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  Dirigida por Danny Boyle
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Un viernes por la noche del mes de abril de 2003, el joven de 26 años Aron Ralston condujo hasta Utah para pasar el fin de semana escalando en el remoto y extraordinariamente hermoso Parque Nacional Canyonlands de Utah.

Seis días más tarde, Ralston emergería contando la historia de supervivencia más sorprendente ocurrida en una actividad al aire libre, así como un inolvidable relato de resistencia del ser humano enfrentado a la adversidad.

Muchos de los que escucharon la historia de cómo Ralston sobrevivió 127 angustiosas horas en medio de la naturaleza salvaje, con una mano inmovilizada por el desprendimiento de una roca, imposible de mover, con poca comida y tan sólo unas pocas gotas de agua, logrando escapar gracias únicamente a un acto de increíble valentía, se preguntaron:

¿Qué experimentó Ralston realmente en un momento tan decisivo y extremo?.

¿Cómo pudo encontró la voluntad de resistir en una situación tan desesperada?.

¿Sería yo capaz de hacer lo mismo que él para sobrevivir?.

Con un equipo compuesto por Danny Boyle, el productor Christian Colson y el guionista Simon Beaufoy, cuya anterior colaboración fue en el filme SLUMDOG MILLIONAIRE, la historia de amor que transcurre en los barrios más míseros de la India que se convirtió en fenómeno mundial, logrando el Oscar a la mejor película. Pero Boyle también vió algo más en esta historia. Vió la oportunidad de crear una innovadora experiencia cinematográfica en primera persona, una experiencia que podría sumergir al público en cada intenso y emocionante segundo, en cada fantasía, sueño, recuerdo, remordimiento e intuición, cuando Ralston pasa de la desesperación al poderosamente emotivo y nuevo compromiso con la vida que le lleva a poder hacer lo que parecía imposible.

Desde el momento en que empezó a leer el biográfico superventas de Aron Ralston, Between a Rock and a Hard Place, Boyle supo exactamente qué tipo de película quería hacer a partir de esa historia real, una película que utilizara una cámara enormemente subjetiva que profundizara en el personal viaje del protagonista, metiéndose en la piel y en la cabeza de Aron durante las más extremas circunstancias a vida o muerte, de una forma que ningún otro medio podría conseguir.

"Sabía que quería llevar al público hasta el cañón con Aron y no dejarle marchar hasta que el propio Aron pudiera hacerlo", explica el director. "Por supuesto, yo veía la historia como un extraordinario testimonio de supervivencia en la naturaleza, pero también creo que hay otro indiscutible fondo en la historia que va a sorprender la gente. La película no trata simplemente de cómo Aron sobrevivió, con lo increíble que eso ya es de por sí. Trata de la fuerza vital que Aron consiguió hacer emerger y que le abrió el camino mucho más que su extraordinario valor personal, y eso es lo que queríamos transmitir en pantalla. Eso es algo que nos une a todos los humanos, y cuando Aron, que parece estar completamente solo en el cañón, se aferra a la idea de comunidad, entonces algo muy poderoso sucede".

Boyle prosigue: "La gente a menudo dice sobre esta historia, 'Oh, yo no sé si podría haber hecho eso'. Pero yo creo que todos habríamos hecho cualquier cosa por esta vida tan hermosa y por seguir viviendo. Lo que pienso que Aron experimentó en ese cañón durante esos seis días fue que inesperadamente comprendió el verdadero valor de la vida. Una de las ideas de la película es que Aron en realidad nunca estaba solo en el cañón. Físicamente sí lo estaba, pero le rodeaban espiritualmente todas las personas que alguna vez había conocido, amado o soñado. Eso fue lo realmente diferente, y nosotros queríamos conseguir ese sentimiento al contar la historia".

Boyle era totalmente consciente de que estaba a punto de intentar algo que, en principio, parecía absolutamente imposible: "¡Íbamos a hacer una película de acción en la que el héroe no se podía mover!".

¿Cómo puede sostenerse la acción cuando el protagonista de la película sólo puede maniobrar en un área de tan sólo unos metros, y todo lo que hace, pasa en gran parte dentro de su propia cabeza?

"Yo pensé que podíamos hacer una película tan orgánica y tan implicada a nivel visual y emocional que la gente se perdería en la historia, exactamente igual que Aron se perdió en los cañones" responde Boyle.

