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  La vida secreta de Walter Mitty  (The secret life of Walter Mitty)
  Dirigida por Ben Stiller
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A Stiller, LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY le brindó una rara ocasión de examinar de nuevo, desde otra época, un relato norteamericano que marcó un hito. Hace mucho, siendo alumno de enseñanza secundaria, se tropezó por primera vez con el relato de Thurber: un cuento que casi acto seguido de su publicación en The New Yorker comenzó a tener una repercusión que su extremada brevedad no permitía adivinar. En los años cuarenta inspiró una idolatrada comedia cinematográfica, numerosas obras de teatro y dejó esculpida en el léxico popular la frase "ése es un Walter Mitty", referida a alguien que dedica más energía a irse por las ramas con ensoñaciones que a la vida real.

Ahora, Stiller vio la oportunidad de introducir al incesantemente escapista personaje de Thurber en la complejidad sin restricciones de nuestra época de redes sociales, recortes y reequipamiento, y llevar su historia más allá, desde los puntos de vista cómico, dramático y cinematográfico, añadiendo a la mezcla el completo espectáculo visual de la moderna realización cinematográfica.

"Lo que me encanta del relato es que resulta imposible clasificarlo", afirma Stiller. "Tiene comedia, tiene drama, es un relato de aventuras, es real y, a la vez, fantásticamente superrealista. Pero en el fondo de todo ello se encuentra un personaje con el que, en mi opinión, todos pueden conectar, alguien que parece simplemente estar cumpliendo con las formalidades de la vida moderna pero que dentro de su cabeza, está viviendo una vida totalmente distinta. Para mí, personifica todo aquello que imaginamos sobre nosotros y sobre el mundo pero que nunca decimos".


Un Mitty muy moderno
La exuberante hilaridad y el agridulce patetismo de las personas que persiguen sueños descabellados siempre ha sido puesta de relieve en el enfoque cómico de la técnica narrativa de Ben Stiller. Como actor, se ha convertido en una de las mayores estrellas de la comedia mundial gracias a una sucesión de personajes de hombres de la calle que se enfrentan a atroces circunstancias, ya sea como alguien que trata de impresionar a sus aterradores suegros en la serie de Los padres de ella; como un solitario vigilante nocturno de un museo que no puede dar crédito a sus ojos en la divertida escandalera de Noche en el museo, o encarnando a un tipo que consigue una segunda oportunidad con la chica de sus sueños del instituto, en la rompedora comedia Algo pasa con Mary.

Como director, ha cosechado el aplauso de la crítica por su propio estilo de comedia incisiva aunque dulce, incluida su afectuosa parodia del mundo de la moda en Zoolander (un descerebrado de moda)ž y su triunfante sátira de la locura y la camaradería de las películas de acción en Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra! Pero LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY llevó a Stiller a donde nunca antes había estado, ni delante ni detrás de la cámara. Es, a la vez, su epopeya visualmente más audaz y su relato más conmovedoramente humano.

La película le hace un tierno guiño a la eterna fábula del gran humorista norteamericano Thurber que gira en torno a la necesidad que siente un hombre afable de convertir, dentro de su cabeza, sus fracasos en algo mucho más maravilloso. Pero el Mitty de Stiller es un hombre muy de nuestro tiempo. Como muchos de nosotros, se siente coartado por un mundo electrónico cada vez más despersonalizado que está cambiándolo todo rápidamente; un mundo que está convirtiendo en obsoleta su propia forma de vida. Su única válvula de escape es un alocado aluvión de ilusiones que le mantienen como un héroe constante que lucha por un mundo mejor y más justo. Ése es su propio y privado mundo que no comparte con nadie… ¡Bueno! Hasta que la búsqueda de un negativo perdido de un famoso fotógrafo (Sean Penn) le brinda la inesperada oportunidad de conectar con otro mundo.

Lo que primero atrajo a Stiller de la adaptación que Steven Conrad hizo de LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY, fue el tira y afloja entre la tambaleante e incierta realidad de Mitty y el magnífico ímpetu que se oculta detrás de sus asombrosos sueños, capaces de dejar estupefacto a cualquiera. Stiller había considerado otros intentos de reeditar la historia, pero ninguno le había satisfecho.

"El guión de Steve no trataba de ser una repetición del clásico de los años cuarenta interpretado por Danny Kaye, que para su época era maravillosamente singular, sino que halló una forma distinta de contar el relato; una forma inteligente y persuasiva que creó una situación moderna con la que este personaje y el público pudieran identificarse", explica Stiller. "Me encantó que el guión rindiera homenaje a la idea de un tipo corriente como héroe, de forma a la vez lírica, conmovedora y divertida. Steve me dijo que ‘dentro del pecho de cada hombre norteamericano late el corazón de un héroe'. Y yo quería que la película mostrara el respeto que merece todo aquello por lo que pasa la gente corriente, y el enorme reto que supone la vida para todos nosotros, independientemente de que uno sea un don nadie al que todos ignoran o el presidente de Estados Unidos. La odisea de Walter es una alabanza a las posibilidades que todos tenemos".


Un Mitty en la familia
Lograr el engranaje entre el material, el director y el actor era especialmente vital para los productores de la película: John Goldwyn y Samuel Goldwyn Jr., respectivamente nieto e hijo de Samuel Goldwyn, que produjo la versión de 1947 de LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY, dirigida por Norman Z. McLeod; y para Stuart Cornfeld, que ha colaborado con Stiller en muchas de sus películas; entre ellas, Zoolander (un descerebrado de moda) y Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!

