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  Mi encuentro con Marilou  (Bienvenue parmi nous)
  Dirigida por Jean Becker
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Entrevista con Jean Becker

P: ¿Por qué decidió adaptar la novela Bienvenue parmi nous, de Eric Holder?

R: Mi hijo me dio el libro y me pareció una historia muy sombría. Me llevó mucho tiempo decidirme, pero cuando descubrí cómo podía aligerarla y darle un toque más optimista, pensé que podría hacer una película. Es la historia de un hombre que está perdido y conoce a una chica de 15 años abandonada por su familia. Ella sigue teniendo ganas de vivir y le muestra el camino como si fuese su hija. Aquí es donde vi el potencial para hablar de temas que me importan mucho.


P: ¿Qué ha querido comunicar con la historia?

R: Es difícil analizarlo. Una vez que conseguí el marco, todo empezó a encajar durante el proceso de escritura. Pensé en lo que se dirían en una situación semejante y decidí dejarles vivir día a día, permitiendo que les impulsaran las emociones que recuperaban poco a poco. Todo empieza a partir de su inesperado encuentro. A continuación acaban a orillas del mar, pero habrían podido llegar a la cima de una montaña. Ocurrió así. Él echa a andar y le dice a la chica que le acompañe sin pensarlo dos veces. Son unos vagabundos que acaban en una playa.


P: ¿Cómo planeó el encuentro?

R: La idea de trabajar con Patrick Chesnais me vino muy al principio, e verle en el personaje influyó en lo que escribí. Primero le di un tratamiento y desde el momento en que se apuntó, escribí el papel para él.

Hacía tiempo que quería trabajar con Patrick. Incluso cuando rodé Verano asesino, le pedí que viniera a hacer una prueba, pero no interesó a la productora. Para mí, es uno de los actores más interesantes actualmente. Es un hombre muy especial. Tiene un universo propio, una forma de expresarse realmente única y nunca da la impresión de estar interpretando. Patrick es increíblemente natural. El personaje puede parecer algo lúgubre, pero cuando sonríe, comunica una sensación muy fuerte. Una sonrisa suya llega mucho más lejos que una carcajada de otros. No importa que se queje o esté enfurruñado; su humanidad siempre desborda del caparazón en que se ha envuelto.


P: ¿Construyó el personaje de Taillandier a partir de Patrick Chesnais?

R: Imaginé a un hombre que pudiera tener la misma actitud física que Patrick, pero si el personaje solo hubiera sentido amargura en su interior, jamás habría sido capaz de ocuparse de la adolescente. Para entender realmente lo que le pasa al principio de la película, indagué en su depresión. Incluso fui a un especialista y le pedí que leyera la historia. Me dijo que funcionaba. Taillandier, el personaje de Patrick, la recoge porque está tan perdida como él. Poco a poco, empieza a sentir afecto por la niña, y a medida que se responsabiliza de ella, cambia. Esto es lo que acaba por salvarle.


P: ¿Cómo encontró a la actriz para el papel de la adolescente?

R: La directora de casting, Sylvia Allegre, había entrevistado a Jeanne Lambert para mi película anterior, Mis tardes con Margueritte. Le había parecido una actriz interesante y se quedó con sus datos. Contratamos a especialistas en actores adolescentes para encontrar a Marylou, pero Sylvia me sugirió que viera a Jeanne. A pesar de que me propusieron otras posibilidades, me quedé con Jeanne. Me di cuenta inmediatamente de que tenía un gran instinto. Puede aparentar la mayor superficialidad y un segundo después mostrar una actitud profunda. También me gustó que físicamente estuviera en esa edad indefinida entre una adolescente y una mujer.


P: ¿No le preocupó fundamentar su película en una principiante?

R: Sí, claro. Pero también sentí que ella estaba preparada para enfrentarse a un reto de este calibre. Hice unas pruebas con Patrick y Jeanne, y no tardé en tranquilizarme al ver que funcionaba. Es verdad que fue necesario ajustar unos detalles al principio. Se sabía los diálogos al dedillo, pero debimos enseñarle a decirlos con naturalidad, a hacerlos suyos. Patrick se quedaba sorprendido a menudo por la energía que desplegaba su joven compañera, tanto que a veces yo debía contenerla.