El equipo sabía que sólo había un actor que pudiera transmitir la convicción y emoción necesarias para captar la atención del público. "James posee esa extraordinaria capacidad técnica", señala Boyle: "y eso era lo que necesitábamos, porque 127 HORAS es casi una película de un solo actor. Pero James fue un nivel más allá, superando cada uno de los retos, físicos y emocionales, que le lanzamos. James estuvo maravilloso en el papel. Se metió tanto en el personaje que James Franco se convirtió, en cierto modo, en Aron Ralston".

Lo que resultaba aún más interesante para Boyle y Beaufoy era que se trataba de un proyecto totalmente distinto a su anterior experiencia en SLUMDOG MILLIONAIRE. En un vertiginoso giro de 180 grados, pasaron de rodar en la "ciudad máxima" de Mumbai a rodar en un claustrofóbico cañón en medio de ningún sitio, que apenas era lo suficientemente grande como para que cupiera apenas un hombre.

"Fue algo extraordinario pasar de las multitudes de Mumbai, donde estás rodeado de mil millones de personas, al extremo contrario de un hombre completamente solo", dice Boyle. "Supuso un maravilloso contraste y un increíble desafío. Las dos películas no podían ser más diferentes y, sin embargo, de alguna manera, ambas hablan sobre vencer contra todo pronóstico".

127 HORAS recupera la brillante tradición de películas que retratan al hombre situado al límite en su lucha contra la naturaleza, tales como LA LLAMADA DE LO SALVAJE o TOCANDO EL VACÍO, pero 127 HORAS rompe el molde al apelar a la celebración de la vida más que al triunfo individual.

"Mientras estaba atrapado, Aron no podía tener ningún contacto humano, pero eso le llevó a ser consciente de lo importante que eran para él la gente y los seres queridos que había dejado atrás. Eso le produjo un estímulo tan profundo de conexión con la vida que le animó a seguir adelante. De eso es de lo que trata la película. Definitivamente no es la historia que le pasó a un hombre, como pudiera parecer en una primera lectura", afirma Boyle.

También eso constituyó el principal atractivo de la historia para Everest Entertainment, que contribuyó al esfuerzo financiero. "Estoy realmente encantada de que Everest colabore en llevar a la gran pantalla una historia tan positiva", dijo Lisa Maria Falcone. "Buscamos constantemente proyectos inolvidables y apasionados con los que el público se identifique, y 127 HORAS es un excelente ejemplo".


Aconociendo a Aron Ralston
Tan pronto como Danny Boyle conoció la historia de Aron Ralston, envió a su socio de producción Christian Colson, que había producido SLUMDOG MILLIONAIRE, una copia del libro de Ralston. Colson confiesa que no estaba convencido en un primer momento.

"Terminé el libro y pensé: bueno, esto una historia increíble pero de aquí no se puede sacar una película, y eso es lo que le dije a Danny", recuerda Colson. "Entonces Danny me envió una especie de borrador que había escrito de tan sólo seis páginas, pero donde explicaba al detalle su idea general para contar la historia, llena de extraordinarios intercalados e ideas visuales. Tan pronto como lo leí, cambié de opinión totalmente y le dije 'Venga, vamos a hacerlo'. Suponía un enorme desafío narrativo, pero Danny había encontrado la forma de hacer que la historia fuera realmente apasionante y de mantener una constante emoción, ofreciendo al público una experiencia en primera persona".

Los derechos de la historia de Ralston pertenecían en aquel momento a John Smithson, un importante productor de documentales. Colson se reunió con Smithson en Londres y llegaron al acuerdo de desarrollar íntegramente una película dramática basada en el borrador escrito por Boyle, y donde Smithson se confirmaba como productor.

Boyle empezó a trabajar de inmediato en el guión definitivo, llegando a realizar hasta dos borradores antes de que Colson y él mismo decidieran contactar a Simon Beaufoy, con quien habían trabajado en SLUMDOG, para pedirle que se uniera al equipo como coguionista.

El primer cometido de Boyle fue conocer realmente mejor a Aron Ralston, y dicho proceso empezó donde la vida de Aron como previamente la conocía había llegado esencialmente a su fin: el cañón Blue John, en Utah. Boyle y Colson emprendieron un primer viaje junto a Ralston en julio de 2009, escalando y ascendiendo entre las hendiduras de los cañones que estarán ligados para siempre al corazón de Aron. Hacer esto resultaba vital para Ralston porque quería, antes de seguir adelante, que el equipo de realización se sintiera muy familiarizado con el abrupto y escarpado paisaje que todavía hoy para él representa el mundo.

