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  Mi hijo y yo  (Le fils à Jo)
  Dirigida por Phillipe Guillard
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Entrevista con Philippe Guillard
Ex jugador de rugby, personaje del servicio de deportes de Canal+, donde realiza sketchs, anuncios y crónicas en diferido. Es también escritor y colabora realizando los guiones de las películas de Fabien Onteniente desde 2001. Mi hijo y yo es su primera película como autor-director.

P: ¿Cómo nació la película?

R: Cuando estaba escribiendo el guión de 3 zéros con Fabien Onteniente, en 2001, los productores de la película me pidieron un guión sobre el rugby. Como en esa época tenía un poco de morro, les dije que tenía una idea de película pero que también quería ser el director. En ese momento, también se creó un contacto con Gérard Lanvin. Le visité varias veces en La Baule. Me pareció que se parecía a mi Jo Canavaro. Y luego, un día, después de desayunar, le conté la historia. Dos horas después me llamó para decirme que quería hacer la película. Pero mis productores de aquella época se retiraron del proyecto por varios motivos. Pensé que había sido un sueño bonito y guardé mi guión en un cajón.


P: ¿Qué hada madrina le ha permitido rescatarlo?

R: Ha habido muchas. En primer lugar, Vincent Moscato, que me presentó a Olivier Marchal en 2005. Estaba metido a fondo en Asuntos pendientes, pero había leído Petits bruits de couloir y quería comprar los derechos para adaptarlo al teatro y convertirlo en un espectáculo de una sola persona.

Durante nuestra cena, aproveché para pasarle Mi hijo y yo. La historia le conmovió, y nos quedó pendiente hasta que en 2008, algo cansado de hacer cine negro, me llamó y me dijo que quería releer mi guión. Tres horas después de habérselo pasado, me llamó: quería realizarlo. Mientras tanto, durante la película Disco, nació una amistad con el productor Cyril Colbeau-Justin, el productor de Olivier desde siempre y que desde nuestra primera reunión me animó a realizar mi primer largometraje. La conexión entre todos estos "hermanos mayores" se dio así. Por fin iba a hacerse la película. Estaba tan feliz que iba abandonar mi sueño de llevarla yo mismo a la pantalla


P: ¿Qué hizo cambiar las cosas?

R: Una noche les conté a Olivier y a Cyril la génesis del proyecto, mi encuentro con Gérard y cómo veía la película. Entonces, Olivier me dijo: “tienes que dirigirla tú, si no te arrepentirás toda la vida. Nosotros la produciremos". Era medianoche, y pensé que empezaban los problemas.


P: El rugby ocupa un lugar importante, pero ¿lo considera el tema principal?

R: Se trata solamente de amor. El de un padre torpe que no comprende a su hijo, pero por el que siente una ternura infinita. Y también el amor fraternal de los chicos, sin familia, unidos y reunidos por el rugby.


P: ¿Cómo se preparó para dirigir su primer largometraje?

R: Como para un combate. Era consciente de que me encontraría en territorio desconocido. Por lo tanto, era necesario que, en las áreas que podía dominar, estuviera al máximo. Gracias al storyboard que hice yo solo encerrándome 15 horas al día en una habitación de hotel en Conques, y al trabajó de prerealización con el operador en jefe, sabía exactamente dónde pondría la cámara en cada escena, lo que me ha permitido distanciarme de la técnica durante el rodaje para estar más cerca de los actores. Lo necesitaba. Creo que casi nunca me he sentado en la silla que se me había asignado, la que lleva escrito "director". Me parecía que no me merecía ese título.


P: ¿Cuáles eran, para usted, las trampas que había que evitar?

R: Sobre todo no intentar contar esta historia integrándola en el contexto del rugby de alto nivel. A no ser que se cuente con los medios de Oliver Stone en Un domingo cualquiera, era un suicidio seguro. Al elegir rodar a los chicos, me deshacía de toda referencia cinematográfica, y le daba credibilidad al tema. No quería caer en el tópico del rugby como deporte del Oeste, casi en el mismo saco que el foie gras. Por eso los acentos son muy discretos. Aunque rodamos en el Tarn, también elegí un rincón que no regionaliza demasiado la historia, que parece el centro de Francia, para llegar a todo el mundo.


