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  Intocable  (Intouchables)
  Dirigida por Olivier Nakache, Eric Toledano
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Festival de Cine de San Sebastián 2011.

Avalada por los productores de "Los Seductores", la película está dirigida por una pareja de directores franceses Olivier Nakache y Eric Toledano, y está protagonizada por François Cluzet ("Pequeñas Mentiras sin Importancia") y Omar Sy ("Micmacs").


Entrevista con los directores

P: ¿Cómo dieron con la idea de Intocables?

Olivier Nakache: Se retrotrae a 2003. En cierta velada, estuvimos viendo un documental que nos marcó: A la vie, a la mort. Trataba sobre un muy improbable encuentro entre Philippe Pozzo di Borgo, que se había quedado tetraplégico tras un accidente practicando parapente, y Abdel, un joven procedente de las viviendas sociales contratado para cuidarle. En aquella época, acabábamos de rodar Je préfère qu'on reste amis (2005). Probablemente, no éramos aún lo suficientemente maduros en aquel momento para abordar aquel tema, pero el documental se quedó en nosotros. Y a menudo lo veíamos de nuevo… y, tras Tellement proches (2009), sentimos que quizá ya era el momento de trabajar la historia.

Eric Toledano: Las circunstancias eran algo especiales tras ese film, en el que Omar daba vida a un médico. Ya había sido muy reconfortante verle crecer como actor a nuestro lado en Aquellos días felices (Nos jours hereux, 2006), por lo que naturalmente queríamos continuar con él esta aventura. Nos parecía que a Omar todavía no se le había extraído todo el potencial que tiene para la pantalla grande. Y entonces, la relación entre Philippe y Abdel regresó a nosotros como un boomerang, como algo obvio. De tal modo que le mostramos a Omar el documental por ver si le podía interesar. Al obtener una reacción positiva por su parte, finalmente percibimos que esta historia tenía todo cuanto buscábamos: una historia increíble, un tema potente, mucho humor… Y más allá de eso, todo cuanto Olivier y yo admiramos: gente que, en situaciones extremas, no pierde su sentido del humor y mantiene el optimismo. Al fin y al cabo, así es cómo funcionamos cotidianamente: éramos conscientes de que teníamos cosas que decir de un tema como éste.


P: Una vez con Omar a bordo, ¿cómo prosiguieron?

O.N.: Antes de comenzar a trabajar en el guión, quisimos encontrarnos con Philippe Pozzo di Borgo en Mogadur, Marruecos, donde contrajo nuevo matrimonio. Queríamos comprobar que nuestro deseo de realizar un film sobre su historia se incrementaba al conocerle personalmente.

E.T.: Nos fue muy fácil contactar con él, pues al final del libro que había escrito, “Le second soufflé,” facilita su propia dirección de correo electrónico. Y nos contestó de inmediato informándonos de que no era la primera vez que algún director había querido adaptar su historia para la pantalla grande, que había incluso leído algún guión, no obstante, estaría encantado de conocernos.

O.N.: ¡Y ese encuentro fue decisivo!

E.T.: Porque nos contó el final de la historia, todo cuanto no estaba en el documental. Y algunas cosas que nos dijo nos marcaron. Philippe no habla mucho pero, cuando lo hace, sus palabras son poderosas… Así que nos dijo: “Si hacen esta película, ha de ser divertida. Porque esta historia debe tratarse con humor.” Eso nos encantó, y le aseguramos que lo tendríamos en cuenta. Y entonces añadió: “Si no hubiera conocido a Abdel, ya estaría muerto.” Aquella conversación nos permitió abrir una serie de líneas de reflexión. Por ejemplo, el modo en que esos dos estratos de la sociedad francesa, representados por Philippe y Abdel, crean una nueva relación y sentimientos cuando se topan. Esos dos hombres, uno golpeado por una minusvalía física, el otro, víctima de la desigualdad social, desarrollan una especie de extraña e impensable complementariedad que posibilita ese intercambio.


P: ¿Les dio Philippe Pozzo di Borgo su aquiescencia inmediatamente para que pudieran abordar Intocables?

O.N.: El encuentro le permitió saber quiénes éramos. Le mostramos nuestros filmes previos. Hubo un intercambio genuino. Y entonces, nos urgió a que nos aventuráramos.

E.T.: Se dio cuenta de inmediato de que, desde luego, le permitiríamos leer todo. Podríamos decir que se mostraba ávido, que anhelaba hablar de ello con nosotros… Fue generoso y extremadamente cortés al recibirnos, así como en todos los mensajes de correo electrónico que no cesó de enviarnos desde aquel momento.

O.N.: Creyó en nosotros. Y cuando encuentras a alguien así, no lo olvidas.

E.T.: Nos pasaba páginas con notas con cada nuevo borrador del guión. Por ejemplo, hacía notar situaciones que técnicamente eran imposibles en su condición. En resumen, nos aportó determinado verismo en el film al informarnos a veces de una realidad que incluso era más demencial y cómica de lo que estábamos escribiendo. En todo momento, él mantiene una actitud de normalidad en situaciones nada normales. Y esa habilidad para hacer que nos olvidemos de su condición nos guió a través de todo el film. Y ese es el motivo, una vez que Omar y François Cluzet subieron con nosotros a bordo en esta aventura, que organizáramos nuestro “curso de integración.” Regresamos a Mogadur para ver a Philippe con ellos. Y, una vez más, nos dio más materia de reflexión…

O.N.: Fue en ese momento cuando François comenzó a inspirarse en él, mediante la observación de cómo vivía, cómo se movía, cómo hablaba, antes de recrear todo eso en la película. Al final de aquellos tres días, François se limitó a decir “asumo la responsabilidad.” Resulta alguien tan intenso y se mete tanto en los personajes que encarna, que aquel encuentro le abrumó.


