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  Una boda de muerte  (A few best men)
  Dirigida por Stephen Elliott
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UNA BODA DE MUERTE, cuarto fruto de la colaboración entre el guionista Dean Craig y los productores Share Stallings y Laurence Malkin, vuelve a traernos el singular humor de Craig, que conectó con el público internacional en las dos versiones de Un funeral de muerte (Death At A Funeral): la original de Sidney Kimmel Entertainment de 2007 y el remake de Sony Screen Gems protagonizado por Chris Rock en 2010. Malkin se puso en contacto con Mark Lindsay y Gary Hamilton de Arclight Films, que enseguida vieron el potencial creativo de la película. Hamilton, un veterano impulsor de producciones australianas, tenía una visión clara de cómo producir y financiar el proyecto en Australia.

El director Stephan Elliott (Una familia con clase, Ojos que te acechan, Las aventuras de Priscilla, reina del desierto), que había vuelto a Australia tras pasar diecisiete años fuera del país, recibió el guión de manos de Hamilton, que le pedía que lo leyera "como favor personal". Recordando las palabras del prestigioso guionista Richard Curtis (Love Actually), que le dijo una vez que "un guión de comedia sólo funciona si te hace reír en voz alta al menos tres veces al leerlo", Elliott supo que aquel sería su siguiente proyecto.

UNA BODA DE MUERTE es una comedia desmadrada escrita por Dean Craig (Un funeral de muerte, "Off The Hook", "Fresh!", Caffeine) y producida por el equipo formado por Share Stallings (Un funeral de muerte, Curious George 2, la serie "Curious George", The Reality Trap), Laurence Malkin (Un funeral de muerte, Fingers - Ataque terrorista, Trama mortal, Caffeine), Gary Hamilton de Arclight Films (Salvation Boulevard, Romulus My Father, El mercader de Venecia, The Bank Job) y Antonia Barnard (Burning Man, Last Ride, El velo pintado).

El reparto internacional que entona el "Sí, quiero" en UNA BODA DE MUERTE está encabezado por Xavier Samuel (Crepúsculo: Eclipse, Bait, Anonymous, 2:37) en el papel del desdichado novio, al que acompañan el protagonista de Una familia con clase Kris Marshall (Un funeral de muerte, El mercader de Venecia, Love Actually), el cómico británico Kevin Bishop ("The Kevin Bishop Show", "Star Stories", Una casa de locos, Manjar de amor) y el australiano Tim Draxl ("Tangle 2", Juego sucio, Travelling Light, A contracorriente), que interpretan a los gamberros de sus padrinos.

El director Stephan Elliott, que mantiene una larga amistad con Olivia Newton-John, estaba convencido de que era perfecta para interpretar a la madre de la novia. Por eso quedó entusiasmado cuando ella aceptó volver al cine australiano en el papel de Bárbara.

Completan el elenco Laura Brent (Not Suitable For Children, Las crónicas de Narnia: La travesía del viajero del alba) en el papel de novia, Rebel Wilson (Bridesmaids) en el rol de su hermana, el ubicuo Steve le Marquand (Límite vertical, Last Train To Freo, Kokoda) en el papel de un solitario traficante de drogas, el humorista Jonathan Biggins como padre de la novia y la debutante Elizabeth Debicki, que interpreta a la mano derecha de éste, Maureen. Esta joven actriz, graduada en Artes Dramáticas por el Victorian College of the Arts (Australia), asumirá el papel de Jordan Baker en la próxima versión de El gran Gatsby de Baz Luhrmann.

Detrás de la cámara, Elliott ha reunido a un excelente equipo de colaboradores habituales y pesos pesados de la industria entre los que se hallan el director de fotografía de renombre internacional Stephen Windon (Fast & Furious 5, "The Pacific", A todo gas - Tokyo race y GI Joe 2: Retaliation, aún por estrenar), el diseñador de producción George Liddle (Daybreakers, Un grito en la oscuridad, Dark City), la oscarizada diseñadora de vestuario Lizzy Gardiner (Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, Stealth, Misión imposible 2, Ojos que te acechan), el compositor Guy Gross (Frauds, Las aventuras de Priscilla, reina del desierto) y la montadora Sue Blainey (Una familia con clase, Ojos que te acechan, Las aventuras de Priscilla, reina del desierto).

