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  El viaje de Bettie  (Elle s'en va)
  Dirigida por Emmanuelle Bercot
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Sección competición Berlinale 2013.


Entrevista con Emmanuelle Bercot

P: Háblenos de cómo nació la película.

R: Hacía tiempo que sentía el deseo de filmar a Catherine Deneuve. Muy pocos actores en Francia me inspiran tanto. Al igual que para numerosas personas de mi generación, Catherine Deneuve forma parte de mi vida. No recuerdo una sola época en la que no me haya marcado a través de una película. En realidad, escribí El viaje de Bettie para ella, y Catherine fue el motor que me llevó durante el transcurso de esta aventura.


P: El viaje de Bettie es la historia de una mujer que sube a su coche con la idea de dar una vuelta corta y que no vuelve nunca. ¿Cómo nació la idea de esta road movie? No es un género que abunde en Francia, y menos con una sexagenaria en el papel principal.

R: No tenía nada muy pensado cuando me lancé a escribir el guión. Veía a Catherine en la carretera, la veía conducir y pasar por decorados que no me parecían habituales en el cine. El guión empezó a construirse despacio, un poco como un rompecabezas, gracias a la complicidad de Jérôme Tonnerre, el coguionista. El road movie es un género bastante común, pero que yo sepa, solo en la genial película de David Lynch The Straight Story/Una historia verdadera aparece un personaje maduro (Richard Farnsworth) que se va a la aventura. Pero en la película no se ve mucho al personaje de Catherine conduciendo, y tampoco hay muchos paisajes. Hubo que cortar numerosos momentos típicos de una road movie para reducir el presupuesto, y ahora me pesa. Pero el esquema de una road movie reaparece en todos los personajes que se cruzan en su camino.


P: En cuanto Bettie, el personaje de Catherine Deneuve, sale a la carretera, su horizonte parece crecer hasta el infinito.

R: Me interesaba contar el itinerario de una mujer de esa edad que de pronto ve iluminarse su futuro cuando todo predecía lo contrario. La película se inclina más hacia el optimismo que hacia la nostalgia evidente. A los treinta o cuarenta años es fácil cambiar de vida, pero a los sesenta debe de ser más difícil. Las puertas no se abren tan fácilmente, las posibilidades son más reducidas. Desde pequeña, el tema de la edad es algo que me inquieta. De hecho, hasta hacer la película, no me sentía muy optimista al respecto. El viaje de Bettie es una respuesta a esta preocupación. Es muy probable que escribiera el guión para tranquilizarme y aportar esperanza a los que no la tienen.


P: La música aumenta esa impresión.

R: Sí, me empeñé en que se oyera la muy melancólica “This Love Affair”, de Rufus Wainwright, cuando ella se va en coche. Intuitivamente, también me apetecía la música italiana. Me parecía que encajaba con Catherine y con la sensación de ligereza que recorre toda la película.


P: Hace hincapié en las relaciones de Bettie con su madre.

R: Se habla poco de las relaciones madre-hija a esa edad; en cualquier caso, es para mostrar a un adulto que se responsabiliza de un dependiente de más edad. En el caso de Bettie, la madre es la que manda, es una madre excesiva, invasora, de la que debe liberarse. Me gustó la idea de que, a los sesenta años, volviese a vivir con ella, y que aún la dominase.

Al principio de la película vemos que debe cruzar el dormitorio de su madre para ir al cuarto de baño, un detalle que dice mucho acerca del personaje. Es una mujer que permitió que la encerraran, se quedó en una pequeña ciudad de provincias y su vida sentimental deja que desear. Se nota que su destino habría podido ser diferente, que ha pasado “al lado de la vida”. Se ha resignado, pero no está amargada. Es una buena persona, y eso me gusta de ella. Pero una ruptura amorosa provoca el sobresalto que necesitaba para seguir adelante. No se va a la deriva, despega.


P: Desde sus primeros cortos, Les Vacances y La Puce, hasta los largos Backstage y Mes chères études, sus películas hablan de la adolescencia. Pero esta no.

