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  Thérèse D  (Thérèse Desqueyroux)
  Dirigida por Claude Miller
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SECCIÓN OFICIAL (Fuera de competición)-CLAUSURA en el Festival de Cannes 2012.


Entrevista con Claude Miller

P: ¿Cómo surgió THÉRÈSE D.?

R: Después de realizar dos o tres películas cada uno por su lado, Yves Marmion, que ya había producido mi película Un secret, a partir de la novela de Philippe Grimbert, tenía ganas de que hiciéramos algo de Mauriac. Había pensado en Los desiertos del amor, pero no era una novela que me apasionara. Me parecía anticuada y la trama no me interesaba. Sin embargo, de estudiante me había marcado otra novela, Thérèse Desqueyroux. Volví a leerla. Y encontré en ella todo lo que me gusta del cine: cierta ambigüedad que exige un esfuerzo al espectador para entrar en la historia. Pero antes de considerar la adaptación, debía pensar en la actriz que pudiera interpretar a Thérèse. Jacqueline, mi diseñadora de vestuario habitual, recopiló una serie de fotos para que viese cómo vestían en la época, y en medio de la documentación había una realmente extraordinaria de Audrey. Era exactamente como imaginaba a Thérèse.


P: Las mujeres han dado impulso a muchas de sus películas.

R: Para mí, hacer cine significa filmar a personas lo suficientemente misteriosas como para despertar la curiosidad y seducir, aunque hagan cosas que no deberían; es una cuestión de erotismo. Creo que filmar a mujeres tiene que ver con el erotismo. Los hombres me interesan menos, quizá porque creo conocerlos mejor.


P: Ha conseguido rodear de misterio al personaje de Thérèse. A pesar del volcán que lleva dentro, su apariencia impasible sorprende.

R: Era la mejor manera de comunicar la tragedia que vive. Thérèse cree que las cosas no deberían ser tal como son, y para cambiarlas, envenena a su marido. Las convenciones en que ha sido educada la empujan a cometer un contrasentido enorme, hasta el punto de arriesgarse a comparecer ante la justicia. Hay una vertiente Georges Simenon que me gusta mucho.


P: Su vida es aún más trágica porque, desde muy joven, está convencida de ciertas cosas. Cree que será feliz casándose con Bernard Desqueyroux: “Me casaré, me aclarará las ideas, he escogido la tranquilidad”, le dice a Anne, su futura cuñada. Tiene ideas locas pero decide reprimirlas.

R: Es la hija de un padre radical; ha leído bastante. No se habla mucho de eso, pero la sociedad de la época estaba claramente dividida entre los de izquierdas, algunos con mucho dinero, pertenecientes a la alta burguesía, como la familia de Thérèse, y los de derechas.


P: Su intensidad y libertad de pensamiento se ven animados por su tía Clara, una mujer que nunca se casó.

R: Desde luego, la tía Clara representa algo importante para Thérèse. No debió aceptar las bodas concertadas que le proponían y prefirió quedarse sola en la casa familiar.


P: Las pulsiones de Thérèse no salen realmente a la luz hasta que conoce a Jean Azevedo, interpretado por Stanley Weber, y descubre que tiene una relación con su cuñada. Es apuesto, rico, culto y judío, por lo que está mal visto por la burguesía; lo tiene todo para despertar la revuelta latente que bulle en Thérèse.

R: Aparece en un marco de esplendor visual diseñado a propósito, claro: el lugar, el barco, la vela roja, la música…


P: Hay una gran dosis de sensualidad entre Thérèse y Jean.

R: Pero sus intercambios son bastante teóricos. El hecho de que Thérère estuviese embarazada nos planteó cierto problema a la coguionista y a mí. En la época, el deseo no entraba en escena cuando una mujer estaba en estado, intentaba esconderlo.


P: De hecho, cuando Thérèse está embarazada pierde su individualidad, ella misma lo dice: “A los ojos de mi marido, solo cuenta el fruto de mis entrañas”.

