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  Grupo 7  Dirigida por Alberto Rodríguez
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Alberto Rodríguez
Tras codirigir junto a Santi Amodeo, El Factor Pilgrim, Alberto Rodríguez participó en el Festival de Berlín con su primer largometraje en solitario titulado El Traje. Con 7 Vírgenes, se consolidó como uno de los jóvenes directores más interesantes del panorama español. Participó y ganó en el Festival de Cine de San Sebastián, donde se hizo con la Concha de Plata, y su éxito se confirmaba con nada menos que seis nominaciones en los premios Goya: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Original, Mejor Actor, Mejor Actriz Revelación y Mejor Actor Revelación para Jesús Carroza, que finalmente se alzó con la estatuilla. Las excelentes críticas, el reconocimiento de la cinta en multitud de festivales y el interés que despertó entre el público (1 millón de espectadores) avalaron la tercera película de Alberto Rodríguez. Su cuarto largometraje, After, se proyectó en el Festival Internacional de Cine de Roma y recibió tres nominaciones a los Premios Goya: Mejor Guión, Mejor Fotografía y Mejor Actriz Revelación.


Notas del director
Antes de la Expo del 92, Sevilla era una ciudad con cierto aspecto de abandono. Descampados, humedades y miseria eran habituales en el centro mismo de la ciudad. La Expo 92, un proyecto faraónico, iba a cambiar la ciudad para siempre. La ciudad se preparaba para hacer un enorme esfuerzo, había que deslumbrar al mundo. Entre las tareas, estaba la de convertir el centro en un lugar donde el turista pudiese sentirse cómodo. La presión policial aumentó exponencialmente y lentamente fue dando sus frutos. Poco a poco, como una marea que baja, la droga, la delincuencia y la prostitución fueron desapareciendo del centro y alejándose hacia la periferia.

La idea de Grupo 7 parte de un sumario de un juicio de los ochenta. Un amigo abogado se lo prestó a Rafael Cobos (guionista) y estuvimos leyéndolo. Todo era muy cutre, muy mezquino, muy familiar; un micro-universo de delincuencia tamizado por la pobreza. Todo el mundo que estaba en el ajo tenía un problema de adicción, de adicción a algo: al juego, a las drogas, al dinero, a la vanidad… Decidimos que se podría hacer una gran película en este contexto: los años previos a 1992. Era un momento de boom económico, de derroche, de manos llenas; un país en desarrollo entrando en el primer mundo. ¿Qué hacían mientras tanto los basureros? ¿Qué hacían aquellos a los que les había tocado la tarea más desagradable? Esa era la pregunta. No nos interesaban las grandes historias de corrupción de la época. Era mejor, afrontar el problema desde una perspectiva más doméstica. Lo pequeño a veces explica mejor lo grande. Y un tema: todo el mundo mira hacia otro lado cuando “es necesario”

Lo complicado desde el principio fue hacer una historia en la que el punto de vista, el compañero de viaje del espectador en la película, estuviese puesto sobre cuatro policías corruptos. Es habitual, encontrar películas en las que el punto de vista es exterior: una periodista, un policía “bueno” o un fiscal investigan a cuatro policías corruptos… Desde el guión, nos interesaba mucho más abordar la historia desde el centro mismo del problema, desde cuatro personajes que no está claro si lo que están haciendo está bien o está mal. Así que el reto era hacer que estos cuatro personajes se humanizaran. Esta película, como la vida, está llena de ironía, así que es mejor tomársela en serio.

Me gusta mucho el género negro. Creo que trata siempre de personas al límite y que los personajes en estas películas son más atractivos. No entiendo que hacer género sea seguir un patrón repetido una y otra vez, creo que hay que seguir un modelo pero se hace mucho más interesante cuando haces que las cosas funcionen de otro modo, cuando eres capaz de acercar el género a tu propio mundo. Grupo 7 podría verse como el ascenso y caída de una banda de gangsters, con la diferencia de que nuestros gangsters están a este lado de la línea. En la zona que delimita lo legal. Tienen placa.

En cuanto a la acción, me interesaba particularmente que la acción fuese real. Para mí Grupo 7 tenía que ser una película realista. Me gusta rodar cosas creíbles, que se identifiquen con comportamientos reales, porque creo que es mucho más complejo y también ayuda al espectador a entrar en un código determinado, en el que a ratos olvida que está viendo una película. En este sentido, el trabajo de cámara que ha hecho Alex Catalán ha sido una auténtica apuesta narrativa. No nos interesaba tanto el preciosismo de la imagen como la precisión narrativa y que la película tuviese fuerza.

Por otra parte no me gustan las películas en las que la acción, como en los musicales malos, está al margen de la trama con muchos golpes de efecto pero que no supone absolutamente nada a nivel dramático, que no afecta a los personajes. Creo que se esconde algo secretamente espectacular en aquello que nos parece creíble, nos perturba más.