EL TOPO es la esperada adaptación al cine del superventas homónimo de John le Carré. Este thriller está dirigido por Tomas Alfredson (Déjame entrar), y la adaptación del guión es obra del equipo formado por Bridget OConnor y Peter Straughan.
Declaraciones de David Cornwell sobre la película El Topo, de Tomas Alfredson
Acogí la idea de un largometraje sobre El topo con el mismo recelo que habría afligido a cualquier seguidor de la serie de televisión de hace treinta y dos años.
En ella, George Smiley era interpretado por Alec Guinness. Alec era George. Punto. ¿Cómo iba otro actor a igualarle, y mucho menos a superarle?
¿Y cómo iba un director, incluso uno tan distinguido como Tomas Alfredson, a contar una historia tan intrincada en tan sólo dos horas?
Para la serie habían hecho falta siete episodios. En cualquier caso, una teleserie sigue siendo una radionovela con imágenes, mientras que en los largometrajes actuales apenas hay narración.
Pero mi inquietud era infundada. Alfredson ha creado una cinta que, desde mi punto de vista, funciona a la perfección, una historia que me devuelve a vericuetos de la novela y de sus personajes que la serie de hace treinta y dos años no transitó.
La interpretación de Smiley que hace Gary Oldman rinde un merecido homenaje al genio de Guinness. Evoca la misma soledad, las mismas dosis de introversión, aflicción e inteligencia que su predecesor aportó al papel... incluso la misma elegancia.
Pero el Smiley de Oldman, desde el mismo instante en que aparece en escena, es un hombre que espera pacientemente a explotar. El peligro, la furia reprimida y esa humanidad que apenas consigue mantener a flote sobre el parapeto de la desesperación son de Oldman. Si me cruzara con el Smiley de Alec Guinness en una noche oscura, mi instinto sería buscar su protección. Si me cruzara con el de Oldman, creo que huiría como alma que lleva el diablo.
La película, tal y como yo la veo, es un triunfo. Y si la gente me escribe diciéndome "¿Cómo has permitido que le hagan eso al pobre Alec Guinness?", les contestaré que si "el pobre Alec" hubiera visto la interpretación de Oldman, habría sido el primero en ovacionarle.
Ésta no es la película del libro. Es la película de la película, y, en mi opinión, una obra de arte por derecho propio. Estoy muy orgulloso de haber proporcionado la materia prima a Alfredson, pero lo que ha hecho con ella es maravillosamente suyo.
John le Carré, 23 de julio de 2011
Copyright © David Cornwell 2011
Declaraciones del director
Cuando conocí a John le Carré, fue muy claro respecto a lo que esperaba de la adaptación al cine de su novela El Topo: "Por favor, no ruedes el libro ni versiones la teleserie, que ya existen. No pienso interferir, pero llámame si tienes cualquier duda".
Creo que hemos respetado su petición al máximo.
Evidentemente, en una película no puedes reflejar cada detalle de un libro de 349 páginas. Pero puedes tomar pasajes, momentos, situaciones e intentar describirlos cómo tú los ves.
Creo que con EL TOPO hemos hecho una película sobre la lealtad y los ideales, unos valores tremendamente importantes... quizá por ser tan escasos hoy en día.
Acerca de la producción
Recuperar el pasado
Pocos escritores comprenden el mundo del espionaje tan bien como John le Carré, autor de más de 20 novelas. Ello se debe a su experiencia: fue miembro de los servicios MI5 y MI6 británicos, y trabajó como agente secreto en el apogeo de la Guerra Fría, a mediados del siglo XX, lo que otorga a su obra una credibilidad sin igual.
El lacónico espía George Smiley, su personaje más famoso, nació en 1961 con la publicación de su primera novela, Llamada para el muerto, y volvió a aparecer en algunas de sus obras más famosas, entre las que se encuentra El Topo (1974), considerada por muchos una obra maestra del género de espionaje y su mejor libro.
La sombra de Smiley, y el oscuro mundo en el que vivía y trabajaba, han planeado durante mucho tiempo sobre la visión que otros autores han hecho del mundo del espionaje. Desde la caída del muro de Berlín y el deshielo de la Guerra Fría, los contadores de historias llevan dos décadas dedicados a retomar esos años de paranoia y tensión desde perspectivas nuevas y objetivas.
Así pues, cuando el guionista Peter Morgan sugirió la idea de adaptar al cine El Topo, Tim Bevan, copresidente de Working Title Films, una de las principales productoras del mundo, pensó que, como dice Smiley, "ahora es el momento".
Bevan explica: "20 años después de la caída del muro de Berlín, el mundo ha cambiado mucho, y me pareció que hacer una película sobre la Guerra Fría con la perspectiva que da el tiempo sería una idea muy interesante, sobre todo cuando vi La vida de los otros, [Oscar a la mejor película extranjera]. Pensé que se podría hacer un thriller en lengua inglesa sobre el tema, teniendo en cuenta cuál era el enemigo y cuál era el contexto entonces.
"Cuando Peter me habló de la novela, la recordé como la obra cumbre de John le Carré, que marcó todas las historias sobre la Guerra Fría. Así que me puse en contacto con John directamente".
Al novelista le gustó la idea. "Estaba bastante entusiasmado", recuerda Bevan, que enseguida se puso a planear el proyecto junto a su colega Eric Fellner, también copresidente de Working Title. Luego reclutó al productor Robyn Slovo, que ya había colaborado antes con la compañía. "El libro ya había sido adaptado con éxito a la televisión [en el año 1979, en forma de miniserie en el Reino Unido], con sir Alec Guinness en el papel de Smiley. Fue una serie muy apreciada, y Le Carré fue muy valiente al darnos su consentimiento. Había pasado mucho tiempo desde la miniserie, y nosotros queríamos dirigirnos al público actual.
