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  Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres  (The girl with the Dragon Tattoo)
  Dirigida por David Fincher
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Una película de David Fincher, protagonizada por Daniel Craig, Rooney Mara, Christopher Plummer, Stellan Skarsgård, Steven Berkoff, Robin Wright, Yorick van Wageningen y Joely Richardson. La película está dirigida por David Fincher y producida por Ole Søndberg, Søren Stærmose, Scott Rudin y Ceán Chaffin, a partir de un guión de Steven Zaillian basado en el libro de Stieg Larsson originalmente publicado por Norstedts. Los productores ejecutivos son Steven Zaillian, Mikael Wallen y Anni Faurbye Fernandez; los coproductores son Berna Levin y Eli Bush. El equipo técnico del filme incluye al director de fotografía Jeff Cronenweth, ASC, el director de producción Donald Graham Burt, los editores Kirk Baxter, A.C.E. y Angus Wall, A.C.E., la diseñadora de vestuario Trish Summerville y los compositores Trent Reznor & Atticus Ross.

Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres es el punto de partida de la adaptación cinematográfica de la popular Trilogía Millennium de Stieg Larsson, la épica serie de novelas que ha vendido 65.000.000 de ejemplares en 46 países. La primera novela, Los hombres que no amaban a las mujeres, se publicó por primera vez en 2005, poco tiempo después de la muerte del propio Larsson, y en ella se presentaba a los lectores al periodista financiero Mikael Blomkvist y a la hacker vengadora Lisbeth Salander.

Con Salander, Larsson forjó una heroína totalmente diferente a todas las que la habían precedido en el mundo de la novela negra: un prodigio punk cuya apariencia advierte a la gente que no se acerque, que no interactúa "con normalidad" con los demás, sin embargo, el vínculo personal que mantiene con aquellos que han sido violados la seduce para ayudar a Mikael a resolver el misterio de la desaparición de Harriet Vanger. La búsqueda de venganza y su frágil colaboración con Mikael se convertirían en el hilo conductor de Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres y de los dos libros siguientes – La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.

El director David Fincher y el guionista Steven Zaillian procuraron mantenerse fieles a la inquebrantable mirada de Larsson sobre la corrosión corporativa, social y personal que enfrentan Mikael y Lisbeth según se adentran en las profundidades del misterio de la desaparición de Harriet Vanger. Zaillian se inspiró directamente en las palabras de Larsson. "El guión se cortó entero sobre la tela de la novela", afirma Fincher. Asumiendo la necesidad de compactar el detallado argumento del primer libro, se centraron también en resaltar lo que ha hecho que las novelas Millennium sean tan atractivas a tantas personas en todo el mundo. "Lo que más nos interesó fueron estos dos personajes: Blomkvist y Salander; ellos son el motor de estos libros, los que los han convertido en el fenómeno cultural que son" explica Fincher. "Había mucha sustancia, mucha fricción y mucho potencial dramático".

Añade Zaillian: "Lisbeth es un gran e inusual personaje, pero creo que si los libros trataran únicamente de ella, no funcionarían tan bien como lo hacen. Lo que hace que los libros lleguen a tanta gente, es la forma en la que se entrelaza su historia con la de Blomkvist, y lo que cada uno está viviendo".

Fincher y Zaillian no tuvieron interés alguno en prescindir de la fuerza de las escenas de brutalidad y venganza del libro. "Estábamos firmemente comprometidos con la idea de que ésta es una película que trata sobre la violencia contra las mujeres, sobre clases específicas de degradación, y eso no puedes evitarlo", asegura Fincher. "Pero a la vez debes andar sobre una línea muy fina para que los espectadores sientan de manera visceral la necesidad de venganza al tiempo que puedan contemplar el poder de las ideas expresadas".

Eso es precisamente lo que logró Larsson con las novelas, atrayendo a los lectores hacia temas como el poder corrupto, la misoginia, la intolerancia, el fanatismo, la globalización, el bienestar social, la justicia y el juicio, a través de los entresijos de la renegada investigación de Mikael y Lisbeth. Explica Rooney Mara, que se ganó el papel de Lisbeth Salander: "Creo que a la gente le intriga más el funcionamiento interno de la sociedad de lo que está dispuesta a admitir. Les interesan los oscuros secretos que encierran personas y sociedades. Los hombres que no amaban a las mujeres tiene ese componente unido a dos personajes marginados a los que la gente realmente quiere".


Vengadores y castigados: Personajes y reparto

Blomkvist
Al igual que lo fue el autor Stieg Larsson antes de su muerte, el personaje de Mikael Blomkvist es un periodista de investigación dedicado a destapar la corrupción en el sistema financiero y en el gobierno. Como copropietario de la exclusiva revista Millennium, no es ni mucho menos un activista, sin embargo es conocido por llegar demasiado lejos – hasta el punto de meterse en aprietos legales, e incluso correr peligro mortal, en sus despiadadas investigaciones sobre los ricos y poderosos. Para interpretar a Blomkvist, Fincher escogió a Daniel Craig, el actor británico cuyo equilibrio entre profundidad y atractivo le han valido el papel de James Bond en Casino Royale y Quantum of Solace.

"Realmente el filme es de Blomkvist, porque es él quien nos proporciona la vía de entrada", afirma Fincher. "Es el personaje más convencional y Lisbeth es el satélite que gira alrededor de él. Necesitábamos a alguien como Daniel, alguien que no solo tiene un tremendo atractivo cinematográfico sino que además tiene un don de Dios para la interpretación. Es tan bueno que puedes explotar sus matices".

Como mucha gente, Craig había leído Los hombres que no amaban a las mujeres al poco de publicarse, en medio del furor inicial. "Alguien me regaló un ejemplar estando de vacaciones y lo leí en dos días", recuerda el actor. "Es uno de esos libros que no puedes parar de leer. Sientes la inmediatez de saber que sucederán cosas malas y creo que, en parte, por eso son tan amenos para tantas personas".