Al principio, Ralston no tenía mucha confianza en la visión, ligeramente más imaginativa, de la historia que pretendía contar Boyle. "Fue algo emocionalmente difícil para mí, porque aunque era consciente de que estábamos haciendo una película, me resistía a apartarme de los hechos propiamente dichos", admite Ralston.

Pero, al final, la idea de alcanzar una verdad más absoluta a través de un estilo narrativo visceral y apasionante empezó a entusiasmar a Ralston, y entonces invitó a los realizadores a profundizar abiertamente en sus recuerdos más personales y en sus más íntimos sentimientos. Ralston afirma: "Yo viví esta historia y siempre será una parte muy importante de mí, pero comprendí que hacer una película que lograra que los espectadores sintieran como si fuera también su propia experiencia, requería ser contada por unos expertos narradores".

Ralston también mantuvo una relación muy estrecha con el guionista Simon Beaufoy, con quien llego a escalar las altas montañas de Colorado. "Mientras ascendíamos charlábamos sobre mi experiencia como escalador", recuerda Ralston. "El propio Simon es un gran amante de la naturaleza, por tanto, manteníamos unas conversaciones muy interesantes, y yo pienso que logró entender algunos aspectos de la historia que son realmente importantes".

Sin omitir nada en absoluto, Ralston compartió también con los realizadores los "mensajes" profundamente personales que grabó en vídeo mientras estuvo atrapado en el cañón, con el deseo de transmitir sus sentimientos a su familia y amigos en caso de que llegara a fallecer allí.

"Ese material fue extraordinariamente útil para nosotros, y también para James Franco", dice Boyle.

A Ralston también le entusiasmó colaborar con el director. "Trabajar con Danny fue una experiencia estupenda", afirma Ralston. "Es muy intuitivo y creativo, y además se mostró muy sensible en cuanto a lo que hay de personal en la historia. Antes incluso de conocernos, Danny ya había llevado a cabo una ingente labor de investigación preliminar. Y yo le agradezco mucho que haya sido tan receptivo. Danny me incluía en todas las reuniones, ya fuera para rescribir el guión o para conversar con los actores, en un grado mayor del que me esperaba".

Ralston proporcionó a los realizadores una gran cantidad de información que les permitió recrear muchos de los increíbles detalles físicos de su lucha por la supervivencia, desde cómo dispuso las cuerdas para poder dormir hasta cómo le salvó su propia orina de morir de sed. "Queríamos reflejar escrupulosamente la realidad del confinamiento de Aron", señala el productor Colson. "Por tanto, recreamos fielmente lo que Aron llevaba en la mochila, la cantidad exacta de agua que tenía, cómo era la hoja de su cuchillo, todos los pequeños detalles que formaron parte de su estrategia de supervivencia. Pensamos que no podíamos, ni debíamos, alterar esos elementos".

No obstante, aunque ya conocían mucho mejor a Aron, Boyle pensaba que era esencial sentirse conectado a nivel personal con el material narrativo. "Aron ha contado la historia muchas veces a su manera, pero yo sabía que para hacer la película tendría que pinchar ese globo y meterme dentro de su relato para contar mi propia versión", comenta Boyle. "Lo que resultó extraordinario es que Aron realmente nos dejó hacer eso: es la historia de Aron, pero contada desde fuera...".

Boyle se sintió especialmente atraído por un hilo argumental subyacente en la historia de Ralston; la de un hombre hasta entonces no muy sociable, individualista hasta el punto de no ser consciente del poder que tiene la relación con la gente. "Aron era un espécimen perfecto –autosuficiente, independiente, atlético, ingenioso– pero no era el hombre perfecto", afirma Boyle. Lo que más conmovió a Boyle fue que cuando Ralston estuvo realmente solo frente a la muerte, únicamente podía pensar en las personas de su vida –pasada, presente y futura– y en cuánto le importaban, tanto que eso le hacía desear vivir un día más.

"Aron se veía a sí mismo como un solitario, sin embargo, lo que le hizo volver a la vida fue la manada, el rebaño, la comunidad. En mi opinión, ésa es la idea principal de la película. 'Necesito ayuda', dice Aron cuando por fin se encuentra con sus rescatadores, casi terminando el filme. Sí, la necesita. Todos la necesitamos. Por eso vivimos en grupo", afirma Boyle.