"Creo que se dio cuenta de que podía abrirse a un público completamente nuevo, y bastante más joven. La visibilidad y el reconocimiento de su obra están creciendo."
Le Carré apunta: "Mi sustento y mi reputación se basan en mis libros, es donde pongo el alma. Pero la mayoría de la gente no lee, así que, si tienen acceso a la historia a través de otro medio, estoy encantado. Y si eso les inspira a leer el libro, doblemente encantado.
"Es muy emocionante colaborar con gente tan creativa y ver desde fuera cómo trabajan en un medio diferente".
Working Title lleva mucho tiempo colaborando con escritores, y "tratándolos con gran respeto", afirma Bevan. "Desde el nacimiento de la productora, hemos adaptado varios libros al cine."
Cuando Le Carré aceptó la propuesta de Working Title, insistió en que los cineastas no se sometieran incondicionalmente a su obra. Bevan recuerda: "Nos dijo que quería que hiciéramos una película de época, pero que debíamos reinterpretar la novela".
Le Carré reflexiona: "Con Alec Guinness al frente de un maravilloso reparto de pesos pesados del Teatro Nacional británico, la versión televisiva se planteó, curiosamente, como una historia de amor hacia un sistema británico en decadencia. Estaba hecha con mucha nostalgia; hasta los personajes más insignificantes y desagradables resultaban, de algún modo, entrañables.
"Esta versión actual de EL TOPO está hecha sin sentimentalismo, es más sexy, más descarnada y más cruel; tenía que ser así".
El autor cree que la gente sigue sintiéndose atraída por la historia porque "no está muy lejos de la vida empresarial, del mundo actual. Cuando escribí la novela, pensé que había algo universal que podía explotar. Sin duda el público se identificó con ella; la gente quería ver su vida en términos de conspiración, y eso es fundamental en la relación entre el hombre y las instituciones que crea.
"Quería hacer accesible un mundo secreto; al fin y al cabo se trata de personas normales, con una vida personal y una vida profesional".
La narración se centra en Smiley, en su reciente retiro involuntario y en cómo usa las habilidades y el conocimiento que ha adquirido a lo largo de los años para desenmascarar al topo soviético que se ha introducido hasta lo más profundo del MI6, el Servicio Secreto de Inteligencia británico, conocido en la novela como " la Cúpula".
"El núcleo de la historia es el de una novela policíaca", explica Bevan. "¿Quién es el agente doble? Pero ese núcleo se expande girando en hélices, y la historia se desarrolla en dos momentos diferentes. De haberlo simplificado demasiado, se habría perdido la complejidad de la historia. Pero de haberlo complicado demasiado, habríamos corrido el riesgo de que el público se distanciara. Ha sido un auténtico ejercicio de equilibrismo.
"Lo que importa ahora, igual que hace treinta y tantos años, y seguirá importando dentro de cien años, es cómo una persona traiciona la confianza de otra".
Le Carré apunta: "Para mí, este mundo secreto era también una metáfora del gran mundo en el que todos vivimos; nos engañamos unos a otros, nos engañamos a nosotros mismos, nos inventamos mentirijillas y representamos nuestra vida en lugar de vivirla".
Slovo añade: "Esta historia, que aborda temas como el engaño, la traición, la integridad y la falta de integridad, es la de unas personas que indagan en la vida de los demás sin ser sinceras sobre su propia vida. Creo que se trata de una historia universal".
Maestros del espionaje
Cuando estaba barajando directores para la película, Tim Bevan recibió una llamada de Tomas Alfredson, el director sueco que había captado la atención de la comunidad cinematográfica internacional por su sorprendente y empática película Déjame entrar (Låt den rätte komma in). Alfredson se había enterado de que Working Title iba a rodar EL TOPO, y había decidido ponerse en contacto con ellos. Se acordó una reunión. Bevan recuerda: "Yo esperaba ver entrar a un joven sueco alternativo. Pero lo que me encontré fue a un hombre corpulento, de mi edad aproximadamente y bastante callado.
"Le pregunté cuál era su visión del material. Él dijo: Bueno, creo que los tíos cachas son los que se alistan en el ejército. Y los empollones son los espías. Yo pensé: Eso sí que es una visión...".
Robyn Slovo apunta: "Tenemos a un grupo de hombres que, por un lado, están unidos en su lugar de trabajo, pero, por otro lado, son individuos independientes, cada uno con sus secretos... y todos están observándose y vigilándose. Estamos espiando un mundo de espías. Eso ya de por sí sería suficiente para atraer a un director muy visual, pero aparte hace falta implicarse con la historia".
Bevan añade: "Buscábamos la visión de un director seguro de sí mismo, que guiara al público sin vacilar a través de la narración de esta compleja historia. De entrada, Tomas no parecía el candidato ideal, pero Le Carré había visto Déjame entrar y dijo: Hacedla con él.
"Lo que tienen las películas de época es que lo único de época que deben tener es la estética. Eso permite al espectador tener una reacción más emocional. El director debe crear un mundo para que el público transite por él. Y ese enfoque es el que caracteriza el trabajo de Tomas en Déjame entrar y que volverá a quedar patente en EL TOPO".
Slovo apunta: "Tomas es sueco y la historia es inglesa, y eso permite un enfoque más objetivo; sabemos que no vamos a encontrarnos con una visión trillada".
Para Le Carré, que había colaborado con el director brasileño Fernando Meirelles en la exitosa adaptación al cine de El jardinero fiel (The Constant Gardener), tener a un director extranjero al timón era un plus. El autor explica: "Al igual que en El jardinero fiel, pensé que lo que perderíamos en localismo inglés lo ganaríamos en internacionalidad y universalidad. Muchas de las estructuras de la sociedad británica se han repetido en todo el mundo. Creo que, como director, Tomas aporta una gran originalidad, una narrativa muy intensa a la pantalla".