P: ¿Qué ha sido lo más difícil?

R: Encontrar a Tom. Hacía falta un chico que inspirase ternura y que mostrase una herida, ya que el personaje nunca ha conocido su madre. Nos tomamos nuestro tiempo, hicimos castings en Toulouse, en Montpellier y en París. Terminé seleccionando a cuatro chicos. Jérémie Duvall no era uno de ellos. Fue la directora de casting la que me aconsejó volver a verle. Cuando le pedí que me contasen el momento más hermoso y el más duro de su vida, tuve la sensación de que ese chico cargaba con un pasado, que tenía cierta densidad. Reía, lloraba. Era hermoso. Se parecía a Lanvin. Era lo que yo buscaba.


P: Las mujeres están en segundo plano. ¿Por qué?

R: Es cierto, pero no habría conseguido mi objetivo si las hubiese puesto en primer plano. Ponen de relieve la fragilidad de los hombres. Espero llegar al corazón de las mujeres a través de estos tipos un poco osos, tiernos, solos, perdidos. Es una historia de hombres para las mujeres que aman a los hombres.


P: ¿Hasta qué punto su pasado de jugador de rugby le ha ayudado en el rodaje?

R: El rugby y el cine son dos deportes colectivos. Dos tipos de aventuras humanas en las que la gente se embarca en un barco que hace un largo recorrido. Todos los miembros del equipo eran competentes, sólo tuve que hacerles trabajar juntos. Me preocupaba que todo el mundo estuviera contento de estar allí, que todo el mundo estuviera sonriente al llegar por la mañana y al marcharse por la noche.


P: ¿Cómo lo consiguió?

R: En el equipaje metí una pelota de rugby de la marca Gilbert, que también es el nombre de mi tío preferido, era una forma de tenerle cerca. Ese balón se convirtió nuestra mascota. No dejó de circular de mano en mano. Técnicos, actores, chicas y chicos ensayaban los pases cortos, los pases largos. Todo el mundo jugó, todo el mundo tocó el balón. Formamos un gran equipo de rugby de 50 personas...


P: ¿Es una película autobiográfica?

R: Nunca he tenido ese tipo de relación ni con mi padre, ni con mi hijo, que juega a fútbol. Pero un día, acompañándole a un partido presencié una escena a la vez patética y cómica en la que un padre se dedicaba a regañar a su hijo, portero, porque había cometido un error imperdonable. Ahí estaba mi tema. Tom desespera a Jo porque no es bueno en un deporte en el que él, y su padre antes de él, habían sido de los mejores. El rugby es un deporte de familia, donde se pasa el balón de una generación a otra. Los hijos de las estrellas del fútbol no juegan con su padre, en el rugby, sí.


P: Esta película respira nostalgia. ¿Es también una característica de los jugadores de rugby?

R: Siempre va con nosotros. Se trata de la ocasión de recordar que lo que somos se sostiene únicamente por lo que hemos sido. Pero yo en concreto soy de una naturaleza particularmente nostálgica. El futuro no me emociona, ni siquiera sé si voy a estar. En casa tengo cajas llenas de nostalgia. Lo guardo todo. Los billetes de metro, las agendas, hasta las cintas del contestador automático desde 1984 a 1990, cuando jugaba en el Racing. Cuando vuelvo escuchar los mensajes, las voces, toda esa juventud loca me vuelve directamente a la cabeza, revivo ese pasado en directo.


P: ¿Se da cuenta de que esta primera película le da un punto en común con Clint Eastwood?

R: Con la gran diferencia de que él cuenta con varios Oscars. Yo tengo solamente un Gérard. Que tampoco está tan mal.