R: Es verdad, pero no sentí en ningún momento que había cortado con mi universo. Bettie tiene un rasgo adolescente bastante pronunciado, incluso infantil. Y la rebeldía de su hija Muriel, interpretada por Camille, es un eco de mis anteriores trabajos. Lo que sí es realmente diferente es la ligereza, la alegría y el optimismo de esta película. Deseaba (y necesitaba) ir en esa dirección hasta alcanzar una forma de “final feliz”, incluso de llegar al “feel good movie”.


P: Bettie dirige un restaurante, tiene una empresa, su lado infantil no parece muy obvio.

R: Es una mujer sólida, enérgica, pausada. Sabe dirigir al equipo del restaurante, pero ante todo es una enamorada. Y en esta vertiente, se siente más su fragilidad. Se deja guiar por el amor, por eso quería que tuviera un romance al final de la película. Como muchas mujeres de su generación, tiene un rasgo egoísta. Su familia más cercana puede pasar a un segundo lugar, no intenta complacerles. La violencia de su hija tal vez le moleste, pero no se siente culpable, esa es su fuerza.


P: ¿Por qué quiso que fuera una antigua miss?

R: Se me ocurrió sin más. O quizá me pregunté por qué una mujer tan guapa no tuvo un destino excepcional. El guión está construido a base de pequeños pasos que permitían alejarla de su casa. Vuelve a fumar, y lógicamente debe comprar cigarrillos. Esa necesidad es el hilo conductor de una tercera parte de la película, casi roza el documental.

Y a partir del momento en que se marca una meta, ir a buscar a su nieto, la narración se hace más clásica. Una cosa lleva a la otra. En resumidas cuentas, es la historia de una mujer que sale a dar una vuelta y siempre encuentra una excusa para no volver.


P: En El viaje de Bettie hay una serie increíble de personajes secundarios: el maravilloso hombre mayor que lía un cigarrillo para Bettie, el grupo de mujeres que ahogan su soledad tomando una copa en un bar, el guardia de seguridad que la acoge en la tienda de muebles que vigila…

R: Uno de los retos a la hora de escribir una road movie es encontrar la forma de salir de los clichés, de lo pintoresco del género. No quería caer en la típica trampa en que la protagonista se para en una gasolinera y el empleado es un enano con tres brazos. Todos son personajes corrientes en el sentido más noble de la palabra, aunque a veces debo subrayar un rasgo particular porque dispongo de poco tiempo para que dicho personaje viva.


P: Todos cuentan un trozo de Francia.

R: También fue la base del proyecto, un corte transversal de Francia. A veces recorro las carreteras de Francia sola y entro en cafeterías lúgubres o en lugares como el Rancho. Son decorados que no se inventan y sé lo que significa estar sola allí. Basta con ser un poco abierta, sentir un poco de curiosidad, tener una gran inocencia, como Bettie, y siempre pasa algo. Puede que algunos piensen que estos encuentros son un poco exagerados, pero son personas de verdad y fui a buscarlas donde Bettie las conoce. No son actores profesionales.


P: Marco, el chico que Bettie conoce en el Rancho y con el que pasa la noche, tiene una presencia extraordinaria. ¿Tampoco es profesional?

R: Es una persona “de verdad,” pero no vive en Bretaña, donde tiene lugar la escena. Tardé mucho en encontrarle. Antoinette Boulat, la directora de reparto, le descubrió en París. Paul Hamy tiene una vertiente fantasiosa, lúdica y poética que encaja muy bien con Catherine. La escena de la habitación de hotel era muy arriesgada, pero Catherine la interpreta con tanta sutilidad y abandono que se hace conmovedora.


P: Pone en boca de Marco diálogos bastante duros acerca de la edad. Por ejemplo, le dice a Bettie que se la imaginó joven cuando le hizo el amor, cree que está jubilada.

R: Es duro, pero es lo que pensarían muchos hombres como él. No intento ser cruel. Es parte del tema de la película; no quería estigmatizarlo, pero tampoco iba a evitarlo. Además, la franqueza primitiva de Marco hace de contrapunto a la elegancia de Catherine, y añade un toque cómico a la escena.


P: La escena donde los dos beben es genial.