R: Esta cita, sacada directamente de la novela, es tan esclarecedora como conmovedora. Ella pronuncia esta frase en un marco ajardinado que recuerda la juventud bucólica de la pareja; para ellos dos, esa época ya pasó a la historia.


P: Thérèse carece de instinto materno.

R: ¿Se puede querer a un hijo si no se ama al hombre con el que se ha hecho? Es un tema interesante, sobre todo en lo que se refiere a las mujeres. Thérèse se enfrenta al problema. Pero lo que le disgusta y la hiere es cómo la trata Bernard con relación al bebé.


P: En 1927, la novela de François Mauriac levantó polémica. Usted absuelve totalmente a la heroína.

R: Sí, su marido la perdona. Ella misma se lo dice a su padre: No hay víctima, por lo tanto, no hay crimen. El comentario no carece de lógica.


P: ¿Cómo se dirige a Audrey Tautou?

R: En mi opinión, no se dirige a los grandes actores. Ellos proponen, y en el 90 por ciento de los casos atinan. No sé cómo explicarlo. Tiene que ver con el guión, el tema, el personaje. Hay una forma de trabajar para cada actor. Con Audrey fue realmente mágico. ¿Cómo se lo diría? Quizá simplemente consiguió alcanzar, incluso antes que los demás, el tono que me gustaba, el que había imaginado para el personaje.


P: ¿Volvió a ver la adaptación que realizó Georges Franju en 1962 antes de empezar a escribir el guión?

R: No, aunque Franju forma parte de mis “admiraciones” de estudiante, pero no quise volver a verla, soy muy influenciable. Me quedo con el recuerdo de una muy buena película, muy respetuosa con la estructura del libro de François Mauriac.


P: Usted, al contrario, la ha invertido.

R: La novela de Mauriac empieza a partir del momento en que se pronuncia el sobreseimiento de la causa de Thérèse y procede a partir de flash-backs: Thérèse sigue el hilo de sus recuerdos desde la noche que sale de los juzgados. No quería construir la película de este modo. Actualmente, la estructura en flash-back es típica del telefilm del sábado noche. La historia podía contarse de forma lineal, incluso cobraba fuerza. Contada así, nos acercamos más a Thérèse.


P: Se ha tomado más libertades. Bernard Desqueyroux, el marido, es mucho más generoso con Thérèse.

R: En la novela es más brutal, más rudo, más duro, más unido a los valores de la familia. Si le hubiera dejado tal cual, Thérèse habría perdido parte de su misterio: envenenarle podría parecer incluso justificado. Pero ahora no está tan claro. Hay suspense, un suspense noble, al estilo Hitchcock.


P: Ha convertido a Desqueyroux en un hipocondríaco, le ha hecho más frágil y, de paso, más entrañable.

R: Está enfermo, está en la cama, no tiene nada de atractivo, suda, vomita. Para que yo sienta empatía por un hombre, tiene que pasarlo muy mal.


P: Gilles Lellouche está increíble en el papel de Bernard Desqueyroux.

R: Nos conocimos de un modo curioso. Me invitaron para ser miembro del jurado en el Festival de Marrakech. A la ida, mientras facturábamos, Gilles estaba en la cola delante de mí. Le observé durante casi media hora, y justo antes de embarcar, en un gesto instintivo, le ofrecí el guión. En Marrakech casi no nos vimos. Había muchas fiestas, pero no estábamos en el mismo grupo. Me llamó a la vuelta, quería hacer el papel. ¿Quién más habría podido ser Bernard? Gilles interpreta a la perfección la rigidez de este hombre criado en el corsé familiar, sin por eso impedir que se filtre todo el amor que siente por su esposa. También él es una víctima. Pero la vida no permite que ni él ni ella la engañen.


P: La verdadera culpable es la burguesía.

R: El poder de la parentela, esa cárcel hipócrita, hace que todos estén encerrados en celdas que ellos mismos cierran desde hace generaciones. Se les educa así. Y a pesar de lo que hace, Thérèse sigue las convenciones establecidas.