A pesar de ello, se sintió inexorablemente atraído a Lisbeth Salander. "Lo que me llamó la atención de ella es que a pesar de ser víctima de violencia sexual, psicológicamente jamás se convierte en una víctima" observa Craig. "Su fortaleza y la forma en la que recibe un golpe, se levanta y sigue, es algo que realmente engancha a la gente".

La novela se mantuvo en su conciencia, pero fue gracias al equipo creativo que se formó para llevarla a la gran pantalla, por lo que Craig decidió aceptar el papel de Blomkvist. "De por sí era una buena historia, pero la combinación de David como director y el guión de Steven Zaillian, me resultó tremendamente irresistible" asegura el actor. "Confiaba en el material, y confiaba en sus ideas visuales".

Desde el principio también sintió afinidad por Blomkvist. "Me gusta su actitud, me gustan sus políticas, me gusta y me resulta interesante su confusión" comenta Craig. "Está luchando en una guerra buena, intentando destapar la corrupción y ser un periodista influyente, si es que eso sigue siendo posible".

Steven Zaillian se sintió impresionado por la forma en la que Craig se introdujo en el personaje. "Blomkvist es un tío que no es tan duro como le gustaría ser, pero es realmente un hombre bueno y decente. Daniel lo interpretó maravillosamente", observa. "Su papel es tan complicado como el de Salander".

Desde el primer momento Craig decidió no adoptar un acento extremo para el personaje y mantener la forma de hablar de Blomkvist en un registro más natural, que resulta más apropiado para la cultura cosmopolita de Estocolmo. "Busqué algo muy sencillo" explica. "David y yo lo hablamos y ninguno de los dos queríamos que el acento estorbara al personaje. En realidad, muchos suecos hablan inglés maravillosamente bien, con y sin acento. Sentí que ese debería de ser el camino a seguir. Blomkvist es un hombre que ha viajado, que conoce el mundo, ha sido oyente de la BBC desde los seis años, y creo que esa es la persona que él es".

Tras haberlo deseado durante tanto tiempo, a pesar de todos los retos, el trabajar con Fincher resultó ser una experiencia muy estimulante para Craig. "David es conocido por hacer muchas tomas, y así lo hicimos, pero no me importó en absoluto" explica Craig. "Por mí podemos estar repitiendo tomas todo el día si al final sale algo bueno, siempre que creemos algo en cada una de ellas. Además, David es muy específico y – ¿cómo decirlo de la forma más correcta?– particular. Pero una vez que ves la forma en la que él construye, ladrillo a ladrillo, cada escena, resulta ser un proceso en el que es muy fácil relajarse. Te entregas completamente, sabiendo que su mirada abarca todos los detalles importantes".

Craig apunta que estaba en la mejor forma física de su vida cuando le dieron el papel, lo cual no encajaba del todo con la de un periodista que pasa la mayor parte de su tiempo sentado en una mesa, o entrevistando a sus fuentes. "David me dijo que engordara y, a pesar de que fue una lucha, lo conseguí" dice entre risas.

Los retos físicos se presentaron especialmente en las escenas culminantes del filme, pero apunta Craig que incluso en ellas, su concentración se dirigía hacia su interior. "Aquellas escenas finales presentan un alto grado de emoción para Blomkvist", resume el actor.

Salander
Nada más arrancar la producción de Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres, comenzó la búsqueda de la actriz que interpretaría a Lisbeth Salander. El peligro: que todos los que habían leído el libro ya se habían formado una imagen personal de ella en su imaginación. Michiko Kakutani del New York Times describió así a Lisbeth en su reseña:

"Lisbeth Salander, la feroz hada y heroína de Stieg Larsson, es uno de los personajes más originales que hemos visto en mucho tiempo: una chica de encanto misterioso, una Audrey Hepburn con tatuajes y piercings, con la actitud guerrera de Lara Croft y el intelecto cool y poco sentimental del Sr. Spock. Ella es la vulnerable víctima convertida en vigilante; una chica deliberadamente antisocial, la que fuera calificada como mentalmente incompetente por los servicios sociales del estado, ha demostrado que está tan incandescentemente capacitada como cualquier guerrera de vídeojuego".

A la hora de adaptar el personaje, la meta de Steven Zaillian era la de captar todos esos tonos contradictorios del personaje de Salander, quien se protege con una gran armadura y sin embargo es vulnerable si alguien se atreve a acercarse. "Ella es la clase de personaje que resulta más divertido escribir" explica Zaillian. "En cierto sentido representa el cumplimiento de un deseo en cuanto a su forma de llevar las cosas, de estar dispuesta a aguantar hasta un límite, pero además tiene otras muchas caras. Gran parte del poder del filme se debe a Lisbeth Salander".

Fincher quería encontrar todas esas cualidades en una actriz, pero lo que más quería era encontrar a una persona dispuesta a caminar en el límite de un personaje ya de por sí arriesgado, y precipitarse al vacío. Eso es lo que encontró en Rooney Mara, pero el camino no fue en línea recta.

Los productores emprendieron una búsqueda exhaustiva para el papel de Lisbeth. Entre las candidatas se encontraba Mara, que tuvo un pequeño pero memorable papel en La Red Social de Fincher, como la ex novia de Mark Zuckerberg, Erica Albright. Fincher la sometió a una aparentemente interminable serie de intensas pruebas – en las que le pidió que hiciera de todo, desde recitar poesía sueca a posar con motocicletas – para demostrar lo que sería capaz de hacer en el papel.

"Lo que más me hizo encariñarme con ella durante el proceso de casting fue precisamente lo que quería de Lisbeth: no se rinde. Quería una persona que fuera invencible", dice el director. "Al final del proceso de casting, supe que era una persona por la cual merecía la pena arriesgar".

Continua explicando: "De inicio ella partía con muchas de las cualidades que buscábamos, que necesitábamos. En su vida real también es solitaria. Pero más que eso, estuvo dispuesta a trabajar para entender al personaje. Dije: ‘No sé si ella lo puede hacer, pero sé que lo intentará y se dejará la piel en ello si tan solo somos capaces de inspirarla y apoyarla, y luego dejarla volar.’ Y eso es lo que finalmente ocurrió. Se cortó el cabello, aprendió a conducir una motocicleta y se marchó a Suecia por su cuenta y desapareció del mapa. Si tienes a alguien dispuesto a hacer todo eso, eso lo es todo. Los piercings son piercings, eso lo puede hacer cualquiera".

Para Mara, esta sucesión de pruebas la mantuvo alerta, ayudándole a conocer al personaje aún más. "Estaba preparada y dispuesta a hacer y a demostrar lo que hiciera falta para conseguir el papel" asegura la actriz. "Y a medida que me acercaba, pensé: ‘¿Qué más tengo que demostraros? Lo he hecho todo. Tengo que seguir con mi vida o si no, hagámoslo. Estoy a punto de dejarlo, así que decidíos de una vez.’"

Los meses de pruebas y de espera culminaron en un ultimátum. "David me llevó a su despacho y me empezó a hablar largo y tendido acerca del papel, dándome todas las razones por las que una actriz lo rechazaría – que podría cambiarme la vida, y no necesariamente para mejor. Luego me entregó su iPad con un comunicado de prensa que decía que yo había sido elegida para el papel. Me dijo que pensaban enviarlo esa tarde y que tenía media hora para decidir si quería el papel o no".

Mara no lo dudó. El personaje ya se le había metido en la piel. "Nunca antes había existido un personaje femenino como Lisbeth, una especie de persona menuda, andrógina, con tantas facetas diferentes", asegura la actriz. "Te pones de su lado – y sin embargo simultáneamente la cuestionas porque no siempre estás de acuerdo con las cosas que hace. Eso me resulta muy interesante".

Añade la actriz: "Creo que aunque les resulte extraña, muchas personas se identifican con ella porque en algún momento de sus vidas la mayoría de las personas se han sentido marginadas, o como si hubieran fuerzas que las oprimieran o limitaran".

En cuanto aceptó el papel, Mara se puso manos a la obra. "Una hora después de decirle que sí a David, estaba desmontando un ordenador, montando en moto, y dando clases para aprender a patinar. Y, literalmente, cinco días después ya estaba en Estocolmo" recuerda la actriz. "No había tiempo para pensar lo que significaba para mí recibir el papel, o como me sentía. Literalmente me concentré como un láser en lo que tenía que hacer".

Pero sin duda las advertencias de Fincher no la asustaron. "Me dijo: ‘Tendrás que irte a Suecia tu solita y experimentar la vida de esta chica.’ Me dijo: ‘La película te va a consumir. Tendrás que despedirte por un tiempo de tu familia y los amigos.’ Pero en ese momento realmente no me conocía", explica. "No sabía que de hecho paso mucho tiempo sola y que lo que me dijo no me asustó. Tal vez hubiera asustado a otra persona, pero a mí no".

Eventualmente también transformó radicalmente toda su apariencia, se cortó la melena, se hizo numerosos piercings, llegó al punto de teñirse las cejas, lo cual resultó ser lo más chocante para la actriz. No sólo le aportó una inquietante mirada transgresora, sino que además abrió el rostro de Lisbeth, permitiendo que la mezcla de fría inteligencia y rabia contenida del personaje tuvieran más espacio para manifestarse.

"Antes de teñirme las cejas me sentía bien, en control y preparada, estaba entusiasmada", recuerda Mara. "Cuando me vi en el espejo me asusté. Pero creo que es una de las mejores decisiones que tomamos en cuanto a la apariencia del personaje. Realmente le pusimos nuestro sello".

Otro sello característica de Mara en el personaje de Lisbeth fue el encontrar la forma adecuada de revelar sus propios bloqueos emocionales. "David y yo hablamos acerca de la idea de que Lisbeth no tiene heridas abiertas. Ella es una cicatriz entera. No llora, en contadas ocasiones se permite sentir algo, sin embargo los espectadores tienen que saber que bajo las cicatrices están sus heridas" describe la actriz.

Cuanto más se adentraba Mara en el cerrado mundo interior de Lisbeth, más empezó a comprender porqué Stieg Larsson consideraba la legendaria heroína de cuentos infantiles Pippi Calzaslargas una influencia en el personaje. Observa que: "Lisbeth es lo que Pippi Calzaslargas hubiera sido 25 años después. Ha cambiado el caballo por la motocicleta. Ahora tiene ordenador pero sigue obedeciendo su propio código moral luchando contra los tipos malos".

La complejidad de Lisbeth se pone de manifiesto en algunas de las escenas más perturbadores de la historia – un par de asaltos violentos en el despacho del tutor legal de Lisbeth, Nils Bjurman, que abren y cierran la historia. Estas escenas supusieron un gran reto – tanto física como psicológicamente – pero también son esenciales para comprender su ímpetu por ayudar a Blomkvist a encontrar a un asesino de mujeres. "Las escenas con Bjurman son las que más hablan de Lisbeth", dice Mara. "El abuso la empuja, y en muchos sentidos, también conduce el resto de la historia. Esas eran las escenas en las que siempre pensaba".

Cuando llegó el momento de representarlas en el set, se podía palpar el riesgo emocional de las secuencias. Recuerda la actriz que: "Siempre supe que esas escenas serían duras pero fueron mucho más duras de lo que imaginé".

Para mantener la intensidad de la situación Mara evitó al actor que interpreta el papel de Bjurman, Yorick van Wageningen. "Yorick es un chico tan dulce, pero yo me alejé de él porque no quería pensar en lo dulce que es en realidad", comenta la actriz. "Nos vino mejor no hablar mucho, sino entrar en la habitación y ver cómo se iban desarrollando las cosas".

Las cosas empiezan a desmoronarse para Lisbeth pero también otras empiezan a encajar a medida que se acerca más y más a Mikael Blomkvist. Lo que le resulta sorprendente no es la atracción sexual– sino el instinto desconocido de confiar. "Lisbeth se pasa gran parte de la película alejando a los demás. Constantemente intenta suprimir las cosas y alejarlas de su persona. No mantiene relaciones en las que realmente conecte con las personas", observa Mara. "Pero con Mikael, empieza a pensar que tal vez haya encontrado finalmente una persona en la que puede creer, pero también tiene buenas razones para pensar que es estúpida si confía en alguien".