P: En otras palabras, ¿a Jeanne Lambert le tocó trabajar con dos gruñones?

R: Patrick nunca se enojó con ella, la adoraba. Bastó con un gruñón. Pero todo empezó a funcionar muy rápidamente. En cuanto lo entendió, estuvo perfecta. En realidad, no necesitaba la concentración que le pedía porque es muy buena, pero me tranquilizó ver que se involucraba de lleno en el rodaje.


P: Miou-Miou y Jacques Weber también están en la película…

R: Son dos actores excelentes. Miou-Miou no tiene un papel muy grande, pero aceptó trabajar con Patrick Chesnais. Me preocupaba que se negara. Necesitábamos una actriz de su talla para que el personaje existiera en tan pocas escenas. Aporta humanidad, calidez y personalidad a la película. En cuanto a Jacques Weber, el papel del amigo le va de maravilla. Comunica bondad y afecto. Se sintió feliz de formar parte de la película.


P: A posteriori, ¿cómo definiría su estilo cinematográfico?

R: Hay dos cosas que me interesan, las relaciones humanas y las emociones. Una película puede inspirar cualquier cosa, desde alegría a tristeza, e intento asegurarme de que emerja algún tipo de emoción en cada escena. Me gusta que el espectador pase de una emoción a otra sin respiro, y que cada película conmueva. Es lo que me gusta y lo que busco en las películas de los demás, antiguas o actuales, o en los libros, la música e incluso los cuadros. Observo, escucho y, de pronto, siento algo. No ocurre de inmediato. Pero me pasa con un cuadro o con un solo de Charlie Parker. Hay que estar abierto, y es lo que intento inspirar a los demás. En mis películas siempre intento plasmar el encuentro entre dos personas que jamás se conocerían en circunstancias normales, que no tienen nada que ver. En esta ocurre, como ocurría en Mis tardes con Margueritte y Conversaciones con mi jardinero.


P: Reunir a personas más allá de ideas preconcebidas es un tema recurrente en todas sus películas. ¿Es algo que le atañe en particular?

R: Desde luego. Nunca nos paramos a hablar con la gente. Cuando era joven, me quedé dos años y medio sin trabajar después de hacer mi primera película, que no tuvo mucho éxito. No fue un momento maravilloso. Pero quería hablar con la gente; subía al metro y hablaba con perfectos desconocidos. Encontré a personas sorprendentes. Incluso tomé copas con algunos de esos desconocidos. Pero creo que hoy en día la gente tiene miedo de hacer eso. El menor contacto se percibe como una agresión, y es una pena.


P: ¿Cree que todas sus películas contienen una emoción dominante, o considera que su carrera es un viaje que se hace cada vez más intenso y cambia con cada sentimiento?

R: Un poco de ambas cosas. Por ejemplo, no me gustaba el final de la película. Me parecía flojo. Cada noche me acostaba pensando que el final no estaba bien. Solo pensaba en eso. Había incluido un chiste recurrente que volvía a salir al final cuando la chica vive con la familia. Era gracioso, pero saber qué había pasado con la madre me parecía mucho más importante. Decidí que debía volver a encontrar a su madre. Es el final de algo, pero también es el principio de otra cosa. Puede que haya un “después”. ¿Cómo? No lo sé. En cuanto se acerque el final, algunos espectadores desearán que se encuentren, otros serán más pesimistas, pero se plantearán la posibilidad. Por eso la emoción es poderosa, tanto si está llena de esperanza como de melancolía.


P: ¿Son momentos difíciles de rodar?

R: Sí, como lo fue la escena del suicidio. Es difícil mostrar a un hombre incapaz de matarse. Había rodado el momento en que coge la escopeta y la carga, pero decidí que solo conseguiría que el espectador lo aceptara si todo ocurría muy rápidamente. Agarra la escopeta, se apunta, grita y se va. Queda claro que no puede hacerlo. La escena es creíble por la velocidad de la acción.