También eso fue el principal atractivo de la historia para Everest Entertainment, que contribuyó al esfuerzo financiero. "Estoy realmente encantada de que Everest colabore en llevar a la gran pantalla una historia tan positiva", dijo Lisa Maria Falcone. "Buscamos constantemente proyectos memorables y apasionados con los que el público se identifique, y 127 HORAS es un excelente ejemplo".

Más tarde, observar a Boyle en el set de rodaje le hizo comprender a Ralston que Boyle verdaderamente estaba haciendo suya la historia, dicho en el mejor sentido. "Boyle está moviéndose constantemente. Cuando lo vi, me sentí hasta mareado. Dije, caramba, ¡se involucra muchísimo en esto!".

El tipo de enfoque que Boyle proponía para la película era la única manera que Ralston podía imaginar para reflejar esos seis días en la gran pantalla. "Yo me encontraba solo, pero intentaba conectar de nuevo con mis seres queridos a través de recuerdos, fantasías e incluso experiencias extracorpóreas. Experimenté casi un viaje alucinógeno mientras me iba deshidratando, privando de dormir y desesperando aún más. Precisamente todas estas cosas me fueron quitando las capas mentales que tenía hasta que sólo me quedó la conexión emocional", dice Ralston. "Danny era ciertamente capaz de mostrar en la película todo lo que experimenté".

Para Ralston fue algo cruel y surrealista contemplar la experiencia más profunda de su vida recreada por James Franco y el resto del equipo, estando presente en el set de rodaje mientras el actor revivía todo lo que él había visto y sentido en esos seis días. "Fue como si en el año 2010 pudiera volver atrás, hasta 2003, y verme a mí mismo escapando del cañón", dice Ralston.

La película trajo a Ralston de vuelta a Blue John Canyon en una fecha especialmente trascendente: el séptimo aniversario de caer atrapado. "Estar allí precisamente en el aniversario fue, evidentemente, algo muy especial para Aron, y yo creo que ese grado de autenticidad aportó un valor añadido a la textura de la película", afirma Colson.

A Ralston la experiencia casi le dejó sin palabras y, callada e íntimamente, se tomó un momento para agradecer la roca, el cañón, todas las maravillas de la vida que había disfrutado desde aquel inesperado día que le transformó. "Fue algo muy personal", afirma. "Parecía evidente que iba a morir en aquel sitio, pero cuando salí de allí, volví a nacer. Una vida terminó y otra empezó. Para mí fue muy especial el rodaje en Blue John Canyon justo en ese momento, precisamente en la semana que conmemoraba mi renacimiento. Me recordaba que un final puede ser también un principio".

El día que Ralston consiguió liberarse fue verdaderamente un nuevo comienzo. En una de las escenas más potentes de la película, basada en la realidad, Aron alucina imaginando un incierto futuro: un niño que podría ser el hijo que todavía no tenía. Durante la producción, esa profecía ya estaba superada pues el primer hijo de Ralston ya había nacido.

Actualmente con familia propia, Ralston dice que cree que todo en su vida le condujo hasta ese singular y decisivo momento. "Siempre sentí una atracción especial por experimentar el límite entre la vida y la muerte, y aquello representó el punto culminante", afirma. "En cierto modo, yo pienso que estaba destinado a extralimitarme en algún lugar, ya fuera una montaña, un río o un cañón. Al mismo tiempo, lo bueno fue que lo que había hecho en mi vida, la gente que había conocido, todo en ese momento se convirtió en un recurso, algo de lo que podía aprovecharme para conseguir sobrevivir y, después, renacer".

Ralston siempre se sentirá sobrecogido por la experiencia y por cómo eso lo cambió todo. Ralston afirma:e "Marcó un punto de inflexión. Mi vida se divide en un antes y un después de ese día en Blue John Canyon. Ha supuesto una de las mayores bendiciones que yo pueda recibir jamás".


James Franco accede al cañón
Desde el principio, Danny Boyle supo que necesitaba un actor protagonista con unas dotes extraordinarias, no sólo de interpretación sino también con la capacidad física que requería el personaje de Aron. Ese actor no sólo debía ser capaz de sostener su actuación en la mayor parte de los fotogramas de la película enclaustrado en un espacio agobiante físicamente, bajo unas circunstancias mentalmente perturbadoras, sino que también tenía que transmitir a la cámara sus emociones más profundas y primarias. Despojado de todo, incluso de la capacidad de movimiento, Aron permaneció completamente solo ante la cruda visión de quién era y en quién quería convertirse.