P: ¿Por qué quisieron a François Cluzet para el papel de Philippe?

O.N.: En un inicio, buscábamos para este papel una diferencia de edad muy marcada con Omar, lo que implicaba a actores de cierto calibre. Pero gracias a su agente nos enteramos de que François había leído el guión sin que nosotros lo supiéramos. Y entonces pidió que nos encontráramos. Y eso ¡precipitó todo!

E.T.: Su inmediato entusiasmo fue suficiente para que quisiéramos trabajar con él. Por ejemplo, cuando explicó que quería experimentar las situaciones y no simplemente interpretarlas. Luego, al ir conociéndole poco a poco, comenzamos a estar ansiosos por ver la electricidad que se generaría en su encuentro con Omar, que, como él, vive las situaciones más que interpretarlas. Fue mucho más allá de lo que nos esperábamos.

O.N.: François es un actor genuinamente intenso. Ese papel exigía una preparación enorme. No podía presentarse el día antes del rodaje, sentarse en una silla de ruedas, y comenzar a ensayar la respiración y el sufrimiento… sin haberlo trabajado de antemano. Como prometió, asumió el desafío.


P: En la pantalla, jamás vemos a dos actores que actúen centrados en sí mismos. Actúan juntos, genuinamente, y crean una especie de personaje único con dos cabezas. ¿Era eso evidente desde el primer día de rodaje?

O.N.: Para ser sinceros, no nos dimos cuenta inmediatamente, pues François es un actor que al principio mantiene una cierta distancia. Antes de rodar, aplica a las cosas una perspectiva intelectual. Para él, la principal parte del trabajo ya está hecho para cuando llega al plató, donde todo cuanto ha preparado se ajusta. De tal manera que la obviedad que por supuesto sí buscábamos, no se nos hizo evidente inmediatamente. Pero tan pronto como nos dimos cuenta de que estaba allí, era una permanente delicia observarlo. Omar y François, cada uno a su manera, procuraron que su papel fuera tan real como fuera posible, y evitaron la competición entre ellos.


P: ¿De qué modo les sorprendió Omar en esta película por comparación con los otros filmes en que le han dirigido?

E.T.: Jamás nos hubiéramos embarcado en una película como Intocables si no hubiéramos tenido una idea clara del reparto que queríamos. Y, como en el caso de Philippe, quien encarnara a Driss, tenía que ser instantáneamente creíble. Omar no dejaba de sorprendernos en todo momento. Tomó la iniciativa de perder 10 kilos y aumentar su musculatura sin que se lo hubiéramos pedido, simplemente porque, en su mente, un tipo de las viviendas públicas tenía que ser más delgado que él en la vida real. Cuando le vi aparecer con la cabeza rapada, vestido con una sudadera con capucha y una chaqueta de cuero, me quedé pasmado por el modo en que había evolucionado hacia el personaje tan hábilmente y por su cuenta.

O.N.: Y luego, en el plató, Omar estaba ¡increíble! Siempre supimos que había en él un actor oculto. Pero ahora, allí, nos dejó fuera de combate.

E.T.: Omar brinda buen humor y gran afabilidad, lo cual no tiene precio en un rodaje. Le asiste una extraña forma de humildad. En ocasiones, la gente le esperaba cerca del plató de rodaje, dado que estábamos rodando cerca de un instituto, en Bondy, y él permitía que le fotografiaran con todos los chicos sin perder jamás el buen humor. Nunca se toma en serio. Su relación con la fama es del todo natural.


P: ¿De qué modo trabajaron con François y él antes del rodaje?

O.N.: Hicimos con ellos muchas lecturas del guión. Ello nos aportó un gran bagaje porque nos encantaba robarles cosas en aquellos momentos, cosas que se les escapaban completamente. Tuvimos varios estadios en nuestro “método” de trabajo. En primer lugar, escribíamos el guión y lo rescribíamos durante el rodaje. Ciertamente, no sabíamos cómo iba a reaccionar François en el plató porque hablábamos todo el rato, ¡incluso durante las tomas!

E.T.: Al hacer esto, tratábamos de desestabilizar la interpretación de nuestros actores y lograr que emergieran cosas inesperadas, accidentes, material imprevisto.

O.N.: Preparamos las cosas muchísimo, por supuesto, pero cuando se trata de rodar, nos gusta tantear todas las ideas que nos vienen. Y eso es necesariamente desestabilizador, incluso para el equipo técnico, que a menudo nos pide que por lo menos una vez hagamos la escena tal como está escrita.

E.T.: Pero no podemos satisfacer esa demanda porque hemos preparado todo juntos y sabemos qué puede funcionar. Llega un momento en el que necesitamos desbaratarlo todo porque nos preocupa que los actores puedan aburrirse. Precisamos de esa excitación tan particular, la compartimos, es una de las principales cosas que tenemos en común.


P: Tras dos filmes corales, Aquellos días felices (Nos jours hereux, 2006), y Tellement proches (2009), el presente film se centra en dos personajes, un poco como en su primer largo, Je préfère qu'on reste amis (2005). ¿Cuál de los dos estilos prefiere?