Al final, Mara dice que la experiencia de interpretar a Lisbeth fue la meta por la que luchó tantos meses intentando conseguir el papel. "Es la clase de personaje que llega una vez en la vida", concluye la actriz. "Pero aparte de eso, lo que más me emociona de la experiencia y lo que me llevo es sentirme más capaz. He aprendido tanto y he hecho tantas cosas que jamás pensé que podría hacer".

Concluye: "Es lo que más me gusta de David, que reta a todo el mundo. Por eso sus películas son tan estupendas. Porque te desafían y te hacen pensar en cosas que de otra manera no pensarías– y creo que a la gente le gusta ser retada".

Los actores de reparto
Sumándose a Daniel Craig y Rooney Mara en Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres se encuentra un talentoso grupo de actores de reparto entre los que se encuentra Christopher Plummer como Henrik Vanger, el magnate jubilado que inicia la investigación sobre el pasado oculto de su familia; Steven Berkoff como Dirch Frode, el abogado de Vanger, quien primero encarga a Lisbeth Salander espiar a Mikael Blomkvist; Robin Wright como la compañera de Blomkvist en Millennium Magazine y ocasional amante, Erika Berger; Stellan Skarsgård como Martin Vanger, el hermano de Harriet; Yorick van Wageningen como Nils Bjurman, el nuevo tutor legal de Lisbeth; Joely Richardson como Anita Vanger, quien mejor que nadie conocía a la desaparecida Harriet; y Geraldine James como la reservada Cecilia Vanger.

En el centro del poder de la familia Vanger está Martin, actual Director Ejecutivo del negocio familiar en apuros, quien da la bienvenida a Blomkvist a la hacienda familiar en la Isla Hedeby para investigar la desaparición de Harriet. Stellan Skarsgård, el actor sueco conocido por sus papeles internacionales, interpreta a Martin. "Me interesan los seres humanos complejos y complicados y así es Martin", explica el actor. "Puede ser un verdadero encanto, pero también es capaz de convertirse en una persona totalmente diferente en ciertas partes de la película".

Al igual que los demás actores, Skarsgård confió en la sensibilidad de Fincher. "David se esmera en cada detalle. Tiene grandes capacidades técnicas, pero también trabaja en base a la idea de que independientemente del género, el que sostiene a la película es el personaje, así que dentro de todas las cosas que tan brillantemente hace en el terreno técnico, lo que más le interesa es el personaje – y eso proporciona interpretaciones realmente buenas".

Otro miembro de la familia Vanger que juega un papel decisivo en la película es Anita Vanger, interpretada por Joely Richardson. Al igual que sus compañeros de reparto, se sintió motivada por el planteamiento de Fincher, especialmente en cuanto a su personaje, que no es nada sencillo. "Él me repetía ‘más oscuro, más al límite, no suavices nada, nada está zanjado ni curado,’" dice la actriz. "Aún cuando te empezabas a mover en dirección a la resolución y la sanidad, él insistía en que quería el límite y la oscuridad. No hay emociones directas y sencillas en el universo de esta película".

El personaje que lleva a Lisbeth Salander al límite es Bjurman, su recién asignado tutor legal, quien, tras estudiar su sombrío informe de casas de acogida, arrestos, adicciones y reclusión psiquiátrica, piensa que puede controlarla. Controla su cuenta bancaria. Exige favores sexuales. Cuando ella no aguanta más el abuso, decide que lo hundirá y al hacerlo él quedará por siempre señalado como un psicópata.

El actor holandés Yorick van Wageningen interpreta a Bjurman. Fincher lo escogió por un motivo muy concreto. "Sentí que el personaje no debería ser malvado, tenía que ser peor" dice el director. "Tenía que ser alguien que no es tanto un violador como un hombre que ve a una chica triste, con el pelo en punta, que no mira a los ojos, y que él decide que no vale nada. Su necesidad de dominar a alguien lo convierte en una especie de arenas movedizas. No quería un pervertido retorciendo el bigote, ni mucho menos. Por eso, cuando vi a Yorick, vi a una persona que es un ser humano pleno y además un brillante actor que podría aportar todas esas cosas. Fue capaz de llevar su interpretación desde un lugar lógico en la mente de Bjurman y hallar la oscura ciénaga en ebullición que lo habita".

Precisamente fue esa complejidad la principal razón por la que van Wageningen accedió a aceptar un papel tan gráfico. "Este personaje experimenta muchas cosas y no estaba seguro de querer experimentarlas yo" admite van Wageningen. "Al principio me debatía entre la euforia por poder trabajar con David Fincher y el espanto que me provocaba el personaje, pero al final pude utilizar ambas cosas. Los dos coincidimos en que lo más interesante sería presentar a Bjurman de forma un tanto afable. El reto no era encontrar la violencia monstruosa, sino más bien la humanidad de este hombre".

Aún así, no resultó ser un proceso fácil, ni muchísimos menos. "A menudo me pasaba unos buenos quince minutos llorando en mi caravana entre toma y toma" recuerda van Wageningen. "Creo que una escena como la violación de Lisbeth sólo funciona si se convierte en realidad para ambas partes. Así que las emociones tenían que ser reales en esa escena, y los empujones también. Para mí fue bastante horrible y luego la gran escena final entre los dos. . . creo que aún no me he recuperado del todo. Me llevó a un lugar al cual no suelen ir las personas, a un lugar al que nadie le apetece ir".

Van Wageningen y Mara decidieron no mantener contacto fuera de sus secuencias. "Fue algo osado, porque cuando compartes escenas importantes tiendes a querer discutirlas hasta el más mínimo detalle", dice el actor. "Pero creo que ambos comprendíamos lo que quería Fincher, y sabíamos lo que nosotros queríamos de nuestros personajes, y luego sencillamente nos entregábamos en las escenas. Creo que eso es lo que le aporta esa realidad que se puede palpar".

Dice van Wageningen que esto fue posible gracias a la forma de trabajar de Fincher con los actores. Resumiendo, asegura que: "David crea un espacio en el que te atreves a hacer aquello que nunca antes te has atrevido a hacer en una toma".


