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Destacado: Un grupo de inadaptados busca su destino en 'Mufasa: El Rey León'
  Carlos  Dirigida por Olivier Assayas
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Olivier Assayas (director y guionista)

FILMOGRAFÍA
1986 - Désordre
1989 - L’enfant de l’hiver
1991 - Paris s’éveille
1993 - Une nouvelle vie
1994 - L’eau froide
1996 - Irma Vep
1997 - HHH -Portrait De Hou Hsiao-Hsien
1999 - Fin aout, début septembre (Finales de agosto, principios de septiembre)
2000 - Les destinées sentimentales
2002 - Demonlover
2004 - Clean
2005 - Noise (documental musical)
2006 - Paris, je t’aime (episodio “Quartier des enfants rouges”)
2007 - Boarding Gate
- Chacun son cinéma (episodio “Recrudescence”)
2008 - Eldorado (documental)
- L’heure d’éte (Las horas del verano)
2011 - CARLOS

LIBROS
1984 - Hong Kong Cinéma, en colaboración con C. Tesson
1990 - Conversation avec Bergman, en colaboración con S. Björkman
1999 - Éloge de Kenneth Anger
2005 - Une adolescence dans l’après-Mai
- Présences -Écrits sur le cinéma


Ficha artística
Ilich Ramírez Sánchez, “Carlos” EDGAR RAMÍREZ
Johanes Weinrich ALEXANDER SCHEER
Magdalena Kop NORA VON WALDSTATTEN
Wadi Hadad AHMAD KAABOUR
Hans-Hoachim Klein, “Angie” CHRISTOPH BACH
Anis Nacache, “Jalid” RODNEY EL-HADDAD
Gabriele Krocher-Tiedeman, “Nada” JULIA HUMMER
“Joseph” RAMI FARAH
“Yusef” ZEID HAMDAN
Kamal al-Isawi, “Alí” TALAL EL-JURDI
Michel Mujarbal, “André” FADI ABI SAMRA
Wilfried Bose “Boni” ALJOSCHA STADELMANN
Brigitte Kuhlman KATHARINA SCHUTTLER
Militante alemán JULE BOWE
Novia de Carlos JUANA ACOSTA
Amparo MARTHA HIGAREDA
Embajador en La Haya JEAN-BAPTISTE MALARTRE
Capitán Jean Herranz OLIVER CRUVEILLER
General Philippe Rondot ANDRÉ MARCON
Abogado Jacques Vergès NICOLAS BRIANÇON
“Erik” JEAN-BAPTISTE MONTAGUT
Lana Jarar RAZANE JAMMAL
Jeque Ahmed Zaki Yamani BADIH ABOU CHAKRA
Valentín Hernández Acosta ALEJANDRO ARROYO
Dr. Belaid Abdesalam MOHAMMED OURDACHE
Diplomático iraquí BASIM KAHAR
Abdelaziz Buteflika ABBES ZAHMANI
Jamshid Amuzegar NOURREDINE MIRZADEH
Secretaria LAURA CAMERON
Canciller Bruno Kreisky UDO SAMEL
Otto Roesch GEORGES KERN


Tras las huellas de Carlos
Cuando Daniel Leconte contactó conmigo para proponerme que leyera la sinopsis de unas pocas páginas que había escrito en torno a la detención de Carlos en Sudán, y a su acorralamiento por parte del general Rondot, tuve la sensación, y así se lo dije, de que allí había suficiente base para un apasionante guión cinematográfico, inédito: la historia de Carlos, la historia del terrorismo moderno, vista desde el interior. Es esta historia lo que le propuse contar, a partir de las investigaciones históricas que habían sido encomendadas a Stephen Smith que, en esa etapa todavía muy temprana, incluían todavía muchas zonas oscuras, de ambigüedades, incluso de contradicciones que, en constante contacto con él, me he esforzado en aclarar. No ha sido un asunto fácil. Fue al dialogar con Dan Franck, que fue mi interlocutor desde esta primera etapa de la elaboración del proyecto, cuando estructuramos una historia que seguidamente construí y redacté: a fuerza de documentarme, de contrastar sistemáticamente la información, las piezas del rompecabezas se fueron colocando en su lugar con una claridad deslumbrante.

Quiero rendir homenaje a Fabrice de la Patellière (director de ficción francesa de CANAL+), que nos animó a seguir cuando Daniel Leconte, Raphaël Cohen y yo mismo, habíamos empezado a darnos cuenta de hasta qué punto el proyecto era atípico, extravagante, imposible, que, cuando le dijimos que no era suficiente una película sino dos, para decirle luego que con dos seguía siendo insuficiente y que había que hacer una tercera, creyó en nosotros, creyó en este proyecto, con una convicción que, lo digo aquí, negro sobre blanco, es sin duda la razón por la cual, contra viento y marea, incluso contra el sentido común, y en los peores momentos de desaliento ―y los ha habido a menudo― sentí que valía la pena perseverar en esta aventura.

