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  Joven y bonita  (Jeune et jolie)
  Dirigida por François Ozon
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Sección Competición de la 65ª edición del Festival Internacional de Cine de Cannes.


Una conversación con François Ozon

P: ¿Cuál es el punto de partida de JOVEN Y BONITA?

R: Después de En la casa y de lo mucho que disfruté dirigiendo a Ernst Umhauer y a Bastien Ughetto, me apetecía volver a trabajar con actores jóvenes. Mis primeros largos y cortometrajes hablan mucho de la adolescencia, pero a partir de Bajo la arena empecé a trabajar con actores de más edad. JOVEN Y BONITA nace de mis ganas de filmar a la juventud actual. Y como acababa de trabajar con chicos, me apetecía hacerlo con una chica.


P: Isabelle no es una chica cualquiera, se prostituye.

R: La película gira, sobre todo, en torno a lo que significa tener 17 años y sentir cómo se transforma el cuerpo. El cine suele idealizar la adolescencia. Para mí fue un periodo complicado, de sufrimiento y de transición, del que no siento la menor nostalgia. No quería mostrar la adolescencia como un momento sentimental, sino más bien como un momento casi hormonal; algo fisiológicamente muy poderoso ocurre en nuestro interior, pero al mismo tiempo nos sentimos anestesiados. Por eso violentamos nuestro cuerpo, para sentirlo e ir más allá de los límites. La prostitución era una forma de exacerbar este aspecto, de mostrar que la adolescencia plantea ante todo cuestiones relativas a la identidad y a la sexualidad. Una sexualidad aún no conectada con los sentimientos.


P: Isabelle procede de una familia acomodada, no se prostituye por necesidad económica…

R: No se prostituye para sobrevivir ni para pagar sus estudios, sino porque siente la necesidad visceral de hacerlo. También habría podido drogarse o ser anoréxica, cualquier cosa, mientras fuera secreta, clandestina, prohibida. La adolescencia es un periodo baldío en el que todo es posible. Y eso es lo más apasionante, lo que Rimbaud describe en el poema "La seriedad no existe a los 17 años". Existe una apertura hacia el mundo sin consideraciones morales. Al prostituirse, Isabelle tiene una experiencia, realiza un viaje, pero no por eso es una perversión.


P: Más que explorar el placer, choca contra su ausencia, sobre todo cuando pierde la virginidad.

R: Hablando con Marina de Van, tuve la idea del desdoblamiento en el momento crucial de la pérdida de la virginidad. Esa sensación puede sentirla tanto una chica como un chico cuando descubre la sexualidad; se está aquí y, a la vez, en otra parte, como un observador. La escena me permite preparar a los espectadores para la doble vida de Isabelle.


P: La película empieza con Isabelle observada por su hermano pequeño a través de unos prismáticos… Esa mirada que viola su intimidad la transforma, ya de entrada, en objeto.

R: Desde luego. El comportamiento de Isabelle hace que la miren y tiene profundas repercusiones en su entorno. He querido que cada estación empiece a través de la mirada de uno de los personajes. El verano, desde el punto de vista del hermano pequeño; el otoño, del cliente; el invierno, de la madre, y la primavera, del padrastro, aunque cada vez volvamos rápidamente a Isabelle. Quería adentrarme en la película mediante circunvoluciones estructuradas alrededor de las cuatro estaciones. Es algo parecido a lo que hice en 5x2/Cinco veces dos, me centro en momentos precisos para intentar entender qué ocurre.


P: También hay una canción de Françoise Hardy para cada estación.

R: Sí, me gusta dibujar un marco formal dentro del que disfruto de libertad total. La historia transcurre en un año escolar. Las canciones puntúan la película. Es la tercera vez que utilizo temas de Françoise Hardy después de incorporar "Traüme" en Gotas de agua sobre piedras calientes y "Message personnel" en Ocho mujeres. Sus canciones me gustan porque reflejan el amor adolescente: un amor desgraciado, desilusionado, romántico… Me pareció interesante sincronizar esta versión icónica con un retrato más crudo de la adolescencia. En el fondo, Isabelle también tiene ganas de adherirse a un modelo de adolescencia sentimental e idealizada, como la que desean sus padres, pero antes debe encontrarse a sí misma, enfrentarse a los deseos conflictivos que habitan en ella. Solo entonces podrá enamorarse.