El entorno
Desde el principio David Fincher y Steven Zaillian decidieron mantener el enclave sueco de Stieg Larsson de Los hombres que no amaban a las mujeres, y no asumir que dejarían caer la historia en bloque en los Estados Unidos. "No había manera de trasladarla", afirma Fincher. "No podrías hacer esta película en Seattle, ni siquiera en Montreal. Tenía que transcurrir en Suecia porque las raíces de la historia son completamente suecas".

De hecho Larsson había invitado a los lectores internacionales a una Suecia que la mayoría no habían visto jamás. Aunque se evidencian elementos de la democracia social sueca, su paisaje rústico y su énfasis cultural en la funcionalidad, la trilogía Millennium también mostró claramente las grietas frecuentemente no vistas en el pulido barniz de la nación.

Para captar el juego de Larsson de luces y sombras ante el paisaje sueco, Fincher reunió un equipo artístico que incluye al director de fotografía nominado al Oscar® Jeff Cronenweth (La red social) y el director de producción ganador del Oscar® Donald Graham Burt (La red social, El curioso caso de Benjamin Button).

Los actores también se sumergieron en la vida sueca. "En cierta medida el estar en Suecia me ayudó mucho más que el resto de mi preparación", dice Rooney Mara, "porque no puedes comprender realmente a Stieg Larsson ni a Lisbeth si no conoces al pueblo sueco y sientes la energía de Estocolmo como ciudad".

De la helada costa de Norrland al minimalismo modernista de Estocolmo, el paisaje sueco fue una constante fuente de inspiración para Jeff Cronenweth, ASC, quien trabajó con la cámara digital RED One (que ya utilizó en La red social) al igual que con la última cámara RED, la Epic, aprovechando al máximo la versatilidad y resolución de ambas. Desde un principio se tomó la decisión de que la apariencia del filme debería ser la de cierta aspereza en el contorno atmosférico, reflejando así el tono de Larsson en las novelas.

"La idea era utilizar fuentes de luz no ortodoxas y mantenerlo todo dentro de la realidad", explica Cronenweth. "Así que pueden haber sombras, pueden haber errores, pero es la realidad. Permites siluetas y oscuridad pero al mismo tiempo también queríamos planos que hicieran de contraste, evitando así una continua imagen dramática".

Rodando in situ en exteriores, Cronenweth trabajó sincronizado con los volubles cambios de las estaciones suecas para aumentar el tono emocional de la película. "La climatología sueca juega un gran papel en esta película", continua Cronenweth. "Está siempre presente de fondo y era muy importante que se perciba como espectador. El invierno se convierte en un personaje mudo en la película y le aporta a todo una luz baja y fría, muy suave e indirecta".

A Cronenweth le impresionó comprobar cómo la cámara Epic se manejaba ante las austeras condiciones. "Fue muy interesante rodar tantos árboles negros ante la blancura de los campos nevados – elementos que resultan difíciles de captar para cualquier cámara, mucho más para una digital. David y yo nos sentimos, muy, muy satisfechos con las imágenes".

A estas alturas, Cronenweth ha desarrollado más que un lenguaje propio con Fincher; comparten muchos instintos visuales. "Me gusta pensar que tenemos la misma visión en cuanto a las decisiones estéticas", dice el director de fotografía. "Hemos tenido una relación tan, tan, larga, que siento que puedo acercarme más que nadie a la forma en que David ve las cosas. David realmente es asombroso al conceptualizar toda clase de planos emocionales".

Cronenweth explica que muchos de esos planos se centran en el rostro de Rooney Mara en situaciones que van desde las más terroríficas hasta las más tiernas. "Su piel en el papel de Salander es tan pálida que la luz se refleja mágicamente en ella. Así que pudimos utilizar muy poca iluminación y ella siempre quedaba de maravilla".

Una de las secuencias preferidas de Cronenweth es aquella en la que Lisbeth persigue a un ladrón informático por el frenético metro de Estocolmo. Explica que: "David montó ese set en unas largas escaleras mecánicas en una estación real del metro sueco. Vemos a Lisbeth provocada hasta convertirse casi en un animal y el truco era captar esa energía. Fue una de las situaciones en la que más utilizamos las cámaras Epic porque son capaces de hacer planos muy cortos. A veces las equilibrábamos sobre una pelota de beisbol como trípode. También creamos andamios a través de los cuales podían pasar los pasamanos de la escalera mecánica. La idea era adentrarnos como participantes de la batalla. La rodamos para que de pronto entraran algunas cosas en plano y otras quedaran ocultas, aumentando la tensión porque los espectadores no pueden verlo todo. Ya sea en una escena de lucha, una violación, o una escena de sexo, es algo que David hace realmente bien".

Añadiendo más capas a la imaginería de la película entra en acción el trabajo del director de producción Donald Graham Burt, quien también ha colaborado con Fincher desde hace muchos años, recibiendo un Oscar® por El curioso caso de Benjamin Button (compartido con el ambientador Victor J. Zolfo). En Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres, Burt se sintió cautivado por la oportunidad de sumergirse completamente en una cultura que le era muy poco familiar. "Pensé que sería un reto muy interesante hacer la primera gran producción de Hollywood en Suecia. Es una cultura que no se ha explorado realmente y me resultaba algo nuevo y diferente, lo cual me intrigó".

Emprendió un recorrido de todo un mes por toda Suecia, no tanto para buscar exteriores donde rodar, sino más bien para empaparse del ambiente. "Lleva tiempo asimilar los matices culturales, identificar los temas recurrentes en la arquitectura, el paisaje, la organización de las ciudades y los hábitos de las personas" observa Burt. "Sentí que realmente tenía que integrarme en este mundo para desarrollar un sentir auténtico del lugar para el filme. No se trataba únicamente de comprender el aspecto físico de los lugares, sino el metafísico, y cómo se refleja la forma de vida de estas personas mediante el diseño".