R: Aquí sí entramos en el cliché total de la mujer que ha bebido más de la cuenta y se despierta con un hombre en su cama. Pero quería incluir este tópico. Y Catherine, gracias a su increíble naturalidad, lo convierte en un momento mágico. La química entre los dos actores fue decisiva.


P: Dice a menudo que le gusta filmar situaciones.

R: Me gusta estar en el instante en que pasan las cosas. No me interesa la psicología. Me da igual que la escena vaya por un camino imprevisto. Me interesa mucho más captar esos momentos y cualquier accidente que pueda ocurrir. Reconozco que los seres que filmo me apasionan más que mis personajes.


P: ¿Significa que improvisa mucho?

R: No lo suficiente, me gustaría improvisar más. Pero requiere un tiempo del que no disponíamos.


P: Háblenos del rodaje.

R: Rodamos con una rapidez a la que ni Catherine ni muchos de los técnicos estaban acostumbrados. A eso hay que añadir los constantes cambios de decorado, ¡había 65 localizaciones diferentes! También estaba el hecho de trabajar con actores no profesionales que no saben lo que es una marca, por ejemplo. Era impensable rodar un plano secuencia con ellos. Todo iba tan deprisa que ni siquiera ensayaba con Catherine. Ella me preguntaba: “Pero ¿no ensayamos?”. Y yo contestaba, gritando: “¡No, póngase ahí, rodamos, no hay tiempo!”


P: Actores no profesionales y Catherine Deneuve, una mezcla sorprendente.

R: Sí, daban la réplica a Catherine Deneuve. Se quedaban maravillados, era conmovedor verlos.


P: Claude Gensaz, Hafsia Herzi y Mylène Demongeot son las otras actrices profesionales de la película…

R: Lo decidí muy al principio. Sus personajes pertenecen a la juventud de Bettie, a su vida antes de la “huida”. Cuando se va, el horizonte cambia de color.


P: Es la primera vez que vemos a la cantante Camille en la pantalla.

R: En principio, las personas más cercanas a Bettie debían ser actores profesionales, pero no me gustaba la idea de que apareciera una actriz en la película cuando Bettie ya está en la carretera. Ninguna aportaba la singularidad que buscaba para el papel de Muriel. Entonces pensé en Camille, en su increíble sentido del ritmo y su verborrea, indispensable para la conversación telefónica con su madre. Aceptó hacer una prueba y quedó claro inmediatamente. La considero una de las más grandes artistas contemporáneas.


P: Nemo Schiffman, su hijo, también debuta en el cine.

R: Reconozco que casi construí el personaje del nieto por él. Nemo siente una auténtica pasión por Catherine. “¿Me dejarás ir al rodaje?”, me preguntó cuando supo que escribía el guión para ella. Y añadió: “Darle un abrazo es uno de mis sueños”. Se me ocurrió añadir una pequeña escena para él donde la abrazaba y, poco a poco, el personaje del niño empezó a cobrar importancia. Me gustaba la idea de colocar a un niño en brazos de Catherine y ver qué pasaba. Pero eso no significa que no hiciera varias pruebas con él. Le seleccioné porque las pruebas salieron bien.


P: Ha hablado de las dificultades y la rapidez del rodaje. ¿Qué tipo de directora es en un rodaje?

R: Me apasiona, soy una obsesa de los “rushes”. Puedo ver 150 veces seguidas una toma de diez segundos para asegurarme de que no me he perdido algo. El montaje de El viaje de Bettie fue complicado. La narración no planteaba problemas porque ninguna escena lleva a otra. No hacía falta explicar de dónde sale la llave para que el personaje abra la caja fuerte. La dificultad residía en encontrar el ritmo: la película juega con el encanto y con una narración muy ligera. Había que encontrar un equilibrio. Cortamos muy pocas escenas, pero sí trabajamos mucho el ritmo. Buscamos la velocidad de la película en los latidos del corazón de Catherine, de su personaje.


