Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven. Deseaba morir en la montaña, al igual que Sara. Ambos entregaron su vida a Dios
y Dios aceptó la oferta. Ahora dicen que están vivos.
Pablo era conocido y querido por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte.