Cinemanía > Películas > La felicidad nunca viene sola > Comentario
Destacado: Paul Mescal es Lucio en 'Gladiator II' de Ridley Scott
  La felicidad nunca viene sola  (Un bonheur n'arrive jamais seul)
  Dirigida por James Huth
¿Qué te parece la película?
Gracias
Ver resultados

Comedia romántica protagonizada por Sophie Marceau (Espías en la sombra, El mundo nunca es suficiente) y el actor y humorista francés Gad Elmaleh (Un engaño de lujo, El juego de los idiotas).


Entrevista Sophie Marceau

P: ¿Cuando James Huth le habló de este proyecto de comedia romántica, cuál fue su reacción?

R: Me encanta James y su forma un poco loca de hacer cine. Es imaginativo, y tiene muy buena energía. Su proyecto tenía buenas cualidades artísticas, no era sólo una historia bonita con buenos sentimientos. Pero le dije que tenía que buscarme a un buen partenaire. Todo dependía enteramente de esa unión... No sé por qué, pero no soy nada fácil de «casar». Estuvimos barajando a varios actores muy buenos, pero en cuanto mencionó a Gad no lo dudé ni un segundo. Tenía que ser él.


P: ¿Ya lo conocía?

R: No, no lo conocía. Solía ver sus sketches con mis hijos, pero, aun sin conocerle, sentía que pertenecíamos a la misma familia. Su forma de ver a las personas, su trabajo como actor, su sentido del humor, que no cae en la ridiculización ni en el cinismo... me gustaba ese toque humano que tienen sus caracterizaciones.


P: ¿Cómo fueron sus primeros encuentros?

R: Gad es reservado, le gusta observar, y a mí también... Al principio, me pareció un poco receloso respecto a mí. Pero eso duró poco, y enseguida conectamos.


P: Como espectadora, ¿le gustan las comedias románticas?

R: Sí, me interesa todo lo que trate sobre la naturaleza humana y las relaciones entre personas, sobre todo entre hombres y mujeres, me parece fascinante. Es un tema inagotable. Siempre hay algo muy íntimo y universal en ello. Esta película trata justo de eso. Es un flechazo entre dos personas que parecen no tener nada en común.


P: James Huth dice que LA FELICIDAD NUNCA VIENE SOLA es una versión moderna de Los aristogatos. Un poco como volver a ver a O’Malley con Duquesa y los tres gatitos. ¿Qué le parece?

R: Sí, es lo que decíamos al principio. James es un cinéfilo, y eso se refleja en sus películas. Está inspirado por grandes películas y grandes directores de cine. Aunque LA FELICIDAD NUNCA VIENE SOLA es un poco diferente a sus demás películas, porque le ha dado un enfoque mucho más realista, tiene el sello personal de su puesta en escena.


P: Charlotte es una mujer que cree en el amor, pero que se ha equivocado...

R: O a la que han engañado... Es un personaje muy franco. En realidad es bastante aventurera, pero se ha acomodado a una vida un poco conformista. Yo creo que realmente estuvo enamorada de su marido. Además, él no consigue desapegarse de ella. Hay algo fuerte entre ellos.


P: Han tenido juntos dos hijos, y ella ya tenía una hija de su primer marido, un deportista compulsivo...

R: El amor es una prueba de tolerancia, no nos enamoramos de una persona porque esperemos que sea perfecta. Si esperamos la perfección, nos decepcionaremos sin remedio. Las historias de amor son pruebas, aprendizajes. En cierto modo, Charlotte ha crecido con esos dos hombres. Sigue en contacto con ellos, aunque la relación con el segundo sea un poco tormentosa. Pero son historias reales, creíbles. Para ella es importante tener una relación, no es una mujer desengañada del amor. No desconfía. La prueba es ese flechazo que siente por Sacha.


P: Hasta el momento en que eso ocurre, ¡ella no estaba en absoluto preparada para vivir una historia de amor!

R: Nunca estamos preparados. Desde el momento en que tenemos hijos, ellos dirigen nuestra vida. Tenemos poco espacio para nosotros mismos. Pero cuando el amor llega, nos damos cuenta de que se puede crear. Algunas mujeres salen de una relación vacías, anuladas, y no quieren ni volver a oír hablar de relaciones. Charlotte nunca dice «nunca jamás». Ella cree en el amor.


P: Se puede decir que entre ellos hay un verdadero flechazo.

R: Sí, eso es evidente cuando ella lo conoce. Enseguida lo arrastra a su vida, no le esconde nada. Sin duda eso la vuelve vulnerable, pero es una persona que tiene las cosas claras, es mucho más sólida que él. Hace proyectos, sabe lo que quiere. Sacha, en cambio, lo descubre a lo largo de la película. En la escena entre él y su abuela, cuando ella le dice: «es ella», él se da cuenta de que está verdaderamente enamorado. Para mí es la escena clave de la película, cuando Sacha le dice: «¿Sabes lo que hace por las tardes? Toca el piano con sus hijos». Matzü le responde: «Como en las películas de Capra». Y él añade: «Como en las películas que veíamos con Choki». Su abuelo. Ahí está ese sentimiento de transmisión, de pertenencia a un grupo, a una familia que yo represento en la película. Todos necesitamos eso. Él también necesita eso en su vida. Tiene a sus colegas, a todas las chicas que quiera, es libre, pero ¿de verdad le hace feliz esa libertad? No estoy muy segura...