E.T.: El éxito de Aquellos días felices influyó, inconscientemente, en nuestra inclinación por la película coral. Quisimos continuar en la misma línea con Tellement proches: trabajando con el grupo, pero también con cada personaje. Por otro lado, nos encantan las historias en las que todo se mezcla, las películas italianas en las que la gente no para hablar…

O.N.: ¡Le tenemos fobia a aburrir a nuestro público! Así, si disponemos de muchos personajes e historias podemos evitar correr ese riesgo.

E.T.: Ése es el motivo por el que Intocables era una empresa compleja para nosotros. Pero pudimos contar con nuestros siempre vigilantes productores, que sabían como urgirnos, desde los primerísimos borradores del guión, para que elimináramos personajes secundarios con miras a centrarnos en los dos protagonistas. Y tenían razón, porque la voluntad estaba en hablar sobre esa relación de los dos que es lo que nos llevó a escribir y dirigir Intocables. Por tanto, decidimos depositar nuestra fe en esta historia y relación, tratando de no desviarnos del camino.

O.N.: En Intocables, hay muy pocos personajes secundarios, y proveen un descanso en la comedia, y contribuyen a que la historia progrese sin que perdamos de vista lo esencial.

E.T.: Pero, por supuesto, para tener éxito ha de haber secundarios y hay que proveerles de profundidad. Debemos mucho a los actores que los encarnan, todos aceptaron algo que no era tan obvio: tan sólo unos pocos días de rodaje, actuaciones breves, aunque cabe admitir que eran papeles fundamentales en los que deberían servir al argumento con toda humildad. Y tuvimos suerte de encontrar eso en Anne Le Ny, Clothilde Mollet, Audrey Fleurot, Grégoire Oesterman y en todos los otros que aceptaron prestarse al juego con un talento increíble.


P: La música juega un papel importante en sus películas, particularmente en ésta. ¿En qué estadio de la producción piensan en ella?

O.N.: En todos. Por ejemplo, tan pronto como empezamos a escribir, estuvimos pensando sobre la canción de los ‘Earth, Wind and Fire’ que Driss baila en el cumpleaños de Philippe. En relación a las canciones que acompañan las secuencias ‘de montaje’ del film, no dejamos de pensar en ellas en todo el proceso de rodaje y montaje. Para ser sinceros, con respecto a la música ¡somos unos neuróticos! Dedicamos mucho tiempo pensando en ello. Luego sobreviene el quebradero de cabeza de ¡lograr los derechos!

E.T.: Y por lo que se refiere al compositor de la banda sonora, dimos con Ludovico Einaudi mientras navegábamos por varios sites de música en Internet. Sus piezas para piano, parejas a las composiciones perfectas de Michael Nyman o Thomas Newman, también acompañaron el redactado de muchas secuencias en las que necesitábamos tanto emoción como una cierta distancia. Más tarde, le llamamos un día para pedirle que escribiera la banda sonora de la película. Y aceptó.


P: ¿Hubo secuencias que les diera miedo rodar?

O.N.: En el plató, cada día hay algo que te da miedo…

E.T.: Las escenas con la silla de ruedas, que Omar tiene que posicionar antes de llevar a François hasta ella y sentarle en la misma; la escena en la que François sufre de “dolores fantasmas” como si sus extremidades volvieran a la vida. En este último caso, no nos sentimos con autoridad suficiente como para orientar a François, por lo que estábamos bastante tensos. Las otras escenas complicadas fueron aquéllas con muchos extras.

O.N.: Y entonces, se nos planteó un problema prioritario: ¡el rodaje de las persecuciones de coches! Aquellos fueron momentos demenciales, aunque nos embargaba mayor excitación que estrés.

E.T.: De hecho, en la película, hay muchas escenas que estábamos impacientes por rodar como un par de chicos emocionados, particularmente aquélla en la que Omar baila a los acordes de ‘Earth, Wind and Fire’ Seguramente, habíamos comenzado a hablarle sobre ella cuatro días antes. Entrábamos en la habitación, y él comenzaba a danzar. Al final de cada uno de esos cuatro días previos al rodaje de la escena, ponía ese número para que todos pudieran imaginar la tesitura que buscábamos para la misma.

O.N.: Y más tarde hubo aquellos días verdaderamente especiales, que comenzaron en un complejo de vivienda pública en las afueras de París y acabaron en las lujosas casas de los elegantes vecindarios de la ciudad.

E.T.: Eso resume el film perfectamente: nos desplazamos de un mundo al otro, de un reino visual al otro. En momentos así, sentíamos que estábamos en el meollo de cuanto intentábamos lograr.


P: También es la oportunidad para adoptar una mirada particular al entorno de las viviendas públicas…

E.T.: Cuando te adentras en las viviendas públicas, las imágenes devienen impactantes al instante. Pero fuimos muy escrupulosos en procurar no desviarnos de nuestro tema. En los primeros minutos de la película, no queremos hacer un retrato del extrarradio de la gran ciudad en nuestros días, sino explicar quién es Driss, de dónde procede y, por medio de ello, poner énfasis en el contraste con la casa unifamiliar de Philippe en Saint Germain des Prés. Hoy, el público sabe muy bien cómo es la dura realidad de las viviendas públicas. Por tanto, un único plano es suficiente para reflejar el mundo en el que estamos.

O.N.: Además, la presencia de Omar hace que nuestro metraje sea de lo más creíble, dado que él mismo procede de uno de esos complejos, como Driss, en Trappes, y porque podía decirnos si lo que estábamos haciendo era correcto o no. Con él, no podíamos equivocarnos…


P: ¿Se reescribió mucho de la película durante el montaje?