P: ¿Cómo decidió dónde se conocerían?

R: Debían ir a alguna parte que no estuviera muy lejos, a dos o tres horas de donde estaban. Desde París, eso significa la costa de Normandía y Deauville. Se dirigen al fin del mundo, al mar. Tampoco tenía muy claro dónde. Buscaba un pueblo costero a principios de verano, antes del comienzo de la temporada. Les imaginaba nadando. Pensé que le inspiraría para pintar. Además, me gusta el mar y la luz que lo rodea. Era una emoción añadida.


P: ¿Cuándo empezó a notar la química entre Patrick Chesnais y Jeanne Lambert?

R: Empecé rodando las escenas exteriores en la isla de Oléron. En ese punto de la historia, los personajes ya están más en paz consigo mismos y con el mundo. A partir de las primeras escenas, Patrick y Jeanne estaban mucho más allá de lo que podía imaginar. Mejoraron el guión.


P: ¿Encontró las emociones que buscaba en los actores?

R: ¡Desde luego! Por ejemplo, tenía muchas ganas de ver a Patrick diciendo su monólogo en la mesa, cuando habla de pintar y de cómo alguien a quien conoció le causó un fuerte impacto. Me quedé impresionado. El ritmo, las pausas, la mirada, todo era asombroso. Escenas así permiten apreciar la capacidad del actor para encarnar al personaje. Patrick tiene un don poco común. Cuando se trabaja con personas tan talentosas, basta con darles material. Harán lo que quieran con él, pero da igual mientras lo hagan.


P: Tiene la reputación de dar mucha libertad a los actores.

R: Rodar una película es un trabajo de equipo, de complicidad. No soporto la improvisación, pero dejo que el actor diga el diálogo a su manera. Si se aparta mucho de lo que yo había imaginado, o si no me gusta lo que propone, se lo digo. Pero la mayoría de veces, la libertad y la comunicación mejoran la película.

Tengo mucha confianza en lo que pueden hacer los actores. Mi mujer suele decirme que estoy demasiado cerca de los actores cuando les filmo. Pero creo que sus rostros reflejan muchas emociones, y si estoy demasiado lejos, se perderán. Solo acercándome mucho podré captarlas.


P: ¿Siempre ha pensado así?

R: Desde que dispongo de un poco de dinero para rodar, siempre uso dos cámaras. Una está más cerca que la otra. Con una sola cámara, se pierde tiempo, hay que cambiar el objetivo, y mientras se hace, se puede perder lo que ofrece el actor. Pero con dos, se obtienen dos perspectivas, es posible acercarse más o enseñar un plano más general. Ofrece una doble posibilidad en el montaje. Empecé con dos cámaras en algunas escenas de La fortuna de vivir. Y en escenas de Un crimen en el paraíso utilicé tres y cuatro cámaras. No he perdido la buena costumbre.


P: ¿Cómo definiría la imagen de la película? Empieza en plena noche y avanza hacia la luz…

R: Bueno, seguimos en la oscuridad hasta la escena en que Taillandier intenta acabar con su vida. Conoce a la chica de noche, bajo la lluvia, y a partir de entonces nos movemos hacia la luz. Aparece el horizonte. El contraste es tan fuerte que las escenas invernales incluidas para dar la sensación de que ha pasado el tiempo casi nos hacen creer que es primavera.


P: En la película, Jeanne ve Verano asesino en televisión.

R: No fue mi intención vanagloriarme. Además, no creo que mucha gente se dé cuenta de que también dirigí esa película. No, simplemente buscaba una escena con una chica y su madre que pudiera tener un significado emocional para Marylou. ¿Por qué molestarme en buscar más? Uso el material que necesito.


P: ¿Qué cree que aportará la película al público?