P: Las escaleras mecánicas del metro, los pasillos del hotel… Juega con la recurrencia de los decorados, los trayectos que llevan a Isabelle hacia sus clientes.

R: Al igual que cualquier experiencia clandestina, se convierte en un ritual a través del vestuario, del decorado recurrente. Isabelle se divierte contactando con el cliente a través de Internet, pensando en cómo será, en lo que va a cobrarle… Se lo dice claramente al psicoanalista, apenas siente nada, pero le excita la vertiente de aventura de la prostitución, la tensión provocada por una experiencia prohibida que rompe la rutina de su vida adolescente. Es algo que he mostrado en otras películas mías, el deseo que tiene un personaje de evadirse de la realidad. Al final, algunos espectadores creen que volverá a prostituirse porque es una adicción, una droga.


P: La prostitución adolescente es un fenómeno de la sociedad actual. ¿Cómo enfocó la historia sin caer en lo sociológico?

R: No tuve más remedio que documentarme. Ha habido muchos cambios desde mi adolescencia, sobre todo en lo que respecta a los medios de comunicación. Los móviles e Internet juegan un papel preponderante en el descubrimiento de la sexualidad. Me documenté, hablé con miembros de la brigada de menores, con otros policías especializados en las nuevas prostituciones y con el psicoanalista Serge Hefez, que se dedica a adolescentes con problemas. Necesitaba material para confirmar mis hipótesis y alimentar la película. Al final, me alejé de todo lo anterior para introducir apuestas ficticias.


P: El padre no está, pero no usa su ausencia para explicar el comportamiento de Isabelle.

R: No, me limito a dejar pistas para que el público las use si le apetece. Hay múltiples razones por las que Isabelle se comporta así, y cada uno puede interpretarlo como le plazca. Me gusta que el espectador tenga la posibilidad de elegir. Yo mismo veo a Isabelle como un misterio. No voy por delante de ella, me limito a seguirla, cual entomólogo que acaba enamorándose de un insecto. Isabelle habla poco de sí misma. Quizá me interesaba más acompañarla, identificarme con ella. Es fácil reconocerse en muchas de las preguntas que se hacen Isabelle y sus padres, probablemente porque están sacadas de la realidad y las hacen actores muy entregados. Los personajes se desestabilizan por una situación compleja y se esfuerzan en la medida de sus posibilidades.


P: ¿Cómo enfocó las escenas sexuales?

R: Mi idea era que fueran realistas, pero nunca degradantes ni sórdidas. No quería realizar un juicio moral. Es obvio que algunos clientes tienen desviaciones, pero ante todo quería enseñar cómo se adapta Isabelle a los gustos de sus clientes. Es el receptáculo del deseo de los demás, pero ella desconoce el suyo. También es más cómodo para ella que los demás sientan deseo y ella no. No quise embellecer la realidad, pero es posible que Isabelle lo haga.


P: Hay un cliente diferente, Georges.

R: Sí, hay algo entre Isabelle y Georges. No es improbable que sienta placer con él. La toca, la mira, es una relación tierna, nada mecánica como con los otros clientes. A pesar de su edad, Georges es muy seductor; la sexualidad es posible con él. Por eso escogí a Johan Leysen para encarnarle. Debíamos creernos que podía gustar a Isabelle. Johan tiene un bello rostro surcado de arrugas, una voz y un acento encantadores. Recuerda a los actores estadounidenses tipo Clint Eastwood.


P: ¿Qué le hizo escoger a Marine Vacth para el papel de Isabelle?

R: Ocurrió muy deprisa, como me pasó con el joven actor de En la casa. Enseguida me di cuenta de que era mejor trabajar con una actriz algo mayor que el personaje para conseguir madurez y distanciamiento en la interpretación.

Había visto a Marine en Ma part du gâteau, de Cédric Klapisch. Nada más conocerla, noté en ella una fragilidad tremenda y, a la vez, mucha fuerza. Volví a sentir lo mismo que cuando filmé la piel y el rostro de Charlotte Rampling en Bajo la arena. Hay algo más detrás de su apariencia física. Su belleza enmascara un misterio, un secreto que despierta la curiosidad, las ganas de saber más.