P: Más allá de una road movie, El viaje de Bettie es un increíble homenaje a la filmografía de Catherine Deneuve, está llena de referencias a François Truffaut, André Téchiné, François Dupeyron…

R: Me doy cuenta ahora, pero no fue premeditado. Aunque es obvio que me marcaron las imágenes de Catherine en sus películas. Mientras rodaba El viaje de Bettie tuve la impresión de que captaba rasgos de su personalidad poco conocidos, su increíble energía, curiosidad, ganas de vivir y de reír, su sentido del humor. Sin olvidar su famosa melancolía.

Más allá de la actriz a la que admiro hay una persona, una mujer a la que quiero. Y es lo que me dio ganas de filmarla. No acabo de creerme que haya hecho una película con ella. He tenido mucha suerte. Conocerla ha sido algo inmenso.


Entrevista con Catherine Deneuve

P: ¿Cómo conoció a Emmanuelle Bercot?

R: Nos vimos hace algún tiempo para un proyecto de adaptación al que terminó por renunciar. Pasaron varios meses antes de que me propusiera este proyecto. Había visto sus películas y me gusta lo que hace. Después descubrí su vertiente trabajadora, que también me gustó. Una actriz se siente mucho más segura al lado de una realizadora que trabaja duro. El tiempo es lo que más le falta al cine actual, tiempo para escribir, para preparar, para localizar. Cuando aún no estaba todo confirmado, Emmanuelle supo preparar la película sola. El rodaje fue duro, pero el trabajo realizado con anterioridad lo alivió mucho.


P: Emmanuelle Bercot habla de un ritmo de rodaje intenso.

R: Reconozco que al principio tuve un poco de miedo. No era la primera vez que rodaba en condiciones difíciles, pero nunca durante tanto tiempo y apareciendo en casi todos los planos. La primera semana incluso pensé que habría debido hacer una preparación más física.


P: Háblenos de Bettie.

R: Me gusta su curiosidad. Lleva tiempo viviendo en la rutina, desde que se quedó con el restaurante de sus padres para seguir la tradición. Es un establecimiento conocido, reputado, la comida es buena, hay que trabajar para vivir. Y un buen día, no puede más. Se para de golpe en la cocina, dice “Ahora vuelvo”, y se marcha. Se va de verdad. A partir de ese momento, es como si estuviera de vacaciones. Aparece su faceta más infantil, se para, corta tres flores, se siente liberada.


P: Es hija, madre, abuela. Los personajes tan completos no abundan.

R: También es una mujer capaz de mirar a un hombre tal cual. Ha conservado esa vitalidad en cualquier sentido de la palabra.


P: La escena en que busca cigarrillos es tronchante.

R: Sí, se nota que es capaz de cualquier cosa con tal de fumar. Me parece que no gustará a la liga antitabaco. Es una apología del tabaco.


P: La película es un homenaje a la actriz – con referencias a las películas que rodó con François Truffaut, André Téchiné, François Dupeyron –, y a la mujer.

R: No cabe duda de que hace pensar en Drôle d’endroit pour une rencontre, de François Dupeyron. El viaje de Bettie tiene una faceta naturalista que puede evocar el cine de Truffaut y de Téchiné. Emmanuelle no me conoce mucho, no me ha visto vivir, no me ha visto con amigos, pero conoce mis películas. El viaje de Bettie puede ser la suma de todas. Me ha imaginado en una historia que me parece precisa, atractiva, insólita, llena de vida y energía.


P: Trabaja con actores no profesionales, algo que nunca había hecho.

R: Lo había hecho en escenas muy cortas, pero nunca en toda una película. Me entusiasmó.


P: ¿Improvisó mucho?

R: Aparte de la escena con el señor mayor que me lía un cigarrillo y la del granjero al que pido indicaciones, muy poco. El guión estaba muy bien escrito y Emmanuelle quería que se respetaran los diálogos. Hizo trabajar a todo el mundo en ese sentido, para que dijeran las palabras exactas y se metieran en los personajes. Gracias a ese rigor, pude improvisar por momentos.


P: La escena con el señor mayor es antológica.

