunidad. El señor del que cuida este verano muere, y lo malo es que muere demasiado pronto: un mes antes de lo que ella hubiera necesitado. Su fallecimiento la deja sin trabajo, sin medio de subsistencia. "Se adelantó, carajo. ¿No podía haber aguantado un poco más?", se lamenta.

Amador habla antes que nada de la vida, de cómo a veces ni siquiera la muerte se basta para detenerla. Todas las decisiones se toman aquí en su nombre. Ella es la verdadera protagonista de esta historia: su motor, su principio y su fin, su necesidad.

La vida con su mezcla de esperanza y de culpa, de dolor y necesidad. La vida con mayúsculas, como caudal, como recreo. La vida que llora en las bodas y se ríe en los tanatorios, confundiendo alegría y dolor; la que no entiende de géneros, ni quiere, ni puede.

La vida con su poco de muerte, claro; y con su prórroga a veces.

Y es que quizá esta película, a ratos oscura y silenciosa, sea la más luminosa que he hecho. Porque busca la vida como la busca Marcela: con desesperación. Porque pone la muerte a su servicio y, al hacerlo, por un instante, le da sentido.

Marcela trata de resolver el complicado rompecabezas en el que se ha convertido su existencia. Se enfrentará para conseguirlo a un complejo dilema moral, ese que plantea a diario la supervivencia: entre actuar como nos aconseja la conciencia o como exige la necesidad.

La película asiste así a un debate ético, entre lo que somos y lo que las circunstancias nos imponen ser. Entre la vergüenza y la dignidad. En Ladrón de bicicletas, su protagonista, desesperado al haberse quedado sin medio de subsistencia, roba él mismo una bicicleta, revelándose como el ladrón del título: la muerte del individuo como sujeto moral, ante los ojos de su hijo.

En el transcurso de esta historia, Marcela va a descubrir que somos, en definitiva, nuestras decisiones.

Y que lo complicado no es tomarlas. Lo complicado es vivir con ellas.

En el plano formal, hay una deliberada elegancia y serenidad. En la música de Lucio Godoy, en la fotografía y los encuadres de Ramiro Civita. Procede del personaje de Marcela, de su entereza frente a la adversidad, de la firme serenidad que demuestra mientras el mundo, su mundo, parece venirse abajo a su alrededor.

La estructura de la película es casi musical. Abundan en ella las repeticiones, elementos que vuelven como un estribillo, proponiendo siempre una relectura de algo que hemos visto ya.

E, inevitablemente, el humor. Un humor acaso un poco más oscuro que en otras ocasiones. Más perverso, pero más vital también, por más necesario. Delirante a veces, como sólo puede serlo la realidad.

Y junto a la precariedad y el humor, la solidaridad de base: la de Puri con Marcela, supervivientes al fin del mismo naufragio.

Habla Amador además de la culpa, que camina a menudo de la mano de la religión; de la miseria, y también de la esperanza, que acaso sea, de todas, la forma más hermosa de la ficción.

Me empuja a hacer esta película el convencimiento de que lo que en ella se cuenta podría estar sucediendo ahora mismo, en cualquier barrio de cualquier ciudad. La seguridad de que una mujer está teniendo que tomar en este mismo momento una decisión difícil, forzada por las circunstancias. De que podremos escuchar su voz una noche en la radio, susurrando angustiada su historia a una desconocida; sola y desorientada, pidiendo consejo, sin saber qué hacer. El convencimiento de que, se llame o no Marcela, esa mujer es ella también.

Conecta así Amador inevitablemente con los tiempos de dificultad colectiva que estamos viviendo, desde la mirada de aquellos para quienes esa dificultad no es nueva. Su precariedad no depende de lo que haga hoy la bolsa o titulen mañana los periódicos, porque es vieja conocida: les acompaña como antes acompañó a sus padres, en sus países de origen; y sacó pasaje a su lado cuando decidieron emigrar, huyendo de ella. Proceden del otro lado de la fortuna. Su combate se libra a cien asaltos y el rival es la vida: se abrazan a ella con fuerza cada vez que sienten que les va a derribar, y no les da miedo caer, porque aprendieron a contar hasta diez en la lona.

Dice la pareja de Marcela que el de las flores es un negocio seguro, porque sólo hay tres cosas seguras en la vida: el amor, la vida y la muerte, y las tres se celebran con flores.

De las tres habla esta película, y las tres celebra también.

De la vida y de la muerte, que comparten en esta historia habitación: un dormitorio en la periferia de cualquier ciudad. De su convivencia forzosa, de su necesaria convivencia. Y también de lo que sucede entre una y otra y quizá da sentido a las dos: el amor.

Dice el profeta: "Quisierais conocer el secreto de la muerte, pero ¿cómo lo encontraréis a no ser que busquéis en el corazón de la vida?".

Marcela lo sabe. Gente valiente, que hasta en la muerte sabe reconocer el gesto inconfundible de la vida.