Más tarde, Fincher se sumó a Burt en Suecia y los dos empezaron a hablar acerca de la estructura general del diseño. "El planteamiento fue mantenerlo todo muy fiel a la realidad sueca pero sin llegar a la postal fotográfica, alejándonos de los lugares típicos. Queríamos lugares que estuvieran más al margen, que fueran menos familiares, más desconocidos", describe Burt.

Mientras que Burt construyó algunos platós en exteriores en Suecia, trabajando con equipos locales suecos, la mayor parte del trabajo de decorado se hizo en los EEUU para proporcionar mayor flexibilidad creativa a Burt y su equipo. Estos decorados incluyen dos de los lugares más esenciales: los apartamentos diametralmente opuestos de Blomkvist y Salander. "El apartamento de Salander gira en torno a su ordenador y su actividad como hacker y todo lo demás es secundario", apunta Burt. "Cuando ella está en su ordenador está completamente abstraída en esa actividad, es su mundo entero, así que tenemos la sensación de que todos los demás objetos de su vida están algo desplazados o ignorados. Vive en un bloque de apartamentos grande y anónimo que además es muy básico, aportando así la sensación de que es una chica solitaria, que está oculta. El apartamento de Blomkvist, por el contario, es más estiloso y abierto. Trabaja para una revista exclusiva y sin embargo es investigador así que él también tiene algo no convencional".

Uno de los retos más fascinantes de Burt fue crear la hacienda Vanger, rodada en una mansión al sudoeste de Estocolmo que el equipo convirtió en un enclave familiar repleto de secretos. Según Burt, la hacienda obedece al estilo típico de "mansión de Småland" – basada en la arquitectura francesa del siglo XVIII. "Queríamos algo muy austero, muy organizado, muy formal y que oliese fortuna antigua" resume Burt. "A los suecos se les da muy bien lo moderno y minimalista pero también cuentan con maravillosas mansiones rurales que se pueden yuxtaponer contra la ciudad moderna – sin embargo ambas respiran dinero".

La banalidad del despacho de Bjurman contrasta con la extensa mansión rural de la familia. "Ubicamos su despacho en un edificio de mediados del siglo en el que todo es limpio y rectilíneo", comenta Burt. "No tiene nada de lujoso ni exclusivo. Es muy sencillo, a diferencia de lo que ocurre en su interior".

En cada aspecto del diseño de producción, Burt se esforzó plenamente en reflejar lo sueco en Larsson, al igual que su fascinación por la traición subyacente que transcurre en el día a día. "Todo lo que hicimos era inherente a la cultura sueca, hasta las jarras de zumo de arándano rojo presentes en todas las cocinas", dice Burt. "Hay una estética que recorre cada capa de la sociedad sueca, desde los adinerados, hasta los márgenes más pobres, sobre la simplicidad, la funcionalidad, la mayordomía de sus posesiones. Lo único que evitamos fue la paleta de colores rosas y naranjas de la arquitectura sueca antigua que se ve en los distritos históricos porque esta historia demanda tonos más oscuros y apagados".


Vestuario, peluquería y maquillaje
La tarea de vestir a personajes tan diferentes de Stieg Larsson, que provienen de todas las esferas de la sociedad sueca, recayó sobre la diseñadora de vestuario Trish Summerville. Summerville formó equipo con el peluquero Danilo y la maquilladora Pat McGrath para forjar los elementos que forman el look de Lisbeth Salander: un estilo que intencionalmente intimida a los demás, con cabello corto, maquillaje oscuro, piercings en las cejas, chaquetas y gabardinas con gorro, piel, y vaqueros rotos.

La clave de todo fue permitir que Lisbeth fuera transgresora pero también real – alguien que destacara en el mundo corporativo de la seguridad en el que trabaja, pero que también pudiera desaparecer con facilidad en los márgenes de la sociedad. "No queríamos que fuera llamativa o extravagante, sino muy, muy auténtica", afirma Summerville. "No queríamos que pareciera que estuviera en una banda punk o gótica, queríamos que fuera muy cool de una forma cómoda y casual. Veíamos a Lisbeth como alguien que puede simplemente desaparecer en las sombras si ella quiere".

Su vestuario en tonos oscuros consiste en cazadoras moteras, botas militares, zapatillas altas, cinturones con hebilla, brazaletes de cuero, pendientes dilatadores gordos, y camisetas con declaraciones provocadoras (frecuentemente en sueco) – y cada prenda muy lavada, desgastada, blanqueada, para aportarle la sensación de uso. "Y luego están las sudaderas", apunta Summerville al mencionar una de las elecciones de moda más metafóricas de Lisbeth. "Siempre lleva una sudadera y también se pone una gran braga en la cabeza– a la que David llama el ‘Caballero Jedi’ – cuando se convierte en hacker".

Para diseñar el look inicial del corte de pelo de Lisbeth, Summerville llamó a su amigo Danilo, un peluquero que ha trabajado con artistas como Lady Gaga o Gwen Stefani, pensando que él tenía la estética adecuada. "Él es un tipo punk auténtico y lo ha sido siempre, un hombre que ha vivido en medio mundo así que pensé: ‘Si este chico no lo pilla, nadie lo hará.’"

Fincher quería que el pelo de Lisbeth fuera expresivo, y fluido y cambiante. "David insistía en que esta historia transcurre en un año así que no puede llevar siempre el mismo peinado", explica Summerville. "Danilo le hizo un corte radical a Rooney, quien para ese entonces tenía un melena que le llegaba a la mitad de la espalda. Tiene un micro-flequillo, afeitado por debajo, y por detrás se lo cortó muy corto, y por delante dejó mechones más largos – pero hay muchas formas de llevarlo. Lo puedes recoger con pinzas, dejarlo suelto, o peinarlo en cresta".

Danilo fue quien tiñó las cejas a Mara. Summerville recuerda la metamorfosis. "Descubrió su rostro de forma asombrosa y cambió por completo su apariencia", dice la diseñadora. "Rooney quedó tan afectada que nos pidió que la dejáramos sola durante unos minutos. A continuación fuimos a un estudio de tatuaje y se hizo un piercing en la ceja ese mismo día. La transformación fue instantánea, de repente emergió como el personaje de Lisbeth".