Alfredson recordaba la miniserie del año 1979, que vio en Suecia en su juventud. Recuerda: "Cuando la emitían, las calles se quedaban vacías; todo el mundo estaba viéndola. La historia trataba sobre algo que estaba pasando y que afectaba al mundo entero, pero no tenía ese estilo 007... era muy distinta, muy cercana y eso la hacía tremendamente interesante".
La posterior investigación de la época por parte del director no hizo sino intrigarle aún más. Él mismo afirma: "Mucha gente no se da cuenta de que los espías hacían lo que les mandaban y eso era lo único que sabían. El trabajo podía consistir en trabajar en una tienda de Viena durante un año, y apuntar quién entraba y salía por una puerta que había en la acera de enfrente; para hacer eso, primero tenías que pasarte meses aprendiendo alemán. Luego volvías y no sabías a qué se debía todo aquello, sólo que habías servido a tu país. Lo único que podías contar a tu familia y tus amigos es que habías estado de viaje de negocios. Si pasas demasiado tiempo en ese mundo, puedes caer fácilmente en las mentiras y la paranoia. Y, ¿cómo afecta eso a tu ánimo?".
El director reconoce que, al ser la novela de Le Carré "un tremendo hito en la historia de la literatura británica", sintió cierta presión al asumir el encargo. Afirma: "Asusta manejar un material de esa magnitud, pero tienes que dejar esa sensación a un lado. Si te atreves a aceptar el reto, tienes que conectar de una manera intensa con el material. Yo creo que en cierto modo entiendo el alma de George Smiley. Cuando conocí a John le Carré, también sentí una fuerte conexión con él. Era como si supiera lo que él esperaba de la película. Me sorprendió que fuera tan generoso y abierto, y no sólo porque podía pasarse varias horas seguidas compartiendo información y detalles con nosotros, sino también porque dijo: Haz reflexiones interesantes que sean originales tuyas. Así que intenté trasladar a la pantalla las imágenes que me evocaba el libro y la humanidad de los personajes".
Después de que Peter Morgan escribiera un borrador, a Bevan le comunicaron que el guionista "no iba poder seguir escribiendo el guión, por lo que recurrimos al equipo de Bridget OConnor y Peter Straughan para que siguieran con la adaptación. Ellos trabajaron codo con codo con Tomas durante casi un año".
Le Carré recuerda: "Cuando leí el primer borrador de Bridget y Peter, me pareció una obra de arquitectura dramática e intelectual admirable. Yo nunca habría podido hacer algo así. En ese momento, era su trabajo el que tenía entre manos. Aquella no era la película del libro; era la película de la película. Creo que lo hicieron de maravilla.
"El mayor cumplido que los cineastas han hecho al libro, por lo que a mí respecta, ha sido hacer una película propia basándose en él. Yo estaba allí como fuente de información, nada más; conocía muy bien el material, y les ofrecí la poca o mucha agilidad mental que pueda tener".
"El primer borrador prometía mucho", recuerda Slovo. "Hizo que el proceso de desarrollo fuera muy rápido, y para cuando iban por el tercer borrador empezamos con la selección del reparto."
Fiel al periodo en que se escribió y publicó la novela, la película se desarrolla principalmente en 1973 (y se prolonga hasta 1974). Bevan añade: "El guión del equipo representaba el libro, mantenía las complicaciones de éste, y se centraba en la integridad. Como productor, siempre estás buscando una historia intensa, emociones intensas y personajes intensos. El guión tenía esas cualidades, y principalmente fue ese guión lo que rodamos".
El guión se encontraba ahora en las manos de un director que iba a rodar su primer largometraje en lengua inglesa. Alfredson reflexiona: "Soy muy impredecible profesionalmente hablando; a veces aparece algo y pienso: Esto es lo que tengo que hacer ahora.
"Esta película es sin duda un gran paso para mí. Llevo haciendo cine y televisión casi 30 años, y trabajar en un idioma diferente fue un gran cambio. Pero todo el mundo me ayudó mucho".
Especialmente solícita, recuerda Alfredson, fue la mitad femenina de la pareja de guionistas, Bridget OConnor, que falleció justo cuando empezaba el rodaje y a quien está dedicada la película. Alfredson reflexiona: "Como a mí no me interesaba hacer un thriller convencional, hablar con Bridget sobre su visión de la historia y conocer su punto de vista femenino fue importante para mí. Esos hombres tenían que recurrir a su lado femenino, a sus habilidades femeninas. Yo necesitaba esa perspectiva, y ella me ayudó a conseguirla".
Durante esa labor de investigación, Alfredson se quedó maravillado al descubrir que "en ese mundo hay mucha homosexualidad. En esa época, la homosexualidad no era aceptada en Gran Bretaña, y muchos espías y agentes no podían vivirla abiertamente, porque si no los chantajeaban. Bridget y Peter han sido capaces de ahondar en eso en la adaptación".
Para el director, en la historia resuenan especialmente "las eternas y dramáticas cuestiones de la amistad, la traición y la lealtad.
"También, ahora que tenemos cierta distancia de la Guerra Fría, podemos replantearnos lo que pasó: ¿eran los malos realmente malos? Deberíamos conocer nuestra historia compartida, sobre todo esa parte que aún resuena en la actualidad".
Alfredson concluye: "También está ese factor Sé algo que tú no sabes. Dile o insinúale eso a alguien y sabrás que has captado su atención y que te estás metiendo en su cabeza".
Cómo convertirse en Smiley
Aunque John le Carré mantiene que los mundos de espías que crea en sus novelas están muy alejados de la realidad que vivió, las experiencias vitales que respaldan su obra se traslucen con especial fuerza en la representación de sus personajes, especialmente en el caso de George Smiley, que forjó hasta el mínimo detalle.