P: Es su primer papel protagonista.

R: Es un papel difícil. Trabajamos mucho antes del rodaje, leímos el guión en repetidas ocasiones, ensayamos con los otros actores. Insistí en que participara en la preparación, en la selección del vestuario, en que siguiera la transformación del guión. Debía fiarse de mí, saber adónde iba, sentir cierta complicidad con sus compañeros, sobre todo con Géraldine Pailhas y Fantin Ravat… Ser modelo le da mucha libertad con su cuerpo, lo utiliza como una herramienta. No tiene el pudor de otras actrices.


P: El personaje de la madre es muy importante.

R: Sí. En un momento dado, incluso pensé en inclinar la historia más hacia ella, hacia su reacción ante la vida sexual y nada amorosa de su hija. En este caso, la prostitución acentúa la pregunta, pero todos los padres se la plantean: ¿Qué despierta la llegada de la sexualidad en la vida de sus hijos? ¿Qué miedos, qué angustias? ¿Hasta qué punto pueden los padres conocer la vida privada de un hijo, hasta dónde puede intervenirse?


P: ¿Cómo concibió la pareja madre-hija?

R: Quería que no se llevaran muchos años, sin por eso ser una madre-amiga. También debía ser una madre "perfecta" para que no se pensara que Isabelle se prostituye como consecuencia de la relación entre ellas dos.

Es una mujer muy moderna que se parece a las madres de mi generación. La quería guapa, sexualmente satisfecha y sin el menor atisbo de rivalidad entre madre e hija, al contrario de lo que suele ocurrir en el cine actual. La relación no se basa en eso. Ni siquiera cuando sorprende a Isabelle charlando con su padrastro duda de su fuerza como mujer. No quería contar la historia de una hija que ocupa el lugar de la madre. Pero es verdad que Isabelle puede tener un lado diabólico. Es muy comprensible que a la amiga de la madre no le apetezca que su marido acompañe a Isabelle.


P: El temor de Véronique se refiere más al mecanismo del deseo que a la psicología de Isabelle…

R: Desde luego. La idea de que Isabelle pueda comportarse como una "puta" y contaminar el entorno está sobre todo en la mirada de los que la rodean. No es algo que ella piense, lo piensan los demás. Su belleza y su sensualidad desvelan la hipocresía de los deseos.


P: Isabelle no le reprocha a su madre que tenga un amante, le reprocha no habérselo dicho, no haber confiado en ella.

R: La adolescencia es un periodo violento porque los hijos descubren que sus padres no son los héroes que habían creído hasta entonces; no siempre les han dicho la verdad, les han mentido. Los adolescentes necesitan verdad y sinceridad. Se dan cuenta de que el mundo de los adultos es un mundo de mentiras, de hipocresía. De ahí la agresividad hacia los padres caídos del pedestal.


P: La bofetada de la madre a la hija conmueve más que choca.

R: Hablé con muchas amigas mías. Les pregunté cómo reaccionarían si se enterasen de que su hija se prostituye. Casi todas me contestaron que les parecería horrible, dudarían de sí mismas, intentarían comprenderlo. Mostraban un lado positivo, comprensivo, pero una me confesó que cuando se enteró de que su hija se drogaba, la abofeteó. Hay momentos en que los padres no saben qué hacer ni qué decirle a un adolescente encerrado en sí mismo, y la reacción suele ser un golpe. Géraldine, como madre, estaba totalmente de acuerdo con eso, pero insistió en que el personaje se diera cuenta inmediatamente de que era un gesto pulsional y se disculpara.


P: ¿Por qué escogió a Géraldine Pailhas para el papel de madre?

R: Después de encontrar a Marine, busqué a una actriz que se pareciera a ella para hacer de su madre. Quería a una mujer con fibra maternal espontánea. Conocía a Géraldine, ya habíamos trabajado juntos en 5x2/Cinco veces dos. Hicimos unas pruebas y todo fue muy bien, se conmovía con el papel y se proyectaba en la historia. Se entregó de lleno. Protegía a Marine, había una auténtica complicidad entre las dos sin el menor atisbo de rivalidad.


P: Ni tampoco con la mujer de Georges.