Summerville trabajó con Fincher en el diseño y ubicación específica de los tatuajes de Lisbeth, incluyendo la característica imagen que adorna el hombro de Salander. Comenta que: "Sin duda, el dragón fue el más difícil".

En el set, los cambios del cabello, maquillaje, y tatuajes de Mara entre escena y escena fueron supervisados por el diseñador de peluquería y maquillaje Torsten Witte, un colaborador de toda la vida de Summerville, quien además había trabajado de antemano con Fincher durante las pruebas y el casting de Salander. Recuerda que: "En ese momento ya sabía que David estaba pensando en Rooney. Para mí, ella era el lienzo perfecto sobre el que pintar".

Ella tuvo mucho que aguantar en la silla de Witte. "Me sentía fatal al sentar a Rooney a las 4:30 de la madrugada para cortar, afeitar, y teñirle el cabello y tatuarle la piel", explica el estilista. "Todos sus looks requerían mucho mantenimiento. David y Trish tenían las ideas muy claras respecto a lo que querían ver en cada escena. En general, David quería que hubiera un ir y venir entre la Lisbeth atractiva y la que aleja a los demás– al mirarla piensas, ‘parece interesante’ pero a la vez te preguntas, ‘¿Qué es eso?’ Pero el look nunca era estático. Si Lisbeth llevaba 36 horas despierta ante el ordenador, fumando cigarrillos y sin comer, tendría ojeras y estaría despeinada. Su imagen podía cambiar de muy dura y fuerte a más inocente y sencilla, según la situación".

Su corte de pelo ayudó a crear esa flexibilidad. "El cabello corto y oscuro realmente enmarca maravillosamente bien la tez pálida y frágil que jamás ve la luz del sol", observa Witte. "Podíamos hacer mucho con ello. Me encantó la trenza, la cresta quedaba muy fuerte en Rooney y también me encantó la sencillez de engominarlo hacia atrás o en gorro. Al final, lo importante era que David fuera capaz de ver su rostro en todo momento".

Para el diseño del maquillaje de Mara la productora Ceán Chaffin sugirió a la maquilladora británica Pat McGrath, nombrada por Vogue como la maquilladora más influyente en la moda, para discutir una serie de ideas. "Ceán realmente admira su trabajo así que se vino a Suecia y durante dos días probamos una gran variedad de looks", recuerda Summerville. "Hizo un trabajo hermoso. Y luego conceptualizó el maquillaje para toda la película, con más de 30 looks diferentes para los distintos personajes. Ella y Danilo y los demás formaron un equipo de ensueño. David tuvo la posibilidad de proponer cualquier idea – por alocada que fuera – y fomentar la creatividad".

El maquillaje cotidiano de Lisbeth diseñado por Witte se basó en el probable rechazo que sentiría el personaje a mantener una rutina de belleza complicada. "Trish y yo discutimos cómo hacer que fuera muy real, y coincidimos en que probablemente tendría muy pocos productos de maquillaje de uso diario, como un lápiz negro y sombras oscuras, así que nos limitamos a sólo unos 5 productos para cada uno de sus looks" explica Witte.

Witte pintaba cada día los siete tatuajes que lleva Mara en la piel. "Utilizamos tinta de verdad y cuando pensaba en la cámara RED y que los tatuajes serían tan grandes como una casa en la pantalla, sentía la importancia de hacerlos diariamente" dice el estilista.

Además del piercing en la ceja, Mara fue un paso más allá. Explica que: "Es difícil simular un piercing en el pezón, así que un día sin más, Rooney decidió que era algo que tenía que hacer por el personaje así que todos la acompañamos y se lo hizo. Los demás piercings, en la nariz, y los labios, pudimos recrearlos. Pero todo ello significó un enorme trabajo para Rooney y su compromiso fue asombroso. Formamos un gran equipo con ella, Trish y David, todos pensando qué necesitaba el personaje en cada momento".

Aunque el estilo de Lisbeth es una parte imprescindible del trabajo de Summerville, resultó igualmente importante crear el contraste con el personaje de Daniel Craig, Mikael Blomkvist. "Me lo pasé genial con Daniel porque es muy divertido vestirlo". Dice la diseñadora de vestuario, "Trabajamos con muchos jerséis y capas para que se viera más pesado y encorvado. Todo lo que lleva Lisbeth está muy gastado, pero la ropa de él es más ajustada, más como un uniforme. Sin embargo, también es un look relajado. No se plancha las camisas y no se abrocha el cuello, y las lleva por dentro a medias. Siempre lleva los mismos vaqueros – de Scotch & Soda. Le compramos 30 pares a Daniel".

Summerville disfrutó especialmente el amplio espectro de la película, con docenas de personajes de diferentes trasfondos. Una de sus preferidas es Erika Berger, la amante y colega de Blomkvist, interpretada por Robin Wright. "Yo imaginé a Erika como una versión madura y profesional de una Lisbeth Salander mayor y más tierna", explica la diseñadora. "Al igual que Lisbeth, tiene una gran intuición femenina, y creo que esa es la razón por la que Blomkvist se siente tan atraído por ella. Fue muy divertido trabajar con Robin".

En cuanto a trabajar con Fincher, Summerville dice que ha sido la mejor experiencia de su carrera hasta el momento. "Realmente tienes que dar lo mejor de ti", concluye, "pero en verdad, ¿porqué querrías dar menos?"


El autor: Stieg Larsson y la serie Millennium
Stieg Larsson murió de un ataque al corazón el 9 de noviembre de 2004, a los 50 años de edad, justo antes de la publicación de Los hombres que no amaban a las mujeres. Cuando el libro comenzó a dominar las listas de los libros más vendidos de todo el mundo, muchos se preguntaron cómo una primera novela podría convertirse de manera póstuma en el thriller más influyente de toda una generación. Pero Larsson no surgió de la nada. Desde mucho tiempo antes era ya muy conocido en Suecia por ser un periodista dedicado a desenmascarar organizaciones neo-Nazis, de supremacía blanca y extremistas, que se ocultaban bajo el tejido europeo. Los mismos temas que lo motivaron como periodista – crimen corporativo, fuerzas anti-democráticas, abuso de poder, violencia contra las mujeres, cuestiones de inmigración, xenofobia y racismo – se convirtieron en los temas centrales de su serie Millennium. Aunque estos temas no eran usuales en el género negro, el énfasis no sentimental de Larsson en personajes normalmente invisibles, la ética y la libertad del individuo y la naturaleza de la venganza, marcó la diferencia en el tono de sus novelas, y aportaron más riqueza a sus narraciones.