A pesar de que este personaje suele asociarse principalmente al difunto sir Alec Guinness y a su memorable interpretación, Le Carré nos recuerda que ha habido otros George Smiley: "James Mason también lo interpretó"; sin embargo, el personaje fue rebautizado como Charles Dobbs para Llamada para el muerto (The Deadly Affair, 1967), la versión cinematográfica de la novela homónima de Le Carré. Aparte de Guinness, a Smiley lo ha interpretado como personaje protagonista Denholm Elliott, y en cameos Rupert Davies y Arthur Lowe. En la radio, le han dado vida Simon Russell Beale, George Cole, Bernard Hepton y Peter Vaughan. Para EL TOPO, Gary Oldman decidió aceptar el reto de protagonizar en un largometraje a uno de los espías de ficción más famosos de la historia.
Tim Bevan ve a Smiley como "un tío callado que se oculta entre los muebles de una habitación, observa y escucha atentamente. Tiene un fondo de hombre duro, pero no necesita andar por ahí persiguiendo y matando gente para demostrarlo".
Tomas Alfredson nos describe a Smiley como "el espía perfecto. Es alguien a quien olvidarías nada más verlo por la calle. Nunca expresa nada, no se puede adivinar lo que está pensando. Hace preguntas y obtiene respuestas. Cabría pensar que no es un personaje muy de cine... ¡pero lo es!".
Según Bevan, para hacer llegar esa sensación era crucial encontrar a un actor que transmitiera intensidad incluso cuando "no estuviera haciendo gran cosa". El productor comenta: "Gary Oldman limpiándose las gafas es tan impactante como cualquier otra persona lanzando un puñetazo. Puede que sea el mejor de su generación; sus colegas de profesión lo tienen en muy alta estima".
Alfredson añade: "Cuando le propusimos el papel a Gary, exclamó: ¡Estupendo!. Echando un vistazo a su currículo, ves que ha interpretado muchos personajes diferentes. Es una estrella, pero también es camaleónico. Y lo bueno es que no tiene una de esas voces que reconoces a la legua.
"Gary nos dice mucho de Smiley incluso a través de las expresiones más sutiles. Cuando levanta la voz un poco, el efecto es tremendo. Para un actor es delicado trabajar a ese nivel de sutileza. Para nosotros ha sido fantástico presenciarlo".
Le Carré, que era amigo personal de Alec Guinness, apunta: "Yo me identificaba con Alec en un sentido, y con Gary me identifico en un sentido completamente distinto. Son dos titanes de la interpretación trabajando en dos productos diferentes. Gary tiene un gran dominio como actor; se sale de sí mismo. Con él compartes el dolor de Smiley, compartes el peligro de la vida, de ser quien él es. En ese sentido es mucho más agudo. Es un Smiley más duro. Irradia la soledad del hombre y transmite cierta crueldad. Estoy hechizado con su interpretación".
Oldman afirma: "Me sentí muy halagado de que me pidieran que interpretara a George, que participara en este proyecto. El personaje de Smiley está sacado de la experiencia personal de John le Carré; todos sus complejos personajes están muy logrados. Los británicos tenemos una larga tradición de espionaje, y hemos sido bastante buenos espías. Pero también hemos tenido siempre una idea algo romántica del tema, y Le Carré mostró la realidad. Espero que esta película anime a la gente a descubrir sus libros.
"George Smiley es un personaje delicioso, un papel maravilloso para un actor. Es muchas cosas al mismo tiempo: bien educado, sagaz y perspicaz. Es un estudiante del espionaje, y un astuto manipulador de la burocracia. Smiley tiene una memoria de elefante, y un sentido innato para detectar debilidades y la falibilidad de la condición humana. Tiene un estricto sentido de la moral, aunque reconoce y comprende el lado oscuro y poco ético de lo que hace".
Al igual que en la novela, el Smiley de Oldman es víctima de una silenciosa melancolía, producto no sólo de su trabajo sino también de su vida privada. Oldman apunta: "Una de las reseñas del libro, creo que fue en The Spectator, decía: Smiley es perfecto como espía, pero inadecuado como hombre. Le Carré lo describe como un personaje bastante bajito, poco atractivo, regordete; aun así, él me dijo: Ahora es tuyo. Hazlo como tú quieras".
Tras conversar largo y tendido con el escritor, Oldman aprendió "algunas cosas observando a Le Carré, ¡y creo que Alec Guinness también lo hizo! Comí muchas natillas, bizcocho con caramelo... Gané peso, eché barriga".
Tras una breve reunión inicial con Alfredson para cambiar impresiones sobre el material y el personaje, Oldman le consultó con regularidad durante el proceso de preproducción. El director recuerda: "Hablábamos sobre la silueta de Smiley, si llevaba reloj o no. Decidimos que no llevaría gemelos, porque eso revelaría algo".
Para convertirse en Smiley de pies a cabeza, Oldman empezó por arriba: rechazó la peluca, se decoloró el pelo y le pusieron mechas y tonos plateados en la parte superior de la cabeza.
Oldman, Alfredson y la diseñadora de vestuario Jacqueline Durran debatieron sobre cuál serían las mejores gafas para Smiley. Durran recuerda que, finalmente: "Gary encontró un par de gafas y se las trajo a Inglaterra. A Tomas le encantaron, y así fue como se convirtieron en las gafas de Smiley. Tuvimos que hacer otro par por si les pasaba algo a las originales".
Alfredson explica: "Gary está abierto a nuevas ideas, pero funciona mucho con la intuición; cuando nota que algo no va bien, te lo hace saber. Siempre está preparado. A veces parecía que estaba metido en el papel de Smiley todo el rato, era increíble verlo trabajar".