R: Espero que el espectador se lleve la emoción a casa. No recuerdo quién me dijo una vez que no era nada bueno que alguien saliera del cine y se preguntase inmediatamente dónde había dejado el coche. Ojalá salgan del cine y se pierdan antes de darse cuenta de que el coche está en la otra dirección. Quiero que se lleven la emoción de la película. A menudo pienso en Le jour se lève o Cowboy de medianoche, y esto – lo digo con toda modestia – es lo que intento compartir con el público. Me pongo en su lugar y pienso en lo que me conmueve, con la esperanza de que también lo comparta el espectador.


P: Esta película, tal vez en mayor medida que sus obras anteriores, revela la fuente de sus emociones.

R: Tengo un viejo amigo que cuando ve una película mía, dice: “No entiendo cómo un hombre tan desagradable y antipático puede hacer películas que contienen tanta emoción”. No falla, siempre se mete conmigo. Todos nos revestimos con un caparazón, pero al hacer una película, por ejemplo, el realizador acaba mostrando un poco cómo es en realidad. Tengo una sensibilidad exacerbada que me ha jugado malas pasadas, soy demasiado emocional. Si no hay cosas por las que sentir o experimentar de vez en cuando, ¿a qué va uno a agarrarse? ¿Qué sentido tiene la vida?


P: ¿Sabe dónde colocar esta película en su obra?

R: Es una película muy importante porque la historia significa mucho para mí y porque me la sugirió mi hijo. También ha sido, por fin, la oportunidad de trabajar con Patrick Chesnais. Ahora es un amigo, años después de nuestro primer encuentro. Me gustó mucho trabajar con ese hombre por el que siento un gran afecto.


Entrevista con Patrick Chesnais

P: ¿Cuál fue su reacción cuando Jean Becker le ofreció el papel?

R: Me llamó una mañana y me preguntó si estaba libre para rodar una película con él. Le contesté afirmativamente. Al poco me mandó un tratamiento y le llamé para dicirle que entendía por qué había pensado en mí para el papel. Sentí que podía aportar algo a la película. Esa es la pregunta que siempre me hago: ¿Qué puedo aportar a la película? Pero también me pregunto qué puede aportarme la película.


P: ¿Y qué puede aportarle BIENVENUE PARMI NOUS?

R: La película me complace como actor y como espectador. Y eso pedimos a la vida, que nos complazca. Claro que la noción de placer depende del gusto personal de cada uno, pero me pareció una película prometedora.


P: ¿Qué le parece el cine de Jean Becker?

R: Me gustó especialmente Conversaciones con mi jardinero y La fortuna de vivir. Sus películas contienen una magia difícil de definir. Y aunque algunas carecen de personajes fuertes, eso no impide que el público se identifique con ellos. Siempre pensé que Jean Becker exploraba a los personajes en profundidad, y trabajar con él me lo ha confirmado. Es lo que caracteriza sus películas. La esencia de su trabajo, los cimientos, son los personajes, sus historias, sus encuentros. En BIENVENUE PARMI NOUS, Taillandier y Marylou no tienen nada en común. De hecho, si todo hubiera ido bien, jamás se habrían conocido, pero se encuentran y acaban descubriéndose, queriéndose incluso. Es un “estándar”, un género. Pero es excepcional por la forma, la sensibilidad que cada uno aporta a este encuentro. Por ejemplo, en Conversaciones con mi jardinero vemos a dos hombres que comparten una historia de lo más convencional. BIENVENUE PARMI NOUS es una historia de amor sin ambigüedades ni sexualidad. Un hombre que ya no es joven conoce a una adolescente y los dos se echan una mano.


P: ¿Cómo definiría a su personaje?

R: Taillandier es un hombre que lo tiene todo, éxito, una esposa encantadora, unos hijos equilibrados y un hogar maravilloso. Además, es artista. Pero a pesar de todo lo anterior, ya no le interesa nada. La depresión no suele afectar a personas que pasan hambre o frío. No quiero generalizar, pero las personas que, teóricamente, no tienen por qué deprimirse son las que más se deprimen. A Taillandier no le preocupa la supervivencia, es un pintor consagrado. De acuerdo, está envejeciendo, pero todos lo hacemos. Y, de pronto, la depresión se apodera de él.