Larsson nació Karl Stig-Erland Larsson en 1954 y de pequeño vivió con sus abuelos en el norte de Suecia, en un lugar parecido al representado en Los hombres que no amaban a las mujeres. (También es un lugar donde los cuentos tienen una fuerte tradición oral y está asociado a muchos de los más afamados escritores suecos.) De niño fue muy influenciado por su abuelo, fervientemente anti-fascista, y por sus padres, muy activos en la política, quienes cultivaron en Stieg una pronta fascinación por la democracia y la política. Cuando su abuelo murió de un ataque al corazón a los 56 años de edad, Larsson se mudó con sus padres a la ciudad, experimentado así ambos lados de la sociedad sueca. Sus padres, en una decisión que marcaría el destino de su hijo, pidieron dinero prestado para comprarle a su hijo una máquina de escribir cuando este tenía 14 años, y él empezó inmediatamente a escribir cuentos, aunque pronto seguiría el camino del periodismo, para más adelante retomar la ficción.

Según Kurdo Baksi, un amigo de toda la vida, Larsson vivió una experiencia devastadora en su adolescencia que más adelante motivaría algunos de los sucesos brutales de la saga Millennium. Baksi ha escrito en varios artículos que a los 15 años Larsson presenció la violación en grupo de una joven, y se sintió incapaz de intervenir, lo cual lo marcó de por vida con una ira hacia la explotación de las mujeres y con el deseo, según Baksi, "de hacer algo contra la violencia sinsentido".

Tras cumplir su servicio militar obligatorio, Larsson retomó su activismo a sus 20 años. Viajó por África, ayudando a los rebeles eritreos en su guerra civil. En 1977, comenzó a escribir en la mayor agencia de noticias de Suecia, Tidningarnas Telegrambyra, escribiendo artículos y trabajando como diseñador gráfico durante la mayor parte de su vida adulta. Al igual que el personaje de Michael Blomkvist, también desarrolló una especialidad en su investigación: arrojando luz sobre los grupos racistas y nacionalistas que emergían como una gran amenaza en Europa en los años 80 y 90. Trabajó como corresponsal escandinavo para Searchlight, una revista británica antifascista, y luego fundó Expo Magazine en Suecia para llevar a cabo la misma misión. Su pericia fue tal que incluso impartió conferencias en Scotland Yard sobre cómo los neo-fascistas en Europa utilizaban internet para coordinarse.

Esta parte de la vida de Larsson lo pondría en contacto con la violencia extremista así como con aquellos que la combatían, entre ellos algunos investigadores informáticos muy sagaces, los cuales serían claves para sus caracterizaciones en la serie Millennium. Larsson también experimentó de primera mano los riesgos de sus convicciones morales, ya que fue amenazado de muerte en varias ocasiones y presenció cómo uno de sus colegas sobrevivió a un atentado con coche bomba. En Expo, Larsson también colaboró en una antología sobre crímenes de honor, lo cual aumentó más aún su interés por llamar la atención sobre el abuso sistemático de mujeres incluso en sociedades tan diversas como la sueca.

Aunque Larsson había sido un apasionado fan de la ciencia ficción durante largo tiempo, y había dicho a sus amigos que quería escribir una novela de detectives, no fue hasta finales de los 90 cuando calladamente empezó a escribir un thriller – en vacaciones y fuera del trabajo – acerca de las cosas que más le importaban, el cual tituló Hombres que odian a las mujeres. (Más adelante, en su publicación en Reino Unido y Estados Unidos, el libro se renombró en inglés The Girl with the Dragon Tattoo o La chica del tatuaje del dragón, como homenaje a Lisbeth Salander.) La historia gira en torno a dos personajes impulsados por los mismos temas: el periodista Blomkvist, aparentemente un alter-ego de Larsson, y Salander, de quien Larsson dijo que era un personaje nunca antes visto en la novela negra, una marginada disfuncional que vive según su propio código ético. A pesar de asemejarse a Blomkvist, Larsson también tenía mucho en común con Salander, desde el cigarrillo hasta la manía de guardarse sus secretos para sí mismo.

Larsson escribió las tres novelas Millennium antes de someterlas a una editorial como una trilogía completa. La primera editorial rechazó los manuscritos. La segunda, Norstedts Forlag, vio su potencial, aunque no pudieron imaginarse cómo los libros, y Salander en particular, conectarían con el espíritu de la cultura actual.

Pero antes de que se pudieran publicar las novelas, Larsson padeció un masivo ataque al corazón tras subir por la escalera los siete pisos de su despacho en Estocolmo. En 2005, Los hombres que no amaban a las mujeres se publicó póstumamente y fue ampliamente aclamada. La novela recibió el ansiado premio Glass Key a la Mejor Novela Negra Nórdica y rápidamente se convirtió en lectura obligatoria de la temporada, y luego de la década.

Aún así, la compañera de toda la vida de Larsson, Eva Gabrielsson, ha declarado que los premios no le hubieran importado a Larsson si él hubiera vivido para ver el impacto de sus libros. En un discurso en España ante el Observatorio contra la violencia doméstica y de género, que le otorgó a Larsson un premio póstumo en 2009, afirmó: "A Stieg Larsson no le interesaba la atención pública sobre él como persona privada. Convertirse en una celebridad de los medios era algo impensable para él. Escribir por dinero como periodista del montón o un autor comercial era precisamente su pesadilla. Él no quería ser visible de esa forma. Stieg Larsson quería hacer que las personas y las sociedades fueran visibles".


La banda sonora
Accede a la información sobre la banda sonora The girl with the Dragon Tattoo BSO.