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  Mademoiselle Chambon  Dirigida por Stéphane Brizé
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Entrevista a Stéphane Brizé

P: ¿De dónde surgió la historia?

R: Florence Vignon, mi co-guionista, me descubrió el libro de Eric Holder hace diez años. Lo leí y me encantó, pero en ese momento fui incapaz de adaptarlo. No tenía suficiente experiencia como director, ni en mi vida personal, para entender correctamente lo que el protagonista estaba atravesando. Con el tiempo, la vida me puso a la altura.


P: Es una historia sencilla. ¿Por qué necesitó un libro para escribir este guión?

R: Un albañil casado que se enamora con la profesora de su hijo. Es una historia muy sencilla. No fue la trama la que me cautivó, sino la forma en que Eric Holder expresaba las emociones de esas personas. Con sus herramientas de novelista, hablaba de esas modestas personas con tal fragilidad y emoción que sentí que me decía : “esto es lo que tienes que rodar, es esto a lo que te tienes que enfrentar”. Por eso Florence Vignon y yo empezamos a trabajar en la adaptación del libro. El resultado fue algo más que una adaptación. Envié el guión a Eric Holder cuando terminamos nuestro trabajo y nos respondió una carta preciosa en la que decía “más que una adaptación, es una extensión, un enriquecimiento, la plasmación de las emociones que un novelista novel intentó transmitir”


P: ¿No quisiste trabajar con el autor?

R: No. Para mi, la novela era una inspiración. Como un perfume o una imagen que dispara una emoción. La novela de Holder era ideal para modificarla, porque la trama no era complicada. En realidad se trata de las voces internas de los personajes dentro de una historia extremadamente simple. Por eso, con Florence Vignon, no solo desarrollé la historia con el punto de vista de Jean - la novela centra el argumento más en la profesora- reinventamos al menos una tercera parte de la historia.


P: Entonces ¿la película no termina como el libro?

R: Sí, lo hace, porque los personajes experimentan las mismas emociones que en la novela, pero ese final no se construye del mismo modo en absoluto. Creo que uno tiene a veces que “traicionar” el libro para transformar las emociones literarias en emociones cinematográficas del modo más preciso posible. Las herramientas de narración son tan diferentes que las adaptaciones literales dan lugar a errores. Al menos en el caso de esta novela, no vamos a generalizar.


P: Normalmente afirmas que tus personajes han sido muy psicoanalizados. ¿En este caso también?

R: Sí, por supuesto. Es muy importante para mi saber cuántos hermanos y hermanas tienen, cuál es su relación con sus padres, etc. Incluso si todo eso está implícito en la película. Son puntos de referencia para Florence y para mi para entender su posición al comienzo de la película y porqué van a actuar de una forma u otra. Todo tiene que ser perfectamente coherente.


P: Jean, como los protagonistas de tus otras películas, sufre un ataque de responsabilidad. ¿Crees que echaba de menos su vida?

R: Cada vez que escribo una historia en mi mente se construye a si misma en torno a la conciencia y la elección. Pero el caso de MADEMOISELLE CHAMBON es un poco diferente: mientras en mis anteriores películas la tristeza surge evidentemente de los personajes, en este caso Jean al comienzo no es infeliz en absoluto. Jean, como todos, es el resultado de una educación, un entorno, con sus propias reglas y principios. Lleva una vida sencilla pero relativamente fácil. Por supuesto tiene el peso de la rutina del día a día -¿Quién puede escapar? Pero no sufre un aburrimiento extremo. Simplemente hay mucho sobre si mismo que no sabe y que un encuentro fortuito le revelará haciéndole dudar de todo en lo que creía.

Para mi, grabar a la vida de Jean fue muy difícil en comparación a mis otras películas porque, por primera vez, tuve que grabar a gente feliz. Al menos, gente sin tensión o incomodidad real al comienzo de la película. No me da miedo grabar un conflicto porque puedo dominar su mecánica hasta que surge algo espectacular. Pero el reto de grabar una situación agradable entre dos personas sin aburrir al público, me preocupaba bastante.


P: ¿Por qué elegiste grabar en Scope?

