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  Sin nombre  Dirigida por Cary Joji Fukunaga
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Sin nombre, ganadora del Premio a la Mejor Dirección y a la Excelencia en Fotografía en el Festival de Sundance 2009, es un thriller dramático dirigido por el realizador novel Cary Joji Fukunaga, premiado por la Academia de Cine Universitaria. Esta película de habla hispana está basada en la experiencia personal del director con inmigrantes centroamericanos que buscan la tierra prometida, Estados Unidos.

Focus Features presenta una producción de Primary Productions/Canana, Sin nombre, con Paulina Gaitán, Edgar Flores, Kristyan Ferrer, Tenoch Huerta Mejía, Diana García, Luis Fernando Peña y Héctor Jiménez. Casting, Carla Hool, CSA. Música, Marcelo Zarvos. Supervisión musical, Lynn Fainchtein. Vestuario, Leticia Palacios. Montadores, Luis Carballar y Craig McKay, ACE. Diseño de producción, Claudio "Pache" Contreras. Fotografía, Adriano Goldman. Productores ejecutivos, Gerardo Barrera, Pablo Cruz, Diego Luna, Gael García Bernal. Productora, Amy Kaufman. Guión y dirección, Cary Joji Fukunaga.


Comentarios de los actores

Paulina Gaitán (en el papel de Sayra): Cuando leí el guión, no tardé en estar segura de que debía interpretar a Sayra porque nos parecemos.

Me identificaba con sus emociones, con lo que siente por su padre. Sayra es sentimental, pero también es fuerte; se lo guarda todo dentro.

Empieza a sentir algo por Casper y está convencida de que puede ayudarle, hacerle cambiar y darle una vida mejor.

Soy mexicana, y Cary (el director) quería a una actriz hondureña para hacer de Sayra. Me había reservado el papel de Martha Marlene, pero le
dije que si no podía ser Sayra, no participaría en la película.

Al interpretar a Sayra, puse mucho de mí misma, hasta hacernos muy parecidas. No me preguntaba: "¿Qué haría mi personaje en esta situación?", sino "¿Qué haría yo si tuviera que hacer un viaje tan largo con mi padre?".

Nunca había viajado en tren, y menos aún encima de un tren. Fue pura adrenalina. "Suban al tren", "bajen del tren", "otra vez". Lo pasé muy bien.

Cary es de gran ayuda porque nos dice exactamente lo que desea. Es muy específico. Por ejemplo, decía cosas como: "Menos intensidad". No improvisamos mucho, y lo prefiero.

No tenía ni idea de que los centroamericanos cruzasen la frontera encima de un tren, y no sabía por lo que pasan. Vimos muchos vídeos durante los ensayos, incluso de emigrantes cruzando ríos.

Los mexicanos nos quejamos mucho de la forma en que nos tratan en Estados Unidos, pero no nos damos cuenta de cómo tratamos a los centroamericanos. Sin nombre lo enseña.

Edgar Flores (en el papel de Casper, también llamado Willy): Casper vive al día. Según avanza la historia, aprende que debe dormir con un ojo abierto; puede aparecer una sombra en cualquier momento para degollarle. Lo único bueno que puede hacer es ayudar a Sayra a llegar a Estados Unidos. No le queda nada por perder. Ha perdido lo único que le importaba de verdad, su chica Martha Marlene, ahora le da igual vivir o morir.

Nunca había soñado con hacer una película, y ahora he trabajado en una. Doy las gracias a Dios y llegaré hasta donde Él me deje. He descubierto algo que me apasiona: interpretar una vida que no sea la mía y vivirla. Me llena de energía. Ahora, mi sueño es hacer una película.

Me habría gustado hacer yo mismo las escenas peligrosas, pero me obligaron a mirar a los especialistas. Sólo pude hacer una escena arriesgada.

Kristyan Ferrer (en el papel de El Smiley): Para interpretar a El Smiley aprendí algunos signos, los "jomi", de los Mara Salvatrucha, también cómo hablan, se mueven y andan. Cary me ayudó. Se documentó mucho más que yo, incluso habló con los Mara. Nos enseñó cómo se tatúan y nos mostró un documental sobre la Mara.

La Mara Salvatrucha 13 (el grupo al que se une El Smiley) no es el mismo que la Mara Salvatrucha 18 (los que persiguen a El Smiley y a El Sol en la secuencia del barrio). No llevan los mismos tatuajes, aunque parezcan iguales a primera vista.

A veces una persona siente que la amenazan a ella o a su familia y se une a la Mara porque sabe que entonces tendrá protección; los Mara cuidarán de ellos.

Es importante tener a niños dentro de la banda para perpetuarla. El Smiley cree que al ser un Mara podrá hacer lo que le parezca. Es un niño que quiere ser mayor. Es un chico normal, y no parece posible que llegue a hacer lo que hace. Pero debe hacerlo si quiere sobrevivir, como cualquier miembro de la Mara.

La escena más difícil para mí fue cuando tuve que llorar. El Smiley se siente mal porque le han pegado y pateado, pero también es feliz porque ya es parte de la banda. Es una mezcla de dolor y alegría. Cary me ayudó a aportar realismo al personaje y a controlar mis emociones mientras interpretaba. Tuve que ser agresivo para encarnar a El Smiley; saqué una parte de mí que no sabía que existía.


Una entrevista con el guionista y realizador Cary Joji Fukunaga y la productora Amy Kaufman

Pregunta: Es su primer largo, ¿cómo se le ocurrió la idea?

Cary Joji Fukunaga: Al hacer el corto "Victoria para Chino", que trataba de un camión lleno de emigrantes a los que abandonan y mueren sofocados en Victoria, Texas. Cuando me documenté para el corto y rodé en México, entré en contacto con los emigrantes centroamericanos. Solemos pensar que la emigración se limita a México-Estados Unidos. Pero hay hondureños, guatemaltecos y nicaragüenses que viajan hacia el norte para entrar en México, y desde allí ir a Estados Unidos. Supe enseguida que quería contar en un largo todo lo que pasaba. Se convirtió en algo personal. El público tenía que verlo desde un punto de vista humano que nada tiene que ver con la política ni con el significado que dan a la emigración.
Hay información en Internet, en la prensa, en libros, pero me cuesta hacerme la idea de cómo es algo si no lo veo en persona. El corto participó en el Festival de Sundance 2005 y me pidieron que presentara un guión al Laboratorio Sundance. Sólo disponía de dos semanas para escribir la primera versión. Me basé en la documentación que había conseguido para el corto, pero siempre supe que me faltaba mucha información y que pasaría por numerosas versiones. Sobre todo porque quería realismo.


P: ¿En algún momento pensó que la dirigiría otro realizador?

CJF: No, siempre pensé en dirigirla yo mismo y en rodarla en México porque la historia transcurre en ese país.

No era posible escribir Sin nombre sin saber lo que pasaba realmente. En el verano de 2005 me fui a Chiapas y a Tapachula con un par de amigos que habían trabajado en el corto para documentarnos. Hablamos con la policía. Fuimos a la cárcel para visitar a miembros de las bandas que se dedican al contrabando de emigrantes. Estuvimos en la frontera y vimos cómo cruzan el río Suchiate, que separa Guatemala de México. Hablamos con emigrantes en estaciones de tren y en refugios especiales. Hay uno reservado para las personas que se han hecho daño en los trenes, chicos de 16 años que han perdido una o las dos piernas, por ejemplo. Son personas que iban al norte en busca de una vida mejor para sus familias y ellos mismos, pero que ahora nunca irán más allá de donde están.

Después de verlos, mis dos amigos decidieron que no querían subirse al tren de mercancías, así que acabé yendo solo. Una noche, a las dos de la mañana en la estación de Tapachula, salté al techo de un vagón de mercancías con dos hondureños a los que había conocido la noche anterior. Les había invitado a quedarse unas horas en mi hotel en vez de esperar en la estación, un lugar peligroso. El tren cruzó Chiapas, y mucho de lo que transcurrió durante esas 27 horas, sobre todo durante las dos primeras, sirvió de base a los acontecimientos que se viven encima del vagón de Sin nombre. El atraco que tuvo lugar un par de vagones más allá, la camaradería de los emigrantes, todo eso enriqueció mi perspectiva.


P: ¿Fue un viaje caótico?

CJF: Bueno, hay momentos dramáticos, de locura, pero ocurre en un instante, y desaparece como ha venido. Me sorprendió que fuera un viaje tan normal, tan como la vida diaria. Aprendí a verlo desde el punto de vista de los emigrantes; pueden pasar cosas buenas o malas, pero sólo es otro día y todos estamos en manos de Dios.

Están totalmente deshidratados encima del vagón, pero dicen: "No tardará en llover, recogeremos agua". Si una banda atraca el tren, dicen: "Nos escaparemos y volveremos cuando se hayan ido". Pase lo que pase, se adaptan. No hay ningún dramatismo.