Benedict Cumberbatch, que interpreta a Peter Guillam, compañero de Smiley en la Cúpula, dice que Oldman se mostraba "muy cercano con los demás actores. Nada de lo que él hace resulta afectado. Una vez, estábamos rodando una escena en la que Smiley está recordando un encuentro, y a mí me costó mucho distinguir la delgada línea que separa realidad de ficción... Guillam estaba hipnotizado, ¡y yo también! Gary estaba totalmente poseído por Smiley".
Oldman reflexiona: "He interpretado a muchos personajes extrovertidos, y me encantó meterme en la piel de un hombre callado, tranquilo. Smiley nunca actúa. En EL TOPO, él es parte de una partida de ajedrez en la que hay mucho en juego, en la que cada uno está observando atentamente si el otro va a moverse y cómo cree que va a hacerlo".
Quién podría ser quién
Gary Oldman nos revela: "El título [en inglés] de la historia está sacado de una canción infantil inglesa: Tinker, tailor, soldier, sailor, rich man, poor man, beggar man, thief. Algunos de estos nombres [tinker, calderero; tailor, sastre; soldier, soldado; poor man, pobre; beggar man, mendigo] se utilizan como apodos para referirse a los cinco altos mandos bajo sospecha. Prácticamente hay un nombre en clave para cada cosa y cada persona".
Bridget OConnor y Peter Straughan mantuvieron en el guión muchos de los nombres en clave y apodos que John le Carré creó para la novela original. Por citar un par de ejemplos, están las "madres", en las oficinas, y los "cazadores de cabelleras", en el terreno.
El casting de los miembros de la Cúpula que trabajarían junto a Oldman en el papel de Smiley "no fue tan difícil", afirma Robyn Slovo. "Teníamos un fantástico guión basado en una novela archiconocida, con un gran actor en el papel protagonista, así que conseguimos prácticamente a todos los actores que teníamos como primera opción".
Tomas Alfredson añade: "Necesitábamos unos actores de peso que se equilibraran entre sí. Y creo que lo hemos conseguido; ver la mesa de reuniones de la Cúpula con aquellos hombres, para mí fue un lujo como director".
Tim Bevan señala: "Muchos actores se interesaron por el proyecto, porque no suelen verse mucho este tipo de personajes en el cine actual. Y los actores quieren interpretarlos".
En lo más alto de la Cúpula está el amigo y mentor de Smiley, conocido sólo como "Control", interpretado por el actor John Hurt, dos veces candidato a los premios Oscar. Oldman dice de él: "Admiro el trabajo de John desde antes de ser actor. Y he disfrutado al máximo cada minuto que he pasado en su compañía".
Hurt comenta: "El de Control no es un papel largo. De hecho, yo siempre bromeo con que es el papel importante más corto que he interpretado nunca. Y aun así es crucial, porque lo que él sabe (o sospecha) del Topo es lo que guía a Smiley a través de toda la película".
Cuando Control se entera de que hay un topo en la cúpula del MI6, de que hay un enorme agujero en su propio equipo, eso le produce mucho sufrimiento, porque son sus colaboradores en el trabajo de su vida".
Aunque Control es amigo de Smiley, le incluye entre los sospechosos. Sin embargo, la alineación empieza por el "calderero", Percy Alleline.
Percy consigue arrebatar el puesto de supervisión de la Cúpula a Control, a consecuencia de una misión fallida cuyo resultado en cadena se irá desvelando a lo largo de la película. Toby Jones, que interpreta a Percy, ve a su personaje como "en cierto modo, el motor del cambio, en el sentido de que su ambición le lleva a querer reformar la manera en que está organizado la Cúpula. Pero todos los personajes de esta película son tanto peones como caballos, por así decirlo. Así que mientras Percy cree que él es quien empuja, también están tirando de él.
"Percy no muestra ningún respeto por la forma en que las cosas se habían hecho antes en la Cúpula. Tiene ese peligroso espíritu de reforma impetuoso, y que es exactamente el tipo de espíritu que puede ser condicionado y manipulado por alguien con intenciones perversas. Su deseo de poder le debilita, y es justo esa debilidad la que puede explotarse".
El cambio de poder que se produce al principio de la historia en las más altas instancias de la Cúpula beneficia al refinado Bill Haydon, al que interpreta Colin Firth, flamante ganador del Oscar. Dado que Haydon es el que mejor viste entre los altos mandos de la Cúpula, su apodo es el de "sastre" en la lista de sospechosos.
Firth comenta: "Haydon ejerce un poder considerable en las operaciones en el extranjero. Es muy admirado por algunos de los miembros más jóvenes de la organización, que le veneran como a un héroe. Aprueban su imagen personal, elegante, con un toque de glamour y bastante gallarda: por ejemplo, entra en bicicleta a la oficina, pasando junto a las mecanógrafas. Eso revela la seguridad y el estilo con los que se mueve...
"Pero todos estos personajes están muy solos. Recuerdo que alguien no comprendió la obra de John le Carré y la calificó de cosas de chicos sin emociones. Nada más lejos de la realidad. Esos hombres están muy bien adiestrados, pero su idealismo está dañado. Cada uno de ellos es vulnerable de algún modo, y no se les da especialmente bien la intimidad. Incluso cuando consiguen tenerla, siempre está presente la sombra del engaño. En resumidas cuentas, son hombres que no pueden permitirse atender a sus emociones".
El eficiente Roy Bland, interpretado por Ciarán Hinds, es apodado "el soldado" por Control. Hinds ve a Roy como parte de "ese conciliábulo que ve su oportunidad cuando el equilibrio de poder cambia de repente. Con Control fuera, Roy puede avanzar y perseguir sus ideas de una manera más agresiva. Es directo, pero también ha aprendido a jugar.