Antes del rodaje, leí Esa visible oscuridad, de William Styron. La depresión golpeó a ese gigante de la literatura americana sin avisar, como una colisión, y lo describe con una fuerza asombrosa. La depresión desarma a las personas y les quita el deseo de defenderse. Y es exactamente lo que le pasa a mi personaje.


P: Pero tiene la fuerza suficiente para huir.

R: No necesariamente. Su idea es regresar a un lugar donde fue feliz de niño y acabar con su vida allí. Pero no puede hacerlo. A pesar de sí mismo, queda un resquicio de deseo de vida en su interior.


P: ¿En qué sentido diría que está vinculado al personaje?

R: Los personajes son lo que el actor construye. Al principio se habla de un personaje deprimido. Yo no me deprimo, pero puedo imaginar lo que significa. Sé que puedo interpretar a un deprimido, meterme en los misterios de la depresión y en las reacciones correspondientes. Creo que todos los seres humanos estamos deprimidos en menor o mayor grado. El mero hecho de vivir en esta tierra, de estar vivo y saber que vamos a morir puede ser una razón para deprimirse. Buscar el placer también puede verse como jugar al escondite con la depresión. A menudo he interpretado personajes con problemas y me he sentido cómodo en su piel. Algunos tenían una faceta depresiva, otros estaban hartos y otros, cansados. Algo se había roto. Recuerdo que a los veinte años, estando en el Conservatorio, interpreté a un hombre de vuelta de todo en “Fantasio”, de Alfred de Musset. A pesar de mi juventud, me sentí muy cómodo con un personaje que dejaba claro su distanciamiento con el ajetreo de la sociedad. Entiendo el desánimo aplastante que puede producir la carga de la vida. Los personajes en crisis son un terreno inmejorable para un actor. Y eso mismo pasa con Taillandier. Coge una escopeta, conduce en plena noche, no tiene ni idea de adónde va.


P: ¿Cómo fue trabajar con Jean Becker? ¿Tiene una forma especial de rodar?

R: Creo que me entiende muy bien. Está muy cerca de los personajes que interpretan los actores, lo que significa que está muy cerca de los actores. Lo digo literal y figurativamente. Rueda con dos cámaras que coloca muy cerca y con las que intenta captar un máximo de reacciones. Nunca sacrifica una expresión a favor de la toma o del encuadre. Sabe perfectamente cuándo es falso. Aunque la fotografía de sus películas es una maravilla, y aunque las tomas sean muy detalladas, se centra totalmente en los personajes. Nunca les pierde de vista, no les deja escapar.


P: En la película, está casado con Miou-Miou y es amigo de Jacques Weber. Les conoce bien a ambos…

R: He rodado cuatro películas con Miou-Miou y siempre ha sido un placer trabajar con una actriz tan maravillosa. Formamos una familia genial. Jacques Weber es un viejo amigo y hemos trabajado mucho juntos. Estuvimos en el Conservatorio. Estudiamos juntos y compartimos muchos recuerdos, pero es la primera vez que trabajamos en la misma película. Fue maravilloso volver a reunirnos.


P: Y conoció a Jeanne Lambert…

R: Creo sinceramente que nuestro encuentro en la vida real trabajó a favor de la película. Me gusta su forma de ser. Es especial porque tiene un gran corazón, es generosa, se fija en los demás y en lo que pasa a su alrededor. Da mucho de sí misma, lo que me parece muy importante. Nuestra relación se basó en el humor. Me metía con ella, le tomaba el pelo y fingía ser un viejo gruñón… un poco como mi personaje.


P: ¿Cómo fue para un actor con tanta experiencia como usted trabajar con alguien que acaba de empezar?