P: Hay una escena soberbia, la del sueño en la que Thérèse, en camisón, fuma un cigarrillo mientras las llamas causan estragos en la propiedad de los Desqueyroux.

R: Filmé la escena de modo onírico, pero espero que no haya un malentendido. En ningún momento debe pensarse que Thérèse es responsable del incendio. Es posible que la ambigüedad de la escena no sea necesaria, pero me gusta y no la aclararía por nada del mundo. Como cuando se tira del tren, al regresar de Baden Baden. Thérèse es una mujer que siempre mantiene el control sobre sí misma, nunca deja rienda suelta a la violencia que lleva dentro. Excepto cuando sueña.


P: Es una película luminosa.

R: Bernard Desqueyroux le abre la jaula de oro y le dice: “Arréglatelas”. Es un auténtico gesto de amor. Creo que siempre ha estado enamorado de su mujer. Me gusta este final, es un final valiente. Hice más o menos lo mismo en La pequeña ladrona. Estaba embarazada y se iba hacia su destino. Es posible que Thérèse se sintiese aún más feliz que la joven ladrona. No hay momentos más bellos que cuando se recobra la libertad y se perdona al otro. Se perdonan mutuamente. Es mi primera película con final feliz.


P: En los papeles secundarios, Catherine Arditi interpreta a la Sra. Desqueyroux madre, e Isabelle Sadoyan a la tía Clara, ambas son excepcionales.

R: Pensé en Catherine Arditi desde el principio y vi a Isabelle en la obra de teatro “Conversaciones con mi madre”, dirigida por Didier Bezace. Solo ella podía ser la tía Clara. También me gusta mucho Francis Perrin en el papel de Laroque.


P: Háblenos de Anaïs Demoustier, impecable en el papel de Anne, y de Stanley Weber, que da vida a Jean.

R: Soy como cualquier otro realizador. En cuanto veo una película con alguien como Anaïs Demoustier, por ejemplo, pienso: “Lo que hace es genial”, y anoto su nombre. Tengo dos cuadernos, uno para las actrices, otro para los actores. Cuando no estoy seguro, busco en los cuadernos.


P: Sus películas suelen comunicar una sensación de tristeza, esta sobre todo.

R: El hecho de estar enfermo, y ya lo estaba cuando rodé, debió añadir un toque melancólico. No estaba en plena forma y algo se nota. No digo que lo trasladara al plató, porque fue un rodaje agradable con gente alegre, pero digamos que yo no era el más alegre de todos. No sabía si debería ingresar en el hospital nada más acabar la película y me preocupaba.


P: ¿Cambió algo su forma de rodar?

R: No cambió mi forma de trabajar, no me impidió hacer lo que se debe, pero me comunicó una especie de libertad. Me sentía menos obsesionado e inquieto que de costumbre porque me pasaba algo mucho más grave que una película. Lo digo en serio.


P: Ha rodado diecisiete películas, y de ellas solo dos a partir de guiones originales.

R: Sí, una película representa tres o cuatro años de mi vida y quiero consagrar esos años a algo que realmente me guste. Soy demasiado autocrítico. En cuanto escribo algo, pienso: “Vaya mierda”. Tratándose de Mauriac, tengo una garantía mínima de calidad.


Entrevista con Audrey Tautou

P: Claude Miller dice que no habría desarrollado el guión de THÉRÈSE D. si no hubiera aceptado el papel.

R: Me mandó la novela muy al principio y me preguntó si me interesaba el personaje. Obviamente, me entusiasmé. Thérèse es un papel soñado, algo totalmente diferente de lo que me habían ofrecido siempre. Claude y yo nos conocimos hace unos diez años para una película suya, pero no me dio el papel. Me propuso otro un tiempo después y yo no estaba libre. Por fin llegó Thérèse.


P: Interpreta a una mujer dura, misteriosa, que no se parece en absoluto a lo que ha hecho hasta ahora.