Por ese motivo, Boyle quería a alguien que comprendiera personalmente al individuo Aron, alguien apasionado por la naturaleza y con tendencia al riesgo pero también a la autorreflexión. Todas estas cualidades, junto con el talento actoral requerido, parecían combinarse perfectamente en James Franco, que rápidamente se ha convertido en uno de los actores más interesantes de su generación. Entre los diversos trabajos de Franco están la película SUPERFUMADOS; el emblemático James Dean del célebre biopic de televisión; el amante de Harvey Milk, interpretado por Sean Penn, en la galardonada MILK, y, más recientemente, el legendario inconformista norteamericano Allen Ginsberg en HOWL. Como audaz y consciente hombre del Renacimiento, Franco se ha graduado también recientemente en Bellas Artes por la Universidad de Columbia y está preparando actualmente su doctorado en Filosofía por Yale.

La elección entusiasmó al propio Ralston. "Me alegró mucho saber que alguien con esa capacidad dramática fuera a hacerlo. Como ya le había visto en otras películas, sabía que a James le gusta meterse de verdad en los personajes que interpreta", dice Ralston. "Me emocionaba mucho conocerlo. Vimos juntos el vídeo que yo había filmado, mi testamento y mi última voluntad, que pensé que iba a ser la forma de despedirme de mi familia y amigos. También reproduje para James algunos detalles, como las posiciones corporales que adopté mientras permanecía allí tanto tiempo, e incluso le mostré cómo cogí el cuchillo exactamente cuando me hice el corte en el brazo".

Ralston continúa: "Fue muy divertido ver cómo James me observaba, porque me daba cuenta de cómo su cabeza empezaba a trabajar e iba tomando notas mentalmente. No obstante, creo que al final fue la sutil interpretación de James lo que produjo auténtica magia".

A Franco le interesó mucho el papel desde la primera vez que oyó hablar del proyecto, pues no se parecía en nada a lo que había hecho anteriormente. "Una de las razones para querer hacer este personaje era que está construido a base de muchos pequeños momentos privados, esos momentos que todos tenemos cuando estamos absolutamente solos", afirma el actor. "Pensé que era una parte de mí que comprendía muy bien y que podía aprovechar. La historia trata básicamente de un hombre que se enfrenta a su propia muerte y reflexiona sobre cómo volver a la vida; es una situación muy humana que no creo que se haya explorado mucho en otras películas antes. También pensé que era una extraordinaria oportunidad para contar una historia a través de breves acciones físicas y de los personales soliloquios que Aron mantiene cuando habla a su cámara de vídeo. Era muy distinto a la mayoría de los personajes que he interpretado".

Franco continúa: "También era excepcional porque realmente no tenía que interactuar con otros actores en la mayor parte de la película. Me gusta trabajar con otros actores, pero esto era algo totalmente inusual y suponía todo un reto. El foco de atención era totalmente diferente. Fue como si tuviera que aprender a actuar con lo que había a mi alrededor, con las rocas, con el cañón, con la cámara".

Aunque Franco pasó tiempo con Ralston para conocerle mejor y ambos hicieron muchas escaladas juntos para observar a Aron en su elemento, ni el actor ni Boyle querían reflejar en pantalla las características físicas de Ralston. "La visión que tenía Danny de la película trataba sobre todo de profundizar en esa increíble situación en la que Aron se encontró", explica Franco. "Por tanto, no queríamos imitar a una persona real, sino más bien intentar sentir de verdad esa experiencia humana".

Franco pudo comprobar en sí mismo la visión de Boyle cuando la llevó a cabo manteniendo al actor, a veces hasta un grado alarmante, dentro de un espacio sumamente estrecho, incómodo y casi desquiciante durante casi todo el rodaje. Franco estaba tan comprimido en el interior del decorado réplica del cañón que al finalizar el rodaje estaba lleno de magulladuras, sarpullidos y marcas. "Fue un rodaje agotador desde el punto de vista físico", admite el actor. "Pero eran unas circunstancias muy interesantes de recrear y Danny es un director sorprendente. Es una persona muy vital y apasionada, pero siempre obtiene lo que quiere".