Bio.
1961. Nace el 13 de mayo en Abymes, en Guadalupe, donde su padre es gendarme.
1982. Primer partido con los colores del Racing rugby en posición tres cuartos ala.
1990. Campeón de Francia con pajarita rosa.
Campeón de Francia de rugby, con pajarita rosa.
Publica su primer libro, Pourquoi c’est comment l’amour? (Éditions du Franc-dire)
1993. Entra en el servicio de deportes de Canal +. Corresponsal sobre el terreno en los directos de los partidos de rugby, destaca por sus sketchs (El gesto técnico, El pequeño diario del partido), sus anuncios y sus crónicas en diferido (durante los Juegos Olímpicos y las Copas del Mundo de fútbol y rugby).
1999. Publica Petits bruits de couloir (Éditions de La table ronde). Gran premio de la literatura deportiva y premio Sport scriptum. Fabien Onteniente se fija en él.
2002. Se estrena 3 zéros, de la que coescribe el guión y los diálogos. Desde entonces ha trabajado en todas la películas de Fabien Onteniente : People (2004), Disco (2006), Camping 1(2008) y Camping 2 (2010).
2010. Actualmente trabaja en el guión de Turf (título provisional) con Fabien Onteniente y Manu Booz, producida por Alain Chabat.


Gérard Lanvin es Jo Canavaro
Ex-dios del estadio del Rugby club de Doumiac, Jo Canavaro ha puesto su vida entre paréntesis desde la muerte de su mujer. Su única alegría es su hijo, al que quiere convertir en un pequeño príncipe del rugby.

P: ¿Qué le sedujo de esta historia?

R: En primer lugar, poder cumplir un compromiso. Entre 3 zéros y Camping 1, Philippe vino a verme a La Baule y me habló de su interés por hacer una película que hablase del universo del rugby, pero sobre todo de un padre que no ha entendido que criar a un niño es ayudarle a convertirse en lo que es, no en lo que uno quiere que sea, o sea, estar atento y escuchar, eso es el amor. Había visto por su trabajo en las películas de Onteniente que tenía una hermosa sensibilidad. Por lo tanto le dije que claro. No había otra respuesta posible.


P: ¿Fue una elección entre caballeros?

R: Exactamente. Con Philippe, compartimos los mismos valores de vida que consisten en el sentido de la fidelidad, de la amistad, del respeto a los demás también. Todos somos eslabones de una cadena y lo sabemos. Las personas que han aprendido eso se reconocen enseguida.


P: ¿Es herencia de sus años de rugby?

R: Entre otras cosas. Jugué 10 años. Era tres cuartos ala, como Philippe. Primero casi siete años en Franconville, el barrio del 95, luego tres años en un club esponsorizado por las Galerías Lafayette. En aquella época jugábamos en campos con muchos socavones, y los equipos eran muy irregulares. En ocasiones me tocó jugar, entre los 12 y los 18 años, contra tipos de 20 o 30 años, ya se puede imaginar las tundas que nos metían. Pero todos los miércoles me encontraba con mis amigos en el entreno con la misma alegría en el corazón. A pesar del frío, del barro, a veces del dolor, guardo recuerdos de algunos momentos de gracia, vividos en común sobre el terreno de juego primero y luego fuera. Philippe y yo teníamos ganas de evocar ese universo. Su primera película tenía que tratar de eso.


P: ¿Intervino en el guión?

R: Lo hago solamente cuando puedo aportar algo constructivo, para intentar darle densidad al personaje, para darle un plus de verosimilitud. A veces la lectura de un guión provoca deseos, palabras. A medida que Philippe avanzaba con el texto y los diálogos, lo hablábamos. Mi papel con él ha sido sobre todo llamarle regularmente, para saber cómo estaba y para apoyarle en ese trabajo solitario, largo, a veces doloroso, que es la escritura.


P: ¿Cómo resumiría la película?

R: No es una película divertida, es una película con la que se ríe. No es una película triste, es una película con la que se llora. Es una historia emocionante, que me ha recordado muchísimo a Billy Elliot, una película que me encanta, como todo el cine inglés, por otra parte. Tenemos el mismo esquema, con un chico que va obligar a su padre a cuestionarse sus valores.

Jérémie Duvall ha sabido llevarlo muy bien. Ya tiene la capacidad de interpretar cara a cara con un compañero, de sostener ese diálogo necesario que dar toda su eficacia, su naturalidad en la interpretación. Lo ha comprendido instintivamente y por eso es un pequeño actor genial. Solamente compartiendo con los demás se es bueno en la pantalla. Ese placer atraviesa la película y nos ha llegado a todos. Pienso sobre todo en Vincent, que tenía un reto muy importante. El papel que le ha escrito Philippe era complicado. Pero con sus experiencias, con el sentido de lo colectivo que le ha dado el rugby, es un gran Pompón, y un verdadero camarada de juego, atento y generoso.