R: Thérèse es una mujer muy cerebral. Habla poco. Nadie se entrega en esa familia. Mientras la interpretaba, me preguntaba constantemente lo que pensaría en este preciso momento. Su recorrido interior era para mí tan importante como el texto que debía aprenderme. Durante el rodaje, no me permití ni la más mínima improvisación; siempre supe exactamente en qué punto estaba su tumulto interior. Thérèse habla dos idiomas: el que oímos todos y el que no puede expresar. Al no hablar, mantiene un diálogo constante consigo misma.


P: Desde luego, refleja magníficamente el tumulto interior del personaje.

R: Aparte de los diálogos del guión, redacté para cada escena algunos elementos de su diálogo interior. Imaginé en qué medida la irritaba Bernard, la familia, y las palabras que realmente le hubiera gustado pronunciar.


P: ¿Habló con Claude Miller de estos textos imaginarios?

R: Es curioso, pero no. Sin embargo, cuando tenía dudas acerca de la postura de Thérèse, lo hablaba con él. Por ejemplo, cuando Thérèse va a ver a Bernard justo antes del comienzo del juicio, y él le pregunta si ha preparado su defensa y le contesta que no, me preguntaba en qué estado mental podía estar. ¿Se sentía culpable? Claude se limitó a decirme: “Tiene orgullo”. Todavía veo la anotación que hizo en el margen del guión: “No hay compasión para los imbéciles”.


P: Es una escena de gran belleza.

R: Sí, por primera vez no se habla de banalidades. No se mencionan las tierras, la comida o el tiempo. Por fin surge una complicidad, una verdad y una intimidad en su relación, cuando debería ser lo contrario. Es el cine de Claude Miller, plasma la vida en toda su complejidad sin nunca caer en tópicos. No hay personajes solo ingenuos o sencillos, buenos o malos. Ofrece al espectador la posibilidad de pensar, confía en su inteligencia.


P: ¿Cómo la dirigió?

R: Su mirada es de una precisión increíble. Descubría inmediatamente todo lo que podía proponerle; llegué a tener la impresión de qué estaba dentro de mi cabeza. No se le escapaba nada. Le consultaba por si quería que acentuara un sentimiento para que fuera más explícito, pero nunca fue necesario. Para él todo estaba claro. Veía a Thérèse con los mismos ojos que yo, pero tardé unos días en entenderlo. Sinceramente, tenía una idea totalmente diferente de su trabajo con los actores. Nos dirigió de una forma algo misteriosa.


P: Claude Miller dice que a un gran actor no se le dan indicaciones.

R: Es verdad que da muy pocas indicaciones. Eso me desestabilizó un poco al principio del rodaje. Me decía, riendo: “Quizá no soy bastante exigente”. Es un hombre y un realizador particular, muy agudo y sensible. Al cabo de cinco minutos de hablar con él, tuve la sensación de que sabía más acerca de mí misma que yo en 35 años de vida. Me pasó un poco lo mismo con Stephen Frears cuando rodé Negocios ocultos. Son personas que se interesan por los demás, que los quieren y respetan. Durante el rodaje de THÉRÈSE D., Claude nos dio una lección de vida. Tiene una paciencia y una amabilidad poco comunes. Cuando se ve la película – magnífica, implacable – parece imposible haber realizado una obra semejante con tanta sencillez.


P: Volvamos al personaje de Thérèse.

R: Es una mujer culta. Sus lecturas le han abierto otras ventanas al mundo. Tiene muchas ganas de ser libre, pero se adapta a las imposiciones de su clase social. Está llena de contradicciones, sus pensamientos se atropellan. Cuando decide casarse, Thérèse espera sinceramente liberarse y acallar todo lo que le molesta. Pero su boda no la ayuda, al contrario. Cuando se da cuenta de que su cuñada Anne podría dejarlo todo para irse con Jean Azevedo y escapar de la cárcel familiar, Bernard se convierte en la encarnación de su desgracia. Acaba por envenenarle. Me gusta que nunca adopte la posición de víctima. Incluso cuando la encierran, cuando pasa de estar detrás de los barrotes de la familia a barrotes de verdad, no se compadece de sí misma. Ahora la vida la deja indiferente.


P: Es una resistente.

