Ana tiene 28 años. Se siente útil y satisfecha en su trabajo rutinario ayudando a otros. Sin embargo, fuera de su jornada laboral, Ana tiene serios problemas para relacionarse. Es socialmente torpe e incluso agresiva con las personas más cercanas y queridas.
Ana no puede controlar este comportamiento ni sus emociones, por las que sufre y se atormenta, sintiéndose culpable. En el fondo sólo querría estar bien consigo misma y con los demás: ser feliz. Sin embargo, su conducta autodestructiva y autolesiva no hace sino aislarla aún más.
Ana padece lo que los psiquiatras llaman Trastorno Límite de la Personalidad o síndrome borderline. Pero ella no lo sabe.