Hablar directamente a una cámara de video en vez de mantener los habituales diálogos cinematográficos fue algo que Franco también tuvo que asimilar. "Parecía casi un antiguo monólogo de Shakespeare, donde te diriges al público directamente", señala el actor. "Era algo inusual en una película".

Fue la manera poco convencional de enfocar la película de Boyle lo que estimuló a Franco a continuar incluso cuando las exigencias de producción le mantenían agónicamente inmóvil y tiritando dentro de un gélido cañón, día y noche.

"Lo que me gustó fue que Danny dio un enfoque muy distinto al de cualquier otro realizador a la hora de realizar una película cuya acción transcurre en medio de la naturaleza. En vez de utilizar el tempo lento intrínseco al medio natural, Danny aportó un ambiente y un sentido del ritmo asombrosamente urbano", resume Franco.

Para meterse aún más en el papel, Franco se entrenó en un gimnasio de escalada y perdió peso hasta lograr un físico estilizado y propio de un amante de la naturaleza como Ralston. Leyó algunos libros sobre grandes escaladores y aventureros de la montaña, y también se preguntó internamente si realmente habría sido capaz de hacer lo que hizo Aron para sobrevivir. "Pensé en lo drástico de sus circunstancias, se trataba de la vida o la muerte", dice Franco. "A mí la sangre me impresiona mucho, incluso cuando voy al médico, pero, evidentemente, en esa situación tendría que superarlo. Me gusta pensar que habría intentado algo y que no me habría quedado allí simplemente esperando".

Franco prosigue: "Este personaje se enfrenta verdaderamente a la muerte y, hasta cierto punto, Aron tenía que aceptar que podía morir para asumir el riesgo de intentar su liberación. Y en mi opinión, de eso es de lo que trata la película en buena medida, al observar cómo una persona se enfrenta a la soledad, al miedo y al dolor, y cómo todo eso le va llevando directamente a la esencia de la vida".

Los realizadores comprobaron cómo Franco iba profundizando cada vez más en su abismo personal y luego dejaba salir la otra faceta. "Creo que el trabajo de James en esta película es tan importante como el de Danny. Es como una especie de dueto", comenta Christian Colson. "Franco se metió totalmente en el personaje y su interpretación es absolutamente excepcional y sorprendente".

A pesar de que la película se centra especialmente en James Franco en su interpretación de Aron Ralston, encontrar un reparto consistente para interpretar los papeles secundarios resultaba igualmente fundamental para los realizadores.

"Cuando sólo cuentas con unos pocos personajes secundarios, el interés por ellos es mayor emocionalmente, y de eso éramos muy conscientes", dice Colson. "Me gusta especialmente que Amber Tamblyn y Kate Mara, interpretando a las dos chicas que Aron se encuentra al principio de su aventura, tengan una actuación tan divertida y luminosa. Incluso aunque parezca que el momento que comparten con Aron es muy breve, retrospectivamente adquieren una importancia inmensa porque representan el último recuerdo de auténtico contacto e intercambio con otro ser humano y en un sentimiento absolutamente vivo".

Aun cuando Kate Mara y Amber Tamblyn simbolizan algo así como la festiva y distendida calma antes de que estalle la tormenta, Tamblyn señala que el rodaje de la película fue "físicamente una locura, escalando, corriendo y sudando continuamente". Pero también dice: "Ha sido el logro de mi vida, conseguir trabajar con un maestro de la dirección en un lugar tan espectacular del país como éste. Kate y yo teníamos que crear una atmósfera agradable, divertida y despreocupada al principio del filme, algo que pareciera totalmente natural pero que también fuera tan inolvidable que después se convirtiera en algo realmente importante para Aron. Y eso resultaba muy interesante".

Treat Williams y Kate Burton interpretan a los padres de Aron y su hermana es interpretada por Lizzy Caplan. Para encarnar a la novia de Aron –la chica a la que él lamenta no haberse confiado mientras lucha por su vida en el cañón–, los realizadores eligieron a la fulgurante actriz francesa Clémence Poésy, más conocida por interpretar a Fleur Delacour en la saga cinematográfica HARRY POTTER.

"Las escenas con la familia y los amigos de Aron salieron muy bellas", dice Colson. "Poseen un aire melancólico que verdaderamente te hace sentir la necesidad que tiene Aron de volver al mundo y a las personas que ama".