O.N.: Cuando vimos el primer montaje del montador –editaba mientras rodábamos--, por supuesto todavía era preciso trabajar en el material, pero el film ya estaba allí. Reescribimos mucho menos en este montaje que en nuestras películas previas.

E.T.: Y ello porque improvisamos mucho menos en el plató, mientras que siempre habíamos tratado de que las cosas se descarrilaran en nuestros filmes precedentes. Ahora, las cosas estaban más centradas. Sin embargo, incluso habiendo pocos cambios, el último estadio de escritura se produjo realmente en el montaje. Dado que hay mucha espontaneidad e improvisación en el plató, puede llevar su tiempo dar con la forma final de la película.

O.N.: La esencia de las escenas cambia.

E.T.: Aquí se trataba de mantener ese frágil equilibrio entre la risa y la emoción. Durante el rodaje, a menudo lo enredábamos todo, y no había dos tomas iguales. El montaje nos permite escoger de entre los distintos talantes de cada toma para construir algo coherente mientras alternamos entre la comedia y la emoción. El montaje fue un momento muy satisfactorio: como en un rompecabezas donde las piezas encajaban fácilmente. Para nosotros, eso eran señales particularmente alentadoras: íbamos por buen camino.


P: Dado que han basado Intocables en una historia auténtica, ¿sintieron estar asumiendo algún tipo de responsabilidad?

E.T.: Si, pese a que nos sentíamos libres. No estábamos rodando un documental, así que no teníamos límites. Tras leer los distintos borradores del guión, Philippe nos dijo que había ocasiones en las que incluso nos habíamos aproximado mucho a los hechos reales. Sin embargo, tuve la impresión de que estábamos siendo moralmente responsables de algo…

O.N.: No creo que hayamos traicionado la historia de Philippe, pese a que hayamos tenido que adaptar ciertas partes de ella por necesidad.

E.T.: Además, no fue por casualidad que tuviéramos la necesidad de ir y mostrarle imágenes de la película recién acabado el rodaje. Fuimos invitados a su fiesta de aniversario sorpresa. Abdel estaba allí, junto a la madre de Philippe, su familia, y todos sus amigos. Mediante un ordenador, le hicimos mirar una serie de fotografías tomadas en el plató. Para él tuvo que ser necesariamente un momento extraño ver a François Cluzet encarnándole. Se produjo un delicado silencio en medio de aquella velada feliz. Todos estaban conmovidos. Creo que la primera proyección del film completa será un momento muy intenso para él y todos aquellos próximos a él.


Biografía de Eric y Olivier
Eric Toledano y Olivier Nakache se conocieron a principios de los años noventa. En 1995, dirigieron juntos su primer corto, Le jour et la nuit, con Zinedine Soualem y Julie Mauduech.

Sin embargo, fue su segundo corto, Les petits souliers, el que logró atraer la atención sobre el tándem. Inspirado en su mutua experiencia (las rondas de Santa Claus que habían afrontado en Navidades para hacer algo de dinero), e interpretado por un reparto excelso de actores más o menos desconocidos aún en aquella época (Gad Elmaleh, Atmen Kélif, Jamel Debbouze y Roschdy Zem), la película fue elegida para el Festival de cortometrajes de Clermont-Ferrand, y para el Festival de cine de París, donde se hizo con el Premio del público de 1999, así como para varios otros festivales de Francia y del extranjero, en los que también se granjeó una docena de galardones.

Al haber frecuentado los campos de verano como líderes de actividades, los dos compañeros siguieron juntos su trabajo recurriendo una vez más a su pasado como fuente de inspiración. Así, en 2001, se estrenó el corto Ces jours heureux (con Lorant Deutsch, Omar Sy, Fred Testot, Lionel Abelanski y Barbara Schulz), que llevaba las semillas de lo que se convertiría en Aquellos días felices (Nos jours heureux, 2006), el que sería su segundo largometraje. La película, otro gran éxito, se hizo acreedora de muchos premios (El premio del jurado y el del público en el Festival de Comedia de Meudon, en su edición de 2001; el premio del público en Poitiers y Sarlat, aquel mismo año).

En 2003, Eric Toledano y Olivier Nakache abordaron su primer largo juntos, Je préfère qu'on reste amis. Este proyecto quedó marcado por el encuentro con Gérard Depardieu, y el comienzo de la colaboración de los cineastas con Jean-Paul Rouve. Éste último se reunió con ambos directores para Aquellos días felices, que cuando se estrenó, en 2006, obtuvo gran éxito de crítica y público.

Entonces, el tándem realizó Tellement proches, que trata el tema de la familia en estos tiempos que corren. Protagonizaban la cinta Vincent Elbaz, Isabelle Carré, Omar Sy, François-Xavier Demaison y Joséphine de Meaux.

La idea para el cuarto largometraje, Intocables, nació en 2003, tras haber visto un documental cierta tarde acerca de la vida de Philippe Pozzo di Borgo. Ocho años más tarde, en 2011, adaptaron la historia de este rico aristócrata que quedó tetraplégico tras un accidente de parapente, quien se topó inesperadamente con un joven procedente del complejo de viviendas públicas, y que contrató para que le cuidara. La Wenstein Company honoró a los realizadores de esta comedia, protagonizada por François Cluzet y Omar Sy, al comprarla, antes de su estreno en Francia, para distribuirla en los Estados Unidos y en otros muchos países del mundo.