Elliott, encantado de trabajar con el guionista Dean Craig, afirma que el guión final de rodaje era un punto medio entre sus dos enfoques. "Dean posee un estilo único que impregna toda la película", comenta Elliott. "Hemos trabajado codo con codo para asegurarnos de que ajustábamos su humor a la sensibilidad australiana." Sin sacrificar, por supuesto, la escena de la oveja travestida.

Empeñado en que la película estuviera ambientada no sólo en Australia sino concretamente en Nueva Gales del Sur, Elliott convenció a Screen NSW (el organismo de financiación de este estado australiano) para que contribuyera a la búsqueda de localizaciones. El piloto del helicóptero que se alquiló para peinar zonas cercanas a Sídney era Gary Ticehurst, que falleció en un trágico accidente aéreo cinco meses después de concluir el rodaje. Elliott confía en que el resultado final de UNA BODA DE MUERTE sea lo que su amigo Gary habría esperado.

Este trabajo de reconocimiento permitió encontrar el lugar perfecto para la boda: Yester Grange, una majestuosa mansión de la época federal australiana enclavada en una imponente escarpadura de las Montañas Azules. Malkin y Stallings, impresionados por el empeño que pusieron Screen NSW y Screen Australia en que el rodaje llegara a buen término, se mostraron muy agradecidos a ambos organismos por el apoyo ofrecido a la visión de Elliott de la película.

La película se rodó en un periodo de ocho semanas en los Fox Studios de Sídney, en el parque nacional Lane Cove, en la localidad de The Rocks y en las pintorescas Montañas Azules, en las condiciones sofocantes de la canícula australiana. Elliott, que poco antes había asistido a una boda veraniega en Australia y había observado que se entregaban sombrillas a los invitados en cuanto llegaban, pidió al diseñador de producción George Liddle que ofreciera protecciones idénticas a los extras que interpretaban a los invitados en la escena de la boda. Este simple detalle contribuyó enormemente a evitar la insolación y el agotamiento durante la ola de calor mientras los equipos artístico y técnico se veían obligados a soportar temperaturas que rondaban los 40 grados durante el rodaje en los espectaculares jardines de Yester Grange.

Un personaje clave de la comedia fue Ramsy, el carnero merino al que el padre de la novia, Jim Ramm (ram es "carnero" en inglés), considera un símbolo de su éxito. A nadie se le ocurriría dejar una oveja merina sin esquilar hasta el verano, pero el guión exigía que Ramsy conservara su valiosa lana para lograr un mayor efecto cómico, por lo que el equipo de producción lo refrescaba con aire acondicionado entre toma y toma. Ramsy no perdió su natural buen humor en ningún momento del rodaje, a pesar de que lo bajaron por una ventana, lo travistieron y sufrió la ignominia de fingir que le habían extraído parte de su anatomía masculina. Fue un modélico miembro del reparto, si bien en una ocasión se escapó al monte y volvió con "ojos de carnero" cuando fueron a por él.

El director de fotografía Stephen Windon filmó UNA BODA DE MUERTE con una innovadora cámara Arri Alexa. Se trata de la segunda película australiana en la que se emplea esta cámara, y la primera en todo el mundo en la que se utilizan datos RAW no comprimidos, formato que aporta una mejor resolución y un mayor control de la calidad del etalonaje. Este revolucionario sistema ya está replanteando el futuro de la cinematografía.

Las escenas de interior de la boda fueron rodadas en los Fox Studios de Sídney, donde se construyó una enorme marquesina en uno de los platós principales. Con paneles extraíbles e instalaciones especiales para la iluminación, este decorado de 360 grados proporcionó a Windon un mayor control de la grabación y una mejor accesibilidad a un espacio que de otro modo habría quedado bastante restringido.