P: ¿Qué le enseñó su experiencia para contar la historia?

CJF: Los emigrantes con los que hablé sabían que el viaje y la vida que les esperaba serían duros. Ninguno creía que las calles tendrían adoquines de oro en Estados Unidos. Esa idea ya no existe. Se van para poder sobrevivir. En su país ganan 45 lempiras al día, pero una botella de leche cuesta 15. Mucha gente no gana bastante para alimentar a la familia en un país donde la economía se derrumba.

A veces, el tren se detenía durante horas y empezaban a buscar canales de irrigación para encontrar agua. Me hacían preguntas: "¿A qué has venido?" Y les contestaba que escribía una historia. Algunos me alentaban, otros me pedían que les contara la historia.

Al final del viaje, había aprendido mucho, y sentía una mayor necesidad de contar lo que había visto.


P: ¿Qué motiva a los personajes principales?

CJF: La película habla de personas actuales, del momento. Viven su vida y han decidido buscar algo mejor. El Smiley quiere vivir en un círculo masculino. Se ha criado con su abuela y carece de imagen paterna. Casper, como miembro de los Mara, es su modelo. Puede que haya casos estándares entre los miembros de las bandas, pero creo que cada uno se une a la banda por motivos personales.

Casper y Sayra intentan reconstruir la familia que nunca han tenido sobre el trasfondo de la emigración y de las bandas. Poco a poco desarrollan una confianza mutua, están muy unidos, pero al final de la película van a lugares muy diferentes.


P: Amy, ¿qué le atrajo del guión de Cary?

Amy Kaufman: Sobre todo el hecho de que estaba basado en hechos reales, en acontecimientos que Cary había vivido u oído durante el periodo de investigación. Siempre consideró muy importante contar la verdad acerca de cómo viajan familias enteras hacia Estados Unidos. No sabemos realmente lo que implica un viaje así.

Para mí, era casi como una tragedia griega.

CJF: Lo veo más bien como un western.

AK: Sea lo que sea, es una historia dramática, y gran parte de ella transcurre encima de un tren en movimiento con personas en una situación extrema, y eso crea tensión.
Había visto "Victoria para Chino", el corto de Cary, y me pareció increíble. Cuando descubrí cómo lo había rodado, sin dinero, pensé: "Tengo que conocerle". Entonces me enteré de que tenía un guión escrito en español y que quería rodarlo en México. Decidí involucrarme y llevé el guión a Focus Features, donde estoy basada como productora, y enseguida se entusiasmaron.


P: ¿Sólo necesitó realizar un viaje a México para documentarse?

CJF: No, hice varios. El último fue en el verano de 2006, a través del estado de Veracruz. Un año y dos meses después rodamos escenas en los mismos escenarios que había cruzado.


P: ¿El rodaje tuvo lugar en el otoño de 2007?

CJF: Exacto, en los lugares donde había estado. Rodamos una ficción mientras los hechos reales ocurrían a unos pocos metros más allá. Los actores estaban delante de la cámara, y un poco más lejos estaban los emigrantes que de verdad llevaban días viajando.


P: ¿El rodaje presentó muchos retos?

CJF: No exagero cuando digo que, muchas veces, deseé haber escrito una historia acerca de personas sentadas en un café hablando de la vida y de las relaciones (Ríe). Necesitábamos trenes, lluvia, cientos de figurantes. Cambiábamos cada día de decorados naturales. Lo más difícil era conseguir que todo encajara para las tomas con el poco tiempo de que disponíamos.

En principio teníamos la idea de empezar en Honduras y seguir rodando hasta Texas, pero cuando supimos cuánto costaría, comprendimos que no era posible. Filmamos en sitios maravillosos. La pena fue no disponer de tiempo para disfrutar de esos paisajes. Pocas veces estábamos más de tres días en el mismo sitio; normalmente, sólo uno. Por suerte, la segunda unidad se ocupaba de rodar planos de situación.


P: ¿Dónde transcurrió el rodaje?

CJF: Las localizaciones en México fueron muy diversas. Encontramos casi todo lo que buscábamos en un radio de 300 km. Por ejemplo, la luz y los colores de Orizaba son una maravilla. Las escenas de Tegucigalpa, Honduras, están rodadas en Naucalpán, en unas casas de cemento construidas al borde de un valle.


P: ¿Qué le pareció el equipo técnico?

CJF: Asombroso. Todos se habían documentado. Muchas veces no era necesario decirles nada, sabían lo que debían hacer. Funcionaban como una unidad. Muchos habían trabajado juntos durante ochos meses en Apocalypto.


