Motivación personal
Poner en imágenes una historia de amor, contar el entramado de causalidades que hacen que dos personas compartan sus vidas, que esas dos historias personales se transformen en una sola historia con reglas propias, contar la suma de acontecimientos que hacen que haya un momento en la vida de esas personas en que el destino está allí, en presente, es tener la posibilidad de indagar en el corazón mismo de la condición humana, y de su enorme dimensión poética.
En este caso particular, la historia de Juan y Eva, además, suma la épica popular que acompañó la historia de ese amor y la historia de todo un país.
Lo público y lo privado.
La fuerza de la objetividad de la historia mirada desde la subjetividad de lo más íntimo.
La capacidad de un hombre de transformar voluntades de grandes masas, pero también de tener pequeñísimos gestos de incertidumbre cotidiana.
El derrotero de una mujer jovencísima que construye su propia historia real como profecía autocumplida de sus heroínas de ficción radiales.
La época, las costumbres, la recreación de cada acontecimiento histórico que influyó directamente en la vida personal de ellos.
Y la vida personal de ellos, construida de esos acontecimientos históricos.
El cuerpo, esos dos cuerpos moviéndose en el cuadro, en la intimidad pero también entre la multitud.
Dirigir una película de estas características me plantea el desafío de construir, desde sus imágenes, la enorme dimensión épica de lo objetivo de la historia, pero también imprimir aquello que es menos tangible, menos explicable en palabras, la fuerza de la belleza, la suma de los silencios, de lo que no se dice, de aquello que no pertenece al guión.