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  Nada que declarar  (Rien à déclarer)
  Dirigida por Dany Boon
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1 de enero de 1993: fecha de la creación de la Eurozona. Dos agentes de aduanas -un belga y un francés- se enteran que su puesto en la frontera, situado en los pueblecitos de Courquain, Francia y Koorkin, Bélgica, está a punto de desaparecer.

Ruben Vandervoorde es el agente de aduanas belga y la francofobia es una tradición familiar. Pero ahora se verá obligado a inaugurar la primera brigada móvil mixta franco-belga.

Su equivalente francés será Mathias Ducatel, enemigo de toda la vida de Ruben y que está secretamente enamorado de su hermana. Para sorpresa de todo el mundo, Mathias acepta ser el compañero de Vandevoorde.

Juntos peinarán las carreteras rurales fronterizas a bordo de un vehículo especial de las aduanas internacionales: un Renault 4L a punto de estirar la pata.


Los personajes (por Dany Boon)

LOS AGENTES DE ADUANAS BELGAS
El agente de aduanas que interpreta Benoît es tan violento que tuve que arroparle con otros personajes para que la gente no creyera que todos los belgas son como él. Está su Jefe, que encarna Eric Godon, el único que logra ponerle en su sitio y que además representa a la mayoría de la gente belga.

Pero también introduje el papel de un agente de aduanas que es mucho más infantil e ingenuo, mucho menos cáustico y que no siente nada identificado con las teorías racistas de alguien a quien, a pesar de todo, considera su amigo. Lleva un traje y una gorra que le vienen grande. Es un poco raro, como un niño que se disfraza y que no tiene verdadero sentido de la realidad.

Para interpretar papel escogí a Bouli Lanners. Me encanta su trabajo, todas sus películas, entre las que está Eldorado, que dirigí yo. ¡Y casualmente, su padre fue agente de aduanas, pero de los de verdad! Así que conocía muy bien el tema. De hecho, a los doce año su padre le dejaba a veces en la caseta de centinela mientras él se echaba una siesta. Le decía que no le despertase salvo si venía alguien vestido de uniforme. (risas) Además, gracias a Bouli conseguimos los uniformes de aduaneros de esa época.

Benoît y yo formamos un dúo que también cuenta la historia de la transformación del papel del agente de aduanas. A diferencia de Bruno Wanuxem, Ruben Vandevoorde, que está chiflado, encaja perfectamente en las aventuras que tendrá que correr en su trabajo una vez que cierren los puestos de aduanas fronterizos. Porque en cierto momento, los agentes de aduanas pasaron de ser burócratas de oficina a super policías, que perseguían a narcotraficantes por el campo.

LOS AGENTES DE ADUANAS FRANCESES
Constituyen la antítesis de los aduaneros belgas. Por ejemplo, están dispuestos a hacer huelga para protestar por el cierre de los puestos de aduanas, pero no saben lo que hay que hacer. Imaginé a su Jefe (Philippe Magnan) como un personaje desengañado. Me inspiré en un agente de aduanas que conocí y que me contó que los cambios inevitables de su profesión que le hicieron vivir momentos bastante difíciles. Como la llegada de los ordenadores, que tuvo que aceptar pero que le superaban muchísimo.

En Nada que declarar el Jefe está a punto de jubilarse y sólo aspira a una cosa: ¡que le dejen en paz!

Los que están bajo su mando -interpretados por Nadège Beausson-Diagne, Zinedine Soualem y Guy Lecluyse- tienen papeles más pequeños pero son muy importantes. Al igual que sus colegas belgas, pertenecen a un cuerpo en vías de extinción. Forman una piña, pero cada vez son menos.

LOS DUEÑOS DEL RESTAURANTE: IRENE Y JACQUES JANUS
Me serví de la pareja propietaria del restaurante llamado No Man's Land para mostrar lo que le ocurría a los negocios que se quedaban obsoletos al cerrar los puestos de aduanas. ¡De repente no se para nadie! Representan un modelo económico mundial que está a punto de desaparecer. Pero también son una pareja que va de mal en peor.

La mujer del dueño del restaurante tenía muchas ambiciones, pero la pobre escogió el caballo perdedor. (risas) Estaba muy enamorada de su marido pero él nunca estuvo a la altura de sus expectativas y siente rencor. Pero él entiende cada vez menos lo quiere su esposa y no deja de meter la pata. Es interesante ver cómo esta pareja se va deteriorando poco a poco, y para asegurarse la supervivencia económica se meten en verdaderos líos.

Lo primero que hice fue llamar a François Damiens para contarle que estaba escribiendo una película sobre Francia y Bélgica y quería que trabajáramos juntos. ¡Me encantan sus cámaras ocultas! Y aceptó dos años antes de que empezara el rodaje.

Al principio pensé que podría hacer el papel de Bruno Wanuxem, pero al final lo hizo Bouli, en vez del de dueño del restaurante. Pero a medida que avanzaba en la escritura del guión, me di cuenta que el lado blando de Bouli encajaba mejor con el agente de Aduanas y que François resultaba creíble interpretando a un marido dominado por su mujer. En el plató son totalmente opuestos. Bouli es muy preciso mientras que François es muy frágil, necesita que le apoyen y que confíen en él.