R: Al principio hicimos algunas pruebas con un formato menor. Pero durante ellas me sentí frustrado, constantemente quería estirar los bordes del encuadre, estaba atrapado en un formato tan pequeño. Por eso llegó el momento en que quise probar éste. En cuanto ví las primeras imágenes, me sentí cómodo. Los personajes encontraron su propio espacio. Dio cierta amplitud a la película, una dimensión “épica” para una historia muy sencilla.


P: ¿Sientes que te has arriesgado?

R: Capturar emociones extremadamente frágiles solo se puede hacer asumiendo ciertos riesgos: me gusta saber hacia dónde nos dirigimos los actores y yo, pero no exactamente cómo. Hay un guión, pero no es cuestión de sabérselo de memoria. Tenemos solo la estructura de la escena, y a partir de ahí, rodamos. Para mi, los momentos más reales pueden aparecer solamente en momentos de cierta incertidumbre. Al final me di cuenta de que cuanto menos intentaba arreglar las partes complicadas, mejor era el resultado, encontrando la sensación ideal que tenía en mente antes de rodar. Incluso más que en el resto de rodajes, el riesgo no yace en lo que los personajes dicen explícitamente, sino entre líneas. Yo solo tenía que creer en el poder de la situación.


P: ¿Cuál fue tu trabajo en relación a la iluminación y el color?

R: En esta ocasión, mucho más que en anteriores trabajos, he sido muy cuidadoso con el color de decorados y vestuario. No es que no me importara hasta ahora, sino que mi director de fotografía, Antoine Héberlé, me ha dado pie al diálogo, permitiéndome llegar más lejos que de costumbre en esta materia. Al final, el gran trabajo que llevó a cabo con la imagen ayuda a este film realista a ser aún más bonito que la vida real, mientras respeta las verdades de los lugares y las costumbres.


P: Película tras película, vemos una manera de contar historias sin escenas de transición, los cortes entre secuencias son bastante radicales.

R: Tengo que hacerlo así. Me gusta recrearme en cada secuencia y es la forma de dar un ritmo a la historia y no aburrir a la audiencia. Las secuencias de transición existen en el guión, pero me las cargo rápidamente en la edición, dejando solo lo básico.


P: ¿Por qué Vicent Lindon?

R: Porque me conmueve profundamente. Tiene esa increíble cualidad, cada cosa que dice sobre él, habla sobre nosotros: nuestras fortalezas, nuestras debilidades, nuestros miedos y certezas, en resumen, de humanidad. Este hombre muestra de forma transparente, tanto su poder como su debilidad. Esto le hace extremadamente poderoso en la pantalla. Por otra parte, Vicent tiene esta capacidad poco común de resultar creíble, tanto como jefe, como trabajador de la construcción. Si le pones una paleta en la mano, se convierte en un albañil. Y como es muy hábil, no necesita un curso de tres meses para aprender a construir un muro de ladrillo. Para mí, era importante que como trabajador fuera creíble al instante, que sus movimientos fueran reales, poder filmarle un buen rato mientras trabajaba.


P: ¿Al confiar a Sandrine Kiberlain el papel de profesora, no le tenían miedo de ser acusados de manipulación?

R: Estoy seguro de que algunas personas verán en mi elección lo que tú llamas manipulación. Sin embargo, no veo qué hay de manipulación en coger a una pareja separada para actuar como una pareja enamorada. Yo sobre todo lo llamaría pura imprudencia. La realidad es mucho más sencilla que todo eso. En cuanto supe que Vincent iba a estar en la película, intenté imaginar a la actriz, en primer lugar pensando en la obra, en segundo, buscando a alguien con quien Vincent formara una pareja potente. Y rápidamente pensé en Sandrine. Es una de las actrices francesas con más talento y tiene un misterio que la hace absolutamente abrumadora. Necesitaba ese misterio para el personaje. Por supuesto, hablé como Vincent sobre esto antes de contactar con ella. Y él contestó “No niego que va a ser confuso representar este papel con Sandrin, pero si crees que es la persona adecuada, no voy a oponerme. Es una actriz excepcional y no tendría sentido que no participe por mi.” Así que le envié el guión, y afortunadamente, dijo que sí.

Seguramente hablaron entre ellos, pero eso es un asunto que solo les concierne a ellos.


P: Y tenemos a Aure Atika, representando a Anne-Marie, la mujer de Jean que trabaja en una fábrica. Un papel sorprendente para esta actriz.

R: Sí, probablemente porque cuando te han encasillado en un tipo concreto de personaje, es casi imposible hacer nada más. Y precisamente porque Aure es una mujer preciosa, ha representado muchos papeles que tenían en cuenta solo ese aspecto. Es comprensible pero, aun sin ser ciego, me tomo la libertad de ver algo más en ella. Una mezcla de fuerza, bondad y modestia. Todo lo que, para mí, encarna el personaje de Anne-Marie.


P: Junto a los protagonistas nos encontramos con Jean-Mark Thibault en el papel de padre de Jean.

R: Por supuesto, necesitaba un actor de cierta edad que tuviera tanto una visible vejez como un gran corazón. Para mi, ese era Jean-Mark Thibault. Debo admitir que fue muy emocionante para mi trabajar con él porque recuerdo cuando le veía de pequeño junto a Roger Pierre, los sábados por la noche, en los programas de Maritie y Gilbert Carpentier.


P: Eres famoso por ser un muy buen director de actores. ¿Cómo trabajas con ellos?

R: Intentas escogerles bien, les muestras que les adoras, y el 80% del trabajo está hecho. En ese momento solo hace falta poner la cámara en el sitio preciso y ser un poquito cuidadoso con lo que se dice. Si en algún caso los actores necesitan apoyo, es una gran oportunidad para ayudarles a ser aún mejores. No hay que olvidar que ellos también ayudan a su director a mejorar.


P: Hay algo más en esta película a parte de lo que estamos acostumbrados a ver…

R: Lo que es interesante es hacer algo distinto de lo que ya hemos visto. No variar por variar. Hacerlo diferente porque miro a las cosas y a la gente con mis propios ojos. Una mirada que no es ni más ni menos correcta que la de los demás, pero está sesgada con los vaivenes de mi vida. Y en ese pequeño espacio de libertad, casi absoluta, en el que tengo la suerte de vivir entre el comienzo y el final de cada toma, intento capturar algo muy invisible, algo que se esconde entre las palabras, entre silencios y dudas. Algo que tiene que ver con pequeños momentos de verdad. Por eso intento borrar cualquier cosa que vincule a la actuación, al know-how y pido a los actores que hablen y se escuchen unos a otros. Debe de ser esto lo que nos da la sensación de ver algo diferente a lo que nos tenían acostumbrados.


P: ¿Qué intenta decirnos la película?

No pretendo enviar mensajes, sino contar historias que conmuevan al espectador. Luego ellos pueden asimilarla y quizá se hagan a si mismos, al menos, una pregunta. Pero ellos eligen cuál. Yo miro, soy un observador que transcribo. Jean es un hombre que no se siente a gusto expresando sus sentimientos. Por eso es interesante observar cómo reacciona ante las emociones que le abruman y ante al dilema al que se enfrenta. Irse o quedarse, ahí está la elección que tiene que hacer, con las buenas razones que impulsan a un ser humano a actuar de una forma u otra. Por supuesto yo no juzgo, pero observo del modo más preciso posible los tormentos que acompañan a una situación excepcional. Esta es, por supuesto, excepcional para Jean.


P: ¿Al final Jean se enamora del violín o de la mujer que lo toca?

R: Por supuesto se enamora de Mademoiselle Chambon. Pero el violín juega un importante papel, porque el momento en que él se siente realmente enganchado por esa mujer es cuando la oye tocar el violín. Ese violín rompe barreras y muestra a Jean una sensibilidad que desconocía. Y desde ese momento es como si se tirara a la piscina, sin saber nadar.


P: ¿Sabía Sandrine Kiberlain tocar el violín?

R: Era esencial para el papel. Y Sandrine logró un trabajo increíble. Porque no hay instrumento más difícil de aprender que el violín. Por supuesto, ella actúa en la reproducción, pero su movimiento es preciso y perfectamente sincronizado – tanto la mano derecha como la izquierda - para que creamos que la música realmente sale de su instrumento. Cinco meses de trabajo diario con Helene Roblin, violinista de la Ópera de París, gracias a Cecilia Moreau, fueron necesarios para obtener este resultado. Un trabajo minucioso, de repetición incansable, descomponiendo la pieza de música en pequeños segmentos.


