Abel es un niño de nueve años cuya conducta desconcertante y su negativa a hablar lo ha llevado a una institución de salud mental cercana a su casa. Su madre, una mujer que está criando sola a sus hijos desde que la abandonó su marido, está convencida de que volver a reunirlo con sus dos hermanos lo ayudará a mejorar, por lo que convence al médico de Abel para que lo deje volver a casa una semana. El niño vuelve a hablar y empieza a actuar como si fuera el cabeza de familia. Ante ese milagro, nadie protesta, hasta que un día un hombre llama a la puerta: su padre.