P: ¿Qué hace falta para ser un buen jugador de rugby en el cine?

R: No hace falta llegar pavoneándose. Simplemente hay que estar allí. Son los demás, los compañeros, los que te dan credibilidad. Pero no es una película sobre jugadores de rugby, es sobre todo la historia de una familia en la que interpreto a un padre algo rígido mentalmente, pero también frágil. Mi trabajo ha sido interpretar a alguien que se equivoca, y sobre todo evitar convertirlo en un paleto. Es un tipo antiguo, no muy exigente, que se contenta con lo que tiene, que no se mueve porque no siente la necesidad, ni la obligación ni las ganas. Es una especie de conservador contemplativo. Será necesario que se revele su hijo, y la llegada desestabilizante de una mujer, para obligarle a salir de su madriguera.


P: ¿Qué caracteriza a Jo Canavaro en su relación con las mujeres?

R: Jo es asexual desde que murió su mujer. Murió en un accidente de coche justo después de una discusión. Es inhumano vivir con eso. Luego siente un sentimiento de culpabilidad asfixiante. Por lo tanto se ha acostumbrado a vivir encerrado en sus emociones. En su dolor. Luego está su hijo. ¿Cómo meter a una mujer en el pequeño círculo que han creado? Para él es más sencillo estar solo. Además no siente ninguna frustración sentimental. Ha perdido toda noción de lo que pueden compartir un hombre y una mujer. La hermosa Alice Hamilton (Karina Lombard) provoca en primera instancia un recelo. Representa un riesgo. El de una conmoción íntima para la que no se siente necesariamente preparado.


P: Es la antítesis de su mejor amigo, el Chino…

R: Y por eso son tan cómplices. En la misma medida en que Jo está replegado sobre sí mismo, el Chino es expansivo. Al volver a Doumiac después de 10 años de Nueva Zelanda, trae con él algo de alegría, de locura, que comunica a los demás. La gente del rugby funciona con el dolor del esfuerzo y luego con la felicidad de la vida y los sentimientos. Eso se produce también fuera del plató. Vivimos dos meses y medio disfrutando de interpretar de día, y de rehacer el mundo al llegar la noche, siendo 8, 10, o más alrededor de la mesa cenando, con la ayuda, hay que decirlo, de algunas botellas. Creo que al final habíamos llegado a las mil...


P: ¿En qué se basa su complicidad manifiesta en pantalla con Olivier Marchal ?

R: En nuestra reconciliación. Olivier y yo nos peleamos hace 20 años. Se remonta a la época en la que, habiéndome echado de nuevo el cine, rodaba una serie de televisión de baja categoría para dar de comer a mi familia. Él todavía hacía películas policíacas, pero llevaba guiones regularmente a Hamster Production. Me dieron a leer uno. Dije que era una mierda. Lo supo y se lo tomó mal. Normal. Cuando se presentó Mi hijo y yo teníamos que hablarnos porque íbamos a rodar juntos. Nos vimos, hablamos, y ya no nos hemos separado (acaban de rodar juntos Les lyonnais). A él le parece que hemos perdido 20 años. Pero yo creo que hasta ahora no estábamos listos. Ahora él tiene 50 años, yo 60, y sin embargo tenemos todo el tiempo para reencontrarnos y ser fieles a ese reencuentro.


P: Jérémie Duvall es Tom Canavaro.

R: Tom Canavaro es un chico tímido, serio, sin problemas. Pero tiene 14 años y siempre hay un motivo de rebelión para enfrentarse a la autoridad paterna. Para Tom, será el rugby.


P: ¿Qué te ha gustado del papel?

R: En ciertas cosas me parezco a Tom. Tiene como yo una edad en la que intenta imponerse a sus padres. Un padre que sueña con ver a su hijo seguir su estela es común en todos los ambientes, y a menudo crea tensiones. Todos los chicos pueden reconocerse en la escena en la que me saltan los plomos ante Gérard gritándole que me importa un bledo el rugby, y que nunca llevaré su camiseta.


P: ¿Crees que Jo es duro con Tom?