El diseñador de producción George Liddle construyó los interiores reproduciendo minuciosamente la arquitectura de la histórica mansión Yester Grange para dar autenticidad al distinguido hogar de la familia Ramm.

La oscarizada diseñadora de vestuario Lizzy Gardiner colaboró con Liddle y Elliott para redondear la estética de la boda de postín. Tradicionalmente, las escenas de boda han dado grandes quebraderos de cabeza a los diseñadores, ya que las cámaras no siempre captan bien el blanco sobre blanco; sin embargo, gracias a la Arri Alexa, capaz de separar los blancos, Gardiner pudo diseñar un vestido de novia blanco que no desentonara con los trajes de Paul Smith del novio y los padrinos… ni con los roñosos calzoncillos con los que se pasea el personaje de Ray (Steve le Marquand) durante gran parte de la película.

Gardiner diseñó varios vestidos de novia diferentes antes de decidirse por el definitivo, que fue confeccionado a medida para la actriz Laura Brent. El vestido de la madre de la novia (Olivia Newton-John) era de Collette Dinnigan y Gardiner diseñó una torera a juego para redondear el deslumbrante conjunto.

Mientras que la película tardó ocho semanas en rodarse, pasó cuatro meses en la sala de montaje. Stephan Elliott volvió a unir fuerzas con su vieja colega y amiga, Sue Blainey, que montó tres de las cintas anteriores del director: Las aventuras de Priscilla, Ojos que te acechan y Una familia con clase. Desde la sala de montaje se oían las risotadas de los cineastas mientras seleccionaban las diversas tomas y escenas para elaborar el montaje final.

También trabajaron estrechamente con Elliott durante todo el proceso el compositor Guy Gross, que había puesto música a Frauds y Las aventuras de Priscilla, y el supervisor musical Warren Fahey. Juntos han creado una excelente banda sonora contemporánea que incluye canciones emblemáticas de los años 70 y 80, como Georgy Girl, Brand New Key, Love Boat (el tema de "Vacaciones en el mar") y Ballroom Blitz, imprescindibles en cualquier orquesta de boda australiana que se precie.

Elliott incluso logró que Olivia Newton-John volviera a la sala de grabación con John Farrar (su colaborador durante más de treinta años, con quien la artista produjo los éxitos inmortales Xanadu y Physical, entre muchos otros) para componer e interpretar una nueva canción de baile llamada Weightless, que acompaña los créditos finales.

UNA BODA DE MUERTE quedó terminada sólo dos días antes de su proyección ante los 600 exhibidores y distribuidores australianos que aplaudieron la película en la Movie Convention de la Costa Dorada australiana. Al presentar su cinta, Elliott exclamó: "¡Es genial haber vuelto!".


Declaraciones del director
Mucho antes de la película Priscilla, yo era un pionero de los vídeos de bodas. Siendo adolescente, me ganaba unas perras grabando bodorrios. Eso era en una época en la que una cámara de vídeo pesaba más que el chaval de 14 años que intentaba manejarla. ¿Os hacéis una idea de cuántas veces he grabado a una madre de la novia bailando borracha con la coreografía de YMCA? Para cuando cumplí los 23, juré no ir NUNCA más a una boda. Contando la mía.

Sin embargo, el karma tiene un punto cruel. Después de Priscilla (por alguna razón demencial) en Hollywood no me ofrecían hacer más que películas de bodas. Cientos, si no miles de esos puñeteros engendros. La única forma en que podría abordar ese género insufrible sería en mis propios términos. Y la oportunidad surgió con UNA BODA DE MUERTE, que podría describirse como "Una boda en la jungla de cristal". Por fin podría cobrarme mi venganza.