Filmografía
Eric TOLEDANO y Olivier NAKACHE

2011 - Intocables (Intouchables)
2009 - Tellement proches
2006 - Aquellos días felices (Nos jours heureux)
2005 - Je préfère qu’on reste amis
2002 - Ces jours heureux (corto)
1999 - Les petits souliers (corto)
1995 - Le jour et la nuit (corto)


Entrevista con François Cluzet

P: ¿Qué le convenció cuando leyó por primera vez el guión de Intocables?

R: El hecho de que era la historia sobre dos personajes y el nacimiento de una amistad. Simplemente, la historia de dos hombres. No hay nada que me gusta más que actuar para mi compañero. Y pude comprobar inmediatamente que, en el plató, Omar trabajaba del mismo modo, también actuaba para mí. Hay ocasiones en las que sabes que no vas errado. Intocables le debe mucho a él: es un tipo excepcional. Tuve la sensación de que él llevaba el peso de todo el film. A menudo, le decía: “no te olvides de que actúas por los dos, no puedo hacer nada…” (risas). Hubo mucha complicidad entre nosotros.


P: ¿Se planteó este papel de tetraplégico como un desafío?

R: Si, porque soy un actor que no se apasiona con el diálogo; me encanta actuar en silencio. Eso quiere decir que habitualmente necesito mi cuerpo para expresar cosas ¡en lugar de las palabras! Pero, obviamente, en este caso, podría no haber nadie. Así que cuando no hay nadie, escucho, participo, y tomo lo que hay que tomar, río ante aquello que sea divertido. La complicidad entre Philippe y Driss tiene lugar de este modo. Por un lado, un personaje móvil. Por el otro, un personaje inmóvil. Driss se convierte en mi cuerpo en cierto sentido. Cuando danza, es un poco como si lo hiciera yo. Cuando bromea, es un poco como si bromeara yo. Debido a que son tan diferentes, están hechos para ir juntos. Cada uno avanza un paso hacia el otro.


P: Con Omar y sus dos directores, fueron a encontrarse con Philippe Pozzo di Borgo, la inspiración para su personaje, en su casa de Mogadur. ¿Qué recuerda de esa visita?

R: Aquél fue un tiempo sobrecogedor. Aquel encuentro intensificó mi compromiso con el film, el corazón que puse en la labor. Si mi papel hubiera sido el de un tetraplégico sin rostro, forzosamente hubiera sido un papel más complicado para mí. Contemplar a ese hombre en su mundo diario, y escucharle cómo nos hablaba de su vida, jugó un papel esencial.


P: A partir de aquel momento, ¿cómo se preparó para convertirse en Philippe?

R: Una vez que el talento de Omar me invitó a interactuar, en una especie de efecto rebote, el motivo por el que mi personaje le contrata se hizo evidente en sí mismo; mi labor consistía en tratar de olvidarme de mí mismo. De hecho, ésa fue la razón por la que elegí este trabajo. Te permite abandonarte. Jamás he tratado de ser más apuesto o más generoso. ¡No es eso lo que hago! Y mi personaje tiene sed de lo ordinario, incluso cuando se ve en una situación extraordinaria. Incluso cuando Driss sugiere experiencias que van más allá de los límites, Philippe las acepta porque no las conoce, como un chiquillo, porque quiere probarlo todo… Con Intocables, atravesé por un proceso de abnegación que me gustó mucho. La película implica aceptar que el personaje de Driss tiene tanto corazón que se mueve por los dos, dice los chistes para los dos. Y, poco a poco, he de tratar de ser su compañero, contarle medias verdades, hacerle reír ya que él me hace reír, hacerle la vida más fácil pues él me la hace fácil también. Hasta el punto en que me olvido de la minusvalía para decir que soy feliz cuando estoy con él. Quiero insistir en esa idea de abnegación porque es esencial para mí en nuestro trabajo común. No siempre debemos ser el centro de las cosas. Debe entenderse como una oportunidad que el compañero pase a serlo. Se hace fascinante a nivel humano. Y tuve la sensación de sentirme más sereno después del rodaje.


P: ¿Era obvia esta complicidad con Omar, o se fue produciendo poco a poco?

R: Inicialmente, cuando Eric y Olivier me dijeron que Omar iba a dar vida a Driss, estuve analizando pormenorizadamente su trabajo en la serie humorística SAV des émissions (2006). Y me gustó lo que vi: hay un registro bastante amplio. Pero, no perdamos de vista que se trata de sketches breves, y el trabajo es totalmente distinto en una película como Intocables. Luego vi Tellement proches, y me pareció que Omar estaba admirable. Me di cuenta de lo encantados que estaban con él Eric y Olivier para incluirle en el reparto contra toda convención. Está maravilloso en esa película, pues nunca establece una distancia en su interpretación. Está totalmente imbuido del personaje, y no trata de ser más listo que éste. Es un actor extraordinario. Así las cosas, me sentí del todo seguro ya antes de embarcarme en esta aventura. Y luego, cuando nos conocimos, pese a que Omar es bastante discreto, pude decir rápidamente que él confiaba en mí. Realmente quería formar una pareja, para que tuviéramos un compromiso entre hombres, entre actores. Para cuando el día acababa, éramos dos niños pasándonoslo bomba en el patio de la escuela, felices de poder contar con un buen compañero. Tenía mucha suerte, como dije antes, porque me estaba viendo en compañía de un príncipe, alguien con una visión generosa, honesta y lozana.