Para los Goldwyn, LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY siempre ha sido parte de la historia familiar. "Mi abuelo fue, en todos los sentidos, un auténtico pionero de la industria cinematográfica, miembro de un grupo de personas que quería contar historias de forma distinta, mostrarnos una visión de la vida que ningún cuadro, novela ni obra teatral podría ofrecernos jamás. Y como WALTER MITTY fue para él un enorme éxito, nosotros queríamos formar parte de algo que pudiera estar a la altura", explica John Goldwyn. "En 1947, elaboraron un relato cinematográfico que se apartó del material original convirtiéndose en algo muy diferente y nosotros queríamos seguir esos pasos".

A lo que Samuel Goldwyn, Jr. añade: "Vimos una ocasión de hacer algo nuevo y creativo con un argumento que sigue resonando en el mundo, y valía la pena luchar por lograrlo. Siempre he creído que las grandes películas comienzan con un gran guión, y el cuento de Thurber es tan rico que permite llevar a su personaje y sus ideas en muchas direcciones distintas. La película de 1947 hablaba para aquella época y nosotros estábamos decididos a encontrar un guión y un enfoque que se dirigieran a la nuestra de igual modo".

Harían falta muchos años y una investigación quijotesca para hacerse astutamente con los derechos y desarrollar la película a través de una multitud de encarnaciones. No obstante, el panorama comenzó a cambiar cuando John Goldwyn se reunió con el guionista Steven Conrad, conocido por guiones tan bien construidos como el de En busca de la felicidad, de Will Smith, y El hombre del tiempo, de Gore Verbinski.

Goldwyn recuerda cómo "Steve dijo: ‘Quiero hacer una película sobre un hombre que para el mundo sea completamente mediocre, pero que sueñe sin cesar en una vida mejor y que aprenda que la única forma de convertirse alguna vez en el hombre que él sabe que puede ser, es salir de su cabeza y adentrarse en la vida. Él se da cuenta de que una vida descubierta es mejor que una vida imaginada'. Y yo le dije: ‘Tuyo es el empleo. Eso es exactamente lo que necesitábamos oír'".

Al recibir el primer borrador de Conrad, Goldwyn se dio cuenta enseguida de que no iba a ser una comedia corriente que fuera a atraer al gran público. "Era muy singular. No se parece a nada de lo que hayamos tenido antes. No guardaba, en realidad, parecido con la primera película salvo la idea de que trataba de alguien que soñaba despierto. Era tan original que no había nada con lo que verdaderamente pudiera compararse. Y todos estaban muy entusiasmados".

Tal entusiasmo dio paso a un largo y serpenteante camino para encontrar al director adecuado. En algún punto de ese itinerario apareció Ben Stiller; originariamente, para hablar de la posibilidad de interpretar el papel de Mitty. Pero desde el principio quedó claro que sentía por el material una pasión que le llegaba derecha al corazón.

"Ben había preparado un conjunto de notas que yo había leído antes de acudir a la reunión", recuerda Goldwyn. "Y las notas eran, sin duda alguna, el mejor resumen que yo hubiera jamás visto de lo que una película podría ser. En mi vida. La precisión, la elocuencia, el cuidado con el que fueron escritas, la claridad del razonamiento acerca de lo que el guión podría llegar a ser… ¡era un documento asombroso! Vi en sus notas una película que sería muy pero que muy peculiar".

Goldwyn –que era presidente de Paramount Pictures durante la producción de Zoolander (un descerebrado de moda), donde estableció por primera vez relación con Stiller– le respaldó para el puesto de director, a pesar de las lógicas preocupaciones que acompañan a que un solo hombre se haga cargo de los dos inmensos trabajos de dirigir y protagonizar una película muy ambiciosa. Lo único que nadie podía negar era la evidente e intensa pasión de Stiller por el proyecto.

"Ben tenía un criterio claro acerca de esta película", asegura Stuart Cornfeld. "Es una historia con la que creo que él sabía que podría divertirse mucho, pero también percibió en ella una belleza y una fuerza auténticas. Quería que el público emprendiera un viaje con Walter Mitty cuando que éste comienza a entrar en contacto con la vida y se da cuenta de que ésta, a su manera, es asombrosa, mágica y que merece la pena".

Stiller se sintió complacido teniendo a los Goldwyn a su lado. "Tienen una estrechísima relación con la historia del proyecto, un gusto exquisito y una enorme experiencia en todo el proceso", comenta. "Esta película no encajaba exclusivamente en ningún género y sabíamos que correr ese riesgo iba a exigir mucha fe por parte del estudio. Reconozco a los Goldwyn todo el mérito de lograr esa confianza porque ellos realmente creían en el proyecto. Han sido unos socios excelentes, me dieron un enorme apoyo y desempeñaron un papel decisivo en hacer de todo ello una realidad".

De Cornfeld, Stiller dice lo siguiente: "Stuart y yo llevamos muchos años trabajando juntos, y juntos hemos cruzado la barrera de fuego. Hemos hecho muchas películas, existe entre nosotros una capacidad de entendernos rápidamente y, en cuanto a la creación, tenemos una confianza recíproca. A decir verdad, nunca había conocido a nadie mejor que Stuart en el trabajo de guionista; siempre anda haciendo preguntas y esforzándose para que el guión mejore, mejore y vuelva a mejorar. Y cuando uno está haciendo una película como ésta, y se sale un poco de lo convencional, esa clase de relación es inestimable".

A Cornfeld le entusiasmaba especialmente ver que Stiller tenía la oportunidad de ponerse a prueba simultáneamente como actor y como director, haciéndose cargo de un mundo de desenfrenada imaginación visual. "Ben aportó una visión muy perfeccionada", concluye Cornfeld. "En el aspecto exterior de la película y en su interpretación ha creado algo sorprendentemente vibrante, una experiencia llena de fantasía pero que también es un canto a la vida real".


Superando a la vida… aunque sea la de papel
Al guionista Steven Conrad le estimuló el reto de enfocar el hito literario de James Thurber desde el punto de vista de otra generación. Dice que quería "reconceptualizar la idea clásica de Walter Mitty como individuo, usando todos los colores del caleidoscopio de la vida moderna".

Eso es lo que le llevó a colocar a Walter Mitty en la encrucijada de su vida y de la Revista LIFE. Conrad imaginó al nuevo Mitty como "Gerente de Activos de Clichés" en una moderna encarnación de la famosa revista; como un devoto empleado al que le gustaría vivir todos los momentos de asombrosa valentía y audacia que ha visto desfilar delante de él en los límites de su oficina. También imaginó a Mitty como un hombre al borde del abismo; alguien al que dejan atrás a medida que LIFE, en su tiempo la definitiva crónica visual de la cultura norteamericana, va cambiando de la revista que inspiraba e informaba hasta transformarse en una más de las empresas puntocom.

La auténtica Revista LIFE sufrió varias reencarnaciones desde su fundación en 1883, alcanzando su apogeo cuando Henry Luce la convirtió en el semanario predominante de la nación en el campo del periodismo fotográfico, plegándose finalmente a los nuevos tiempos como life.com en 2009. La LIFE de Conrad es imaginaria pero se basa en gran medida en la impresionante herencia fotográfica de la revista verdadera.

"Me gustaba la idea de que Walter trabajara en la sala de clichés fotográficos de la Revista LIFE, porque eso lo convierte en una especie de depositario humano de las fotografías más importantes tomadas durante los últimos 70 años", explica Conrad. "Está rodeado de imágenes de los momentos esenciales de nuestros tiempos. En cierto sentido, ha visto todo lo que ha ocurrido en el mundo exterior, pero nadie le ve a él. Parecía un buen lugar desde el que podríamos dar nuestro aliento a Walter, porque todos nuestros trabajos pueden empezar a darnos una sensación parecida. Podemos sentirnos perdidos en ellos o sentir que no nos dan la ocasión de vivir de verdad".

Para Stiller, el trabajo de Mitty en LIFE fue una bella manera de sacar provecho de temas que ahora mismo resuenan poderosamente. "El telón de fondo me parece pertinente al lugar que ocupamos en el mundo", observa el director y actor. "La idea de Steve de que la emblemática Revista LIFE esté fundamentalmente convirtiéndose en un archivo fotográfico on line es una gran metáfora de la transición que todos estamos realizando desde el mundo analógico al digital y de cómo puede ello hacer que un tipo como Walter, que ha realizado su trabajo meticulosamente durante años, se sienta obsoleto".

Prosigue: "Es sin duda un momento que transforma la vida de Walter, y, sin embargo, él encuentra el valor para salir al mundo en lugar de arrinconarse".

En efecto, con LIFE amenazada, éste es el momento en el que la realidad de Walter Mitty empieza a superar a sus fantasías.

Para que esa transformación tuviera éxito, Stiller creyó que tendría que encontrar una manera de convertir en un todo el mundo de una típica jornada laboral de Mitty y sus extraordinarias ensoñaciones; y hacerlo de la forma perfecta como verdaderamente ocurre en lo profundo de la mente humana. A medida que fue desarrollando el guión definitivo con Conrad, este entrelazado de vida cotidiana y vida imaginaria se transformó en su máximo reto. Al igual que James Thurber había estimulado las fantasías de Mitty basándose en una única palabra o en un solo suceso, Stiller y Conrad construyeron su narración en torno a conexiones tangibles entre lo real y lo fantástico.

"Ben pensaba que era vital que la película no diera la sensación de estar dividida entre un mundo real y otro quimérico", explica Conrad. "Eso supuso, por tanto, que tuvimos que crear todas las ilusiones de Walter precisamente dentro del transcurrir de su vida cotidiana. No nos vamos a un mundo fantástico y luego volvemos. No nos movemos de su lado para así tener la ocasión de formar parte de sus fantasías, de ver lo que saca de ellas y también lo que ha perdido en la vida real por haberse evadido. Vemos lo que ansía, lo que le ha pasado de largo y lo que tiene posibilidades de hacer, aunque todavía no se le haya presentado la oportunidad de hacerlo. El concepto de Ben era que sus ensoñaciones deberían mostrarnos facetas auténticas, no imaginarias, de la personalidad de Mitty".

En sus sueños, Walter es poderoso, decisivo y sigue sus instintos a donde quiera que puedan llevarle. Sin embargo, en la vida real, si es algo, es precavido; en especial, porque ha sentido el peso de la responsabilidad de cuidar de su familia desde que su padre falleció siendo él un adolescente. Ésa es la razón por la que Conrad tuvo que dar con una fortísima motivación para que Mitty tirase la precaución por la borda, poniéndole en medio de una búsqueda obsesiva y detectivesca para sacar a la luz un negativo perdido, el que contiene la toma elegida por su fotógrafo favorito para la última e histórica portada de LIFE.

También incluyó otra inspiración para Mitty: el famoso lema de la Revista LIFE, que anima a la gente a "ver cosas a miles de millas de distancia, cosas ocultas detrás de paredes y dentro de salas, cosas peligrosas para acercarse a ellas… para verlas y asombrarse".

"Verdaderamente es un lema de lo más porque dice esencialmente que nuestro negocio es adentrarnos en las profundidades del mundo y ofrecer una visión real de otras personas", reflexiona Conrad. "Es una excelente norma, muy digna de ser personalmente adoptada, para expresar que esto podría ser lo que todos nosotros necesitamos hacer algunas veces".

Mientras que el Mitty de Thurber era un calzonazos cuyas fantasías le transportaban lejos de su matrimonio, y en la primera película Mitty se había comprometido a casarse sin entusiasmo alguno, Conrad tomó otro camino. Su Mitty es un típico soltero moderno que, para empezar, es más probable que sueñe con idilios –o que ande enredando con la idea en Internet– en lugar de correr detrás de ellos con entusiasmo. Pero algo que el guionista nunca concibió en Mitty era que fuese un fracasado. Sus sueños no sólo reflejan sus esperanzas sino también una fuerza interior que todavía tiene que demostrar.

"Para nosotros era importantísimo que el personaje no fuera pasivo ni débil", afirma. "Este Walter Mitty tiene una mente aguda y una constitución fuerte. Estaría dispuesto a ir a donde fuese si el desarrollo de los acontecimientos se lo permitiera. Nuestro trabajo consistía en llevarlo a ese lugar donde pudiera liberar su alma".

El guionista tenía fe en que Stiller fuera el director que pudiese lograr exactamente eso, a la vez que mantenía al público entretenido. "Siempre me ha gustado la forma como las películas de Ben consiguen cambiar situaciones con tanta habilidad y rapidez cuando se trata de hacernos sentir bien; pero en el tratamiento del tema no hay ligereza", comenta Conrad. "Crea un equilibrio tan singular habilidad y rapidez y ligereza que nadie más sería capaz de realizar las películas de Ben".

Más adelante, fue igual de emocionante para Conrad ver a Stiller meterse por fin en el papel al que tanto esfuerzo –y durante tanto tiempo– habían dedicado. "Durante dos años realizamos una labor verdaderamente rigurosa que, primordialmente, fue dirigida por Ben", observa. "Luego, de repente, también era Mitty. Yo sabía que iba a ser divertido, pero el sorprendente ámbito de lo que aportó al personaje fue una verdadera sorpresa".


La chica de los sueños de Mitty
Mientras Walter Mitty reflexiona sobre los problemas que provoca su perfil de eHarmony, sus sueños románticos se afinan con su colega de contabilidad, la campechana Cheryl, que con frecuencia se transforma en el objeto de sus heroicos rescates y aventuras.

El papel, tal y como Stiller lo concebía, no se limitaba a dar un toque de humor, sino que era un importante catalizador de la odisea de Mitty. "Es la endeble relación de Walter y Cheryl lo que se convierte en el impulso que lo lanza al mundo", explica.

En consecuencia, el personaje exigía a alguien que pudiera dar el salto desde el mundo cotidiano de una madre sin marido temerosa de perder su empleo, al dramático funambulismo propio de las ensoñaciones de Walter, y volver al punto de partida sin que el corazón le diese un vuelco ni perder lo característico de Cheryl. Para lograr todo esto, creando a la vez el efecto de bola de nieve de una relación que experimenta el primer cosquilleo de la atracción, los realizadores eligieron a una de las más intrigantes comediantas de hoy en día: Kristin Wiig, que hizo sus primeros pinitos siendo una de las mayores estrellas de "Saturday Night Live" antes de dar comienzo a una amplia carrera en la gran pantalla.

Stiller la tenía en mente desde el mismo principio. "Kristin es alguien con quien es muy fácil identificarse", comenta. "Es tan auténtica como naturalmente divertida, y yo quería de verdad verla hacer algo como esto, algo que no es exactamente la comedia loca y basta a la que nos tenía acostumbrados. Su personalidad es muy agradable y cálida; tuve la sensación de que podría transmitir al público, al instante y con pocas palabras, por qué ella y Mitty están hechos la uno para el otro".

"Kristin", prosigue Stiller, "es también fantástica interpretando distintas actitudes y personajes. Fue capaz de unir ese tipo de comedia y la auténtica personalidad de Cheryl, que se siente sólo un poco intrigada por Walter. Creo que su personaje consigue alcanzar un punto con el que el público conecta de verdad: la idea de que algunas de las cosas más insignificantes que nos suceden en la vida –hasta el simple hecho de decir ‘¡hola!' a alguien cuando te mira de cierta forma– pueden afectarnos en enorme medida".

Wiig cuenta que sus primeras conversaciones con Stiller fueron clave para convencerla. "El guión era absolutamente maravilloso pero es difícil decidirse sólo basándose en él porque son muchas las maneras de interpretar una historia como ésta", observa. "Así que el tono de nuestras conversaciones era verdaderamente importante. Yo tenía la sensación de que lo que Ben quería hacer con Walter Mitty era muy interesante. Me encantaba que, tomado este clásico cuento, quisiera modernizarlo de una forma divertida y que a la vez afectara a elementos de nuestra vida actual".

Y continúa: "Es una de esas historias que nos deja la sensación de que ahí fuera hay un mundo sensacional y enorme que nos espera, y que si hay cosas que realmente queremos hacer en la vida, ya sea relacionarnos con nuestras familias o recorrer el globo, merece la pena salir de nuestro ambiente y hacerlas".

Le resultó fácil a Wiig comprender por qué Cheryl podría sentir unas minúsculas punzadas de interés por Walter que se transforman en algo más cuando se embarcan juntos para resolver el misterio del negativo perdido. "Creo que a ella le gusta que él lleve un tipo de vida más tranquilo y que también sea capaz de atisbar algo mejor fuera de su entorno", explica. "Los dos llevan vidas que quizá les gustaría que fueran un poco más excitantes, por lo que resulta perfecto que acaben embarcándose juntos en esta aventura inesperada".

Wiig disfrutó especialmente entrando de sopetón en las ensoñaciones de Mitty, cuando Cheryl aparece en numerosos y emocionantes escenarios que llevaron a Wiig a nuevas situaciones, incluida la interpretación como solista de una canción de Bowie. "Me encantaron las escenas fantásticas", afirma. "En una de las primeras fantasías de Walter, éste corre al interior de un edificio en llamas y salva a mi perro, que sólo tiene tres patas. Nunca había visto una escena como ésa, con fuego, explosiones y todo, y para mí, como actriz, fue verdaderamente emocionante".

Wiig afirma que tal emoción era alimentada sin descanso por Stiller, cualquiera que fuese la escena. "De verdad que no sé cómo pudo Ben haber hecho tanto en todo este proyecto", reflexiona. "Estaba intensamente involucrado con cada aspecto de la película, desempeñando tantas funciones, y, además, luego entraba en escena como actor. Era toda una inspiración mirarlo y creo que he aprendido mucho de él".

El aplomo visual de Stiller también asombró a Wiig. "La apariencia de la película es muy específica y muy hermosa, lo que forma parte de aquello que la hace ser tan especial. Ben tenía formada una imagen para cada toma, para cada fotograma", asegura.

A Wiig le impresionó especialmente lo que Stiller aportó a Mitty. "Su Walter Mitty es un tipo que realmente tiene voz… aunque todavía no sabe muy bien cómo utilizarla. Ben transmite tanta calidez al personaje que a una le entran ganas de abrazarle y emprenderla a bofetadas con todo el que se porte mal con él".


Pesadilla en dirección
El gran espíritu maligno presente en la vida cotidiana de Walter Mitty es el nuevo Director Ejecutivo Encargado de la Transición: Ted Hendricks, un ser de consumada arrogancia, engreída desconsideración e incesantemente intimidador. El guionista Steve Conrad asegura que creó el personaje para pulsar todas las teclas de Walter Mitty. "Para mí, Ted Hendricks es una especie de sensación", especifica Conrad. "Representa la forma como a uno le hacen sentirse entrenadores o hermanos mayores, profesores, policías: esa sensación mediante la cual lo mejor que uno puede decirles no se le ocurre hasta dos minutos después de que se hayan ido, y cuando están delante de uno, no se le ocurre nada que sirva. O uno suelta lo peor. Ted encarna esa sensación".

Del papel de Ted se hace cargo Adam Scott, que interpreta a Ben Wyatt en la exitosa comedia televisiva Parks and Recreation. "En la vida real Adam es tan agradable como encantador", dice Kristen Wiig. "Pero en la película no puede ser más despreciable ni más ofensivo. Y lo hace tan bien que consigue que nos partamos de risa".

Stiller pensó en él desde el principio. "Siempre quise que Adam participara en la película porque es muy divertido y también porque tiene una presencia de una clase muy especial", observa el director. "El mundo de Mitty tiene una cierta realidad aunque ligeramente estilizada y se me ocurrió que Adam podría darle ese tono a su actuación. Muy rápidamente nos revela quién es Ted: alguien frío y miserable pero también ridículamente egocéntrico".

Scott se sintió al instante atraído por el guión. "Me pareció asombroso el modo como Steve y Ben habían tomado este relato clásico y dejado que se transformara en algo que percibimos como muy épico y muy actual", dice. "El guión daba la sensación de ser algo especial; divertido pero también realmente conmovedor. La profundidad de su estilo literario es algo a lo que, en mi opinión, muchos aspiran".

En cuanto a quién es Ted, Scott lo describe así: "Básicamente es un carroñero corporativo sin corazón que deambula por las salas de esa gran institución norteamericana que es LIFE. Carece en absoluto de consideración por la humanidad de esta maravillosa revista que durante tanto tiempo ha sido un rasgo distintivo de la cultura norteamericana. Y en Walter ve sobre todo a un tipo al que considera digno de lástima de una forma muy divertida. Le causa placer porque Walter hace que sea aún más interesante portarse como un vampiro. Creo que más bien disfruta con Walter, ¡hasta el momento en que éste empieza a arruinar la vida de Ted!".

Scott asegura que al calibrar el papel, empleó a Stiller como vara de medir. "Creo que Ben es uno de los hombres más divertidos que jamás haya tenido Hollywood, por lo que hacerle reír aunque fuera una o dos veces durante mi actuación era mucho para mí".

También se ocultó detrás de una barba identificadora más bien grande que acabó definiendo a Ted. "Lucir esa enorme barba me hacía sentirme como si cada día me aplicaran una capa de glaseado en la cara. Pero merecía la pena porque el aspecto era perfecto. Realmente realza la impresión de que este tipo es una bala humana", dice riendo.

Stiller también se sintió sobrecogido por ese pelo facial. "Creo que le dio a Adam ese algo único que nunca le habíamos visto en una película", asegura.

Ted podría ser la clase de elemento del que Walter Mitty querría huir, pero está en el mismo centro de su más rebuscada fantasía: un encuentro en un ascensor que se transforma en un combate aéreo a través del centro de Manhattan. Para Scott, la experiencia de rodar esa escena fue toda una novedad.

"La escena de la lucha fue sin duda una de las experiencias más increíbles por las que yo haya pasado", confiesa el actor. "Ben y yo estábamos suspendidos de los cables con unos arneses, luchando a muerte, mientras que las calles estaban repletas de turistas. Fue intenso a más no poder. Nunca había hecho nada parecido".

Pese a la novedad de todo ello, Stiller hizo que pareciera excitante, asegura Scott. "Ben tiene una forma de hablar con los actores que verdaderamente hace que uno se sienta muy cómodo y muy bien atendido", resume. "Y sin embargo, por muy precisa que hubiera sido la preparación, una vez empezamos a rodar todo parecía muy vivo. Creo que lo que le hace capaz de lograr lo que consigue como director es que él mismo es un gran actor por méritos propios".


Un fotógrafo en el fin del mundo
Pese a todas sus fantasías de convertirse en un héroe, Walter Mitty tiene su propio y auténtico héroe: el afamado fotógrafo de LIFE Sean O'Connell, un aventurero escurridizo que se ha transformado en una especie de estrella del rock del mundo de la fotografía, renombrado por comprometerse sin tregua a darle caza a una noticia cueste lo que cueste. Darle al actor y director ganador de un Oscar®, Sean Penn, el papel del misterioso icono que le hace señas a Walter Mitty para que entre en el gran y amplio mundo, parecía la elección perfecta.

"Sean O'Connell es un individuo que representa la integridad creativa y necesitaba tener una presencia deslumbradora con la que el público conectara al instante cuando Walter por fin le conozca. Por eso era Sean Penn mi primera opción; porque para mí, Sean es la encarnación vital de todo eso", asegura Ben Stiller.

Stiller también tenía mucho interés en darle a Penn un papel que uno de los principales actores dramáticos de su generación no interpretaría normalmente. "En realidad, Sean tiene un gran sentido del humor", advierte, "que creo que no sale a relucir muy a menudo en su trabajo cinematográfico, por lo que resultó divertido brindarle la ocasión de hacer algo distinto".

A lo que el productor Stuart Cornfeld añade: "Sean O'Connell tiene una cierta clase de halo de misterio, al igual que Sean Penn. Lo que asombra de su interpretación y la forma como el personaje aparece en el guión, es que cuando Walter conoce por fin a Sean, éste es todo lo que Walter andaba buscando, pero, a la vez, es del todo distinto. Para todos nosotros fue simplemente estupendo ver a Sean en acción".

De redondear el reparto de actores principales de LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY se encarga un elenco que incluye a Kathryn Hahn (Parks and Recreation) como la hermana de Mitty que es actriz de performance; el cómico Patton Oswalt como el asesor de Mitty en eHarmony; Olafar Darri Olafsun como el inverosímil piloto islandés de Mitty, y, muy adecuadamente, una verdadera leyenda del cine en el papel de la mamá de Mitty: la ganadora del Premio de la Academia®, Shirley MacLaine, que también protagonizó una película que Stiller considera una inspiración para algunos de sus diseños cinematográficos, El apartamento de Billy Wilder.


La fantasía hecha realidad
En 1939, cuando James Thurber publicó por primera vez LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY, aportó al relato un estilo modernista y burlón que atrajo a los lectores directamente a la experiencia de la vida fantástica de Walter Mitty.

En 2013, Ben Stiller esperaba hacer algo parecido, empleando el cine moderno para abrir visualmente el relato de un modo que habría sido inimaginable en los tiempos de Thurber. Sabía que había varias formas de enfocar el fantaseo de Mitty. Pero sólo había una que le pareciera adecuada para lo que él quería que sintiera el público: utilizar una superrealidad hábilmente construida que se funde con el torrente interior de la consciencia de Mitty, formando el tejido de lo que ocurre en su mundo exterior.

"Todos pueden conectar con la idea de estar hablando con alguien mientras que en la cabeza de uno se desarrolla una loca e imaginaria fantasía del lugar donde preferiría estar en ese momento", explica. "Eso era lo que queríamos captar".

Stiller pensó detenidamente en la forma como lograrlo. Crear las fantasías de Walter supondría, indudablemente, el uso de muchas piezas móviles y haría falta sentido del espectáculo, pero Stiller empleó sus efectos juiciosamente, sin perder de vista la perfecta integración en el transcurrir de la acción.

"En lo relativo a efectos visuales, queríamos un enfoque global que tuviera mucho realismo fotográfico", dice. "Siempre he descubierto que los mejores resultados provienen de hacer prácticamente todo cuanto uno pueda en situaciones de vida real, y luego retocarlo sólo ligeramente con los efectos digitales".

Al cabo, Stiller reuniría a un equipo de diseño visual del que formarían parte el director de fotografía candidato al Oscar® Stuart Dryburgh (El piano), el diseñador de producción Jeff Mann (Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!, Zoolander (un descerebrado de moda)), el montador Greg Hayden (Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!, Zoolander (un descerebrado de moda)), la diseñadora de vestuario Sarah Edwards (Salt, Michael Clayton) y el supervisor de efectos especiales Guillaume Rocheron (La vida de Pi).

Desde el principio, Stiller tomó la decisión de rodar LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY en celuloide, decisión que parecía remitirnos al mundo cargado de imágenes de Walter Mitty y a su búsqueda de autenticidad. "El celuloide es algo muy especial –está en el mismo corazón de la historia del cine y de toda la tradición de la realización cinematográfica– y es algo que está desapareciendo muy rápidamente, esfumándose del mundo", dice Stiller.

También optaron por que la cámara cobrara vida lentamente, pasando de estática a dinámica, ya que la vida de Walter sigue una trayectoria similar. Así lo explica Stiller: "Creamos un mundo que es muy gráfico y lineal en la primera parte de la película. Por lo que la cámara está francamente quieta y apenas se mueve, y luego… gradualmente… a medida que Walter va empezando a conectar con la vida y a salir al mundo, la cámara va soltándose. Nosotros nos soltamos con Walter, los colores se vuelven más intensos y nos adentramos con él en una experiencia vital más plena".

El constante yin y yang de sueños y realidad de LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY exigía una producción extremadamente ambiciosa que aceptara el reto de los rigores del rodaje en medio de Nueva York, para luego salir volando hacia Islandia, rumbo a ambientes de otro mundo, donde el equipo técnico y el artístico pasaron de volcanes a helicópteros y al centro del océano helado.