R: No, Charlotte Rampling, que interpreta a la mujer de Georges, incluso puede reconocerse en Isabelle. Como también ocurre con Géraldine. Ambas empezaron a actuar a una edad muy temprana e hicieron papeles muy comprometidos. Sentí que había una especie de transmisión entre ellas.

Solo podía ser Charlotte, sobre todo después de escoger a Marine. Ha interpretado muchos papeles transgresores, y a menudo se la ve como la encarnación de las fantasías sexuales en el cine. Era perfecta para dar vida a la mujer que comprende a Isabelle, que no la juzga. Cuando la lleva a la habitación, sigue transmitiendo una fuerza transgresora y peligrosa…


P: ¿La escena es real o es una imaginación de Isabelle?

R: El último plano puede dejar entender que está fantaseando, pero da igual que sueñe o lo viva realmente, la fuerza reparadora es el mismo. De pronto, hay un diálogo, un intercambio de verdades que no era posible con su madre. Tal vez le ayude a asumir lo que ha hecho.


P: ¿Por qué decidió que Serge Hefez haría de psicoanalista?

R: Le conocí mientras escribía el guión, cuando me documentaba. Le pedí que leyera el guión y me dijera su opinión acerca de algunas escenas, sobre todo la actitud del psicoanalista cuando Isabelle quiere pagar las sesiones con el dinero de sus clientes. Ya estaba pensando en algunos actores, pero Serge es seductor e inteligente, y acabé por ofrecerle el papel. En cuanto al decorado, me inspiré en su consulta, incluso nos dejó los sillones…

Durante los ensayos estuvo muy bien, pero me pareció que sonreía demasiado. Me contestó que era así en la consulta con los adolescentes. En general, van a verle contra su voluntad, obligados por los padres. Por eso debe crear un ambiente cómplice, seducir al adolescente, incluso llevando la contraria a los padres. Me inspiré en eso para la escena de la madre y la hija en la consulta, cuando el psicoanalista toma partido por Isabelle.


P: ¿Por qué filmó a los alumnos recitando y comentando el poema de Rimbaud?

R: En esta película he querido atrapar la fragilidad y belleza de la adolescencia. Aparte de Marine, sus amigas y su novio, los otros actores no son profesionales. Algunos incluso son alumnos del Instituto Henri IV. Cuando acabaron de leer el poema, les pedí que lo analizaran y hablaran de sus sentimientos. No había nada escrito, filmé la escena al más puro estilo documental.

Había vuelto a ver Vivir su vida pocos días antes, una película que gira en torno a la juventud y la prostitución en la que Godard entrevista a prostitutas auténticas. Me apetecía anclarme en la realidad, oír las voces y los comentarios de los jóvenes actuales. Es posible que quisiera saber si tenían las mismas ideas que yo a los diecisiete años.


Una conversación con Marine Vacth

P: ¿Cómo fue el encuentro con François Ozon?

R: Todo resultó muy sencillo. Hicimos unas pruebas y luego me leí el guión. La historia me emocionó, me pareció fuerte, clara, pero necesitaba que François me tranquilizara, que me explicara cómo me filmaría, qué estética me impondría. Enseguida me sentí cómoda con él. Me gusta esa chispa de picardía en su mirada, su forma de tratar a todos por igual en el trabajo. No me sentí aplastada por la autoridad del director ni tampoco colocada en un pedestal.

Cuando François decidió que haría el papel, me pidió que estuviera presente en las pruebas con los otros actores para ayudar con el casting. Quería vernos a Géraldine y a mí juntas para asegurarse de que la relación madre-hija funcionaba. También con Fantin, que hace el papel de mi hermano pequeño, y eso me ayudó a meterme en el papel de Isabelle.


P: ¿Cómo entendía el personaje de Isabelle?

R: No diré que me identificaba con ella, pero me conmovía, tenía ganas de estar con ella. Al interpretarla, obligatoriamente puse parte de mí misma en el personaje.


P: ¿Opinó acerca del aspecto físico de Isabelle?