P: Cuando él descubre que ella tiene hijos, cambia de actitud...

R: Claro, los hijos dan miedo, ¡sobre todo a partir de cierta edad! La gente que rechaza la familia, la pareja, los hijos, creo que eso viene de la infancia, pero también de un gran miedo o una gran decepción afectiva. Rechazan todo lo que les pueda poner en una situación de vulnerabilidad. Y sin embargo es lo contrario, la familia te proporciona solidez.


P: En la película, usted se lleva unos cuantos golpes, se cae varias veces... ¡está hecha una auténtica especialista!

R: ¡Me encantan las comedias con slapstick! Es la parte más loca, y a los espectadores siempre les sorprende. También me gusta la parte estoica, como cuando a Charlotte la sorprende una tromba de agua.


P: ¿Le gusta rodar ese tipo de escenas?

R: La comedia es algo muy físico. Tiene un ritmo, es corporal... Caerse, titubear, correr... ¡me encanta!


P: Al final parece ser que no necesitó doble para las escenas de riesgo, las hizo usted misma, ¿por qué?

R: Para empezar, no me gusta que hagan las cosas por mí. Es algo que me irrita un poco... Sé que siempre hay especialistas por si acaso, pero lo podía hacer yo. No me da miedo lanzarme al vacío y todas esas cosas...


P: En una escena aparece en picardías...

R: Sí, con eso me siento mucho menos cómoda. ¡Prefiero mil veces que me lancen tartas a la cara!


P: Entonces, tuvo que hacer un esfuerzo...

R: Sí, es horrible, porque es algo que no me gusta nada. Acepté porque la escena no tenía nada de indecente. Soy una persona muy pudorosa y tengo mis limitaciones en ese sentido, por lo que tuve que hacer un esfuerzo. Me siento menos cómoda con mi cuerpo que con mis sentimientos. El cine me ha puesto a prueba muchas veces... ¡pero yo sigo sintiéndome igual! El objetivo de James era que yo resultara atractiva. Y no sólo bastaba con llevar un picardías, el personaje también tenía que ofrecerse a aquel hombre, darle placer, la relación amorosa también es eso. Intentar descubrir qué le gusta al otro.


P: Su personaje tiene un vestuario muy bonito. ¿Era importante para usted saber cómo vestiría?

R: El vestuario también crea al personaje. En una primera fase, hacemos lecturas del guión con el director y los compañeros, y eso nos permite entender las motivaciones del director. En la segunda fase el personaje comienza a encarnarse, y ahí entra el vestuario. James y Sonja Shillito (esposa de James y coguionista) estuvieron presentes en cada ensayo. Mi personaje evoluciona en un entorno acomodado y artístico, aunque la ropa que lleve no corresponda exactamente al prototipo de mujer rica. Es una mujer con buen gusto.


P: Al trabajar con Gad Elmaleh, ¿hay que aprender a soportar sus bromas y sus puyas?

R: ¡No hay nada que soportar! Gad es un hombre muy vital, es capaz de hacer humor con todo. Un objeto, una frase, una palabra, una situación, un silencio, cualquier cosa, ¡es increíble! Es una cualidad que yo no tengo, y que me impresiona. Sobre todo porque yo soy un poco al contrario, más analítica, más básica, soy bastante práctica. Él llega a abstraerse de la realidad para crear otra. Eso me impresiona. Ha nacido para la comedia. Un día, ¡me reí tanto que me disloqué una vértebra!


P: Entonces, ¿entiende que sea el humorista preferido de los franceses?

R: No me extraña nada, aunque es una profesión muy difícil de llevar... Cuando todas las noches te aplauden miles de personas, cuando haces reír a la gente, entiendo que tengas ganas de repetir. La vida debe de parecer muy gris tras esos momentos tan intensos...


P: Esta película supone el encuentro entre el humorista y la actriz favoritos de los franceses.

R: No es casualidad. Nuestros caminos tenían que cruzarse, pero hacía falta que las condiciones fueran las adecuadas. La gente no es tonta. Aunque seas la actriz o el humorista favorito del público, tienes que resultar creíble en tu papel, si no, es un desastre. Hacía falta que la historia estuviese a la altura de lo que la gente espera de un encuentro entre Gad y yo. Y creo que esta película lo plantea de una forma tan natural que hace que todo el mundo se sienta cómodo.


P: Hay una escena en la que baila con Gad. Durante el rodaje, James Huth no les dijo que música iba a elegir. ¿Se siente cómoda con la improvisación?