R: Debía rodarla otro señor mayor, pero avisó que no podía, y Emmanuelle tuvo que encontrar a otra persona a toda prisa con las dificultades que implica trabajar con un actor no profesional. Hay que entender la escena, saber pararse en el momento oportuno. El señor mayor no lo entendía todo, pero cuando empezó a hablar, fue impresionante. Emmanuelle me había contado la historia de su novia, fallecida muy joven, que le hizo prometer que nunca se casaría. Se lo pregunté y empezó a contarlo. Ni siquiera me miraba, estaba en otra parte, en el pasado, le costaba liarme el cigarrillo por la artrosis. Es una escena increíble, nunca la olvidaré.

Quise ver dónde vivía. La granja parecía estar exactamente como hacía 200 años, los suelos eran de tierra batida. Probablemente tuvo muchas propiedades y gente trabajando para él, pero ahora está completamente solo.


P: Otra escena muy fuerte es la de su personaje con Marco, el chico al que conoce en el Rancho.

R: Hablé mucho con Emmanuelle. Las escenas de este tipo cuelan o se caen, no podíamos equivocarnos. Había que encontrar a un chico capaz de dar vida a los diálogos, con una gracia algo insolente, descuidada. Hicimos muchas pruebas. Todos los no profesionales son de las zonas donde rodábamos, pero Marco vive en París, es un chico único.


P: Da la impresión de estar siempre dispuesta a romper con su imagen.

R: No entiendo muy bien eso de romper con mi imagen. ¿Qué imagen? ¿La que enseñan las revistas cuando se estrena una película? Pero esa no es la imagen que tengo de mí misma en el cine.


P: Nunca duda en dar una oportunidad a jóvenes realizadores.

R: Se ha dicho que soy muy atrevida, pero me parece natural. Es mi temperamento, la curiosidad me empuja a hacerlo. Pero me pasa lo mismo en mi vida. Cuando llego a un sitio nuevo, sea para rodar o de vacaciones, tengo que ver la ciudad, recorrer los barrios antiguos, ir al café, al mercado. Funciono así. Me gustan las cosas nuevas, las propuestas nuevas, la gente nueva. He rodado películas insólitas como Je veux voir, de Joana Hadjithomas y Khalil Joreige, con los que he vuelto a rodar The Lebanese Rocket Society, siempre sobre la guerra del Líbano. A pesar de parecer disponible, soy una egoísta, hago caso a mi instinto, a lo que me apetece hacer.


P: Hablemos de la magnífica relación entre Bettie y el nieto al que descubre.

R: Nemo es el hijo de Emmanuelle y de Guillaume Schiffman, el director de fotografía. Para él significaba mucho estar en el plató de Elle s’en va. Es un apasionado del cine y de la comedia musical. Estudia en un colegio donde aprende a cantar y a bailar sin dejar de seguir el curso normal. Lo pasamos muy bien trabajando juntos.


P: Bettie casi nunca se cambia de ropa desde el momento en que se va.

R: Emmanuelle y yo hablamos de la ropa y del peinado de Bettie. En el cine se tiende a olvidar el realismo cuando se trata del vestuario, y aquí me apetecía que no fuera así. Cuando Bettie se va, sale de la cocina. Hay que entender que no es algo premeditado, deja su trabajo y se marcha. No se lleva una maleta. Buscamos trucos para suplirlo. Es una mujer activa, parecía lógico que llevara una bolsa con un par de cosas. Estamos en Bretaña, también sería creíble que tuviera un impermeable y unas botas en el maletero. Pero debía quedar patente que viajaba sin nada.


P: El coche es otro personaje en la película.

R: Era esencial escogerlo bien. Es el coche con el que Bettie trabaja, lo usa para llevar comida al restaurante. Debía ser grande, pero no lujoso ni sofisticado. Es un buen coche que compró hace unos veinte años. Emmanuelle pidió que lo pintaran con un color menos fuerte.


P: Comunica una gran fuerza a su personaje.

R: Sí, Bettie no conduce un Twingo. Al principio del rodaje, Emmanuelle estaba preocupada, conducir e interpretar a la vez no es tan fácil como parece. La tranquilicé, conducir no se me da nada mal.


P: Sugirió a Gérard Garouste para hacer el papel del abuelo.

R: Primero pensamos en un escritor o en un músico, pero Gérard Garouste, que es amigo mío, me vino enseguida a la mente. Nunca había rodado, pero aceptó enseguida. La aventura le atraía.


P: Se implica mucho en las películas que rueda.

R: Elle s’en va, al ser una película rodada en su mayoría con actores no profesionales, es un caso muy especial. Pero me gusta hablar con el director antes y durante el rodaje. Quizá no me atrevía hace treinta años, aunque tenía ganas de hacerlo. Me parece una colaboración. Un actor ve las cosas de otra manera, está al otro lado. Pero eso no significa que me tome por la directora, ni mucho menos. Algunos están muy dispuestos a hablar, otros menos. Últimamente tengo mucha suerte.


P: ¿Qué tipo de realizadora es Emmanuelle Bercot en el plató?

R: Es muy estimulante, está presente en cada momento, en el corazón de la escena, se fija realmente, observa. Emmanuelle comunica un impulso físico. De hecho, la película es muy física. Había que trasladarse, moverse constantemente. No fue un rodaje en el que se descansara al cabo de tres horas, para nada, Emmanuelle no quería parar. Siempre digo que los estadounidenses hablan demasiado alto en la vida diaria, pero en su cine se convierte en una fuerza. Era lo que necesitaba Elle s'en va, y lo tiene. Con el tiempo, cada vez creo más en el poder de la energía en el cine.


Críticas francesas

20 Minutes (Caroline Vié) *****
Catherine Deneuve desaparece y solo nos quedamos con su personaje. Gracias a un retrato realizado con aguafuerte, Emmanuelle Bercot y la actriz ofrecen una película maravillosa.

La Croix (Marie Soyeux) *****
Emmanuelle Bercot ha sabido realzar lo mejor de Catherine Deneuve, una abuela atípica en busca de cigarrillos por Francia.

Le Journal du Dimanche (Danielle Attali) *****
Una road movie en la que late un gran corazón a caballo entre la risa y el llanto. Rebosante de optimismo, El viaje de Bettie sorprende al espectador a cada momento con un aire de falso documental. Catherine Deneuve se lleva la palma por su gracia y generosidad.

Le Nouvel Observateur (Pascal Mérigeau) *****
Uno de esos momentos deslumbrantes que ofrece el cine. Entre Bercot y Deneuve, la película es un intercambio maravilloso de regalos.

Le Parisien (Pierre Vavasseur) *****
El viaje de Bettie es más que una buena película, es una película auténtica, a flor de piel, en la que Deneuve se muestra profundamente conmovedora y exacta.

Marianne (Danièle Heymann) *****
Una película deliciosa y libre, vagabunda y profunda, lúcida y ligera.

Positif (Jean-Dominique Nuttens) *****
El viaje de Bettie tiene el factor X que marca la diferencia entre una buena película y una obra hecha y derecha.

aVoir-aLire.com (Frédéric Mignard) ****
Una road movie femenina que recuerda el cine de Gustave Kervern con una franqueza y una libertad refrescantes. Deneuve está grandiosa.

Le Point (François-Guillaume Lorrain) ****
El viaje de Bettie es la película más tonificante y más entusiasta de la vuelta de vacaciones.

Les Inrockuptibles (Jean-Baptiste Morain) ****
Mezcla de road movie a la francesa y de comedia romántica, la película es una oda sutil basada en los infinitos matices de Catherine Deneuve.

Libération (Olivier Séguret y Gérard Lefort) ****
No es la primera vez que Deneuve rueda una película de autor y le echa una mano mediante su fama y su gran talento, pero en este caso, la película parece inspirarse tanto en la actriz que casi podría verse como un documental.

Paris-Match (Karelle Fitoussi) ****
Con Elle s’en va, la cineasta lleva a Catherine Deneuve a una road movie estremecedora.

Première (Isabelle Danel) ****
A pesar de ciertas torpezas, la mezcla de tacto y de crueldad, de gravedad y de gracia, hace pasar de la risa al llanto.

Télé 7 Jours (Viviane Pescheux) ****
Una road movie en la que Catherine Deneuve brilla por su naturalidad ante tantos encuentros sorprendentes.

Télérama (Pierre Murat) ****
Una escapada estupenda a manos de una espléndida Catherine Deneuve.