"Rodar en Nueva York era esencial porque ésa era la única forma de lograr el intenso sentido del lugar que Ben había imaginado", dice Cornfeld. "Se empeñó realmente en captar la energía e intensidad de la ciudad".

Continúa el productor: "Islandia es un lugar simplemente asombroso, donde la calidad de la luz es verdaderamente distinta a la de cualquier otro lugar de la Tierra. Una de las auténticas ventajas de haber rodado en celuloide es que sacamos el máximo partido a esa luz. No hay mucha contaminación en Islandia así que cuando uno dirige la vista a la lejanía, su visión es ilimitada. Es como pasar de un mundo de 35 mm a otro de 70. Se logra un ámbito de belleza natural simplemente imposible de hallar en muchos lugares".

Cada lugar de rodaje acogió escenas que no habría sido posible filmar en ningún otro sitio del mundo. En Nueva York, Stiller tuvo la ocasión de rodar la épica persecución en que participan Walter y Ted en medio de esa dinámica tan rebosante de vida como es un típico día lleno de gente en esa ciudad. Para simular el vuelo y los saltos de Walter y Ted a través de Manhattan en patines y esquíes improvisados, Stiller y su coprotagonista Adam Scott fueron colocados en un aparejo móvil del que colgaban mientras zigzagueaban por el infame tráfico de Nueva York.

"Fue muy divertido rodar el combate de Ted", observa Stiller. "Allí estábamos subidos en monopatines y patines en línea, Sexta Avenida y Calle Cincuenta y Siete abajo, en una mañana de domingo; toda una experiencia asombrosa y surrealista. Realmente tratamos de rodar esa escena con todo el realismo que fuera posible, y luego la reforzamos con efectos visuales".

"Rodar en Nueva York consumió gran parte de nuestra primera conversación cuando Ben se incorporó a la película. Quería que las fantasías de Mitty transmitieran una sensación tan de realidad fotográfica como la vida misma, porque para Mitty son así de reales", añade John Goldwyn. "Ben no quiso utilizar una pantalla verde y después colocar la ciudad detrás de ella. El público tenía que sentir la experiencia real de Mitty. Pero eso tenía su punto de pesadilla logística. En todas partes aparecían repentinamente muchedumbres, tuvimos que cerrar carriles de bajada, hubimos de invertir el sentido de otros carriles porque nos empeñamos hasta el límite en cerciorarnos de que la geografía fuera exacta, y pusimos a Ben y a Adam Scott en un aparejo muy complicado. Por suerte, teníamos un equipo de primera que nos ayudó a salir de ello con éxito".

En Islandia, Stiller rodaría una escena que le llevaría a nuevos límites como director y como actor: cuando Walter salta a las embravecidas olas del Atlántico Norte, lo que Stiller simuló con su propia zambullida en el océano. "Para mí era realmente importante no rodar esa escena en un depósito de agua", recuerda. "Yo sentía la necesidad de rodarla en la verdadera alta mar, con un barco auténtico, un helicóptero de verdad y con olas reales", explica.

"Es entonces cuando Mitty se zambulle, literalmente, en la vida", piensa John Goldwyn. "Es el gran momento de transición de la película, y parece extraordinariamente real porque la mayoría de él lo es".

La escena, al igual que hace con Walter Mitty, acabó aportando un poco más de realidad de la que incluso Stiller había previsto.

"Estábamos alrededor de una milla mar adentro con oleaje de más de dos metros, y cuando uno está en el agua, eso es francamente mucho", reconoce Stiller. "El barco con la cámara a bordo se alejó para regresar y realizar la toma, pero hubo un periodo de dos minutos en el que estuve en el Mar del Norte sin nadie alrededor. Estaba yo solo en el océano con un maletín, flotando en espera de que la cámara volviese y pensando: ‘Ojalá puedan encontrarme cuando regresen para la toma'", dice riendo. "Hubo una verdadera sensación de peligro y fue uno de esos momentos en los que pensé: ‘¡Bueno! Esto es lo que quiere decir filmación real'".


Pasando revista a la oficina
Cuando Ben Stiller comenzó a considerar el ámbito de creación en pantalla de las vidas de Walter Mitty –la real y la fantástica–, supo que sin duda necesitaría un diseñador de producción dotado de un sentido puro de la experimentación creativa. Por suerte, conocía a la persona: Jeff Mann, con quien había trabajado en Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!

"Entre Jeff y yo existía una verdadera sintonía creativa y visual", dice Stiller. "Él fue esencial en el diseño de las secuencias de fantasía, de todo el combate con Ted, de las oficinas de la Revista LIFE y de la forma como las portadas de la revista guardan relación con las fantasías de Walter. Fue una excelente colaboración".

John Goldwyn añade: "Jeff fue verdaderamente y en el pleno sentido de la expresión, el socio creativo de Ben en esta película".

A Mann le llenó de euforia la inhabitual tarea que Stiller puso delante de él. "Tuvimos la oportunidad de crear en esta película un tono que es muy original. Teníamos unas fantasías divertidas y estrafalarias pero también queríamos hilar muy fino para dotar de integridad a la realidad global de Mitty", dice. "Todo gira en torno a que Walter comienza a vivir realmente sólo en su cabeza, y acaba metido en una odisea viviendo como un ser humano en el mundo".

El reto consistía en hacer que esa transformación interior resultara exteriormente emocionante. "En mi carrera, he tenido ocasión de hacer algunas cosas visuales extravagantes, pero hacer algo que tiene eco en tantos frentes tan distintos, para mí era escalar el pináculo", dice Mann.