R: Cuando hacíamos las lecturas de guión, James nos puso a Gad y a mí en una situación un poco extraña al decirnos: «Os voy a dejar a los dos solos y vais a interpretar una escena. No os conocéis, os encontráis y os ponéis a bailar juntos». Entonces me di cuenta de que Gad se sentía muy incómodo. Yo tampoco es que estuviera muy relajada, pero pensé «al fin y al cabo es mi trabajo», y soy muy obediente... Ahí estábamos Gad y yo, sin apenas conocernos, porque era uno de nuestros primeros encuentros. Yo le dije: «¡Invítame a bailar!». Me di cuenta de que eso no iba nada con él, de que era bastante tímido, pero al menos sirvió para romper el hielo. El día que rodamos esa escena, James puso el disco, y entonces vi a otro hombre. Yo estaba sentada, y vi que Gad se ponía a bailar... Estaba dándolo todo, y yo le seguí. De todas formas, siempre te sientes más a gusto delante de una cámara que en la vida real.


P: François Berléand interpreta a su marido. ¡Otro papel que parece hecho a medida!

R: Dicen que Berléand es un poco distante, irónico, con un punto sarcástico, pero es curioso, porque proyecta justo lo contrario. La gente lo adora porque sabe que en el fondo hay algo tierno y profundamente humano en él. En algunas escenas saca esa ambigüedad, esa mezcla de sentimientos, pero de una manera muy equilibrada. Y la escena final es muy creíble, porque lo que sale de él es muy auténtico.


P: ¿Qué tipo de director es James Huth?

R: Puede llegar a ser agotador, obsesivo, ¡pero lo adoro! Desde el momento en que aceptas hacer una película, te adaptas al carácter del director, a menos que sea un mal bicho. Entras en su juego y en su método. James es muy exigente, hace muchas tomas, analiza todo mucho, pero si lo ves desde su prisma, te das cuenta de que es muy correcto, tanto técnica como artísticamente. Se divierte con la cámara y con los actores. ¡Y tiene un entusiasmo a prueba de bombas! Tiene muchas cualidades para crear la puesta en escena, para coordinar a un equipo... Para nosotros los actores es un poco agotador, pero al mismo tiempo su energía nos carga las pilas. Es una persona abierta, te da la posibilidad de hacer cosas diferentes. Acabé el rodaje exhausta, pero sintiéndome en plena forma.


P: Cuando vio la película, ¿se fijó más en sus escenas que en el conjunto?

R: La primera vez que veo una película siempre tengo la sensación de que no la conocía hasta entonces. Hay muchas escenas que yo no había visto, sobre todo las de Gad, con sus colegas, su abuela, en Nueva York... Cuando la vea por segunda vez empezaré a fijarme en los detalles. Pero soy muy resignada, y me tomo las cosas como vienen.

Confieso que me he reído mucho, ¡y tengo ganas de volver a verla! Cumple todos los requisitos de una comedia romántica. Creo que es una película llena de ternura. Y no sólo entre los dos personajes protagonistas, sino también entre él y los niños, sus compañeros, las parejas de sus compañeros, su abuela... hasta los más cínicos dicen que en la vida hay cosas importantes, y eso es conmovedor.




Entrevista Gad Elmaleh

P: Desde Un engaño de lujo, no había vuelto a trabajar en ninguna comedia romántica. ¿Es un género que le gusta especialmente?

R: Me han propuesto algunas, pero no tenían ese equilibrio entre humor y romanticismo. Como actor y humorista, siempre me preocupa que las películas no tengan suficiente comedia. En este proyecto, conociendo el universo poético, loco e hipersensible de James Huth, sabía que iba a haber siempre la dosis de comedia necesaria. Y no sólo eso, sino que también hay una historia de amor creíble. Y que tanto la pareja como la historia sean convincentes es la base de una comedia romántica.


P: ¿Qué es lo que más le gustó del guión de LA FELICIDAD NUNCA VIENE SOLA?

R: En primer lugar, tenía ganas de volver a hacer cine tras cuatro años de gira. De vez en cuando me encontraba con James, nos hacíamos señas en los bares, nos parecía que teníamos que trabajar juntos, pero no sabíamos muy bien en qué. Cuando leí su guión, me quedé prendado por el personaje, sobre todo por el hecho de que fuera pianista. Y, para ser sincero, ¡la idea de trabajar junto a Sophie Marceau me hacía mucha ilusión! Antes incluso de hacer esta película, ya tenía ganas de rodar con ella.


P: ¿Le impresionó conocerla?

R: Impresionar no es exactamente la palabra, estaba entusiasmado. Si me hubieran preguntado con qué actriz del mundo querría rodar una comedia romántica, habría contestado que con Sophie Marceau.


P: ¿Qué representa ella para usted?

R: Me parece que tiene un punto sexy, atractivo, estimulante y al mismo tiempo muy reconfortante. Una mezcla de aspectos estimulantes y de aplomo. ¡Me ha encantado trabajar con ella! Además, ¡tiene mucho sentido del humor! No sólo participaba de mis bromas, sino que a veces me superaba. Yo no soy de los que han crecido con La fiesta. Cuando se estrenó yo estaba en Marruecos, y la vi varios años después. De hecho, ¡tardé mucho en descubrir a Sophie Marceau!


P: ¿Cómo vivió sus primeros encuentros con ella? Parece que no estaba del todo cómodo...

R: Yo creo que ella tampoco... Yo sentía la necesidad de agradar a la persona con la que iba a compartir tres meses de rodaje. No sólo a nivel artístico, sino también humano. Y no tenía ganas de hacer tonterías sólo para que se riera... ¡Es verdad que en nuestros primeros encuentros me porté como un niño bueno!


P: ¿Tiene algo en común con el personaje de Sacha?

R: En realidad no, está muy alejado de mí como persona. A mí me puede la culpabilidad, soy tremendamente responsable, siempre estoy dispuesto a ponerme en marcha si mi familia me necesita... La despreocupación de Sacha es algo que no conozco. Al contrario que él, yo necesito tener todo en orden, que las facturas estén pagadas... En lo que sí nos parecemos es en nuestro amor por la música. A mí me hubiera gustado mucho ser pianista, es mi vocación frustrada. Toco el piano, pero no soy muy bueno. Creo que su sentido del humor proviene también de esa ligereza. De hecho, Sacha es un enamoradizo. ¡Y yo también! ¡Siempre estoy enamorado! Pero no sólo de las mujeres, es una forma de ser. Como él, me encanta el estado de enamoramiento. Eso es lo que me gusta de esta película, que esta historia lo atrapa sin que él se lo espere en absoluto. De repente, se va a vivir con una mujer que tiene tres hijos y dos ex maridos muy presentes en su vida.


P: Lo más interesante es que el flechazo sucede al principio y no al final de la película...

R: Al principio vemos a Sacha en un local, bebiendo y ligando con una chica, y comprendemos que le gusta la libertad, y la fuerte atracción que siente por Charlotte es para él como un mazazo. Me encanta ese momento en el que se miran y entienden que están enamorados. Creo que en ese instante él se siente un poco melancólico. Y cuando Sophie tuvo que tirarse al suelo en pleno chaparrón ¡me dejó boquiabierto! Yo en plan gallina y ella queriendo darlo todo… ¡Menudo arrojo!


P: Sacha no sabe apañarse solo, su madre le cuida, su abuela le da consejos, y sus colegas son su segunda familia...

R: Es verdad que su madre y su abuela lo protegen, pero ése no es el caso de Charlotte. ¡Su abuela es genial! ¡Me parece muy complicado interpretar a una asquenazí! [se ríe]. Y es cierto que la amistad es muy importante para él. No es que sea un inmaduro, pero él y sus colegas tienen nostalgia de lo que podrían y deberían hacer hecho. Además, tengo que decir que me ha encantado trabajar con Maurice Barthélemy. Es gracioso, intenso y dramático. A veces consigue darle la vuelta a una escena con una emoción increíble... Me gusta esa fuerza que desprende.


P: La transformación de Sacha es muy interesante. A pesar de todos los inconvenientes de la relación, sobre todo los niños, él se lanza igualmente.

R: Me gusta mucho la escena en la que está comiendo dulces y no sabe qué hacer... La comedia está también en el hecho de que no sólo tiene que gustarle a Charlotte, sino también a sus hijos, algo que no es tan evidente, sobre todo en el caso del más pequeño. Siempre resulta un poco complicado trabajar con niños, pero reconozco que estos tres han estado fantásticos.


P: ¿Qué opina de la relación entre Charlotte y Sacha?

R: Al ver la película he pensado mucho en las mujeres que se permiten ser libres. En las que se atreven y en las que no se atreven a volver a implicarse en una relación. La película es también una reflexión sobre eso. Y espero que dé ideas a toda esas mujeres que están solas y con hijos y que sueñan con rehacer su vida, igual que a los hombres que van de flor en flor todas las noches. Al principio es muy divertido, pero al final es bastante triste.

P: Dicen que en algunas escenas tuvo que improvisar un poco, poner un poco de su cosecha... Estoy pensando sobre todo en la escena en que tiene que dormir al hijo pequeño de Charlotte, ¡recordaba a uno de sus números cómicos!

R: Sí, pero todo estaba calculado por James. No me dejó hacer mi propio show, sino que seleccionó lo que le interesaba. Menudo ladronzuelo. Aunque ojo, porque no se queda con las cosas que molestan, ¡sólo quiere los pequeños diamantes! Pero tiene razón, y me gusta esa idea. Ese equilibrio proviene también del hecho de que, durante el rodaje, trabaja mucho en equipo con Sonja, su mujer.


P: Parece ser que fue ella quien lo eligió para este papel...

R: Sí, es verdad, se ponían límites el uno al otro, y no estaba nada mal. Cuando James se metía demasiado en el slapstick, ella volvía a centrar la película en la historia de amor. Esa mezcla de los dos le ha dado un toque más creíble. De hecho, se puede hacer prácticamente cualquier cosa siempre que la situación sea creíble.


P: ¿Cómo decide alguien tan pudoroso como usted enseñar las nalgas?

R: ¡Fue toda una novedad! De hecho, había decidido hacer esta película entregándome por completo a su director, sin controlar tanto como suelo hacer en mis espectáculos o en mis demás películas. De todas maneras, enseñar las nalgas no es más impúdico que emocionarse mucho y hacer una declaración de amor. Además, sabía que James seguiría siempre la dirección de la película, que no iría a contrapelo. Y, para ser sinceros, hay una escena en la que Sophie se pone una falda y también se le ven las nalgas... Así que, si ella lo hacía, ¡yo no podía ser menos! Aunque tengo que reconocer que provocamos bastantes carcajadas...


P: ¿La desnudez en el cine ha sido siempre un problema para usted?

R: Sí, está relacionada con el pudor, y es algo que no se puede explicar. Pero no sólo soy pudoroso en las películas, también en la playa, ¡nunca me pongo en bañador! Es una mezcla entre pudor y complejo, y parece que no mejora con los años... En la película, hay una escena en la que tengo que escapar cubierto con una manta. Como estaba desnudo, me hicieron una especie de pantalón de manta en el que me tenía que meter para que no se me viera nada, estaba ridículo. Entonces, le dije a James que nos olvidáramos de eso, ¡y lo hice a pelo!


P: Hablando de James Huth, ¿qué es lo que más le ha gustado de su manera de trabajar?

R: Es una persona que provoca cosas que nunca había visto en un ser humano. Una vez terminada la jornada, tras cuarenta y dos tomas del último plano, yo sólo deseaba una cosa: olvidarme de él. Pero cuando llegaba a casa, sólo deseaba una cosa: ¡llamarle! Le llamaba casi todas las noches para preguntarle si habíamos hecho bien al hacer tal o cual cosa, o si pensaba que deberíamos hacer tal otra... Cuando terminamos de rodar, ¡me sentía como si hubiera rodado cinco películas de acción!


P: ¿Qué le parece su forma de dirigir a los actores?

R: Ha usado sus recursos para intentar sacar toda esa energía que yo tengo en escena. Acercarse a lo que soy realmente, sin artificios. Ése es el problema que tenemos los humoristas cuando hacemos cine. Intentamos alejarnos de lo que somos, cuando realmente lo que tendríamos que hacer es acercarnos a eso. No me refiero a hacer como si fuera un sketch, sino a intentar encontrar la verdad en la comedia. Eso es lo que intenta James. Ha conseguido captar cosas que yo improvisaba, pequeños gestos, palabras, y me gusta que no haya omitido nada. Está muy bien, ¡pero es agotador! Es la película que más me ha vaciado al hacerla y la que más me ha llenado al verla.


P: La película marca también el encuentro entre el humorista y la actriz favoritos de los franceses. ¿Qué le parece eso?

R: Eso habría que preguntárselo a los expertos de marketing, ¡no a mí! Quizá sea el encuentro entre dos artistas populares, pero yo no veo las cosas así. Todo sucedió de manera natural. Ya me habían propuesto hacer una película con Sophie, pero la idea no era sólo rodar con ella. Yo quería un buen proyecto, porque es alguien con mucho peso dentro del cine. Su trayectoria profesional es muy rica, brillante, particular, impresionante. Y tiene algo más, un no sé qué que los demás no dominamos y que no sabemos definir. Es única, pero no es ningún mito.


P: ¿Qué recuerdos tiene del rodaje de las escenas de Nueva York?

R: Fue interesante, ¡porque rodamos a lo bruto! Si rodar habiendo cortado las calles ya es intenso, imagínate cuando no has cortado Times Square y te plantas ahí con una cámara, ¡es de risa! Lo recuerdo como una experiencia muy loca, eléctrica. Tengo debilidad por Nueva York. He trabajado allí y siempre me siento muy a gusto cuando voy.


P: ¿Conocía ya a Robert Charlebois?

R: Sí, nos conocimos en Quebec, donde él iba a ver mis espectáculos. Para mí es un gran poeta y, además, me hace reír.


P: Ha trabajado con Steven Spielberg, Woody Allen, Al Pacino, Costa-Gavras, Olivier Dahan, Michel Gondry, ¡qué suerte!

R: Sin ánimo de desmerecer ni un ápice la fuerza de las experiencias que tuve y el orgullo que siento de haber trabajado con ellos, en el caso de Steven Spielberg y Woody Allen fueron sólo papeles pequeños. Eso me permitió conocerlos y trabajar con ellos. Pero es cierto que en un corto espacio de tiempo he trabajado con directores muy importantes, cineastas que tienen su propio universo. Igual que James Huth, que también crea su propio universo en sus películas, ¡desde Hellphone hasta Lucky Luke!


P: Da la impresión de que ha pisado el acelerador en lo que al cine se refiere...

R: No es que haya pisado el acelerador, es que he abierto la puerta del coche ¡y la gente se ha subido dentro!




Entrevista James Huth

P: Tras haber probado distintos tipos de comedia, ¿qué le hizo lanzarse a la comedia romántica?

R: Soñaba con hacerlo desde hace mucho tiempo, y mi mujer, con la que he escrito el guión, ¡desde hacía más tiempo aún! Sin duda fueron las ganas de hacer una película muy optimista sobre el amor.


P: ¿Existe algún código para escribir una comedia romántica?

R: Sí, pero afortunadamente es flexible. Por lo general, las parejas tardan toda la película en encontrarse y quererse. Nosotros queríamos que los personajes se conocieran al principio. Dos seres que se encuentran y lo que sienten les supera. Es evidente: ella es la mujer para él, él es el hombre para ella. Pero sigue siendo una comedia romántica, y la pregunta es: ¿cómo van a conseguir amarse cuando todo parece ir en contra? Pero sabemos que al final estarán juntos. Yo he crecido con las películas de Capra y de Cukor, que te enseñan que la vida es bella y que todo el mundo tiene algo bueno.


P: LA FELICIDAD NUNCA VIENE SOLA encaja perfectamente en la línea de películas de las llamadas feel good.

R: Ésa era nuestra apuesta, y espero que lo hayamos logrado... El mensaje es que todo es posible. Una mujer puede encontrar a un hombre que la quiera a ella y a sus tres hijos. ¡No todos los hombres son unos cobardes que salen corriendo a la menor dificultad!


P: ¿Cómo fue la experiencia de escribir el guión con Sonja Shillito, su mujer?

R: Nuestro punto de partida era que el amor existe y el hecho de que un hombre soltero conozca a una mujer con tres hijos. Nosotros habíamos vivido eso. Luego nos sumergimos en la ficción para crear una comedia romántica. ¡Y fue muy agradable escribirla, algo que no suele suceder!


P: ¿Es más fácil escribir en pareja?

R: ¡Es un infierno! Escribir es sin duda lo más difícil. Nosotros nos conocimos trabajando en guiones, y nos casamos porque pasábamos mucho tiempo escribiendo juntos. Tenemos culturas diferentes y sensibilidades opuestas, así que cuando los dos estamos contentos con una escena es posible que le guste a una tercera persona. Yo soy matemático y eslavo, y ella es literata y anglosajona.


P: Cuando se prepara una película que trata sobre una pareja, ¿ya se escribe pensando en los actores?

R: ¡En absoluto! Intentamos escribir el mejor guión posible y rezamos por encontrar a unos actores que nos permitan materializar ese proyecto. Las comedias románticas que me hacen soñar son las que tienen un encanto añadido aparte del guión, esa magia que nace de los actores. Esas son las películas que perduran. Katherine Hepburn y Spencer Tracy podían hacer cualquier cosa, porque la gracia eran ellos.


P: ¿Cuáles son sus cinco comedias románticas favoritas?

R: Íntimo y personal, El secreto de vivir, El bazar de las sorpresas, Notting Hill, ¡y todas las películas de Katherine Hepburn y Spencer Tracy! Aunque mis películas preferidas son las que cuentan historias de amor idealistas: Candilejas, Un lugar en el sol, Espartaco, Las zapatillas rojas, Cuando pasan las cigüeñas, El manantial...


P: Reunir en la pantalla a la actriz y al humorista favoritos de los franceses es el sueño de muchos directores y productores. ¿Cómo lo consiguieron?

R: Empezamos por el personaje femenino. Queríamos a una actriz que pudiera reflejar esa humanidad, interpretar a una madre de familia, ser glamurosa y tener una verdadera vena para el slapstick. ¡Soñábamos con Sophie Marceau! Me puse en contacto con ella a través de su agente, le hablé del proyecto y, cinco días más tarde, tenía una cita con ella. Todavía no salgo de mi asombro... Siempre he soñado con rodar con ella. Cuando la conocí, hablamos del guión, y ella me preguntó enseguida en quién había pensado para el papel masculino. Fue Sonja quien pensó en Gad tras despertarse de un sobresalto a las cinco de la mañana. Queríamos una elección sorprendente pero certera. No tienen nada que ver entre ellos, y sin embargo están hechos el uno para el otro.


P: ¿Y enseguida le propusieron el guión a Gad?

R: De hecho, ¡habíamos escrito el papel de un pianista sin saber que Gad tocaba el piano! Cuando le mandé el guión, estaba rodando en Estados Unidos con Adam Sandler y Al Pacino. Me llamó enseguida para decirme que haría la película. Me confesó que siempre había soñado con trabajar con Sophie Marceau. Me encantó desde el momento en que le conocí. Sabe hacer de todo, y el personaje de Sacha nos ha permitido sacar a la luz lo completo que es como artista. Durante el rodaje, nada era imposible para él. Usaba su buen humor como recurso para concentrarse, era un espectáculo continuo.


P: ¿Cómo fue trabajar con Sophie Marceau?

R: Es como una estrella de cine americano y una bellísima persona al mismo tiempo. Es muy profesional, comprometida y tiene una gran capacidad de concentración. Es una curranta de pies a cabeza. Todas las escenas bajo la lluvia helada, o cuando tenía que tirarse por el suelo, las hizo ella misma. Nunca usó una doble en la película. ¡Es una pasada! Además, es una persona alegre a la que le gusta reírse, y creo que se divirtió con todas esas dosis de slapstick. Y, para colmo, ¡cada día está más guapa!


P: ¿La complicidad entre Sophie y Gad fue inmediata?

R: Al principio pasé un tiempo con ellos por separado. Había imaginado el momento del encuentro, ¡pero no fue como lo había previsto! Un día que estaba trabajando con Sophie en el bar de un gran hotel, Gad apareció y se sentó en mi campo de visión, de espaldas a ella, ¡y no nos había visto! Entonces le pedí a Sophie que se diera la vuelta. Gad notó su mirada. Nunca se habían visto en persona, pero fue maravilloso que sucediera con aquella naturalidad. Igual que lo fue luego la relación entre ellos.


P: ¿Cómo definiría el personaje de Sacha?

R: En el momento en que su padre murió, cuando tenía diez años, el mañana dejó de existir para él. Vive el presente, y lo cotidiano no le interesa. Todas las mujeres le miman, empezando por su madre y su abuela. Además, Macha Méril está fantástica en su papel, le aporta mucha ternura sin caer en la sensiblería.


P: Sacha no tiene una madre judía, sino una abuela judía. ¿Por qué?

R: Su abuela representa a la mía. Además, la mujer que interpreta a su abuela es mi tía abuela, que tiene noventa y cuatro años. Busqué una actriz que pudiera hacer el acento húngaro y decir una frase como: «No me hagas coger un tren que vaya al este», pero no la encontré. Hacía falta que esa frase fuera dicha con autenticidad. El personaje es cien por cien creíble.


P: Hablemos de Charlotte. ¿Quién es?

R: Es una idealista que siempre apuesta por el amor. Ha tropezado dos veces, sin duda por haber ido demasiado deprisa. Su fascinación por la inteligencia de Alain Posche le impedía ver que estaba encerrada en una jaula de oro. En un momento de la película, dice: «No puedo subir a nadie a casa, ese es el trato». De hecho, es una frase de la que toma conciencia al pronunciarla.


P: También dice: «Éramos una pareja libre, yo era la pareja, él era libre...».

R: Ella nunca pensó que su marido la pudiera engañar. Y cuando se enteró lo dejó. Ahora no puede permitirse equivocarse, porque quiere proteger a sus hijos. No está en absoluto preparada para una historia de amor. De hecho, Sacha y Charlotte son dos personajes que recorren su propio camino para liberarse y convertirse en ellos mismos, cada uno por separado pero también gracias al otro. En eso consiste el amor, en realizarse y convertirse en uno mismo gracias al otro.


P: Aunque el guión era muy preciso, parece que Gad tuvo que improvisar algunas escenas, sobre todo ésa en la que tiene que acostar al niño...

R: En esta película hay poca improvisación. Yo había desarrollado una escena muy precisa que pudiera hacer interpretar a cualquier actor. Pero entonces entró en juego el lado Harold Lloyd o Chaplin de Gad! Y yo tenía que aprovecharlo. Estuvo magistral.


P: En una escena Sophie aparece vestida únicamente con un picardías, Gad también enseña las nalgas... ¡Parece que no contaban con eso!

R: Tuve la suerte de que los dos fueran igual de pudorosos. Ambos supieron valorar el esfuerzo que eso suponía para el otro. Se ayudaron mutuamente, y nos divertimos mucho. Pero debo decir que, en la escena de Sophie en picardías, pasó algo en la primera toma. Fue mágico, todo el equipo se quedó sin habla... Y esa es la que aparece finalmente en la película. Ella se sentía frágil e incómoda, por eso fue una gran muestra de confianza por su parte. Nunca le agradeceré lo bastante que haya tenido la generosidad de llegar hasta donde lo hizo. Fue algo natural y generoso. Ése es el espíritu de la película.


P: Hablemos de la escena de baile...

R: La escena tenía sentido si conseguía que Sophie y Gad bailaran de manera espontánea. Quería captarlos con la cámara, libres y espontáneos. Durante nuestras reuniones de preparación, les hice trabajar una improvisación sobre el tema del baile. Luego les dije que había añadido una línea al guión: «él la invita a bailar». Gad preguntó en seguida cuál sería la música, ¡pero no se lo dije hasta el rodaje! Ese día, en el momento de poner la canción, Gad me lanzó un guiño y me preguntó: «¿es la música de La fiesta?».


P: Sacha no puede vivir sin sus amigos y sin su música. Además, tiene un proyecto de espectáculo que le interesa mucho, y Maurice Barthélemy le pide que haga una elección muy difícil...

R: El personaje de Maurice es opuesto al de Gad. Él sueña con encontrar a la mujer de sus sueños y casarse, al contrario que Sacha. Comparten un sueño de infancia que está a punto de materializarse en el momento en que Sacha conoce a Charlotte, de ahí el conflicto. Maurice tiene una gran vis cómica. No hay una sola toma en la que no esté bien, está fantástico tanto en la parte cómica como en la dramática.


P: François Berléand vuelve a interpretar un papel de malvado bastante jugoso...

R: Él encarna el poder, la arrogancia, y al mismo tiempo vemos que ama profundamente a Charlotte y a sus hijos. Hacía falta el genio de François Berléand para plasmar toda esa complejidad y la humanidad de un personaje en una sola frase, durante la confrontación final con Gad.


P: Gracias al personaje de su hermana, interpretado por Valérie Crouzet, entendemos mejor de dónde viene Charlotte...

R: Gracias a su hermana, una persona con los pies en la tierra, comprendemos que Charlotte no nació en el parque Monceau [un barrio acomodado de París]. Yo había visto a Valérie en la obra Moins deux, en la que actuaba junto a Jean-Louis Trintignant y Roger Dumas. Estuvo estupenda, y por eso me acordé de ella. Michaël Abiteboul, que interpreta al tercero de los amigos, también ha trabajado mucho en el teatro. Tiene una gran finura, y el típico perfil de mejor amigo del protagonista de las comedias anglosajonas.


P: Esta es la primera vez que dirige a niños. ¿Cómo ha trabajado con ellos?

R: Es una de las razones por las que no he hecho esta película antes, porque no me sentía preparado para dirigir a niños. ¿Cómo puedes exigirles y a la vez protegerlos? Es fundamental que sea un juego, y no un trabajo. Elsa Pharaon, la directora de castings infantiles, dio con tres niños maravillosos.


P: En la película se reconoce su toque en la parte burlesca de las situaciones: las caídas de Sophie Marceau, el cuarto de baño que explota...

R: Cuanto más guapa es una mujer, más violentas tienen que ser las caídas, y más divertido es todo. El slapstick forma parte de mí desde que nací. A Sonja y a mí nos hacía gracia la idea de una madre que se da golpes, que está llena de moratones... Además, ¡Sophie nos confesó que ella era un poco como el personaje!


P: Los decorados son bastante lujosos: desde el apartamento de Charlotte a la oficina de Posche, pasando por el loft de Sacha, todo es precioso...

R: Aunque el tema que trata la película es universal, quería que también fuera glamurosa. El hecho de construir en un estudio ese formidable apartamento con vistas al parque Monceau y un estudio de artista en los tejados de Montmartre le da a la película una estética de comedia americana de los años cincuenta, como las de Billy Wilder. Montmartre, el jazz. Suelo pensar en esta película como en una versión moderna de Los aristogatos. Es como cuando O’Malley conoce a Duquesa y a los tres gatitos. Hay varias referencias a Los aristogatos en la película.


P: Otra película de referencia parece ser Casablanca...

R: Cuando conocí a Sonja, no podíamos entrar en un sitio sin que pusieran la música de Casablanca. Es una película muy significativa para nosotros, ¡hasta tenemos el cartel encima de nuestra cama! Necesitábamos un elemento visual que expresara que Charlotte y Sacha estaban hechos el uno para el otro a pesar de sus diferencias.


P: Una parte de la historia se desarrolla en Nueva York. ¿Fue como un sueño rodar en esa ciudad?

R: En el guión, la escena transcurría en Canadá. Richard Grandpierre, nuestro productor, que ha creído en la película desde el principio, dijo dos cosas cuando nos conocimos: «Hay que hacer la primera escena bajo la lluvia, y no hace falta ir a Montreal, sino a Nueva York». ¡Y tenía razón! El plano de Nueva York aparece justo después de su separación. Para Sacha, es el fin del mundo, ha perdido a su mujer. Necesitaba transmitir una sensación de vuelco, de ahí esa toma de los edificios...


P: ¿Por qué decidió confiar el papel de productor del espectáculo a Robert Charlebois?

R: En el guión, situamos el teatro en Canadá, con un exuberante productor de espectáculos, y luego, tras cambiar a Nueva York, nos dimos cuenta de que un canadiense podía tener perfectamente un teatro en Broadway, y así conservar el idioma francés. Buscábamos a un canadiense de unos sesenta años que fuera humano y carismático. En el caso de Robert Charlebois, todo él es Canadá.


P: ¿Cómo eligió las canciones de la banda sonora?

R: Desde Billie Holiday a Stevie Wonder, la banda sonora está llena de canciones que ya existían. Nada puede sustituir a los recuerdos de una canción que nos ha acunado. Bruno Coulais, con el que trabajo desde mi primera película, creó la música original. Pierre-Yves Plat, un pianista con una capacidad inventiva desbordante y creador de sus propios espectáculos, hizo los arreglos de los fragmentos que toca Gad. La canción del espectáculo de Sacha fue compuesta por Marc Chouarain.


P: ¿Qué recordará siempre de esta aventura?

R: Que hace honor a su título. Aunque me he reencontrado con mis compañeros de siempre, Stéphane Le Parc en la iluminación, Pierre Quefféléan en los decorados, Olivier Bériot en el vestuario, Alain Féat y Nicolas Dambroise en el sonido, así como muchos otros, esta película es mi primera aventura con algunos técnicos de excepción, como la montadora Joëlle Hache. Es también mi primer e inolvidable encuentro con el productor Richard Grandpierre y con nuestros compañeros de Pathé… pero sobre todo con Sophie y Gad, a los que he tenido la suerte de unir en la pantalla. Todos me han demostrado cada día que «las felicidad nunca viene sola».