R: No, pero François y yo hablamos mucho. Antes del rodaje me pidió que no me cortara el pelo y que engordara un poco para tener un aspecto más adolescente. Isabelle no es coqueta, no le va la seducción, no le preocupa la moda. La diseñadora de vestuario Pascaline Chavanne y yo hicimos muchas pruebas hasta encontrar el look perfecto para cada estación: muy "muchacha en flor" para el verano; más glamuroso y sexy para el otoño, cuando se prostituye, y "a lo garçon", sin artificios femeninos, al final. No es una chica actual, es una chica sin más. Tiene un lado atemporal, y François no quería bajo ningún concepto que la película se convirtiera en un tratado sociológico acerca del fenómeno actual de las estudiantes que se prostituyen para seguir sus estudios.


P: De hecho, Isabelle no se prostituye por dinero.

R: No, Isabelle se prostituye del mismo modo que podría drogarse o participar en cualquier experiencia límite, lo hace para chocar contra el mundo, para encontrar su verdad. Isabelle no es víctima de sí misma ni de los demás, y sabe mucho más que los adolescentes de su edad e incluso que los adultos de su entorno. Asume lo que hace, no se disculpa.


P: Hasta el punto de que le parece normal utilizar el dinero de sus citas para pagar al psicoanalista.

R: Exacto, nunca hay duplicidad. Es vulnerable y sólida a la vez; es una chica especial, solitaria, muy poco inclinada a la comunicación. No le apetece hablar de su experiencia con la prostitución. Sus silencios me conmueven profundamente, mantiene una distancia, está aquí sin estarlo.


P: ¿Y su encuentro con Georges?

R: Creo que es un periodo importante en el año que muestra la película y del que sale transformada. Estando con él, siente que la miran por primera vez. Hay ternura entre los dos, con él descubre otra manera de moverse, una especie de intimidad, una relación con el placer, con el erotismo. Posiblemente se abandone con él porque se siente protegida por la diferencia de edad y porque su relación tiene un precio. Entre ellos no hay nada posible. Y Georges ocupa un lugar importante en su vida porque le provoca un choque terrible. Se sentirá culpable por él, lo que detendrá su trayectoria en la prostitución.


P: Es posible que sin él hubiera seguido prostituyéndose y acabado con algún cliente violento.

R: En cierto modo, Georges es su ángel de la guarda. Pero quien realmente ayuda a Isabelle es la mujer de Georges. La libera del sentimiento de culpa por la muerte de Georges. Y también por haberse prostituido cuando le confía que ella tuvo ganas de hacer el amor por dinero, pero nunca se atrevió. De pronto, nace un vínculo entre las dos como nunca ha tenido con su madre. La mujer de Georges le permite a Isabelle ser lo que es. Es la barquera.


P: Pero puede que solo ocurra en la cabeza de Isabelle…

R: Yo creo que ocurre de verdad.


P: A Isabelle le cuesta comunicarse con su madre, y su padre no está…

R: Sí, pero no me parece un problema. Nunca pensé en la cuestión del padre ausente hasta que el psicoanalista la plantea. A François se le da muy bien dejar indicios psicológicos sin que los personajes deban atenerse a esos indicios.


P: En el coche con Véronique, la amiga de su madre, Isabelle dice: "El peligro no soy yo…" ¿Quién, entonces?

R: Su madre en primer lugar, porque sospecha que tiene una relación con el compañero de Véronique. Y más generalmente, el peligro está en el deseo que suscita Isabelle a través de su juventud y su belleza, despertando frustraciones.


P: Isabelle parece muy afectada al descubrir que su madre tiene una aventura con Peter…

R: Isabelle vio un momento de complicidad en el teatro, pero estaba lejos. ¿De verdad su madre miente a su amiga y se acuesta con Peter? Puede que solo le apetezca creerlo. No sé si le afecta de verdad. Y cuando decide enfrentarse a su madre, no lo hace porque la juzga, sino porque intenta crear un momento de complicidad, quiere seguir siendo su niña.


P: ¿Isabelle cree en la historia de amor con su compañero de clase?

R: No, lo intenta, pero no se la cree. Pero eso no significa que se burle de él. Aparte del chico al que ve brevemente durante las vacaciones, es el primero de su edad con el que tiene una relación amorosa. Le cae bien, siente ternura por él, se ríen juntos. Le sirve para descansar, relajarse, y además tranquiliza a sus padres.


P: ¿Cómo fue el rodaje?