Enfoque e ideas visuales audaces
La poco habitual naturaleza del rodaje de 127 HORAS implicó que Danny Boyle y su equipo tuvieran que transgredir incluso los parámetros más creativos de la realización cinematográfica. Para Boyle, todo giraba en torno a una simple palabra: dinamismo. Su fuerza motriz consistía en mantener la pantalla, en cada segundo, repleta constantemente de emoción y movimiento, sin que aparentemente importaran los pequeños cambios que Aron iba sufriendo durante los días y noches que duraba su aventura.

Al principio de la película, Boyle imprimió el tono de velocidad y de altas dosis de adrenalina siguiendo al personaje de Aron mientras jugaba con la naturaleza de forma osada y excesiva, como habitualmente solía hacer. Aron vuela montado en su bicicleta de montaña a través del fascinante desierto, sube por rocas de color rojizo y dorado junto a dos chicas que ha conocido escalando, y se sumerge despreocupadamente en unas aguas claras y azules. Después el mundo se detiene para Aron y todo el movimiento sucede ya dentro de su cabeza.

Cuando, mientras Aron está atrapado, una serie de sucesos ocurren inesperadamente, incluyendo una tempestuosa tormenta que lo inunda todo, la perspectiva de Aron queda de repente reducida exclusivamente a lo que puede observar desde el interior del cañón: un trozo de cielo, pequeños rayos de sol, un cuervo misterioso, las lesiones de su propio cuerpo..., y su mente lo va observando todo.

Para Boyle, el hecho de reflejar un dinamismo constante una vez que el protagonista queda atrapado constituía toda una prueba de su propia imaginación. Boyle pensó que la solución podía residir en combinar creativamente distintas técnicas de cámara, incluyendo planos intercalados, trípticos y distintos tipos de negativos, ideas que en gran parte ya había apuntado directamente en el guión. Pero para garantizarse una aportación a nivel visual realmente significativa, el director hizo algo sin precedentes. Decidió contratar a dos destacados directores de fotografía para que filmaran la película al alimón.

"Decidimos utilizar dos directores de fotografía –Anthony Dod Mantle, que filmó SLUMDOG MILLIONAIRE, y Enrique Chediak, que filmó 28 SEMANAS DESPUÉS– porque necesitábamos múltiples puntos de vista y porque la cámara, en cierto sentido, compensa el hecho de que haya muy pocos personajes en la película", explica Boyle.

Boyle prosigue, "Las personalidades de Anthony y Enrique son en sí mismas muy interesantes, y su estilo es completamente diferente. Enrique posee una sensibilidad muy sudamericana y el estilo de Anthony es más del Norte de Europa. Lo que hicimos fue proveer a cada uno con tres tipos de cámara –cámara tradicional, cámara digital y cámara fotográfica–, lo que nos permitió trabajar con un metraje enormemente diverso. Ambos filmaron imágenes hermosas e intensas, de modo que había la impresión de un cambio constante, la impresión de que Aron estaba inmerso en una gran aventura, incluso cuando se movía escasamente unos centímetros".

El hecho de trabajar con dos unidades de fotografía principal conllevó un excepcional reto de logística, pero Colson dice que también supuso una oportunidad. "Resulta emocionante que no se haya llevado a cabo anteriormente. Danny desarrolló la idea al principio del proceso y todos tuvimos que ponernos rápidamente al día", afirma Colson. "Descubrimos que las ventajas eran inmensas. Nos permitía reducir el calendario de rodaje y, al mismo tiempo, aprovecharnos de una mayor cantidad de energía creativa. La posibilidad de comprimir el tiempo de rodaje también implicaba mayor frescura en la interpretación de James. Todo el mundo sentía sus energías renovadas constantemente ya que con cada director de fotografía las formas de captar esa experiencia eran totalmente nuevas".

Mantle y Chediak señalan que entre ellos nunca hubo un sentimiento competitivo sino más bien una sinergia mutua. "Ambos somos muy sensibles y vulnerables como artistas, pero también somos muy diferentes", dice Mantle. "Nuestra visión es distinta, pero también tenemos mucho en común. Al principio, como no nos conocíamos, nos llevó un tiempo establecer un vínculo. Una vez que empezamos a filmar, trabajábamos de forma independiente, pero completamente pendientes de las imágenes que el otro rodaba".

"Tanto mi forma de trabajar como la suya evolucionaron orgánicamente. Sin embargo, ambas percepciones encajaron perfectamente de forma natural porque nuestras sensibilidades son muy similares", dice Chediak.