"Sus compañeros no es que sean aristócratas, pero sí de clase media, puede que incluso alta. Pero Roy viene de un hogar proletario. Es un hombre instruido y pudo ir a una universidad de segunda. Yo le veo como a un hombre movido por la idea que tenía su padre de la política, que probablemente sería más radical, más de izquierdas. Eso le es de gran ayuda para hacer contactos en la Europa del Este".
Hay varios nombres de la cancioncilla infantil que Control decide no usar para referirse a los potenciales topos, en parte para evitar confusiones y en parte porque no hay tantos sospechosos. Oldman dice: "Cuando Smiley descubre que él también está en la lista, creo que su admiración por Control (que ya es mucha) aumenta".
La etiqueta de "pobre" es adjudicada a Toby Esterhase, interpretado por David Dencik. El personaje "se alía con Percy Alleline, porque sabe que va a hacerse con el poder cuando Control esté fuera", apunta Dencik. "Esterhase busca lo mejor para sí mismo. Habla varios idiomas, vino de Hungría, y desea con todas sus fuerzas integrarse en la sociedad británica.
"La Cúpula está muy segregado; la gente se guarda la información, o la comparte con algunos compañeros y no con otros. A Esterhase le gusta Smiley, quien en cierto modo le ayudó a llegar hasta donde está ahora, y le respeta."
Mientras Esterhase acecha en el futuro de la Cúpula, Connie Sachs se mantiene en su pasado; Sachs, el único miembro femenino de la historia, es la antigua "reina de la investigación", y una de las pocas personas en las que Smiley confía, a pesar de estar definitivamente retirada del mundo del espionaje cuando su investigación comienza.
Kathy Burke, la actriz que interpreta a Connie, explica: "Es una tía muy inteligente a la que nunca se le escapa nada, y está muy enterada de lo que traman los soviéticos y de cómo funcionan. Se siente especialmente cercana a Smiley, porque le considera muy inteligente y leal. Y porque siempre la ha tratado como a una igual.
"Cuando se entera de que han echado a Control se queda destrozada, porque sabe que es el fin de una era. Recuerda los tiempos en que todos formaban un equipo y nadie temía que hubiera alguien trabajando para el otro bando. Ella quiere recordarlos a todos tal y como eran y creo que en algún momento estuvo enamorada de un colega".
Connie es el personaje favorito de muchos lectores del libro de Le Carré. Aunque la adaptación del guión (y la interpretación de Burke) se ciñen mucho a la idea original, sí ha cambiado otro de los personajes: el Jerry Westerby de la novela ha estudiado en Oxford, mientras que el de la película no.
Stephen Graham, que interpreta el papel de Jerry, explica que "en esta adaptación, el personaje proviene de una familia trabajadora, de la clase obrera. Con ello se quería demostrar que podría haber habido gente de Liverpool, gente con distintos acentos, en el SIS. La idea es que Jerry era brillante e inteligente y que fue captado por el MI6 a una edad temprana".
Jerry, que es el agente que se encuentra de guardia en las oficinas de la Cúpula la noche en que se tuerce la misión en el extranjero, "es un personaje crucial para la historia, porque él es quien recibe la llamada de teléfono que desencadena toda la oleada de acontecimientos que conducen a la expulsión de Control y de Smiley y a que luego vuelvan a contratar a Smiley para que investigue", revela Graham.
Una vez reincorporado al servicio y con la misión de descubrir al topo, Smiley adopta a Peter Guillam como su hombre de confianza. Benedict Cumberbatch interpreta a este joven agente secreto, al que considera "heroico, porque en gran medida considera el Servicio como su hogar. Tiene un gran espíritu de equipo. Cree verdaderamente en esa causa, que para él está muy clara: luchar contra los rusos. Eso le aporta certidumbre en una vida cada vez más incierta. Pero él ha hecho sacrificios, como los han hecho todos.
"Guillam aporta mucho encanto e influencia dentro de la burocracia de la Cúpula. Le vemos como a un hombre de pensamiento ágil, pragmático e implacablemente eficiente; de hecho, implacablemente educado es una de las expresiones que utiliza John le Carré para describirlo. Su precisión maravilla a Smiley y hay un fuerte vínculo entre los dos".
A pesar de que Guillam es más joven que los demás líderes de la Cúpula, acaban de encargarle que supervise la división de los cazadores de cabelleras, que practica "el espionaje a un nivel más visceral", según el actor. "Los cazadores de cabelleras eran gente a la que se mandaba al extranjero, con documentación falsa, y que eran capaces de llevar a cabo operaciones excepcionales, como un asesinato, una infiltración... incluso un secuestro".
Guillam ha asumido la supervisión de los cazadores de cabelleras tras el fracaso de la misión en Hungría y la consiguiente expulsión de Control. El agente Jim Prideaux, que dirigía a los cazadores de cabelleras, ha sobrevivido por los pelos a la debacle, y desde entonces le han reasignado con una identidad nueva a un plácido destino como maestro de escuela.
"Tras su retirada del servicio, en la Cúpula no se derraman muchas lágrimas por Jim", destaca el actor Mark Strong sobre su personaje. "No es que no caiga bien; tiene que ver más con el instinto de protección que tienes que desarrollar cuando trabajas tanto en la RAF como en el SIS: si tienes un buen amigo al que matan o envían lejos, no vuelves a hablar de él, sobre todo porque resulta demasiado duro sacar el tema.
"Jim es muy consciente de su sentido del deber hacia su país; él hacía el trabajo sucio de campo y luego volvía a las oficinas de la Cúpula, hasta que le volvían a mandar en otra misión. Como cazador de cabelleras, tenía que adoptar varias identidades en su trabajo encubierto... Y tener más de una preparada. Es un inglés muy erudito, pero bastante atrofiado emocionalmente hablando".