Mann se divirtió especialmente creando las oficinas de la Revista LIFE, que, como hace la película en gran medida, mezclan elementos de realidad, historia y fantasía. Él y Stiller tuvieron la recompensa de contar con el apoyo de Time-Life Corporation.

"La cooperación de Time-Life siempre iba a ser decisiva para la apariencia de la película", dice el diseñador. "Pero no fue una canasta fácil. Una vez que les enviamos el guión, nos pusieron en contacto con un caballero llamado Bill Shapiro que, porque así lo quiso la suerte, era básicamente tan parecido al personaje de Walter Mitty en cuanto a la descripción de su puesto de trabajo como era posible. Se convirtió en un grandísimo defensor del guión porque tenía muchos paralelismos con su experiencia. Luego, una vez que tuvimos acceso a todas esas imágenes emblemáticas, se nos presentaron todo tipo de oportunidades para incorporarlas a los decorados. Hay algo con lo que todo miembro del público puede sintonizar, desde fotos de celebridades hasta figuras del deporte pasando por elementos medioambientales, que entran en juego en la película".

Stiller y Mann también investigaron mucho la historia del edificio de Time-Life, situado en el Centro Rockefeller, que fue inaugurado en 1959 y cosechó fama gracias a su diseño, obra del estudio arquitectónico de Harris, Abramowitz y Harris, así como por sus enormes murales modernistas debidos a los artistas Josef Albers y Fritz Glarner, que convirtieron el vestíbulo en una experiencia artística sin rival.

"La arquitectura es, simplemente, de un estilo de mitad de siglo quintaesenciado", afirma, maravillado, Stiller. "El edificio es toda una belleza para el fotógrafo; en especial, visto desde arriba, lo que permite admirar los diseños de terrazo de la plaza exterior. Fue una auténtica ayuda a la hora de lograr el efecto ligeramente retro y de desaparición característico del mundo en el que trabaja Walter. Luego nos inspiramos en fotografías del interior de los años 50 y 60, donde vemos a fotoperiodistas y directores con las mangas arremangadas y gafas de concha. Queríamos reproducir tan emotivo ambiente".

Mientras que Stiller podía acceder al exterior y al vestíbulo del Edificio Time-Life, le correspondió a Mann la tarea de recrear el interior de las oficinas de la desaparecida revista partiendo de cero, en estudios de grabación de los Estudios Kaufman Astoria, situados en Queens. Allí, ideó una planta que permitiría a Stiller jugar con sus composiciones de fotogramas.

Mann disfrutó especialmente creando la zona de edición fotográfica de Walter, no sólo como un oasis aislado (en el que sólo está acompañado por su compañero de trabajo Hernández, interpretado por Adrián Martínez) sino también como puerta de acceso a todo lo que ocurre dentro de su cerebro. "El concepto era que fuese posible ver que la era digital ya ha reducido la plantilla de la revista, por lo que cerca de Walter se advierten puestos de trabajo vacíos; pero también vemos un tesoro de imágenes oculto detrás de él y que le sirve de estímulo", comenta Mann.

Con tan enorme maraña de elementos de logística y diseño con los que hacer malabarismos, Mann afirma haberse asombrado por la forma como Stiller mantuvo todo en su cabeza como parte de una visión armonizada. "La capacidad de Ben en esta película me impresionó de veras", afirma. "Aportó a la producción un enorme nivel de energía y, al mismo tiempo, actuaba en casi la práctica totalidad de las escenas. Teníamos una monstruosidad de información y complejos efectos especiales con los que trabajar, cosas que él no podía saber qué aspecto específico tendrían durante meses, si es que no era un año, a partir del momento en que rodábamos. Hizo falta mucha planificación para tomar las decisiones adecuadas".

Por mucho que hubieran estudiado todas y cada una de las decisiones visuales, Mann observa que todo ello caía por tierra cuando Stiller estaba delante de la cámara como Mitty. "Recogía toda la información que tenía sobre este mundo y hacía algo que daba justo en la diana", dice el diseñador. "Nunca he experimentado nada parecido a la energía que aportó al proyecto, añadiendo después una interpretación extremadamente especial".

Los últimos toques de la película cristalizaron en la postproducción, cuando Stiller se reunió con su montador habitual Greg Hayden para tejer el metraje y darle su forma final. La música se convirtió en otra línea fundamental ya que Stiller trabajó con el compositor Theodore Shapiro, con quien también había colaborado en Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!, para escribir la partitura. También incorporó al proyecto al cantautor sueco independiente José González para que aportara sus canciones, y al artista de la grabación Ryan Adams para que compusiera la canción de los títulos finales que canta González, todo lo cual pasó a formar parte de una banda sonora consolidada por la oda de David Bowie a un hombre que flota en el espacio exterior: "Space Oddity".

Para Stiller, la música era una oportunidad más de añadir tonos multicromáticos a la odisea de Walter Mitty. "Yo buscaba una forma de expresar con música la idea del héroe que se oculta dentro de este hombre corriente", resume Stiller. "Pensaba que la extraordinaria imaginación de Walter merecía una partitura muy noble y muy épica. Teddy Shapiro compuso un tema bellísimo para Walter, y luego lo desarrolló a lo largo de toda la película de una forma asombrosa. Es un tema con su pizca de melancolía, pero en el transcurso de la película se convierte en algo que levanta el ánimo".

La unión de una melancolía dulce y divertida y una visión expansiva de la inspiración parece ser lo que enganchó a todos lo que participaron en LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY.

"Realizar una película que rinde homenaje a la inteligencia del público y luego lo transporta a algún sitio donde nunca había estado, y lo hace de una forma a la vez entretenida y emocionalmente satisfactoria, es algo increíblemente gratificante", concluye John Goldwyn.