A ambos les entusiasmaba la idea de rodar de forma que la estrecha barrera entre pantalla y público se difuminara durante un par de horas.

"Trabajábamos a partir de multitud de matices–atmósfera, colores, movimientos de cámara– y de cualquier forma de expresión que a uno de los dos se nos pudiera ocurrir para recrear las fantasías y recuerdos de un hombre, así como su línea de pensamiento", manifiesta Mantle. "Danny quería que sumergiéramos por completo al espectador tanto en el interior del cañón como en la mente de Aron, y que usáramos nuestras cámaras para transportar al público desde lo meramente físico a lo puramente mental y emocional. Realmente tuvimos que seguir nuestro instinto, dejar que la cámara formara parte de la psique de Aron. Teníamos que pensar más allá del encuadre y de la iluminación porque, en esta película, la técnica tenía un papel mucho más profundo".

"Desarrollamos un lenguaje totalmente nuevo de cómo pueden interrelacionarse tres imágenes", considera Mantle. "Fue un regalo tener la posibilidad de hacer algo como esto".

Boyle añade: "Fue una manera muy interesante de captar la textura y la rutina de los días vividos por Aron sin que el público tuviera que experimentar realmente esas 127 horas. Asimismo, nos permitió reflejar simultáneamente lo que pasaba en realidad en el cañón y las reflexiones que hacía Aron al respecto".

Colson resume: "Danny y los directores de fotografía concibieron un lenguaje visual propio para mantener el ritmo, la energía y la fluidez a lo largo de la película. Incluso los flashbacks resultan poco convencionales porque los recuerdos de Aron se insertan directamente dentro del cañón, tal y como a Aron le pareció que ocurría realmente".

La visión del filme en su relación con el icónico paisaje del western también fue reformulada tanto por Boyle como por los dos directores de fotografía. "Estos paisajes han sido escenario de cientos de rodajes del género western, pero nosotros queríamos dotarles de un nuevo enfoque", dice Mantle. "El paisaje no sólo es el fondo del decorado sino que también se constituye como paisaje emocional, rodado con abundante carga emocional. Es un paisaje hermoso pero despiadado".

"Lo que hicimos en el cañón fue una recreación del estado psicológico de Aron, situando al cañón como telón de fondo", dice Chediak. "Pero es el cañón –el destello de la cámara, la incomodidad, el sol, el calor, el polvo– lo que se ha incorporado para recrear el estado mental de una persona que posiblemente va a morir".

Para todo el mundo era realmente importante rodar fragmentos del filme en el sitio exacto donde el destino de Aron cambió por completo: Blue John Canyon, un estrecho y abrupto conducto de arenisca, de complicado descenso, ubicado en el Parque Nacional Canyonlands.

Hoy conocido principalmente por aventureros escaladores, montañeros y especialistas en descenso de cañones, Blue John está tan lejos que un helicóptero tenía que transportar al reparto y al equipo técnico y de realización una y otra vez, pasando luego la noche en un campamento ubicado en plena naturaleza.

Además de rodar en el auténtico Blue John Canyon, la diseñadora de producción y de vestuario Suttirat Larlarb (SLUMDOG MILLIONAIRE) reconstruyó también en un plató el espacio de pocos centímetros de anchura donde Ralston quedó atrapado, lo que aportó mayor flexibilidad y seguridad a la hora de rodar durante un período prolongado. Para que el diseño fuera absolutamente fidedigno, el equipo delimitó cada uno de los contornos del terreno y construyó a escala las arqueadas paredes del cañón así como la roca de más de 360 kilos de peso que mantuvo prisionero a Aron.

Todos los elementos de la película, desde la dirección de fotografía, el diseño de producción, la extraordinariamente ecléctica banda sonora de A.R. Rahman (SLUMDOG MILLIONAIRE) y la personal interpretación de James Franco, contribuyen a anticipar el clímax de la sorprendente evasión de Aron. Lo que visualmente empieza siendo un momento inquietante se transforma en una exultante liberación cuando Aron asombrosamente escapa de lo que podía haber sido su tumba.

"La película despliega un extraordinario sentimiento de liberación y energía justo en ese momento", afirma Colson. "Tras haber estado atrapado junto a Aron, en una trampa tan brutal y tan real, el sentimiento del espectador es extraordinario tanto por haber escapado de la muerte como por volver de nuevo al mundo. Creo que la película no sólo contiene grandes dosis de acción sino también mucha belleza".