Sinceramente, no me imaginaba que podría obtener una especie de carta blanca para la película de la cual tuve desde el primer momento una visión de conjunto: a pesar del apoyo, de la confianza de mis productores, absoluta, desde el principio, yo pensaba que como suele pasar, en un estadio u otro del proyecto se le cortarían las alas al CARLOS que yo quería, y que a fin de cuentas la película no se haría por falta de acuerdo acerca de los principios básicos en los que me parecía vital no ceder: la duración, que sería la única adecuada para reconstruir la complejidad de la época y todo lo que estaba en juego; el uso de las lenguas originales de los personajes indispensables para dar cuenta de los meandros del terrorismo internacional de esa época; nada de estrellas (¿qué actor francés podría encarnar a Carlos? Habría sido absurdo); reparto cosmopolita, porque es importante que los sudamericanos sean interpretados por sudamericanos, los libaneses por libaneses, los alemanes por alemanes, los sirios por sirios, aunque eso suponga abrir simultáneamente el proceso de castin en París, Berlín, Beirut, Madrid, Damasco, Ammán y Jartum; elección del formato Scope; doble versión para la televisión y el cine; prioridad para los técnicos cinematográficos, que son, de hecho, mis colaboradores habituales, etc. Lo increíble es que hemos vencido obstáculo tras obstáculo, dificultad insuperable tras dificultad insuperable, así que hay que pensar que nuestra convicción era contagiosa.

Escribí la versión definitiva del guión relativamente deprisa, incluso con cierta actividad febril, contrastándolo con regularidad con las relecturas y observaciones de Dan Franck. Escribí en los aviones, en los trenes, en las habitaciones de hotel, cosa que nunca me había pasado antes, luego reanudaba mis investigaciones, solicitaba las aclaraciones de Stephen Smith, y seguía escribiendo. La versión casi definitiva estuvo lista muy pronto, y en el fondo después sólo se han hecho pequeñas variaciones, en general para actualizar el relato con nuevas informaciones, que nunca dejamos de recoger, incluso durante la preparación de la película, y a veces en la víspera de la filmación.

Uno de los interrogantes centrales, desde el principio, es el del juego de la verdad y de la ficción puesto que se utilizan los medios del cine, y de lo novelesco, para tratar hechos reales, preservando la libertad de creación. Nosotros hemos intentado responder lo mejor posible, paso a paso: los hechos, y los mecanismos, de la “carrera” de Carlos son bastantes precisos como es posible en el estado actual del conocimiento, y nuestro trabajo de investigación ha sido especialmente profundo y contrastado.

Sin embargo, el conjunto ha estado siempre al servicio de una dramaturgia que imponía unas contracciones, unas simplificaciones, indispensables para dar cuenta de las complejidades y de las zonas de sombra de una historia que se desarrolla a lo largo de veinte años. El retrato que se desprende es tan creíble como posible, basado en informaciones y no en fantasmas periodísticos. Pero la verdad es que me habría gustado haber podido titular la película Carlos, una novela, porque aunque se inspira en hechos reales, la narración, las opciones, su ritmo y su abordaje explorador, así como los aspectos menos públicos de su personaje proceden de la ficción y del enigma que rodea al personaje.

Carlos es un mito contemporáneo, visible e invisible, comprensible e incomprensible, conocido y desconocido: tan pronto como una verdad parecía emerger, se veía inevitablemente contradicha por una verdad opuesta que parecía haber estado oculta desde el principio.

Carlos, tal como yo lo veo, ha sido, en una época en que se parecía a muchos jóvenes de su generación, un militante político comprometido, fascinado por las luchas de liberación en curso en distintos lugares del mundo: entonces había una verdadera guerra en Chile, en Vietnam, en Oriente Próximo, e incluso en Europa, distintas formas de expresión del enfrentamiento entre los dos bloques de la Guerra Fría. Pero Carlos pasó muy pronto de la militancia a convertirse en un mercenario cínico que prosperó en una época en la que podía maquillarse con un vago discurso político, tan confuso como insoportable, el de los años de plomo. Es un hombre violento, un asesino, fascinado por las armas, por su virilidad. Pero también es un aventurero de su época, que llegó hasta el final de los límites de una historia, la de su generación. Y cuando se examina su trayectoria, con todos sus meandros, no se puede evitar explorar también lo que es humano, incluso en lo más difícil: es esta verdad la que explica quién es y lo que hizo. Y precisamente desde este punto de vista es desde el que hay que abordar la forma en que Carlos ha encarnado la versión deformada, gesticulante, de los fantasmas de los izquierdistas europeos, la generación que en la estela del Mayo del 68 creyó que la Revolución era inminente y que sería una lucha armada. Carlos es un soldado de esa guerra, y para contextualizar sus actos hay que describir, con la mayor precisión posible, los engranajes que presidían los intereses de los estados que los han activado, y mostrar las tensiones geopolíticas de una época no muy diferente de la nuestra, en que la frontera entre diplomacia y el derecho común era porosa como mínimo.

Ha sido un rodaje complejo, con muchas dificultades, intrínsecas a un proyecto único, sin un verdadero punto de referencia y que hemos tenido que inventarnos día a día, en todas las etapas y en todos los departamentos, y sólo lo hemos conseguido porque cada uno, en todos los niveles, incluidos los más modestos, todos los días ha hecho posible lo imposible.