R: No tanto como duro, a pesar de todo se cuestiona y deja que elija su hijo. Está lleno de ternura, es torpe pero se entiende: tiene que ser a la vez el padre y la madre de Tom, lo que no se le hace fácil. Es una película para que vayan a verla los padres con sus hijos, ofrece una buena oportunidad para reconciliarse.


P: ¿Cómo ves el papel de las mujeres en esta película de hombres?

R: ¡Son súper importantes! Sin ellas no han desequilibrios, ni tampoco amor en la historia. Ellas expresan sus sentimientos. Los tíos prefieren esconderlos. Creo que les puede gustar a las espectadoras que vean la película porque recuerda un poco a El corazón de los hombres, pero con los valores del rugby.


P: ¿Conocías este deporte antes de rodar?

R: Yo soy más bien de fútbol con los compañeros los sábados, y también juego a tenis y a ping-pong. No había jugado nunca a rugby. Tomé clases particulares con un compañero de Philippe, un ex jugador del Racing, Philippe Daubas. Me enseñó los movimientos básicos y los valores.


P: ¿Cuales son esos valores?

R: Da la impresión de que es violento, pero en realidad los placajes raramente son duros, al contrario que en el fútbol en el que los tíos tienden a entrar para cargarse al adversario. El rugby es un deporte de contacto pero sobre todo de colegas, hay alegría, se comparte, hay buen espíritu. Por eso mi madre me dejó seguir jugando después del rodaje. ¡Tuve que negociar menos para eso que para volver a apuntarme a fútbol! Este año tengo la selectividad, así que lo he dejado, pero sigo siendo fan.


P: ¿De qué equipo eres?

R: Del Racing Métro. ¡Soy un niño del 92!


P: ¿Es difícil aprender en dos meses y medio?

R: Hay ciertos movimientos que no son evidentes, como por ejemplo algunos pases. Hay que practicar mucho para que salgan bien. Para los placajes, en dos meses no he tenido tiempo de formarme los hombros. En la imagen, por lo tanto, se ve a mi doble, un tipo muy simpático del club de rugby de Gaillac, que lo hace. Lo mismo en los drops y los penalties, pero todavía hoy me molesta no haberlos jugado yo. Fuera del rodaje me salían muy bien, pero a la que decían "acción" ya no me salía.


P: ¿Cómo fueron los dos meses y medio de rodaje?

R: Nos dimos unos buenos hartones de reír todos juntos. Para mí también ha sido toda una experiencia porque, a los 15 años y medio, era la primera vez que estaba al tanto tiempo lejos de mis padres. Volví un poco más duro. Estuve en casa de una familia muy amable. Y también estaba Philippe. Hablamos mucho, vivimos momentos muy fuertes y al final fue muy duro separarnos.


P: ¿Qué recuerdos guardas?

R: Todavía me sé la letra del hakka (el baile guerrero que ejecutan los All Blacks antes de cada partido) y aún me acuerdo de Darren Adams haciéndolo para nosotros. Aunque estuviera solo, era tan impresionante que daban ganas de esconderse. Pero mi mejor recuerdo es con Gérard. Tuve el privilegio de darle tortas de verdad. Y no creo que seamos muchos los que podemos afirmarlo.


P: A parte de eso, ¿os habéis llevado bien?

R: Sí, desde nuestra primera sesión de trabajo en París, en el hotel Intercontinental. Cuando se abrieron las puertas del ascensor y apareció él, no pude evitar esconderme detrás de mi padre. Era la primera estrella francesa que conocía. Enseguida me dijo que mis ensayos le habían parecido buenos y de repente eso me dio confianza. Luego nos pusimos a trabajar en escena. Y, de entrada, ya no éramos Gérard y Jérémie, sinó Jo y Tom.


Reparto artístico
Gérard Lanvin - Jo Canavaro
Olivier Marchal - Le Chinois
Vincent Moscato - Pompon
Jérémie Duvall - Tom Canavaro
Karina Lombard - Alice Hamilton
Abbès Zahmani - Le Boulon
Pierre Laplace - Frontignan
Lionnel Astier - Bernard
Laurent Olmedo - Francois
Darren Adams - Jonah Tukalo
Sofiane Bettahar - Bouboule
Grace Hancock - Fanny