R: Muy alegre y agradable. Sentí que trabajábamos en equipo. Todos íbamos en la misma dirección. Me gusta el lado pragmático de François, su forma de pasar de una escena a otra, de sumergirse en el trabajo de modo concreto, sin cumplidos inútiles. Fue duro porque aparezco en casi todas las escenas, pero siempre me sentí protegida.


P: ¿Cómo se enfrentó a los desnudos?

R: Al principio tenía un poco de miedo, pero acabé rodando esas escenas como cualquier otra. Estaba tan metida en el personaje que me olvidé de mí misma. Dos meses de rodaje… Nunca me había implicado a tan largo plazo. Rodamos casi toda la película en orden cronológico. Cuanto más avanzábamos, más conocía a Isabelle.


Una conversación con Géraldine Pailhas

P: Después de 5x2/Cinco veces dos, ¿cómo ha sido el reencuentro con François Ozon?

R: Antes de ofrecerme el papel, François quería estar seguro de que había un cierto parecido entre Marine Vacth y yo, pero me mandó el guión enseguida. Es muy respetuoso. Me alegró mucho que volviese a llamarme después de nueve años. Trabajar con él es sencillo, fácil.


P: ¿Cuál fue su reacción al leer el guión?

R: François me había dicho el título y contado la historia a grandes rasgos. Me apetecía saber cómo había abordado un tema tan sensible, pero no esperaba que me conmoviera tanto. Me gustó zambullirme en el vértigo que produce la intimidad de la muchacha protagonista. Entendí el dolor de la madre. Mientras lo leía, oía la voz de François a través de la adolescente de 17 años. Tenía muchas ganas de que Marine y yo pudiéramos encarnar a la pareja madre-hija.


P: ¿François Ozon no se inspiró en su experiencia como madre para alimentar el personaje?

R: No, el guión ya estaba casi finalizado. Pero François siempre escucha los comentarios, los cumplidos, las críticas, incluso nos pide nuestra opinión. Aunque siempre la última palabra, crea un ambiente abierto. Me gusta su aparente distensión ante el proyecto. Está totalmente metido en la película, pero prefiere ser ligero y rápido. Quizá por eso rueda con tanta velocidad y tiene la facultad de aparentar que todo es fácil. Durante todo el rodaje quitó detalles superfluos para dejar solo lo esencial. El amor que siente por los personajes se nota inmediatamente porque entra en el tema sin malicia, siempre de cerca.


P: ¿Cómo fue el encuentro con Marine Vacth?

R: Entré en el despacho de François y vi a una joven silenciosa, sin maquillaje, los cabellos recogidos, una silueta de adolescente moldeada en un cuello de cisne y un vaquero. Me pareció reservada, arisca incluso, pero con un encanto increíble. Me sentí muy halagada de que François creyese que nos parecíamos.


P: El parecido físico creíble refuerza la emoción que desprende la relación madre-hija en la película.

R: Asistimos a la entrada en la sexualidad de una joven. ¿Qué lugar ocupa la madre en esta nueva vida? Y lo más importante, ¿qué lugar no debe ocupar? Isabelle desea tener un modelo y, a la vez, de alejarse del modelo. Me parece interesante que François se sirviera de nuestro parecido físico para plantear estas preguntas.


P: ¿Cómo fue trabajar con Marine Vacth?

R: Tardamos muy poco en acoplar nuestros ritmos. Debió darse cuenta de que me caía bien, y el sentimiento era recíproco. No me van las rivalidades femeninas, y a ella tampoco. No nos costó derribar los habituales escollos entre actrices.

Me gustó tener su cara entre mis manos, mirar esos grandes ojos verdes llenos de lágrimas. A pesar de una timidez innata, me dejó entrar en su intimidad. Me parece conmovedora.

Para una actriz tan joven, interpretar un papel así no es sencillo. Hay que dejarse ir, fiarse totalmente del director. Marine nunca dudó, nunca demostró tener miedo. Es muy disciplinada, una luchadora.


P: ¿Y el reencuentro con Frédéric Pierrot?

R: Es la quinta vez que trabajamos juntos. Tenía 17 años cuando rodé mi primer telefilm con él, La neige et le feu, de Claude Pinoteau. Es un actor maravilloso, le adoro. Y Nathalie Richard… François se rodeó de actores simpáticos y capaces de desaparecer detrás de los personajes.


