Son las ocho en punto de la mañana cuando Marta, mordiendo un donut, regresa a casa tras haber dormido en la de su tía. Un camión se detiene: Mario, un joven desequilibrado de la localidad, la convence para que le acompañe a su granja. La alarma se dispara inmediatamente, pues Marta tan sólo tiene seis años. El inspector Sanzio, un policía veterano que no hace mucho se ha trasladado a esa alejada área del país, se presenta en la localidad. Su joven colega, Siboldi, ha nacido en esos valles, se convierte en su guía y le ayuda a conocer los lazos familiares y las relaciones de la pequeña comunidad. Ambos, acompañados por Alfredo, leal compañero de Sanzio desde los tiempos en que sirvieron en Homicidios, se verán obligados a permanecer en la población al producirse otro asesinato; uno probablemente vinculado a una de las familias del lugar, y motivado por algún tipo de lazo sentimental o emocional: todos cuantos Sanzio conoce e interroga podrían ser asesinos potencialmente. El inspector va a involucrarse en esta historia de modo muy particular, pues su propia familia se ve atravesada por un dolor lacerante que discurre paralelo a la investigación.