P: ¿Cómo elegiste la pieza?

R: Aunque la pieza tiene un papel esencial, al final escogerla no fue para tanto. Hay dos piezas que Sandrine toca y otra que oye con Jean. En la novela, Mademoiselle Chambon toca Bartok. Yo descarté la idea porque quería oir algo melódico. Pedí ayuda a un consejero musical (Ange Ghinozzi) y le expliqué que estaba buscando piezas llenas de melancolía, ni virtuosas, ni dulces. Le dije que para mi, las notas que surgían del violín de Verónica Chambon debían sonar como palabras que ella le quiere dirigir. Serían su modo de expresarse. También tuve en cuenta que la primera pieza que tocara llegaría a ser el tema de la película y sería tocado de nuevo con orquestaciones diferentes. Ange me hizo escuchar docenas de piezas diferentes, y finalmente elegí una, para la escena en que ella toca para él en su apartamento, una pieza de Franz von Vecsey, un compositor húngaro de comienzos de siglo. Para la escena del cumpleaños, escogí Edwar Elgar, un compositor inglés del siglo XIX, XX. Estas dos piezas están llenas de melancolía y armonía y la gran interpretación de Ayako Tanaka nos permite recorrer la transición de emociones sin caer en la sensiblería. De hecho en esta escena, ella toca el violín como una acriz, sin ningún sentimentalismo.


P: Sin embargo, es una película sobre sentimientos

R: Infinítamente sentimental. Pero igual que amo los sentimientos, odio la sensiblería. Una de las mayores dificultades residen en este punto. Tener en cuenta el sentimiento de amor sin caer en la sensiblería. Más tarde vi que no tenía que temer la emoción si no la introducía a la fuerza. Solo había que dejar que ocupara su sitio poco a poco.


P: ¿Tenías alguna referencia?

R: Cuando hablas de la historia de dos personas que se echan de menos, es difícil no pensar en los Puentes de Mádison, de Clint Eastwook. La escena en la que Meryl Streep sostiene el abridor de la puerta del coche, cuando tiene que decidir si se va o se queda, rompe el corazón. Esa es mi lagrimita de referencia.


P: Has creado una fiel relación con tus productores. ¿Influye este factor en la producción de la película?

R: Es absolutamente necesario. Necesito esa confianza y relación en el trabajo donde nada queda a un lado. Necesito buenos productores a mi lado, personas que tienen un punto de vista. Miléna Poylo y Gilles Sacuto son de ese tipo de gente. Desde las primeras líneas del guión, hasta el conjunto final, me han apoyado cuestionándome y confiando en mi, muchas veces, tranquilizándome. Hemos trabajado juntos durante doce años y lo que estrecha nuestra relación es que pudo vernos implicados y mejorando entre una película y otra. Hemos crecido juntos unos al lado de otros. Esta es una de las historias bonitas de mi vida.


Críticas diarios
Personajes reprimiendo emociones volcánicas que solo pueden reconocerse a través del lenguaje corporal, dan a la "Mademoiselle Chambon" de Stéphane Brize una complejidad y tensión que transciende las palabras.

Una mirada interrogante intercambiada, sostenida durante medio segundo; el temblor de los labios, un gesto quizá demasiado atrevido o una conversación que desemboca en un silencio incómodo, son señales de momentos que potencialmente pueden cambiar vidas, señales de un incipiente caos que amenaza con tambalear sus plácidas y cómodas rutinas.

-The New York Times-
****

Una película de gran delicadeza, cerca de la verdad de los sentimientos
Le Monde

Una película en la que los silencios dicen más que las palabras
Marianne

Preciosa. Impresionante.
Una historia sencilla interpretada a la perfección y con delicadeza por Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon.
L’Express

Un brillante juego de sentimientos
Version Femina

Mademoiselle Chambon nos encoge el corazón
Figaro Magazine

Una película que se toma el tiempo necesario para mostrar el nacimiento de los sentimientos. Muy conmovedora!
Le Canard Enchaîné