P: La escena en que la madre abofetea a su hija es a la vez violenta y conmovedora, sobre todo cuando la madre vuelve para disculparse.

R: En el guión, la escena acababa con la bofetada. Pero durante el rodaje volví hacia Marine, y François le pidió que siguiéramos. A medida que avanzaba la película, François nos permitía hacernos más con los personajes. Se nutría con nuestra encarnación, sentíamos su aprobación.


P: La madre se siente desestabilizada por su hija, pero no atacada en su feminidad. Sin embargo, hay momentos de ambigüedad, sobre todo cuando Isabelle vuelve tarde de hacer de canguro y discute con su padrastro.

R: Me parece interesante que la rivalidad aparezca de golpe por una mirada, por momentos fugaces que existen en las relaciones madre-hija, sobre todo porque la diferencia de edad no es enorme. Pero siempre pensé que no podía abandonar la dimensión tranquilizadora que una madre debe representar para su hija, a pesar de las intrusiones, las meteduras de pata. Sabes que no debes decirlo, pero es demasiado tarde, ya lo has dicho. Me gustó mucho que esta historia transcurriera en el seno de una familia acomodada, donde se habla abiertamente, que recurre fácilmente al psicólogo.


P: Y en una familia obviamente feliz.

R: Sí, a pesar del divorcio. Y aunque el padre quizá no se portara bien, nada parece perturbar ese mundillo. La madre cree controlarlo todo con "su niño", "su niña", pero el comportamiento de Isabelle equivale a un tsunami para esta familia. Es un despertar más que violento.


P: Su personaje no deja de preguntarse por qué su hija se comporta de esta manera. ¿Tiene usted una respuesta?

R: No, y me he esforzado en no buscarla, en no preguntárselo al psicólogo. Era mejor para interpretar mi personaje. Además, ¿hay una sola respuesta? Los padres se divorciaron y la madre no duda en hablar mal del padre, pero de ahí a que esto lleve a la hija a la prostitución…

En cualquier caso, puede deberse a que la madre no quiere que Isabelle se vaya, y a que esta deba "arrancar" el cordón umbilical convirtiéndose en algo que no es. En realidad, Isabelle se autocrea, incluso adopta el nombre de su abuela.


P: La prostitución quizá sea un acto extremo para superar su incapacidad de sentir, sobre todo cuando hace el amor por primera vez.

R: Es increíble el daño que ha hecho la sacralización de esta primera vez. Hoy en día, casi es lo contrario: las jóvenes quieren deshacerse de su virginidad cuanto antes. Sin embargo, será determinante para una parte de la futura sexualidad. El comportamiento de Isabelle deja entrever que controla sus sentimientos, sus emociones, su cuerpo. Intenta recuperar esa sensación de dominio prostituyéndose, organizando su sexualidad.


P: Pero no contaba con conocer a Georges.

R: Sí, el encuentro con Georges la desestabiliza, y no solo porque él muere. Siente algo por él, y François lo filma maravillosamente bien, con suma delicadeza. Casi estamos en el cuerpo de Isabelle, nos alegramos de que por fin acceda al placer físico e intelectual.


P: ¿Cuál fue su reacción al ver la película?

R: Me quedé maravillada al descubrir hasta qué punto el lado eficaz del guión se había fundido en una humanización desgarradora de los personajes. Se palpa el cariño con el que François ha filmado a los personajes, y sobre todo a esa adolescente en sus momentos más íntimos, más suyos.


Criticas internacionales

The Hollywood Reporter (David Rooney)
La última película de François Ozon, psicológicamente inquisitiva, de precisa elegancia y total falta de prejuicios, se apoya en la cautivadora interpretación de la incandescente Marine Vacth.

Una película de una impresionante madurez.

Joven y bonita, una película carnal y sobria.

Screendaily.com (Allan Hunter)
Una película tierna y conmovedora.

Una poderosa mezcla de sexo, sensibilidad y melancólicas canciones con una espléndida interpretación por parte Marine Vacth.

Una película con un espléndido reparto y un guión que hace aflorar el delicado equilibrio de las relaciones familiares.

Variety (Leslie Felperin)
Un estudio emocionalmente matizado y moderado de una chica precoz.

El guión no cae nunca en la trampa de proponer antecedentes ni pistas.