R: Bueno, sí y no. También hay una vertiente provocadora. La escena en que su familia la obliga a bajar de su habitación, donde se ha recluido para recibir a Anne y a su prometido, lo demuestra. Accede sabiendo que su presencia será el reflejo de la monstruosidad de su entorno. Piensa para sí: “¿Queréis que os haga el juego? Muy bien, pero si supierais cómo os desprecio…”


P: Consigue comunicar su dolor de modo casi orgánico.

R: Intenté darle un ritmo particular, diferente al de los demás. Solo ella vive controlando un cerebro en ebullición constante. Y cuando más tiempo pasa, más se distancia y se convierte en espectadora. Por eso imaginé que sería más lenta, como si siempre debiera esforzarse en no explotar.


Entrevista con Gilles Lellouche

P: En trece años de carrera, es su primer papel dramático.

R: Jacques Maillot ya me había dado un papel dramático en Un singe sur le dos, una película para Arte. Claude me ofreció otra oportunidad, una mucho mayor porque no abundan personajes tan bellos y complejos como el de Bernard.


P: ¿Por qué cree que nadie le ha imaginado antes en un registro similar?

R: No lo sé. Aunque avance con gran libertad en mi profesión y tenga ganas de romper las certezas que se tienen acerca de mi trabajo, no puedo ir contra ciertas ideas. Claude Miller tuvo la audacia de hacerlo. Soy consciente de que su elección no era obvia para todo el mundo.


P: Cuando habla de cómo se conocieron en el Festival de Marrakech, dice que se sintió intimidado a la hora de darle el guión.

R: Es el mundo al revés, pero Claude tiene un gran pudor. Es un monstruo del cine, cualquier actor estaría encantado de que le propusiera un papel, pero él se disculpa por hacerlo. Recuerdo perfectamente este primer encuentro, sencillo, afectuoso. La idea de rodar con un director como él casi me hace perder la cabeza.


P: ¿Conocía la novela de François Mauriac?

R: La había leído en el instituto. Volví a leerla y a redescubrirla. Claude me había avisado de que la construcción era diferente de la que él y su coguionista Natalie Carter habían escogido. Me explicó por qué habían decidido tratar la historia de una forma lineal y no a partir de flash-backs como en la obra literaria. Insistió mucho en el hecho de que habían permanecido fieles al espíritu de la novela, sobre todo a los diálogos. Quería que me sumergiese en el texto. Leer Thérèse Desqueyroux me aportó muchísimo. Mauriac describe los personajes con una precisión casi quirúrgica.


P: En la película, Bernard Desqueyroux es mucho más humano que en el libro.

R: Claude y yo compartíamos nuestra visión de Bernard y también sus preguntas. No queríamos que fuera un perfecto gilipollas ni que se limitara al personaje del burgués ahogado por las convenciones. Pero tampoco debía ser capaz de escapar de la autoridad materna. Bernard es ante todo un enamorado. Si se lee entre líneas, es lo que se ve.


P: Un enamorado que nunca llega a declararse.

R: No consigue abrirse a los demás. La última escena de la película me conmueve especialmente, cuando lleva a Thérèse a París. Le hace preguntas, le gustaría entender a su mujer, hablarle. Está loco por ella, siempre lo ha estado, pero se limita a decirle que ha pagado la cuenta. Me entran ganas de llorar pensando en esta escena. Me ayudó mucho para construir el personaje, contiene toda la psicología de Bernard.


P: Comunica a la perfección su impotencia para escapar del yugo familiar.

R: Es un tipo que no está a la altura, no está completo, y es consciente de sus limitaciones. Adopta aires de falso patriarca; por ejemplo, cuando su hermana Anne se fuga y va a buscarla, le da un tirón de pelo. Pero Bernard no asusta a nadie. Solo entiende la horrible situación en que se encuentran todos cuando ve la extrema delgadez de Thérèse después de la reclusión que le ha impuesto la familia. Solo entonces consigue madurar. Durante el rodaje, Claude y yo teníamos mucho cuidado para saber de qué Bernard hablábamos, del patán atontado que solo tiene ganas de salir de caza con sus perros, del burgués, del enamorado… Cada vez había que añadir unas pinceladas. Bernard puede ser un hombre terrible. Cuando Thérèse le observa durante la procesión, entendemos la frialdad que siente por su marido.