Para interpretar a su mujer pensé en Karin Viard después de trabajar con ella en Cambio de planes (Le code a changé) de Danièle Thompson. ¡Nos habíamos reído muchísimo juntos! Así que cuando le dije que quería volver a trabajar con ella, me dijo que si tenía un papel para ella en mi próxima película lo aceptaría encantada. Así que mientras escribía la llamé para ofrecerle el papel de la mujer del dueño del restaurante y aceptó. Y estoy contentísimo con el resultado porque el matrimonio es muy realista y al mismo tiempo tremendamente divertido.

LOS TRAFICANTES
Son delincuentes de poca monta. Aportan una dimensión más cómica a la película. Pero aquí también me inspiré en historias reales que había oído. Por ejemplo en una en la que el delincuente al que le encuentran drogas en el trasero e intenta salvarse diciendo que no sabe cómo han llegado ahí. (risas)

Escogí a Laurent Gamelon para interpretar a su jefe, Duval. Su trabajo me encanta y trabajó conmigo en La casa de tus sueños (La maison du bonheur), mi primer largometraje. Era perfecto para el papel y le veo como la versión fuera de la ley del personaje de Karin Viard. El también es muy ambicioso, pero sus secuaces dejan mucho que desear. Bruno Lochet encarna a Tiburce, el miembro del trío más atractivo y con más personalidad. Tiene esa cara al estilo de Marty Feldman y rezuma humanidad. Es maravilloso.

Y también está Laurent Capelluto, que interpreta al eslabón débil de la banda. No tuve que buscar muy lejos para encontrar esta joya. No tiene muchas escenas. Así que el público tiene que entender inmediatamente que es un drogata. En un primer momento pensé que podía ser de un país del este de Europa, pero decidí que era mejor que fuera un ignorante total. Michel Boujenah propuso a Laurent, que había trabajado con él en La gran vida (La grande vie) de Emmanuel Salinger.

LA FAMILIA VANDEVOORDE
Alrededor del personaje de Benoît está su hermana que está enamorada en secreto del agente de aduanas francés que interpreto yo. Está su padre, que es tan racista como Ruben, a pesar de que he cortado algunas escenas que eran demasiado subidas para que no fueran repetitivas. También está la mujer de Ruben y su hijo pequeño al que intenta inculcar sus ideas probelgas y antifrancesas. Pero sin ningún éxito, y eso también ayuda a matizar un poco el personaje.

Me costó bastante encontrar a la hermana de Benoît. Pensé en actrices muy conocidas para este papel. Pero en el último casting, en el que quedaban siete "finalistas" estaba Julie Bernard. Y aunque parezca increíble cuando la ves en la pantalla, Nada que declarar es su primera película. Después de hacerle pruebas, estaba convencido que era perfecta para el papel. Pero ella estaba preocupada porque nunca había trabajado en una película. Hay una gran diferencia entre hacer una buena prueba y hacerlo bien en un plató de cine. Te puede impresionar el montaje técnico, toda la gente que hay a tu alrededor y también estar a la altura de personalidades tan fuertes como Benoît Poelvoorde y Bouli Lanners. Así que no te queda más remedio que encontrar tu sitio. Y aunque Julie estaba muy tensa el primer día de rodaje, después estuvo fantástica.

Me impresionó su actuación sobre todo porque tiene que interpretar un abanico muy amplio de emociones que van de la comedia y la ira a las lágrimas. Durante el rodaje, Julie fue una fuente inagotable de ideas y aportó una visión muy acertada de su personaje.

De todas formas, para un hombre es muy difícil escribir un papel femenino. En mi caso, siempre tengo medio en caer en los viejos clichés y por escucho muy atentamente las reacciones y los comentarios. Y ella tuvo valor suficiente para hablar conmigo y decirme que había algunas cosas que no funcionaban.

Y en los casting también encontré al actor que interpreta a su padre - Jean-Paul Dermont. Tiene una voz parecida a la de Brasseur, pero con acento belga. Era absolutamente perfecto para el papel.

Por último, tuve que hacer bastantes casting hasta encontrar al hijo de Benoît, Joachim Ledeganck. Con los niños siempre hago lo mismo. Escojo unos cuantos y les hago ensayar una escena que se han aprendido. Primero actúan, luego hablo con ellos y les hago indicaciones. Si tienen en cuenta las indicaciones entonces es que saben actuar y además les gusta. No hay nada peor que un actor infantil que lo hace obligado por sus padres. Durante los casting, la interpretación de Joachim fue sincera, se concentró bien y sobre todo recordó lo que le había pedido que hiciese. En el corte final quedaban dos niños pero el segundo era demasiado pequeño. Y como rodamos la escena con Benoît y su hijo bajo las estrellas en dos escenas nocturnas, tuve miedo de que se cansara enseguida. Y para mí esa es una de la escenas más importantes de la película.