Bevan añade: "Creo que todos los personajes acaban preguntándose quiénes son en realidad. Pero lo que puede observarse en Jim Prideaux y en otro cazador de cabelleras, Ricki Tarr [interpretado por Tom Hardy], es una mezcla de glamour y tristeza. Son muy activos en su trabajo, en el mundo exterior, pero la melancolía que flota en la película es especialmente evidente en ellos".
El mundo de la cúpula
La mayor parte de EL TOPO se desarrolla con Smiley moviéndose por Londres y sus alrededores; además del rodaje en localizaciones del Reino Unido, en Inglis Barracks, Mill Hill (al norte de Londres), había un miniestudio que se decoró para rodar las oficinas de la Cúpula y otros interiores. Las actividades de campo de Jim Prideaux y Ricki Tarr se grabaron en Budapest, Hungría, y en Estambul (Turquía), donde Ricki se enamora de la infeliz mujer casada Irina.
Robyn Slovo apunta: "Esto aisló del reparto principal a algunos de los actores, al menos temporalmente. Mark Strong estuvo rodando la misión de Jim durante cuatro días en Budapest, uno de los principales lugares de rodaje".
Strong añade, maravillado: "Trabajando en Budapest tienes acceso instantáneo a ese mundo gris y de cemento de la historia. Allí hay muchos edificios de los 70. La secuencia inicial queda increíble en la pantalla, y también se veía así allí, cuando la estábamos rodando".
Slovo observa: "Tom Hardy, en el papel de Ricki, y Svetlana Khodchenkova, en el de Irina, rodaron juntos sus escenas románticas y dramáticas en Estambul. Tom también estuvo algunos días en el Reino Unido. Pero Gary Oldman nunca salió de Inglaterra, ya que su personaje tampoco lo hace".
Oldman señala que, además de las localizaciones, gran parte de "la tensión y la atmósfera cobran vida gracias a la visión de Tomas Alfredson de la película, así como del montaje, el sonido y la música. A veces hablábamos también sobre la sensación de paranoia y de presión".
Alfredson reclutó al director de fotografía de Déjame entrar, Hoyte van Hoytema, para rodar la película. "Cuando estás cerca de Hoyte se te ocurren buenas ideas", explica. "Es como una musa. Mantuvimos un diálogo constante sobre la imaginería, pero evitamos referirnos a otras películas, copiar a otros cineastas. Además, como director no me gusta hacer muchas tomas, así que en el rodaje todo el mundo estaba alerta".
Benedict Cumberbatch cree que el enfoque de Alfredson y Hoytema benefició enormemente al material, que describe como "una geografía diferente a la que uno espera. En esta película, rara vez ves a dos hombres hablando dentro de un coche de perfil, como en la mayoría de las cintas de espías. Todas las conversaciones son expuestas, al descubierto. Los ángulos de la cámara aportan una tensión continua".
Colin Firth asiente: "Tomas es muy bueno con los matices. Al mover la cámara, por ejemplo, desde el otro lado de un cristal, tienes la sensación de estar en un mundo donde siempre hay alguien observando. También sabe que no hay que llenar los espacios con ruido".
A su vez, Tim Bevan recuerda que "fue un rodaje silencioso... muy al estilo de los hermanos Coen; Hoyte y Tomas estaban muy cerca el uno del otro. Y todos los miembros del equipo técnico y del artístico estaban muy centrados".
El director tenía una visión previa del intrincado mundo de la Cúpula, con su laberinto de pasillos y escaleras. Explica: "Las instalaciones del MI6 en aquella época, tal y como me las han descrito, eran un edificio cerrado en muchos sentidos. Había pasillos con puertas cerradas. Gente sentada detrás de aquellas puertas cerradas. ¡Y yo sabía que eso no resultaría muy interesante en la película! Por eso, teníamos que crear una interpretación de las funciones del edificio, de los distintos niveles de jerarquía, y hacerla creíble".
Finalmente, la solución consistió en "conducir al espectador por un mundo tecnológicamente poco sofisticado, pero con suficientes avances mecánicos como para resultar moderno para su época", revela el director. "El piso superior del edificio de la Cúpula era más silencioso. Allí estaban los peces gordos. Por eso creamos unos cubículos insonorizados en mitad de ese paisaje "abierto", donde se celebraban sus reuniones secretas. Cuanto más bajas por el edificio, más abarrotado está, incluidos los archivos. Por todas partes, las ventanas están bloqueadas."
Firth reflexiona: "Toda esa tecnología en estado primitivo tiene cierta belleza, cierto atractivo estético; los aparatos de grabación que funcionaban con bobinas, por ejemplo. Lo que se ve es la intervención humana que era necesaria para grabar voces, reproducir documentos, fotografiar cosas".
Slovo dice: "Empezando por el desarrollo y la preproducción, y sin duda en cualquiera de los días de rodaje, teníamos delante una película que transmitía la sensación de haber sido creada en los años 70".
Con ese propósito, Alfredson reclutó a la diseñadora de producción Maria Djurkovic. Ella recuerda: "Llenamos todas las paredes del departamento artístico con referencias de la época. Tomas es un director visualmente muy cultivado; es extraordinario, y lo que busca no siempre es lo obvio. Su atrevimiento me ayudó a llevar las cosas más allá.
"Por ejemplo, hay una escena muy lúgubre en la celda de una cárcel. El ambientador de decorados y yo encontramos un papel de pared con cuadraditos rosa y azul pálido y florecillas doradas. Yo se lo enseñé a Tomas y él dijo: ¡Me encanta!".