P: El peligro que hubiera podido haber en esta pareja que usted constituye con Omar es la confrontación de dos actores actuando cada uno por su lado. En lugar de eso, es como una hidra con dos cabezas. No podemos ver a uno sin el otro…

R: Esto se remite a lo que llevo diciendo desde hace años. La competición entre compañeros de interpretación se ha acabado, aquella época en que se tenía que generar una guerra fría en el plató para que la estrella aplastara a todos los otros. Pues, contrariamente a lo que los malos actores creen, no tenemos tanta responsabilidad. Los actores están sobrestimados. Tan sólo somos intérpretes. Hemos de mantenernos clavados en nuestro lugar. Comencé como actor aficionado. Y no quiero convertirme en un actor profesional y establecido. Gracias al éxito que he tenido, que me ha proporcionado confianza en mí mismo, puedo regresar de nuevo al lado de los aficionados: la absoluta felicidad de compartir, de no actuar sino de vivir. Desde esa perspectiva, Omar estaba en estado de gracia, igual que los directores, así que fue fácil para mí. También me vi arrastrado por la gracia de Philippe Pozzo di Borgo. Conozco a su hermana, y le tengo afecto: era la diseñadora de vestuario en Janis y John (Janis et John, 2003). Por ello me enteré del accidente de su hermano. Luego, leí el libro que Pozzo escribió. Un hombre que dice que su mayor problema no es estar en una silla de ruedas, sino vivir sin la mujer que amaba y que falleció. Eso era lo que tenía que experimentar: la vulnerabilidad de un hombre huérfano de amor.


P: ¿Cambió su opinión de Philippe a lo largo del rodaje?

R: El problema estaba en que íbamos a hacer una comedia, pero no iba a poder ser ridículo como sí que lo fui para mi mayor diversión en Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs, 2010). Tenía la carga de la minusvalía y tenía que mostrarme honesto con esa condición. Por tanto, no me podía mover, contrariamente tenía que arreglármelas solo: escuchar todo lo que se decía, tener los sentidos alerta… Philippe es alguien real, de tal modo que yo tenía que ser alguien real en cada situación. Y me había olvidado de que había sufrido. Su sufrimiento me sobrevino en tropel y me golpeó duro. Así que, antes de determinadas escenas truculentas en las que había dolor, me retiraba a un lado para prepararme y concentrarme, y comenzaba un ejercicio físico para olvidarme de mí mismo con miras a sentir el sufrimiento del personaje. Esta preparación física y sensorial me era indispensable, pues no tenía el uso de mi cuerpo para expresar las cosas. Aunque trabajar sin el concurso del cuerpo no significa que éste no sienta nada. El rostro tiene que expresar lo que sientes. Habitualmente, hago mis diálogos más cortos para interpretar con el cuerpo. Aquí, fue lo contrario.


P: ¿Temía hacer algunas escenas?

R: No, aparte de la idea de tener que lograr esa noción de dolor de punta a punta. No estaba interpretándolo todo el tiempo porque esto es una comedia: teníamos que olvidarlo aunque al tiempo tenía que estar presente. Además, Philippe sufre ‘dolores fantasma’ que nadie puede imaginarse: le duelen las piernas cuando se supone que no puede sentirlas.


P: El guión de Nakache y Toledano se atreve a usar un estilo de humor inesperado al incluir a Hitler, famosos chistes sobre minusválidos… No se disculpan por optar por cualquier humor o emoción. No tienen manías…

R: Entendieron perfectamente que las únicas cosas que Philippe no soporta son la piedad y la compasión. No quiere ser reducido a un estereotipo por su condición, ya que él no hace eso a los otros. Sabe que son afortunados de poder moverse. Pero él es afortunado porque está vivo. Eric y Olivier fueron capaces de captar eso perfectamente en todo momento al optar por que la comedia lo impregnara todo. Por otro lado, cada miembro de esa pareja tiene un handicap. Para Driss, se trata de un handicap social. Para Philippe, se trata de un handicap físico. Ése es el motivo por el que Driss no siente pena por Philippe. No le compadece, y ése es el motivo por el que a Philippe le resulta tan interesante.


P: ¿Cómo trabajan en el plató Eric y Olivier?

R: Se mostraron muy exigentes y muy ambiciosos. Por lo que para mí se hacía difícil decirles que mi mayor ambición estaba en simplemente dejar que pasen las cosas. Con la experiencia, he aprendido que haces grandes películas simplemente dejando que la vida entre. Eric y Olivier tienen sentido de la fantasía y del ingenio. Con ellos, los días pasan rápidamente y se hacen muy agradables. Adoran a sus actores y están con ellos. Y esa es la llave que te permite dejar llevarte sin tratar de dar una interpretación. Me limito a tener una actitud contraria a la actuación, y al tiempo no olvido nunca que lo importante es la película, y que incluso sin poder moverme, tengo que aportar algo a la misma que le provea de energía y fuerza. Y Eric y Olivier estaban siempre allí para motivarme. Incluso en esas escenas en las que Philippe está solo, y comienza a dejarse ir porque no tiene la fuerza para continuar. Entonces es cuando se abandona verdaderamente a su aflicción sin mostrar nada, siempre con mucha discreción.


P: ¿Qué sintió cuando vio el film terminado?