Aunque en un principio la película estaba ambientada en Inglaterra, desplazar el guión a Australia me dio la excusa perfecta para volver a mi tierra. Así podría hacer algo por la patria, reunir a mi viejo equipo y hacer algo de magia juntos. Desgraciadamente, la mayor parte del equipo apareció en el despacho de producción arrastrando andadores para ancianos (a veces te pasa eso después de haber vivido 17 años en el extranjero). No pasa nada. Nos ajustamos nuestros aparatos ortopédicos, fajas y sillas de ruedas y nos jugamos el todo por el todo.

David Niven tiene una cita famosa que dice: "Cuanto más te diviertes haciendo una película, mayor será el batacazo en taquilla". Lo cierto es que no me había divertido tanto desde que hicimos Priscilla. Si encierras a tanta gente verdaderamente graciosa en un solo lugar, ¿qué otra cosa puede ocurrir? Había días en que lo mejor que podía hacer era enfocar la cámara y quitarme de en medio.

Kris Marshall y Kevin Bishop se lanzaban puyazos hasta el paroxismo (llevan trabajando juntos desde que eran unos críos); Rebel Wilson y Jonathan Biggins se vengaban haciendo gala de su brillante sarcasmo australiano; Tim Draxl, un payaso nato, se caía al suelo de bruces; Xavier explotaba de exasperación; y, por último, Olivia (ya sabéis quién) se crujía los nudillos y se unía a la refriega. Comedia en estado puro.

¿Os acordáis de la última vez que os reísteis hasta que se os saltaban las lágrimas? Nos disponíamos a rodar una escena íntima en la caravana de Ray (el camello). Lizzy y yo habíamos decidido que Steve le Marquand se pasaría casi toda la película luciendo unos slips asquerosos. Yo tenía que sacar un primerísimo plano de los calzoncillos (momento clave del guión). Pronto se hizo evidente que no había manera posible de conseguir acercar tanto el objetivo sin llevar la expresión "vender carne" a otro nivel. La única opción era tapar la parte comprometida del encuadre con la cabeza de Kevin Bishop. Steve y Kevin estaban a centímetros de distancia. Cuando sonaron las primeras carcajadas, Kevin se puso en plan Robin Williams y cuando empieza con su verborrea ya no hay quien lo pare. Al cabo de 30 agotadores minutos, todo el equipo estaba retorciéndose de risa en el suelo sin haber grabado ni un plano.

Yo me subía por las paredes. Por primera vez en mi carrera, perdí el control del rodaje. Cuanto más les pedía a gritos que se comportaran como adultos, peor se ponía la cosa. Al final, de pura desesperación, aparté a 35 "niños" del suelo y cogí la cámara yo mismo. Cuando salí de allí echando humo, todavía había 100 seres humanos adultos partiéndose el pecho.

Fue uno de los mejores días de rodaje de mi vida.

La música era la guinda de mi pastel de venganza. Mi plan consistía en hacer que el compositor Guy Gross creara toda la banda sonora a partir de clásicos de bodas australianas. La de años que llevan destrozando grandes canciones esas orquestas infumables (todavía no he superado el trauma del Mickey de Toni Basil). Nada de música de fondo… sólo la orquesta. Cuando el gran día se descontrola, los músicos, aburridos, se pasan a modo Guitar Hero y se desencadena el caos. Olivia quiso cantar también, pero yo me negué: la estábamos pagando sólo por actuar. Vale, pero ¿y si le pedía a John Farrar que le compusiera algo? Llevaban años sin hacer nada juntos.

¿Va en serio? ¡Ese hombre compuso Xanadu! La canción de los créditos finales está producida en colaboración con mi viejo amigo Marius de Vries (Massive Attack, Madonna, Bjork). Y me enorgullece decir que es el primer tema dance de Olivia de la historia.

Siento contradecirle, señor Niven… pero creo que vamos a demostrar que no tenía razón.

Y encima me pagan para hacer este trabajo.



P. D.: La gente todavía sigue pidiéndome que grabe sus bodorrios.