P: ¿Cómo concibió el enfoque visual de la película?

CJF: Casi todo está rodado en decorados naturales. Pache, el diseñador de producción, y yo hablamos de los colores y de las texturas. Escogimos una gama de colores saturada; fondos de tonos oscuros con golpes de color.

En cuanto a la fotografía, Adriano y yo estuvimos de acuerdo desde el principio en que fuera algo muy natural; no queríamos retocar el negativo.


P: ¿Cómo reunió al reparto y cómo trabajó con los actores?

CJF: Ante todo, buscamos autenticidad. En el contrato estaba escrito que trabajaríamos con centroamericanos. Para los papeles principales, busqué intérpretes que pudieran meterse en su papel. A través de la directora de casting Carla Hool escogimos a personas experimentadas, como Paulina Gaitán, y a otras casi sin ninguna experiencia, como Edgar Flores. Paulina podía hacer cuatro variaciones de la misma escena, pero Edgar sobre todo hacía de sí mismo. Era un buen equilibrio, y no me permitía perderme en la planificación de una escena, cosa que no me gusta, ya que prefiero la espontaneidad. Pero sí podía controlar el flujo dramático de la escena hacia una mayor autenticidad.

AK: Realizamos el casting en Los Ángeles, México y Honduras. Edgar, al que encontramos en Honduras, aportó algo muy espontáneo que ayudó a la química que existía entre Paulina y él. Los actores con experiencia se mezclaron con los que apenas tenían.

CJF: Exactamente. Un actor con experiencia puede ayudar a otro inexperto. Me gusta dar consejos, no me limito a dirigir. A menudo le pido a un actor que hable con otro, de actor a actor. Lo aprendí cuando hacía cortos. Si había adultos y niños en el reparto, les pedía que pasaran tiempo juntos para crear una unión que aparecería naturalmente durante el rodaje de una escena.

Por ejemplo, Tenoch, que interpreta a Lil' Mago, el jefe de los Mara, es carismático y tiene madera de líder. En las escenas de las bandas, siempre le decía: "Controla tú a los chicos, decide cómo va a ir todo". Aportaba un mayor dinamismo a la escena. Mientras escribía el guión, descubrí que a pesar de lo que hace el personaje, es imposible que no caiga bien. Pasaba lo mismo con miembros de bandas auténticos, y con Luis Fernando Peña, que encarna a El Sol.

De hecho, encontramos a actores en la calle porque buscábamos autenticidad.

AK: También trabajamos con personas que se encontraban en los decorados y que estaban encantadas de hacer de figuración.

CJF: Desde luego. Para la escena del barrio 18, cuando una banda Mara rival persigue a El Smiley y a El Sol, encontramos a tres miembros de una banda, de los que dos habían pertenecido a la Mara. En una escena así, realmente no se dirige. Se realiza una puesta en escena y empiezan a pasar cosas.

AK: Hablé con unos ex Mara que ahora viven en Los Ángeles porque queríamos ser fieles a lo que habían vivido.

Las escenas con los Mara eran muy importantes y fue un verdadero reto encontrar a alguien tan joven como Kristyan Ferrer que fuera capaz de hacer todo lo que le pedíamos. Es asombroso. Creo que volveremos a verle en la pantalla.


P: Como productora, ¿qué otros retos planteaba esta película?

AK: Intentar ver cuál era el mejor modo de rodarlo todo. Fue como un rompecabezas gigante entre trenes, decorados y restricciones presupuestarias. Algunos de los trenes que salen en la película son trenes reales; otros son vagones de mercancías construidos encima de plataformas con ruedas. En ambos casos, siempre estaban los miembros del equipo técnico, los actores y la figuración encima de un vehículo en movimiento cruzando paisajes reales. Sólo hicimos un par de tomas de prueba.

Ha sido una película complicada, pero la rodamos en sólo siete semanas. Muy poco tiempo si se tiene en cuenta que gran parte transcurre encima de un tren. Claro que todos llevaban arneses y teníamos especialistas en seguridad. Ya puede imaginar lo que es para los emigrantes en situaciones reales…

No quiero acabar sin decir que todos los emigrantes con los que hablamos eran abiertos y siempre estaban dispuestos a echar una mano. Espero que al ver Sin nombre, la gente entienda mejor por lo que pasan los emigrantes para tener acceso a las oportunidades que consideramos normales, y por qué muchos jóvenes ingresan en las filas de la Mara.