P: La película, al igual que la novela de Mauriac, dice mucho de la burguesía de la época.

R: La vida provinciana era horrible. Claude no se cortó y usó una ametralladora, disfruté mucho.


P: No había trabajado con Audrey Tautou.

R: Nos dimos cuenta inmediatamente de que nos habíamos embarcado en una aventura poco habitual. Estábamos entusiasmados, no queríamos defraudar a nadie. Durante el rodaje, quedábamos cada noche, cenábamos, hablábamos. Audrey está soberbia en el papel de Thérèse; comunica una dureza, una oscuridad y una profundidad hasta ahora desconocidas.


P: Es la primera vez que rueda una película de época.

R: Es una sensación fascinante. Recuperé el placer del espectador que sigo siendo al encontrarme entre coches antiguos, trajes y sombreros de otra época. Es un placer algo infantil que da otra dimensión a la interpretación.


P: Háblenos del rodaje.

R: Fue un ambiente muy concentrado y a la vez muy relajado. Todos estábamos cerca de Claude; sabíamos que estaba enfermo y nos dábamos cuenta de lo bien que le sentaba la película. Rodábamos a 90 kilómetros de Burdeos, pero él debía ir a la ciudad cada mañana para una sesión de radioterapia. Aun así, siempre nos enviaba un pequeño mensaje. Fue un rodaje con una gran carga humana.


P: ¿Cómo le dirigió Claude Miller?

R: Como cualquier gran director, Claude no impone nada, aunque en realidad no hay nada que no esté impuesto por él. Claude siente un amor desmesurado por los actores. Se acerca, dice algo bajito. Nunca habla en voz alta delante de los demás. Me ha dicho frases que no olvidaré nunca, cosas muy sencillas.


Críticas
La película perfecta para cualquiera que le guste un drama de época impecablemente rodado y magníficamente interpretado. BIRMINGHAM MAIL

Tan sofocante como una casa cerrada, la adaptación de Claude Miller de la novela es un precioso y comedido epitafio. EMPIRE MAGAZINE

Claude Miller y el director de fotografía Gérard de Battista usan una paleta de colores sacada directamente de Vermeer, donde Thérèse parece un precioso bodegón en el centro de apagadas sombras terrenales. EYE FOR FILM

Tautou demuestra una gran intensidad en el papel de la fumadora compulsiva Thérèse, una mujer a menudo egoísta e insensible que, sin embargo, tanto en la película de Miller como en la novela de Mauriac, despierta simpatía. HOLLYWOOD REPORTER

Una perla. L’EXPRESS

La película más bella y más conseguida de la carrera de Claude Miller. LE FIGARO

Una Thérèse Desqueyroux llena de emoción, iluminada por la mirada implacable de Claude Miller. LE JOURNAL DU DIMANCHE (****)

Bajo el férreo control del director, la película existe por sí misma. LE MONDE

Una gran película. LE POINT

La interpretación de Audrey Tautou es absolutamente fascinante mientras sus demonios interiores la obligan a rebelarse contra todo lo que la rodea. RADIO TIMES

Más misteriosa, más profundamente rebelde y más compleja que en la novela de Mauriac, la Thérèse de Miller nos deja un perfume sutil y suave. TÉLÉCINÉOBS (****)

Audrey Tautou, una diosa del cine francés desde Amélie, probablemente realiza su más poderosa interpretación hasta la fecha. THE NEW YORK TIMES

Tautou, abandonando su habitual sonrisa cautivadora, es una auténtica revelación, y la última película de Miller da testimonio de su calidad artística. THIS IS LONDON

La última película de Claude Miller es una adaptación menos impersonal de lo que pueda parecer de la famosa novela de Mauriac. TRANSFUGE (****)