R: Experimentado o debutante, no creo que cambie mucho. En cuanto a la capacidad de confianza mutua, estábamos en la misma onda. Nuestra relación se basó en intercambiar y compartir. Las herramientas que usó para expresarse como actriz me permitieron contestarle a mi manera, y creo sinceramente que fue un plus para la película. Los dos personajes estaban muy bien escritos desde el principio. Taillandier y Marylou podían basarse en el guión para crear una inesperada y extraña química. A veces le costaba y me interesaba ver su reacción porque estaba decidida a conseguirlo. A veces fue duro, pero supo defenderse.


P: ¿Tenía ganas de rodar alguna escena en particular?

R: Me tentaban muchas escenas. La película me ofrecía una amplia gana de interpretaciones que correspondían a mis capacidades. Tengo un lado distraído, con la cabeza en las nubes y soy capaz de tropezar, pero también puedo ser duro, violento, irónico y resentido. Todos somos muchas cosas en la vida. Es verdad que puedo estar malhumorado, pero también puedo ser muy atento. Creo que soy un buen tipo. Un actor debe ser capaz de estudiar a su personaje y explorar las situaciones que ofrece el guión. Mi personaje pasa por muchas cosas diferentes hasta despertarse, hasta volver a sonreír. Por fin sonríe en la playa después de un tiempo de rebelión, de mal humor y de agresión. Y más vale no meterse con él porque se defenderá, lo que demuestra claramente que aún tiene vitalidad. No es que ya no le importe nada. Reacciona. No ha llegado al final del camino. Y acaba experimentando el amor. Disfruto interpretando sentimientos afectuosos. Y aquí tenemos un amor muy especial, no el amor habitual, paternal o sexual.
Es un amor que le devuelve las ganas de vivir.


P: Pero hay sentimientos paternalistas…

R: Sí, porque es un hombre algo mayor que quiere acostarse temprano y que mira la vida con cautela porque conoce sus peligros, mientras que ella se comporta como la adolescente que es. Puede tomarse como un comportamiento paternalista, lo sé. Pero no creo que sea el caso aquí. Va más allá de lo carnal, ella le devuelve a la vida. Por eso lo llamo amor.


P: ¿Qué representa este personaje en su carrera?

R: Algo bastante importante. Fui capaz de expresarme como actor de la forma en que necesitaba expresarme. El personaje lo hizo posible. Cuando se han hecho muchas películas, siempre es un placer poder explorar, llegar al límite del personaje mientras se intentan crear vínculos fuertes. Disfruté mucho haciéndolo. El placer fue inmediato, aunque a veces había preguntas, como suele pasar cuando uno participa en la creación de una obra. Siempre hay preguntas y dudas. Pero la sensación principal se traduce en una experiencia gratificante.


P: A la hora de crear el personaje, ¿estaba solo o le ayudó Jean Becker?

R: Siempre lo hago solo, pero me acompaña el realizador, su mirada. Hay una vertiente técnica en cuanto a la colocación de la cámara y otros parámetros de esa índole que pueden parecer elecciones de poca importancia, pero que son enormes dentro de la película. Y eso, desde luego, es parte de la visión del director.

Pero esta película es diferente a otras historias porque está propulsada por la visión de Jean Becker. No es un director que se limite a empaquetar una historia. Lleva mucho tiempo madurando la película antes de empezar a rodar. Nunca dejé de sentir su perspectiva durante el rodaje, y no se trata de una perspectiva anodina ni trivial. Jean Becker tiene una visión global de la historia y pide a los actores que contribuyan al proceso creativo. Siempre hace preguntas pertinentes: “¿Crees que el personaje haría esto en este momento?”, por ejemplo. Nos obliga a pensar en el momento adecuado. A continuación rueda algo diferente para que se pueda comparar y escoger. Significa trabajar con un realizador muy experimentado que comparte sus dudas e intenta encontrar respuestas con el actor. Me gusta trabajar así, me ayuda.


P: ¿Qué cree que aportará la película al público?

R: Creo que esta película es una especie de cuento de hadas actual, una historia que sienta bien. Habla de personas que se van lejos para encontrar la paz, pero ¿por cuánto tiempo? Es una fábula que conectará con mucha gente, magníficamente filmada por alguien que sabe expresar a la perfección emociones reales.