En un país donde a los asesinos se los trata como a héroes, los directores desafían a los impunes jefes de los escuadrones de la muerte para que recreen su papel en el genocidio. El alucinante resultado es un febril sueño cinematográfico, un inquietante recorrido por las mentes de los asesinos en masa y el terriblemente banal régimen de corrupción e impunidad en el que habitan.
Anwar Congo y sus amigos bailan en números musicales, retuercen brazos en escenas de películas de gánsteres y galopan por las praderas como vaqueros lanzando gorgoritos. Su incursión en la cinematografía ha sido homenajeada en los medios y ha dado lugar a numerosos debates televisivos, incluso a pesar de que Anwar Congo y sus amigos son asesinos en masa.
Medan, Indonesia. Cuando el Gobierno de Indonesia fue derrocado por el Ejército en 1965, Anwar y sus amigos pasaron de ser gánsteres de poca monta que vendían entradas de cine en el mercado negro a ser jefes de los escuadrones de la muerte. Ayudaron al Ejército a asesinar a más de un millón de supuestos comunistas de etnias chinas e intelectuales en poco menos de un año. Como verdugo de uno de los más famosos escuadrones de la muerte de su ciudad, el propio Anwar asesinó a cientos de personas con sus propias manos.
Hoy, Anwar es venerado como padre fundador de la organización paramilitar de derechas que surgió a partir de los escuadrones de la muerte. La organización es tan poderosa que entre sus líderes figuran ministros del Gobierno que alegremente presumen de todo: desde sus actos de corrupción y fraude electoral hasta del genocidio.
The Act of Killing trata sobre los asesinos que ganaron y sobre el tipo de sociedad que han establecido. Al contrario que los antiguos genocidas nazis o ruandeses, Anwar y sus amigos no han sido obligados por la historia a admitir su participación en crímenes contra la humanidad. En vez de eso, han escrito su propia historia triunfante convirtiéndose así en ejemplos para millones de jóvenes paramilitares. The Act of Killing es un recorrido por los recuerdos y las fantasías de los responsables que nos permite adentrarnos en las mentes de los asesinos en masa. Es una visión espeluznante de una cultura alarmantemente banal de impunidad, en la que los asesinos presumen de sus crímenes contra la humanidad en entrevistas en televisión; y celebran una catástrofe ética con la gracia y la elegancia de un número de ballet.
Un amor de cine. En su juventud, Anwar y sus amigos se pasaban la vida en el cine, ya que eran gánsteres de cine: controlaban el mercado negro de entradas y utilizaban el cine como base de operaciones para crímenes más serios. En 1965, el ejército los reclutó para los escuadrones de la muerte, porque habían demostrado su capacidad para la violencia y odiaban a los comunistas por boicotear las películas norteamericanas, las más populares y rentables de los cines.
Anwar y sus amigos eran admiradores incondicionales de James Dean, John Wayne y Victor Mature. Se vestían como sus ídolos de Hollywood y copiaban sus formas de matar. Y cuando terminaba la sesión de medianoche, se sentían gánsteres que habían salido de la pantalla. En este embriagador estado de ánimo, se paseaban por el bulevar hasta su despacho y mataban su cuota nocturna de prisioneros. Tomando prestada la técnica de una película de mafiosos, Anwar prefería estrangular a sus víctimas con un alambre.
En The Act of Killing, Anwar y sus amigos acceden a contarnos la historia de las matanzas. Pero su idea de salir en una película no va más allá de dar su testimonnio; ellos quieren protagonizar las películas que más les gustaban en la época en que revendían entradas de cine. Aprovechamos la oportunidad para exponer cómo un régimen que fue fundado sobre crímenes contra la humanidad, y que nunca se ha hecho responsable de ellos, se proyecta a sí mismo en la historia.
Y así desafiamos a Anwar y a sus amigos para que desarrollen escenas de ficción sobre sus vivencias en las matanzas, adaptadas a sus géneros fílmicos favoritos: películas de gánsteres, del Oeste y musicales. Ellos escriben los guiones, se representan a sí mismos y también a sus víctimas.
Su sistema de ficción cinematográfica proporciona el arco dramático de la película y los platós se convierten en espacios seguros donde desafiarlos por lo que hicieron. Algunos de los amigos de Anwar se dan cuenta de que las matanzas no estuvieron bien. Otros se preocupan por las consecuencias de la historia sobre su imagen pública. Los miembros más jóvenes del movimiento paramilitar argumentan que deberían alardear de las masacres, porque el horror y la amenaza que suponen conforman la base del poder hoy en día. Conforme van divergiendo las opiniones, la atmósfera del plató se condensa. Con Anwar y sus amigos como héroes, la imagen del genocidio entendido como la lucha patriótica empieza a tambalearse y a desmoronarse.
De la forma más dramática, el proceso cinematográfico cataliza el inesperado viaje emocional de Anwar, desde la arrogancia hasta el arrepentimiento, conforme se enfrenta por primera vez en su vida a todas las implicaciones de sus actos. Mientras la frágil conciencia de Anwar se ve amenazada por la presión de seguir siendo un héroe, The Act of Killing presenta un emocionante conflicto entre la fantasía ética y la catástrofe ética.