Juntos, Alfredson y Djurkovic esbozaron tanto lo que no querían como lo que querían. Puede que la paleta monocromática y saturada que Djurkovic y su equipo crearon sea original, pero su principal objetivo era crear "atmósfera y autenticidad. Nos enteramos de muchos detalles durante el proceso de documentación, como por ejemplo que todos tenían un panel de cristal en el escritorio para que no quedaran las marcas al escribir sobre un cuaderno. Nunca había recibido tan buenas impresiones por parte de los actores durante un rodaje; cuando los oía interpretando sus papeles con ese tono de voz seco y formal, me sentía transportada a los años 70, y espero que el público sienta lo mismo".
Aun así, advierte que "lo que intentamos evitar a toda costa fueron esos estridentes detalles estereotipados de la época que hemos visto por todas partes, como por ejemplo el papel de pared marrón y naranja con figuras geométricas. Teniendo en cuenta a los personajes, nos decantamos por algo más discreto y sutil, como por ejemplo la sala de conferencias, que está forrada con aislante acústico, no con papel de pared. Sigue habiendo una atmósfera pretendidamente intensificada, pero la clave era no forzar demasiado el tono... y el vestuario de Jacqueline Durran estuvo en perfecta armonía desde el principio".
Coordinándose con Djurkovic, Durran tuvo que infundir al vestuario la idiosincrasia de cada personaje e intentar reflejar al mismo tiempo su naturaleza reservada. No obstante, los trajes básicos de los miembros de la Cúpula se mantuvieron sencillos, con lo que el equipo de Durran se apartó aún más de los estereotipos de la época que el de Djurkovic. La diseñadora de vestuario explica: "Como los protagonistas de la película son hombres de mediana edad y de clase media-alta, seguramente no habían cambiado su estilo de vestir en los últimos 10 o 15 años. Es probable que hubieran elegido su estilo siendo más jóvenes y se hubieran mantenido con él.
"Nos documentamos sobre todos los colores que se utilizaban en la ropa masculina de aquella época, pero ni siquiera un hombre tan moderno como Haydon o un agente joven como Guillam lucirían algo demasiado extravagante. Además, también influye el tipo de imagen que estos hombres querían transmitir a sus colegas y conocidos. Estos agentes del M16 no iban a Carnaby Street [la meca de la moda en los 60], sino a Savile Row [zona de sastrerías más tradicionales], como habían hecho siempre".
Durran refiere el traje de Smiley como ejemplo de la atención por el detalle de que hace gala Alfredson, señalando que "Tomas dijo desde el principio que quería que Gary llevara un traje gris, así que contratamos a un antiguo sastre de Savile Row para que diseñara un traje de tres piezas gris oscuro al estilo de los años cincuenta. La idea inicial de Tomas era que Gary no cambiara de traje entre escena y escena, que Smiley llevara el mismo traje todos los días. Pero al final Tomas, Gary y yo pensamos que a Smiley no le sentaría mal cambiar aunque fuera una vez. Así que busqué el traje de pata de gallo más clásico y gris oscuro que pude, y le hicimos una chaqueta perfectamente a juego. Puede que al espectador ese detalle le pase por alto, pero pensamos que era algo que teníamos que hacer por nosotros".
Aquello pronto influyó en el enfoque de Durran y Alfredson sobre los demás personajes. Teniendo en cuenta que en muchas escenas se veía lo que ella llama "un mar de trajes", Durran explica que eligieron "un detalle distintivo para cada personaje y nos preocupamos de que se mantuviera. La mayoría de los personajes tienen dos trajes; algunos sólo tienen uno. Visualmente, habría resultado más confuso que estuvieran cambiando de traje continuamente, así que era mejor que hubiera una coherencia. Eso ayuda a identificar a los participantes en el juego, igual que hace Control. Por ejemplo, Esterhase (aparte de sus dos trajes), tiene una pipa, que fue una idea de Tomas. Con todo el esfuerzo y la creatividad que han puesto todos, la película resulta muy auténtica. Creo que eso dio seguridad a los actores".
"Era un placer ir a trabajar", afirma Oldman. "Los actores y los miembros del equipo eran personas fantásticas que dominan su trabajo".
Stephen Graham añade: "Es como que te elijan para jugar en la selección inglesa. Cuando estás en la escuela de arte dramático, comiendo judías de lata, jamás piensas que puedes acabar trabajando con gente como Gary Oldman o John Hurt. Y cuando consigues un papel así, te sientes aún más inspirado".
Mark Strong declara: "Este rodaje fue toda una inspiración y no sólo por interpretar un guión brillante con esos actores, sino porque tenías a un director guiándote hacia el tipo de detalles y capas de los personajes que siempre estás deseando encontrar, una persona que ve las cosas desde ángulos que a menudo te sorprenden".
Como algo especial, Alfredson recuerda un día que "estuvimos grabando la secuencia de la fiesta de Navidad de la Cúpula durante dos días, con cien extras. Yo había preparado las tomas con Hoyte, y los equipos de Maria y Jacqueline lo tenían todo listo.
"El segundo día John le Carré apareció en el estudio, y los actores y los miembros del equipo se arremolinaron en torno a él. Sabíamos que teníamos que seguir trabajando, y Robyn Slovo le había dicho a su mujer que le sacaríamos en la escena, por lo que iba a formar parte de su propia historia".
Le Carré reflexiona: "Yo tenía que imaginar quién quería ser, a mi avanzada edad, dentro de la comunidad de la Cúpula. Decidí que sería un bibliotecario gay mayor al que habían llevado allí por su nostalgia de los viejos tiempos y al que permitían emborracharse como una cuba".
Bevan apunta: "Se lo pasó bien. Creo que es el único momento en que todos los actores principales aparecen juntos en la misma escena; y eso es porque la secuencia se desarrolla en el pasado, cuando todo iba bien en la Cúpula... o al menos eso parecía. De hecho, se trata de una escena que no aparece en el libro".