R: En realidad, no estoy nunca preparado para ver las películas en las que actúo. Pero esta vez, me conmoví. Y me encontré con una película que funcionaba porque se había realizado con genuino espíritu de equipo. Cuando vi Intocables, también me conmoví porque me di cuenta de que habíamos logrado hacerla bien, de que nuestro oficio, efectivamente, lo integra la abnegación, y que aquellos que creen que están allí para defender su piel siempre aparecerán en películas decepcionantes. El desafío está en lograr que una película funcione, no en actuar dentro. Aquí, la película es la pareja: nunca hay nada que nos lleve a posicionarnos a favor de Driss o Philippe. Ésa es la quintaesencia de nuestro trabajo. Y eso conserva su validez en Eric y Olivier también: ninguno de ellos tiene un ego sobredimensionado. Me alegra constatar que se hacen películas bellas, en buen ambiente. Al fin y al cabo, cuanto más fácil hagas mi vida, mejor interpreto, porque tengo la sensación de que debo algo.


Entrevista con Omar Sy

P: Cuéntenos cómo conoció por primera vez a Olivier Nakache y Eric Toledano…

R: Fue en 2001, en un cortometraje, Ces jours heureux (2002), que más tarde nos llevó al largo Aquellos días felices. Vinieron a verme en una época en que escribía para CANAL + Idées junto a Fred. Les dije que no era actor y que, por ahora, estaba escribiendo chistes lo mejor que sabía, y ya me estaba bien. Pero insistieron, y me explicaron que ellos también estaban comenzando, que haríamos juntos la película y que aprenderíamos juntos también. Me hablaron con tanta desenvoltura y sencillez, que acabé por aceptar. Nos lo pasamos en grande haciendo aquel corto. Más tarde, me llamaron para el largo, y una cosa llevó a la otra…


P: ¿Qué recuerda de su trabajo con ellos en Aquellos días felices?

R: El recuerdo de vivir mi primer campamento de verano en mi vida. Jamás estuve en ninguno cuando era un niño (risas) Y me gusta el modo en que trabajan: te dirigen con mucha sensibilidad, pues te sientes muy libre en todo momento. Pero, de hecho, te están presionando sin que te des cuenta.


P: ¿Le sorprendió que le pidieran que interpretara a un médico en Tellement Proches?

R: De hecho, cuando volvieron a llamarme para realizar Aquellos días felices, me di cuenta de que eran unos tipos muy leales. Se generó entre nosotros una amistad muy sólida, y desde entonces no ha hecho sino crecer.


P: ¿Cuándo le hablaron por primera vez sobre Intocables?

R: Muy poco después de acabar el rodaje de Tellement proches. Me hablaron del documental acerca de Philippe Pozzo di Borgo y Abdel, y me dijeron que querían hacer un film de aquella historia. Sea lo que sea lo que me ofrezcan, siempre tengo la impresión de que les sigo. Así fue tras Aquellos días felices, y todavía más tras Tellement Proches…


P: ¿Y qué impresiones le proporcionó el visionado del documental?

R: Vi inmediatamente que podía hacer una película interesante, particularmente con el estilo, sensibilidad, precisión, humor ácido, y profundidad que Eric y Olivier aportan siempre a su trabajo. El maridaje podría ser realmente perfecto si lograban encontrar el equilibrio justo entre emoción y humor.


P: ¿Le convenció el guión inmediatamente?

R: Si. Al leerlo se me confirmó por completo mi primera impresión. Soy un devorador de sus escritos, con todo el humor que hay en ellos, humanidad y verdad. Y, con este tema tan peculiar, su estilo adquiere una dimensión adicional.


P: ¿Y cómo trabajó el papel de Driss?

R: Discutí con los directores en los primeros estadios. Luego tuvimos lo que ellos han bautizado como su “curso de integración”: un viaje a Mogadur con François Cluzet para encontrarnos con Philippe Pozzo di Borgo. Aquí es donde el equipo confluyó y unió fuerzas, cuando el encuentro tuvo lugar. Aquel fue el verdadero punto de partida de la película. Fue un tiempo verdaderamente increíble. Podíamos comunicarnos con mucha rapidez, y se forjó entre nosotros una relación muy sencilla. Pudimos conocer a Philippe Pozzo, un hombre de gran inteligencia, lleno de vida y humor, provisto de una mirada muy poderosa. Me impresionó mucho el afecto con que se refería a Abdel, la persona en la que se basa el personaje de Driss. El mismo modo en que pronunciaba el nombre del cuidador era extremadamente emotivo. Se hacía fácil percibir el fuerte lazo que les unía. Tras esta visita, todos nos sentimos responsables y bajo presión, debido al respeto que aquel hombre nos impuso. El único modo de respetar su historia pasaba por realizar el film más bello de que fuéramos capaces.


P: ¿Cómo construyó la relación con François Cluzet?

R: En realidad, antes de coincidir en esta película, no nos conocíamos: tan sólo nos habíamos cruzado. Y cuando supe que sería él quien encarnaría a Philippe, me sentí a la vez feliz y nervioso. Era algo de aprensión, sin que tengamos que exagerar, pero al instante noté en él el deseo de actuar conmigo, que era el mismo que el mío por actuar con él. Desde aquel momento, todo evolucionó entre nosotros con total naturalidad, más allá de las bienintencionadas miradas de Eric y Olivier, obviamente. Todas mis aprensiones se desvanecieron al instante. François es alguien muy abierto y muy generoso. Una vez que te ha abierto la puerta, ya no la vuelve a cerrar. Hubiera podido presionarme, diciéndome que tendría que poner toda la carne en el asador. Pero hizo exactamente lo opuesto. Me dijo al instante: “Hacemos esta película juntos. Lo que es importante de todo esto es qué pasa entre nosotros.” Me sentí valorado por su mirada y ánimos. Nos inspiramos mutuamente, y nos llevamos muy bien.


P: ¿Sintió inicialmente mayor aprensión que en sus dos películas previas con Eric and Olivier?

R: Al haber trabajado ya con ellos, me sentía más cómodo, y era lo mismo ante la idea de formar pareja, desde que trabajo en una ¡todo el año! Pero, sin embargo, Intocables se hacía especial a mis ojos. Eric y Olivier cada vez depositaban mayor confianza en mí, de tal modo que la presión crecía inevitablemente. Es mi deseo ser merecedor de la confianza que me tienen.


P: ¿Había gran margen en los diálogos para dar cabida a su modo de hablar y dicción?

R: Sí, y ése es otro motivo por el que me gusta trabajar con ellos tanto. Antes de rodar, lo establecimos todo muy bien mediante muchas lecturas del guión. Y luego, en el plató, siempre me daban libertad para probar cosas. Incluso apremian a sus actores para que lo hagan y entonces se las tienen con los resultados en el montaje. Nunca te sentías aprisionado. Incluso durante las tomas, puede que comiencen a hablar porque súbitamente han tenido otra idea. De hecho, durante el rodaje seguimos buscando la humanidad y la autenticidad que el tema demandaba, tratando de evitar el pathos y los chistes pesados.


P: ¿Cómo se dividen el trabajo Eric y Olivier?

R: En realidad, no existe ningún método. Ambos hablan a los actores y al equipo técnico. No podría decir quién hace qué. Pero lo hacen, y se complementan mutuamente. Se puede decir que su complicidad tiene larga historia.


P: Las primeras escenas del film muestran a Driss en su mundo, el de las viviendas públicas, un mundo que el cine a menudo tiene problemas para mostrarlo sin hacer una caricatura del mismo. ¿Qué opina del enfoque que dan los realizadores?

R: Esas escenas se hacen importantes para que conozcamos cuál es la procedencia de Driss. Y creo que para mí incluso son más importantes porque de ahí es de donde procedo yo mismo, también. Así que me siento responsable: si hablo de ello, debo hacerlo adecuadamente. Eric y Olivier saben eso. Al ofrecerme esta película, por fuerza tenían en mente esa idea. Creí en ellos: pienso que el cine francés jamás ha hablado de las viviendas públicas con tanta poesía y delicadeza. No fuerzan nada, sencillamente narran las cosas. Es neutral, aunque tiene mucha fuerza. Eric y Olivier no imponen jamás su punto de vista: sencillamente expresan en imágenes lo que han observado. Y soy consciente de que ésa es otra razón por la que me siento muy orgulloso de haber hecho Intocables.


P: ¿Habían algunas escenas que le asustaran?

R: Antes de rodar, temía la escena de la confesión de Driss, en la que comienza a confiar en Philippe. Se trataba de algo completamente nuevo para mí. También me inquietaba la escena con la frase clave “No a las armas, no al chocolate”. Me preguntaba de qué modo íbamos a hacer aquello en el plató. Debo confesar que experimenté una tensión extrema antes de rodarla. Aunque una vez que estuvimos rodando, todo fue como la seda. Llega un momento en que dejas de hacerte preguntas. Simplemente, dejas que la energía te lleve. Te sientes libre. Inmediatamente, sentimos que estábamos experimentando algo muy poderoso. Había una gran alegría por encontrarnos cada día. Aquello creó una atmósfera desenfadada que diluyó todas las preguntas que me había estado haciendo.


P: Hay una escena particularmente divertida en la que usted baila a los acordes de Earth, Wind and Fire. ¿Qué recuerda de esto?

R: Una cosa que tengo en común con Eric y Olivier es el amor por la música y la danza. Y esa particular escena es maravillosa porque viene después de que Philippe haya intentado introducir a Driss en la música clásica. De tal modo que es un intercambio: Driss quiere que Philippe escuche y comparta su música. No es tan estricto como Philippe pero, para él, cuerpo y danza son una misma cosa. De hecho, Driss baila para Philippe. De tal modo que tenía que ser tan agradable como fuera posible. Pero con Earth, Wind and Fire, ¡eso es fácil!


P: ¿Qué tipo de actor es usted?

R: Trabajo mucho por instinto. Reacciono más que actúo. Trato de hacer preguntas antes del rodaje porque sé que es demasiado tarde una vez que estamos en el plató, y ello me permite dejarme ir completamente. Sé que no tengo mucha técnica como actor, pero trabajo con una instructora brillante, Julie Vilmont, antes del rodaje. Me ha enseñado muchas cosas. Una vez tengo el guión y he hablado de él con los directores, me voy a ver a Julie para pedirle ayuda para lo que tengo que hacer. Este trabajo con ella me libera, disipa cualquier culpa que pueda sentir por no haber asistido a clases de arte dramático. Ya no me disculpo por estar allí.


P: ¿Cómo reaccionó al visionar la película completa?

R: Tras los primeros tres minutos --y para mí, esos minutos son realmente importantes--, me dejé llevar por la historia. De hecho, no había visto nada del metraje en el plató. En esta película, evité consultar las imágenes en video después de las tomas, para no salirme del personaje. Así las cosas, al ver el film, volví a tomar consciencia de que esta historia se nutría de la labor del equipo entero. Me siento muy orgulloso de esta película. Me sentí abrumado por la emoción que se registraba en los ojos de Philippe y François. Me llevó un buen rato volver a poner los pies en la tierra